Nuestro primer encuentro

Llevaba un año chateandome con un chico que me volvía loca hasta que me decidí ir a visitarlo.

El relato que a continuación van a leer no es para nada sexual, es más bien una historia de amor con un poco de erotismo, el primer encuentro de unos cibernovios. Espero que les guste.

Eran las 17h en punto y por megafonía anunciaban la llegada a Madrid y yo cada vez estaba más nerviosa. El billete de tren que llevaba aún en mis manos estaba hecho a pedacitos.

Bueno, ahora ya estaba ahí, no me podía echar atrás, tenía que bajarme. Con lo fácil que se veía en casa. Iría a verlo por fin, lo abrazaría, le besaría. Tenía tantas ganas de verlo, de sentir su voz, de notar su piel… Pero ahora sentía miedo, ¿que haría al verlo?, ¿que haría él al verme?. Mil preguntas me bombardeaban la cabeza.

Cogí un taxi, le di la dirección y en 15 min. me planté allí en la puerta de su casa.

Hacía como 1 año que nos hablábamos por el chat, era un chico encantador, dulce, sensible, simpático… A mi me volvía loca. No pasó ni una sola noche en la que no me imaginara como sería nuestro primer encuentro, nuestro primer abrazo, nuestro primer beso.

Antes de subir, me senté en un banco que había delante de la puerta, me encendí un cigarro e intenté pensar en lo que debería hacer y decir… pero el nudo de mi estómago aún se hacía más grande. Tenía tantas ganas de verlo… Así que me levanté decidida y pulsé el botón… ático 2ª.

¿Quien es? – se escuchó una suave voz al otro lado del interfono.

Me quedé muda por un instante, no sabía que hacer, intenté correr, irme de allí, pero no podía, había hecho todos aquellos kilómetros para ver al hombre de mi vida, al hombre que me había vuelto a enamorar y no podía dejarlo pasar así como así.

Hola, soy Sonia. – respondí tímidamente.

Una vez en el ascensor, me miraba y remiraba en el espejo, intentando que todo estuviera perfecto. Cuando llegué al ático y se abrieron las puertas, allí estaba él, apoyado en la pared, con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Dios mío, era tan encantador!, era tal y como lo veía en mis sueños. Esa mirada dulce, cálida, con esa sonrisa de niño malo que me volvía loca. Nos dimos dos tímidos besos y me invitó a pasar a su casa.

Me cogió las maletas y me invitó a que me acomodara en el sofá, mientras el preparaba café. Estuvimos hablando toda la tarde, parecía como si lo conociera de toda la vida, como si siempre hubiéramos estado juntos.

Miramos el reloj y eran las 22h, nos habíamos pasado más de 4 horas hablando y ni nos habíamos enterado.

Te apetece que salgamos a tomar algo y te enseño mi ciudad? – me preguntó sonriendo como siempre.

Claro! – contesté yo – pero antes debería darme una ducha si no te importa. No me gustaría salir así con estas pintas.

Por supuesto que no me importa, pero así estás igualmente preciosa. Si necesitas algo más solo tienes que pedírmelo. – me dijo mientras me daba unas toallas y me acompañaba al baño.

Terminé de ducharme, me puse crema por todo el cuerpo, me envolví en la toalla y discretamente me disponía a salir del cuarto de baño, debido a que me había dejado la maleta en su habitación, cuando me encuentro con su cara frente a la mía. Me miraba, no decía absolutamente nada, solo sonreía y aquello aún me ponía más nerviosa. Se acercó lentamente a mi y me acarició la mejilla.

Estás preciosa cariño. – me dijo con una voz dulce.

Cada vez me ponía más nerviosa, estaba allí en medio del pasillo, tapada únicamente con aquella minúscula toalla que me había dado momentos antes. Se acercó un poco más y me dio un tierno beso en los labios.

En mi estómago empezaron a volar mil mariposas a la vez, era como si me hubieran besado por primera vez. Le abracé y le devolví el beso. Tenía tantas ganas de que llegara ese momento. Tantas que me olvidé por completo de todo, de donde estaba, de cómo estaba. Levanté los brazos para abrazarlo y pasó lo inevitable, la toalla cayó al suelo.

Sus manos me acariciaban la espalda con dulzura, el cuello, los brazos, los labios. Se me erizaba todo el cuerpo. Me cogió entre sus brazos y me llevó a su habitación.

Me tumbó en la cama, se quedó contemplándome durante unos segundos y se acercó lentamente desde los pies, sin dejar de besarme el cuerpo. Subía desde los muslos, hasta el estómago, pasando por los pechos para llegar hasta mi cuello deteniéndose frente mis labios.

Eres muy dulce, sabes? – me decía.

Nos volvimos a besar pero esta vez con más pasión que la primera, parecía que el tiempo se había detenido, estábamos solos él y yo, nadie más en el mundo, nada más nos importaba. Era tan maravillosa aquella situación, que no quería que nunca se acabara.

Me amó como nadie antes lo había hecho, con pasión pero con ternura. Nos miramos a los ojos y con unas lágrimas me atreví a decirle lo que sentía:

Te quiero.

Me respondió con un cálido beso y me dijo.

Si supieras las veces que he estado esperando este momento, las veces que he soñado con este instante. Tenerte entre mis brazos, amarte y hacerte mía.

Sin dejar de besarme, acariciarme y decirme cosas bonitas, nos quedamos dormidos, abrazados el uno al otro, como si los dos fuéramos uno sólo.

(Continuará…. O no…!)

Nota de autor:

J

se nota que lo ha escrito una mujer no? En fin… que este es el sueño de cualquier mujer romántica que se ha enamorado alguna vez.

Consejo para los hombres: nunca se es demasiado dulce y la que no lo sepa apreciar, es que no os merece.