Nuestro nuevo compañero de piso: el policía
Mi nuevo compañero de piso, semental donde los haya, se cepilló a mi antiguo compañero, un hetero convencido, que disfrutó plenamente de la nueva porra llegada a casa.
MI NUEVO COMPAÑERO DE PISO: EL POLICIA
Hola a
tod@s
, espero que todo os vaya bien. En este relato os voy a contar la historia que me sucedió hace no mucho tiempo en mi casa.
Resulta que vivo con un compañero de piso. Tenemos el piso alquilado entre los dos pero habíamos pensado en meter a otra persona para que nos ayudase a pagar mejor el alquiler, ya que donde vivimos, es una zona muy cara. Antes de nada, deciros que mi compañero es hetero total, guapísimo y con un cuerpazo, pero le encantan los chochos más que a un niño un caramelo. Álvaro trabaja en un gimnasio debajo de casa, con lo cual no hace falta que os diga lo que hay. Además él sabe que es guapo y se aprovecha de ello siempre que puede con comentarios, que muchas veces, le dejan un poco en entredicho. Entre Álvaro y yo, habíamos decidido buscar a una persona. No pusimos carteles ni cosas así, sino que los dos nos encargaríamos de buscar o ver quiénes podían estar interesados, además de quiénes nos interesarían a nosotros. Aunque Álvaro no es bisex, creo que interiormente aprecia la belleza masculina y le gusta rodearse de gente bien, físicamente hablando. De esa manera puede medirse en lo que es el ligoteo y ver quién se cepilla a más tías: somos tíos, es lo que hay.
Casualmente, un compañero mío del instituto llamado Federico (Fede para los amigos) vivió el año pasado con un chico que era policía. Fede este año no trabaja en mi centro y el policía parece ser que se ha quedado solo. Álvaro lo conocía, yo no. Casualmente un día, dando un paseo, tropezamos con su coche y Álvaro se paró a hablar con él. Me comentó que era el compañero de piso de Fede y me lo presentó. Diosssss cómo estaba el policía. No podía dejar de mirarle, creo que hasta me sonrojé ligeramente. Estaba sentado dentro del coche y nosotros apoyados en la ventanilla y tenía un rostro con el que flipé. Era como si me hubiese enamorado de repente. Nos comentó distintas cosas y habló de su novia (todos están pillados) y Álvaro le preguntó lo que iba a hacer este año: si buscaba piso o iba a meter a alguien que le ayudase con el alquiler. Nos dijo que no lo había pensado todavía ya que acababa de llegar de vacaciones. Álvaro (y yo en mi subconsciente) le dijo que buscábamos un compañero de piso y le vendió nuestro pisazo de una manera que parecía que llevaba en el negocio inmobiliario muchísimos años; y es, que Álvaro tiene mucha labia y convence a todo el mundo de lo que quiere. Entre lo bueno que está y la seguridad que tiene en sí mismo, te puede vender a tu madre y se la compras pensando que has hecho el negocio del siglo. A lo que íbamos...
No sé cómo sucedió pero los dos queríamos al compañero de Fede en nuestro piso. Se llamaba Daniel, como yo. A partir de ese momento en nuestro piso había dos danieles: el poli y el profe. No podía creerme que tuviera tanta suerte: si no era bastante disfrutar de las vistas del cuerpo de Álvaro, ahora tenía a otro tío que estaba igual o, si cabe, mejor. Aquel piso iba a ser mi paraíso particular. Ninguno sabía que yo era bisex, así que como no tengo pluma y soy bastante discreto, paso completamente desapercibido.
Daniel era bastante alto, como 1.85 cm, delgado, torso marcado, pecho bastante peludo, manos grandes y dedos enormes, un culo redondito que se le marcaba en sus pantalones de policía como si usase una talla menos de lo que debía, tenía el pelo castaño, lacio, ojos grandes marrones y una cara angulosa que le proporcionaba una belleza innata. Tenía cara de malo, cosa que te excitaba muchísimo más, pero era un tío fantástico, agradable en la conversación, amable en el trato, servicial en casa,... no sé, creo que todo en él era perfecto: todo lo que se veía, claro. Era poesía en movimiento: si Miguel Ángel tuviese que volver a esculpir el "David", creo que escogería a Daniel como modelo. Como veis me había enamorado de aquel tío hetero con novia. Vaya desastre....
Las cosas marchaban bien entre los tres; cuando vives con gente que no conoces, te expones a que te salga mal pero también a que te salga bien: esto iba viento en popa.
Yo no estaba en el piso toda la semana; los fines de semana me iba a mi casa y durante la semana algún día tampoco dormía en el piso. A medida que fue pasando el tiempo, cada vez nos sentíamos mejor. La verdad es que somos bastante diferentes, pero en lo que se trata del hogar tenemos unas ideas muy parecidas. Tanto Álvaro como Daniel son muy dados a dar golpes a la gente con la que hablan. Entre ellos también lo hacían y se daban golpes suavecito o incluso azotes en el culete. En fin, qué os voy a contar: yo estaba encantado.
Una noche, como a eso de las 4 de la mañana, me desperté sobresaltado y escuché unos ruidos. Sonaban en el salón, que estaba al lado de mi habitación. Como pude me levanté de la cama y traté de investigar qué tipo de ruidos eran aquellos. Iba muy despacio, pues el suelo es de madera y en algún sitio suena, lo cual no quería que pasase. La puerta del salón estaba entreabierta y estaba encendida la luz de una lamparita que tenemos para dar ambiente (no gay ¿eh?, sólo para que el salón sea más acogedor). Conforme me iba acercando, escuché una conversación un tanto sugerente para mi mente:
-Síííí...ahí, ahí, ahí.- decía Álvaro.
-Ves como lo sientes.- le contestó Daniel.
Yo no podía creer lo que estaba oyendo. Mis dos compañeros estaban montándoselo en el salón. Mis pulsaciones empezaron a galopar a un ritmo frenético: pensé que se me iba a salir el corazón por la boca. Me fui acercando poco a poco, hasta llegar a la puerta. Como pude metí mi cabeza y ví en el sofá, a Daniel encima de Álvaro dándole un masaje. Se me paró el corazón de repente, por lo menos disminuyeron las pulsaciones de manera directamente proporcional a como acababan de crecer. Sin embargo, aquella escena, lejos de ser erótica, tenía bastante morbo. Los dos estaban semidesnudos, con los bóxer aún en su sitio. El resto de sus cuerpos resplandecía a la luz del plafón del salón, sus músculos se notaban bajo la epidermis y se veía la torsión a la que estaban siendo sometidos.
-¡¡Pero qué mal pensado eres!!.- me recriminé a mi mismo. Era evidente que no estaban haciendo nada a no ser por las horas tan intempestivas que utilizaban para los masajes. Daniel le dijo a Álvaro:
-No te sobresaltes de lo que te voy a hacer, pero es algo que vas a sentir fantástico.- Y de repente le empezó a sobar el ano con su pulgar.
-¡Ostias!¿Qué me estás haciendo? Ah, ah, ah....- jadeaba Álvaro sin control. No estaba tan confundido ni era tan mal pensado como había creído. En un momento determinado, Daniel le empezó a meter el dedo índice en el culo. Se lo metía y se lo sacaba de forma rítmica: sin prisa pero sin pausa. Eso era un masaje con todas las de la ley.
-¿Qué tal te sientes?¿Te gusta lo que te estoy haciendo? .- preguntó Daniel.
-Me gusta un montón, se siente genial. Sigue, por favor, no pares.- decía Álvaro sin aliento.
Daniel estaba haciendo bien su trabajo, porque Álvaro estaba al borde del orgasmo y ni siquiera le había tocado la polla. En ese momento, Daniel añadió un segundo dedo a la perforación que estaba sufriendo mi querido Álvaro.
Yo estaba alucinado, pensando cómo era posible que un tío como Álvaro, tan macho, tan hetero, pudiese disfrutar de algo así y no pusiese ningún impedimento. Me estaba sorprendiendo por momentos. A nivel sexual, debía de ser más libre de lo que yo creía que era. Muuuucho más libre. Entusiasmado y embobado en mis pensamientos como estaba, no me di cuenta de que acababan de cambiar los acontecimientos. Daniel se había puesto en un lateral del sofá y tenía su rabo a la altura de la cabeza de Álvaro, mientras seguía con sus dedos masajeando la próstata de Álvaro. En un momento determinado, como sin importancia, el rabo del policía desapareció en la segunda cavidad más húmeda de Álvaro. Mi compañero de piso era un vicioso de puta madre. Se la tragaba con unas ganas, como los bebés cuando maman de los pechos de sus madres con ansia. Al cabo de un rato, Daniel comenzó a decirle:
-¡Cómo la chupas, cabrón! Parece que llevas años haciéndolo. Como sigas así me voy a correr en un momento, así que déjame que te voy a dar lo que te mereces.- tenía un gesto de lujuria en la cara, que daban ganas de comérselo.
A continuación, se agachó sobre Álvaro y se metió su polla tiesa en la boca. Álvaro gimió cuando sintió cómo la lengua de Daniel atrapaba su palo con los labios. Daniel se concentró sobre todo en el glande. Apretó el rabo con la mano y chupeteó el capullo de Álvaro hasta que casi se volvió azul. Los dos gemían como locos invadidos por el erotismo del momento y la situación que estaban viviendo. Yo estaba a punto de correrme sin ni siquiera habérmela tocado. Me había despejado completamente y tenía los ojos abiertos como platos para no perderme nada de lo que estaba sucediendo allí. Me la saqué del pantalón del pijama y me la empecé a pelar despacito, porque sino no tardaría en venirme ni dos segundos. La situación cambió.
- Quiero follarte.- le dijo Álvaro a Daniel. Sin más, Daniel se levantó de su posición y se quedó de pie un segundo. Álvaro también se incorporó y quedó sentado en el sofá con su polla tiesa como un palo mirando hacia el cielo, mientras se colocaba un condón que había sacado de algún sitio. Daniel se subió al sofá, se abrió las nalgas con las dos manos y se sentó poco a poco en el mástil inhiesto de Álvaro. Fue una estocada certera y directa; entró en cuestión de segundos. Daniel echó su cabeza hacia atrás, señal de que le había dado un gusto enorme que Álvaro le penetrara. Con las manos alrededor del cuello de su compañero, empezó a subir y bajar por aquel falo que se estaba haciendo enorme por momentos. Álvaro tenía sus manos bajo las nalgas de Daniel y le ayudaba a subir y bajar. Estaba bien armado: se veía una polla de 16 ó 17 cm, gordita y afilada en la punta, que entraba y salía del culo de Daniel con una facilidad pasmosa. La visión desde donde yo estaba era fantástica (es un enfoque que me parece cachondísimo en las pelis porno). Veía cómo la polla de Álvaro destrozaba el culo de nuestro nuevo compañero de piso, el cual estaba gozando enormemente a juzgar por sus suspiros y comentarios subidos de tono.
-¡Métemela entera, hasta el fondo!¡Qué bien follas, cabrón!¡Cómo te siento dentro! Sabía que eras bueno pero no que tenías tanta experiencia.- decía Daniel cachondísimo. Yo estaba cachondísimo, Álvaro estaba cachondísimo. La habitación estaba cachondísima de la escena que estaba dando lugar allí.
-¡Te gusta eh! Todas dicen lo mismo, que les encanta cómo las perfora mi rabo. Mira que tienes el culo apretado, me tienes a 100.- rebatía Álvaro con un hilo de saliva cayéndole de la boca, hilo que desapareció en un segundo entre los labios de Daniel. Le dio un morreo a los labios de Álvaro que nos dejó tontos a él y a mí.
Así siguieron por un rato hasta que Daniel se extrajo aquel tronco del placer de su culo y pidió su turno. Por la cara que puso Álvaro, creo que no pensó bien el alcance de lo que iba a suceder aquella noche. Pero me imagino que, debido al placer que sentía en aquel momento, se lo pensó mejor y no puso objeción alguna al comentario del policía. Daniel, de rodillas en el suelo delante del sofá, tiró de él y se puso sus piernas en los hombros. Empujó las piernas de Álvaro hacia atrás y empezó a comerle el culo a lametazos. Álvaro empezó a decirle obscenidades y se abrió el culo con las manos para permitir a Daniel entrar en su cavidad más húmeda con su lengua. Debía de estar gozando como nunca, ya que no me lo imaginaba dejándose lengüetear el culo por una chica. Daniel no tardó mucho, ya que antes se lo debió dejar bastante lubricado. Se echó hacia atrás y apuntó con su dardo en la diana de mi pobre Álvaro. No sé en qué momento se había puesto el condón o si ya venía con él.
-Ten cuidado que soy virgen. Házmelo despacio porque no sé si podré aguantarte dentro.-soltó Álvaro con un gesto de cierto respeto hacia su compañero de juegos.
-No te preocupes, que tenemos todo el tiempo del mundo (se pasó la lengua por los labios de una manera tan pornográfica que mi polla dio un respingo entre mis dedos). Además, cuando termine, vas a pedirme otra vez que te folle porque no soportas tu agujero tan abierto.- Daniel decía estas palabras de una manera tan segura que me hubiese encantado ser yo su interlocutor. Dicho esto, puso la punta de su lanza en el centro de la diana y cogió con la mano derecha el cipote de Álvaro. Mientras comenzaba a pajearlo, se la fue metiendo lentamente pero sin titubear un segundo. Álvaro dio un suspiro bastante fuerte mientras notaba cómo sus carnes se separaban para dar entrada en su mundo a un nuevo inquilino que iba a ser muy bien recibido. Una vez que Daniel llegó con su pubis a los cojones de Álvaro, le preguntó:
-¿Qué tal?¿Paro o sigo?.- la cara de Álvaro era todo un poema. Estaba sudando entre el dolor y la excitación que estaba sintiendo. Como pudo le respondió:
-Continúa, vete despacio, que lo quiero disfrutar.- en ese momento Daniel comenzó un bombeo lento que tenía por objetivo cogerle ritmo a la follada que le iba a dar. Poco a poco el ritmo fue subiendo y su polla entraba y salía del culo de Álvaro completamente. Las estocadas que Daniel le daba eran recibidas de muy buena gana por la próstata de Álvaro a juzgar por sus gemiditos. Estaba delirando del gusto que aquel rabo le estaba produciendo. Desde esa posición, le pellizcaba los pezones a Daniel, los cuáles estaban ya durísimos. Se los retorcía y parece que aquellos pezones eran un punto de excitación muy grande para Daniel, quien al sentir los pellizcos también comenzó a gemir. Aquello era un cuadro digno de la mejor película porno. Yo estaba en éxtasis, me la estaba pelando a una velocidad de vértigo. Ahora Daniel se había levantado y estaba casi tirado sobre Álvaro. Con sus piernas abiertas, me estaba dejando ver su ojete completamente cubierto por su abundante bello, aunque justo en el centro se apreciaba un claro en medio del bosque, donde aparecía la carne rosadita más exquisita. Me quedaban cuatro meneos cuando comenzaron los estertores de una corrida de las grandes. Comenzó Álvaro por venirse sobre su pecho, quien sin apenas tocársela (sólo con la frotación a la que estaba sometido su rabo entre los dos vientres) se corrió lanzando llamas de semen que cubrieron todo su pecho, llegándole incluso a la cara.
Yo me vine a la vez que él. Sobre el suelo de madera del pasillo y ahogando mis mayores deseos de gritar del gusto que me había producido aquella semipaja. Estaba yo concentrado en mi corrida cuando escuché los jadeos anteriores al orgasmo de Daniel, que se la había sacado a Álvaro del culo de golpe y después de retirar el condón y tirarlo a un lado, se estaba masturbando frenéticamente hasta que su semen salió disparado hacia el pecho de Álvaro que yacía en el sofá recuperándose del fenomenal orgasmo que acababa de proporcionarle nuestro policía favorito. Cuando Daniel terminó de correrse, se dejó caer sobre Álvaro y juntaron y se refregaron sobre el semen de sus abundantes corridas tratando de coger aire y de recuperar su ritmo cardíaco.
Yo por mi parte, me quité el pantalón del pijama y limpié con él todo el suelo cubierto por los rastros de mi corrida. Una vez que terminé, me fui a mi habitación a soñar con lo que acababa de presenciar. Aquello tenía visos de convertirse en una telenovela del amor, pues sólo llevábamos viviendo juntos tres meses.
Continuará...
Escribidme para contarme qué os ha parecido y para darme sugerencias sobre lo que no os ha gustado o lo que cambiaríais. Mi dirección de correo electrónico:
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En fin, muchas gracias.