Nuestro primer corneador
Hola, somos la Dama y el Cornudo, casados hace 6 años. Tenemos 33 y 38 años, vivimos en Argentina, y desde hace un tiempo incursionamos en la infidelidad consentida por idea de mi marido. Formaba parte de cada noche de sexo tal fantasía, la hablamos mucho, y si bien a mi me costó decidirme, un día llegó el momento.
Hola, somos la Dama y el Cornudo, casados hace 6 años. Tenemos 33 y 38 años, vivimos en Argentina, y desde hace un tiempo incursionamos en la infidelidad consentida por idea de mi marido. Formaba parte de cada noche de sexo tal fantasía, la hablamos mucho, y si bien a mi me costó decidirme, un día llegó el momento.
La verdad es que con mi marido la intimidad siempre fue muy buena. El mide 1.75, es delgado, y tiene un pene estandar, de 15 cm de largo por casi 5 de ancho. Me conoce muy bien en la cama, y es suficiente para hacerme disfrutar. Sin embargo, toda esta situación de empezar a tener permiso para tener sexo con otros hombres, hizo que el morbo fluyera, que busque ponerme linda para agradar a otros y cosas así. Cuestión que empecé a lucir más mi cuerpo. Soy morocha, pelo largo y lacio, 1.70 de altura y mis medidas son 98-65-95. Todo natural, enfundado en vestidos sueltos, escotados, ajustados, un poco más largos o un poco más cortos, me gusta usar vestidos.
La cuestión es que justo en esa etapa en la que estaba empezando a lucirme, hace 4 años, me encontré con un amigo, al cual conocia de antes de conocer a mi marido. A Mati lo había conocido por amigos en común, tuvimos una noche de sexo maravillosa, nos encontramos varias veces solo para eso y luego perdimos contacto. Los dos estabamos algo apurados con trámites, pero alcanzamos a intercambiar teléfonos para hablarnos más tarde.
Llegué a casa, mi marido ya había llegado, y mientras tomabamos mate le dije como al pasar: Me encontré con Mati hoy.
- Epa, aquel amigo con derechos?- me preguntó entre sorprendido y expectante.
-El mismo- le dije sonriendo, y quedé en silencio. Yo ya le había hablado de él, y le había contado algunas experiencias sexuales.
-Se habrán puesto al día- me dijo.
-La verdad que no mucho, andabamos apurados- hice una pausa y completé- pero nos pasamos los teléfonos, así que pensaba llamarlo en un rato- otra pausa, breve- si no te molesta- Y rematé con guiño y sonrisa.
Mi marido estaba desorbitado, pero se contenía.
-Claro, mi amor, como vos quieras.
Decidí excitarlo un poco más, saqué el teléfono y lo llamé a Mati. Mi marido presenció la charla, aunque no escuchaba lo que me decía él.
-Hola, Mati, soy Cecilia.
-Hola, linda, si, ya te tengo agendada
-Disculpame que no pudimos charlar más hoy, andaba medio apurada con trámites, y bueno, me quedé con las ganas. Cómo andás vos?
-Bien, muy bien, también me había quedado con ganas de charlar, estás muy linda.
-Ay, gracias, vos también estás lindo. Solo o en pareja?
-Solo, sigo picoteando nada más, jaja.
-Jaja, que divino, es lo tuyo.
-Y vos? escuché algo de que te casaste...
-Si, estoy casada hace dos años, bien contenta. Pero bueno, te encontré y me dieron ganas de verte... un poco más.
-Que bueno, dale, me encantaría. No sé, supongo que para vos puede ser más complicado...
-No, yo lo arreglo, no te hagas problema.
-Bueno, nos tomamos un café por ahí? cenamos? queres que pidamos algo en casa como en los viejos tiempos?
-Dale, esa me parece mejor. Entenderás que ante todo, necesito discreción, salir a cenar no sería lo ideal...
-No, claro, entiendo. Bueno, despreocupate, decime cuando y te venis para casa, pedimos algo, tomamos un vino.
-Qué te parece el sábado? voy a eso de las 8 y media? o tenías planes? (mi marido estaba en estado de éxtasis)
-Dale, te espero. Nos mensajeamos en estos días.
-Buenisimo, que lindo volver a verte, un beso.
-Chau, hermosa.
Corté, me acerqué a la silla de mi marido, le abrí el pantalón y lo empecé a masturbar. Estaba muy erecto, muy caliente.
-El sábado lo veo a Mati, mi amor, le dije. Y con eso acabó.
Por un rato no hablamos. Quedamos pensativos. En un momento decidí tomar la iniciativa.
-Mi amor, prefería que esta vez fuera a solas, por eso lo organicé así. Espero no te moleste, pero para mi es más relajado, lo voy a disfrutar más.
-Por mi no te hagas ningun problema, ya lo sabés. Para cada cosa habrá su tiempo.
No hacía falta decir más, así nos entendemos con él. En eso somos pura complicidad. Era jueves, así que me quedaba viernes y parte del sábado para depilarme, elegir ropa, ponerme linda. Mi marido se ofreció a comprarme la lencería. Le pedí algo sugerente pero no excesivamente erótico. Me sorprendió con un tanga less blanco, con pequeño moño atrás, y corpiño a tono, con pequeños moños a la altura de los pezones. Putita pero de blanco. Así que decidí cubrirlo con un vestido negro, semi transparente, no muy ajustado y con escote, largo hasta mitad del muslo. Sin mangas y con cierre atrás. Sandalias con poco taco, negras también, para completar.
El sábado a la tarde, al momento de prepararme, acordamos con mi marido que le mandaría un mensaje cuando estuviera en la puerta de la casa de Mati, como despedida, y que luego vería si podía volver a comunicarme o no, pero que se quedara tranquilo. Y que si decidía quedarme a dormir le mandaría un mensaje. La ventaja de conocerlo bien era que mi marido estaba tranquilo que no hariamos nada que yo no quisiera.
Mientras me vestía, el me miraba excitado.
-Estas hermosa- me decía
La verdad es que sentirme tan halagada en ese momento me dio más confianza, y se lo agradecí.
Cuando estaba lista y por salir, mi marido me dio un vino.
-Para la sobremesa, así te anima.
Y me dió una caja de preservativos.
-Siempre a mano- me pidió.
-Por supuesto mi amor. Nos vemos más tarde o mañana y te cuento.
Me fui en el auto, le avise a Mati que ya llegaba, y me esperaba con una pizza y cerveza. Cuando abrió la puerta y entré me relajé completamente y me dejé llevar. Nos besamos en cuanto cerramos la puerta, nos abrazamos y nos tocamos un poco. Nos separamos y ya más tranquilos cenamos charlando y tomando cerveza.
Cuando terminamos me invitó al sillón a tomar el vino que había llevado, así que lo abrimos, servimos dos copas, y fuimos de la mano a sentarnos. No tardamos en empezar a besarnos, muy suave, y acariciarnos. Me sentía muy relajada, lejos de la sensación que se supone podría tener por estar con otro hombre que no es mi marido. Tan a gusto me sentía que me levanté, bajé el pequeño cierre de atrás del vestido y lentamente lo dejé caer. Mati me miraba embelezado, sobre todo mis lolas.
-Estás más linda que nunca- me dijo, mientras se levantaba para acariciarme.
-Gracias, me puse así para vos, que bueno que te guste.
-Me encanta- dijo, y me hizo dar una vuelta. Se quedó mirandome la cola un momento y sentí como me la acariciaba.
-Que lindo moñito- dijo.
-Viste? lencería nueva- le dije. Dudé un momento y agregué -Me la regaló mi marido.
Pensé que iba a causar cierta desorientación el comentario, sin embargo sólo dijo:
-Que buen gusto. Me voy a encargar de sacartela yo.
Y apoyandome el bulto en la cola desabrochó mi corpiño y me lo sacó. Mis tetas al aire no tardaron en ser acariciadas suavemente por sus manos.
-Que lindo como me rebalsan las manos de tetas, hermosa.
Me di vuelta y le desabroché el pantalón. Se lo bajé y lo hice sentarse otra vez en el sillón.
-Dejame que te muestre lo que hago con ellas.
Empecé a acariciar su pene sobre el boxer. Estaba durisimo. Le bajé el calsoncillo y apareció, más grande aún de lo que lo recordaba.
-Uy, no me acordaba que era tan grande y tan linda- le dije, mientras sacaba la lengua y empezaba a chuparsela. Sonrió sin decir nada.
Después de chuparsela unos momentos la puse entre mis tetas y empecé a pajearlo.
-Sii, que lindo volver a sentir esas tetas abrazandome la pija- dijo
-Me acordaba muy bien que te gustaba esto- le dije, mientras agachando un poco la cabeza mi lengua llegaba a chupar la cabeza de su pija.
Después de un rato se levantó, me tomó de la mano y me llevó a su cama. Me acostó, se terminó de desnudar, y se puso entre mis piernas. Corrió la tanguita y me empezó a pasar la lengua. Yo estaba muy mojada, tenía mucha excitación y con su lengua me dejó al borde del orgasmo.
-Qué rica que estás- me decía.
En eso se levantó y sacó de la mesa de luz unos preservativos. Cuando se puso uno, volvió a ponerse entre mis piernas. Yo intenté sacarme la bombacha, pero lo que me dijo Mati me sorprendió y excitó tremendamente:
-Dejatela, correla para un costado nada más, te voy a coger con la tanguita que te regaló tu marido.
Tanto me calentó que yo misma se la agarré y la guié a la entrada. Sentí su cabeza abriendome suavemente y tuve un orgasmo increible, que cuando terminó ya la tenía toda adentro.
-Cuanta suavidad para hacerme acabar- le dije mientras lo besaba
-Te voy a derretir- me dijo, mientras empezaba a cogerme con más fuerza, pero sin ser violento.
Cambiamos de posición, me pidió que me ponga en cuatro. Así lo hice, al borde de la cama, de tal manera que el quedaba parado en el piso. Me agarró de las caderas y me la empezó a clavar, primero suave después más fuerte, y cuando se aseguró que estaba acostumbrada a su tamaño empezó a darme con fuerza. Me sacudía de las caderas y mis tetas se movian hacia atrás y hacia adelante. Apenas acercó un dedo a mi clitoris, sentí que me venía otro orgasmo. Acabe a los gritos y caí rendida sobre la cama. Suavemente, Mati me dio vuelta, puso mis piernas en sus hombros y muy de a poco me la empezó a meter de nuevo.
-Te dejé exahusta, hermosa, no?
-Si, fue increible...- apenas susurré, mientras el terminaba de meterla y empezaba a sacarla muy lentamente.
-Te mereces un premio- le dije. Lo senté en el borde de la cama, me arrodillé frente a sus piernas y mientras le sacaba el preservativo le dije:
-Ahora me pongo putita, quiero que me acabes en la boca.
Se la empecé a chupar, pasandole la lengua, besando y acariciando sus huevos, abrazandola con mis tetas, metiendomela en la boca todo lo que podia, hasta que suavemente me avisó:
-Te cumplo el deseo, tragate mi leche, putita.
Dejé solo su cabeza en mi boca y recibí todo el semen que expulsaba entre temblores. Cuando se relajó, me la saqué de la boca y mirandolo a los ojos me la tragué toda. Le sonreí, lo limpié con la lengua, y me metí bajo las sábanas.
El también se metió y nos abrazamos, dandonos suaves besos. La verdad es que no quería moverme, y para completar las complicidades que ya habían aparecido, le dije a Mati:
-Le aviso a mi marido que me quedo a dormir?
Entendiendolo todo me contestó:
-Dale, así no se preocupa.