Nuestro nuevo compañero de piso: el policía 3

Los desayunos de Daniel y su nuevo compañero de piso van a ser más placenteros que nunca.

NUESTRO NUEVO COMPAÑERO DE PISO: EL POLICIA III PARTE

La noche pasó rápido. A la mañana siguiente era yo el que tenía la sonrisa en los labios todo el tiempo. Vaya suerte la mía, poder escoger a un tío así como compañero de piso. Su mirada, cuando entró en la cocina era preciosa, como si estuviera muuuy relajado y contento. Eso hizo ponerme más cachondo de lo que ya estaba. Se acercó y me dio un beso en el morro que me dejó flipado.

-¡Que todavía está Álvaro en casa!- le dije un poco asustado.

-Hace ya rato que se fue a trabajar. Estate tranquilo y relajado porque vas a saber para qué sirve una cocina. -me dijo Daniel guiñándome un ojo.

Noté que su pantalón corto de deporte tenía un bulto demasiado sospechoso y me puse hirviendo como el agua. Me levanté de la mesa donde estaba desayunando para acercarme a él y tocarlo. Le di la vuelta sobre la meseta de la cocina y toqué su culo durísimo como una piedra que había sido labrado en sus horas de gimnasio y bicicleta. Le sobé las piernas, los muslos, subiendo y bajando mis manos a lo largo y ancho de ellas, por delante y por detrás y ya, por fin, llegué a mi premio: toqué aquel mástil inhiesto producto de la erección mañanera y del sobrecalentamiento al que estaba siendo sometido mi compañero Daniel. Sin bajarle el pantalón (me encanta tocar el cuerpo de alguien con las ropas puestas), le metí mano por los sitios más inhóspitos de su anatomía: si su novia lo hubiese visto en aquella escena, no lo habría dejado, lo habría descuartizado. Estaba como poseído por los tocamientos pero sobre todo por las barbaridades que estaban saliendo de mi boca sin ni siquiera darme cuenta.

-No sé cómo se puede estar tan bueno. Si yo fuera tu novia, no me separaría ni un minuto de ti, es más, no te permitiría que salieses de mi. Me vas a hacer probar mi cocina, pero tú también vas a probar nuevos manjares, para que después, cuando los practiques con tu novia, te acuerdes de quién te los enseñó.

-¡Me pones a cien! No sé cómo voy a mirar a mi novia después de esto. Sólo sueño con poder follarte todos los días. Creo que no me cansaría nunca.- me decía mientras nos sobábamos mutuamente.

Íbamos revolucionados. Como alguno no tomara las riendas de la situación, no sé lo que podría haber pasado allí.

Después de este precalentamiento, los hechos se desenvolvieron rápidamente. Me llevó hasta la mesa de la cocina, quitando de un manotazo todo lo que había encima de ella. Me tumbó en ella boca abajo, dejando mi culo expuesto a su merced. Acercó su cara a mi agujero y me lo comenzó a lamer.

-Todavía sabe a nuestro juegos nocturnos.-dijo Daniel.

-Eso es porque no me has dejado ni darme una ducha y ya te tengo otra vez encima.

-¡No te preocupes, que a mi no me importa! Además quien jugó contigo anoche fui yo...me encanta volver a comerme lo que usé hace sólo unas horas. Sabe igual de bien e incluso, mejor.

-Por mí, no hay problema. Es todo tuyo y será tuyo tantas veces quieras.-respondí fruto del placer que estaba sintiendo.

Normalmente, no me gustan las relaciones largas, pero aquel tío era digno de tenerlo como esclavo sexual. Dicen que el sexo está en la cabeza...con Daniel, esta expresión se eleva hasta su más amplio sentido, ya que cuando ves a un ejemplar así, con el interés que él pone para procurar el tuyo, no te importan más cosas en la vida...bueno, hasta que se termina la sesión de sexo y entonces aparece ante ti una nueva perspectiva de vida de la que él forma parte.

Allí seguí, lengüetazo tras lengüetazo, abriendo mi culo en canal con sus enormes dedos. Yo ya había perdido la cuenta de lo que me estaba entrando por el culo. De repente se levantó. Se fue a la nevera y sacó un pepino al que roció con aceite. Se situó delante de mi cara con la tienda de campaña completamente inhiesta, momento que aproveché para tocarle todo por encima del pantalón del pijama que todavía llevaba. Se la mordí por encima de la ropa mientras él iba soltando gemidos. La tenía muy dura. Se inclinó sobre mí y comenzó a pasarme el pepino entre las nalgas cosa que me excitó muchísimo. En un momento dado le bajé el pantalón dejando al aire su glorioso falo, que entró rápidamente hasta el fondo de mi garganta.  Se situó también sobre la mesa y se puso de lado, como para comenzar un 69. Sin embargo, su idea era otra. Mientras yo se la comía lo mejor que sabía, él levantó mi pierna, dejando mi agujero más abierto, si realmente podía estarlo más. En esta posición, mi culo era suyo y comenzó a introducirme el pepino, teniendo ante él la mejor perspectiva que se podía tener: veía cómo mi culo se tragaba aquella hortaliza, consoladora de la carne más ardiente y de los culos más tragones.

Para mí la sensación no podía ser más excitante. Me tragaba aquella hermosura de verga, lamía aquellos cojones gloriosos, grandes y depiladitos, mientras mi amante bandido me sodomizaba con un pepino de gran calibre buscando mi mayor placer. Tratándose de sexo, no se puede pedir más. En un momento determinado, quedé de espaldas encima de la mesa y Daniel encima de mí.  Tiró de mis piernas hacia él, para follarme con aquel pene de huerta en otra postura interesante donde las haya. En ese momento, su ojal quedó a mi vista y me pareció genial poder tener para mí sólo aquella perspectiva de su culito. Le pasé la lengua por sus pliegues, rodeándolos con mi lengua ardiente, de manera que dio un respingo cuando me sintió allí abajo. No obstante él siguió a lo suyo, taladrándome el ano sin piedad. Mi lengua casi entraba dentro de su culo, por lo que le pedí cambiar el arma que tenía entre sus manos. Aunque se lo pensó un poco, me pasó el pepino.

  • Ten cuidado, que es demasiado grande y no estoy acostumbrado a esos calibres.- me dijo temeroso.

-No te preocupes, que a mi me pasa lo mismo y no por eso he dejado de disfrutarlo. Si te hago daño me lo dices y paro, ¿vale?- pregunté calmándolo.

-Vale.- dijo él más tranquilo. Acto seguido se metió mi pepino en la boca mientras yo acercaba el que me acababa de pasar a su hermoso culo.

Cuando una herramienta de ese grosor entra por un orificio que suele estar tan apretado, es fantástico ver cómo sus pliegues dejan de ser rugosos para volverse lisos y tensos. Eso fue lo que vi mientras sodomizaba a mi policía favorito. Su culo sintió la presencia durísima de aquel vegetal y, mientras se iba acostumbrando a él, me la chupaba con brusquedad, como para olvidar el daño que yo le estaba haciendo al penetrarlo. Aún así, no dijo nada, se dejó hacer hasta que casi tenía entera la hortaliza dentro del culito.

Así las cosas, empecé a sacarla despacio y a volver a metérsela para que se acostumbrara a su grosor y pudiese disfrutarla. Como pude, me metí su polla en la boca, la cual estaba chorreando líquido preseminal, señal de que aquello estaba gustándole.

Ante mí se desarrollaba un grandioso espectáculo de sodomización. Aquel portento de policía estaba siendo enculado de una manera tal que cualquiera se hubiese excitado.

Después de un rato, le saqué la herramienta culinaria del culo, para pasar a una sesión de sexo más cotidiana. De repente, como que no quiere la cosa, ví encima de mi cabeza un rabo enorme que entraba en el agujero que acababa de abandonar el pepino. Aquello era inexplicable, así que como pude, moví mi cabeza para ver quién era el dueño de aquel falo que acababa de ser enterrado en el culo de Daniel. Él, ni se había inmutado, ya que volvieron a llenarle el culo como hasta hacía un momento lo tenía. Sin embargo, cuando Álvaro le agarró de las caderas, se percató de que allí había más pollas de las que él y yo  teníamos en nuestras respectivas bocas. Al girarse, vió a Álvaro que le guiñaba un ojo mientras le atravesaba el suyo con su mástil. Sus embestidas aumentaron hasta hacerse descontroladas. Yo veía, mejor que nadie, cómo la polla de Álvaro entraba y salía, prácticamente entera, del culo de Daniel. El placer que debía sentir quise aumentarlo con una mamada como Dios manda. Así que me concentré en que su orgasmo fuese lo mejor que hubiese sentido nunca. Al cabo de unos segundos noté cómo comenzaba a temblar y su polla se hacía más grande dentro de mi boca, a la vez que notaba las primeras convulsiones anteriores al orgasmo.

-¡¡Seguid asííííi que me cooooorroooooo!!.- dijo Daniel casi sin fuerzas por la brutalidad del orgasmo que sentía venir.

Ambos aumentamos la velocidad y yo noté las primeras explosiones seminales en la garganta. Como cinco o seis trallazos chocaron contra mis amigdalas a la vez que el dueño de la manguera temblaba como una hoja verde. Le limpié magníficamente su herramienta mientras Álvaro seguía calzándoselo desde atrás. En un momento deeterminado, Álvaro comenzó a acelerar sus embestidas y se la sacó de golpe a la misma velocidad a la que me la enterraba en la garganta. Allí recibí una nueva descarga seminal digna de cualquier inseminación artificial. Perdí la cuenta del número de chorretazos que me largó Álvaro en la boca. Lo que sí puedo decir es que no daba tragada tanta leche, ni la había tragado en mi vida. Se me escapó por todos lados. Daniel se había levantado de la mesa y admiraba el cuadro completamente perplejo.

Como yo era el único que todavía no me había corrido, ambos se tiraron encima de mi polla. Le pedí a Daniel que me volviera a meter el pepino, pero pensó que me gustaría más el suyo de carne que el vegetal, cosa que no protesté. Me entró con pasmosa facilidad, mientras que Álvaro me hacía una mamada fantástica y mientras yo le limpiaba su herramienta lametazo a lametazo.

Mi próstata estaba siendo trabajada a conciencia por el rabo de Daniel a la vez que Álvaro se metía mi polla entera hasta las cuerdas vocales y se la sacaba de golpe. Se estaba follando con mi rabo su boca a unas velocidades de vértigo. Ante aquella visión, simplemente me dejé hacer. Me abandoné al placer más absoluto y disfruté de aquel polvo fantástico que me estaban proporcionando mis compañeros de piso. Inmerso en mis pensamientos, los estertores del orgasmo me comunicaron que estaba por venirme.

-¡Chicos, me corro!¡Seguid, no pareis!¡Dadle rápido!¡Sííííííííí!

y con aquella afirmación en mi boca vertí mi producto más original. No sé cuántos trallazos alojó Álvaro en su boca, lo que sé es que mi culo seguía siendo el centro de mi placer hasta que, unos segundos más tarde, Daniel me dijo:

-¡¡Yo también me corro!!¿Dónde lo quieres?

-¡¡Ni se te ocurra sacarla!!.- le grité ¡córrete lo más profundamente que puedas!

Así lo hizo. Noté su leche en lo más profundo de mi ser a la vez que me clavaba los dedos en mis piernas producto de la fuerza que estaba haciendo para enterrármela lo más al fondo posible.

Aquello si que fue un desayuno...  Desde entonces no hay mañana que no me marche a trabajar sin desayunar de lo lindo. Y es que éstos dos van a conseguir volverme loco de placer....ahora sí, yo también les procuro todo el que puedo.

Hasta pronto. Un abrazo a tod@s.

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