Nuestro hijo adoptivo XI
Será Izan quién manda los mensajes? Se sabrá que es lo que pasa? Léelo y acompaña a los personajes en sus aventuras
Nuestro hijo adoptivo XI
Me quitaron la camiseta y me tumbaron en la cama después de haberme tomado un Orfidal para relajarme.
- ¿Pero que te pasa, papi?
- Nada, tranquilo. Fue un pequeño ataque de ansiedad
- Ya, pero ¿Por qué? – preguntó mi marido
- No lo sé. Supongo que las emociones de estos días han salido por algún sitio – contesté sin mirarle a la cara.
La foto y las palabras que la acompañaban daban vueltas en mi cabeza. ¿Y si era verdad? ¿Estaba viviendo una mentira? ¿Lo sabría? ¿Mentira o verdad?
¡Me estoy volviendo totalmente loco! Necesito respuestas, pero me da miedo averiguarlas.
- ¿Estás mejor ya, papi?
- Si, ya estoy bien- era verdad. Mi corazón recuperó sus pulsaciones normales, la respiración se tranquilizó y dejé de sudar. – Voy a darme una ducha.
- ¿Te acompaño por si te mareas de nuevo?
- No, gracias…cariño. Que me acompañe Ezequiel
- ¿Por qué?
- ¿No tenías que ir a algo del curro? – le dije con una excusa rápida, pero sincera
- Si, pero llamo y les digo que no puedo.
- No te preocupes, si estoy bien, de verdad.
- Llámame si pasa cualquier cosa, nene – le dijo a nuestro hijo.
Vino a darnos un beso a cada uno y salió de casa.
- ¿Te acompaño a la ducha, papi?
- No, gracias, nene. Me encuentro bien.
- ¿De verdad?
- Si, de verdad. Le di un beso y con las manos en su cara me quedé mirándole a los ojos. – Anda, ve preparando algo de comer.
Me metí en la ducha. Apoyé las manos en la pared donde se encontraba la alcachofa de la ducha y dejé que el agua resbalara por mi cuerpo desnudo. El agua relajó mis músculos, mis nervios y mi mente.
¿He vivido engañado todos estos años? A ver, pasó hace años y no estábamos en nuestro mejor momento, pero ¿Cómo fue capaz? Y ¿Por qué no me lo contó? Eso es lo peor de todo. Si al menos me lo hubiera contado, no estaría pasando por esto, y no me habría parecido mal. A ver, no habría dado saltos de alegría, pero somos una pareja abierta y fue en esa temporada donde nos dimos un tiempo, pero ¿para tanto? Esto es muy fuerte. Vamos, si es verdad, claro. Todo puede ser una mentira. Aunque la foto tiene bastante razón, no hay nada seguro.
- Papi, ¿estás bien? – dijo pasando al baño
- Si, hijo, si – le dije sin mirarle. No quería que me viera con los ojos llorosos.
- Ya preparé una ensalada y unas tortillas francesas.
- Ya salgo - me puse a enjabonarme para disimular la situación.
Cuando acabé me sequé el cuerpo y salí a mi cuarto secándome la cara, con lo que no vi a mi hijo sentado en la cama mirándome con preocupación.
- Tranquilo, nene. De verdad. No pasa nada – le dije sentándome a su lado y pasando mi brazo por sus hombros.
- No sé, papi. Te he visto muy mal y tienes los ojos de haber llorado
- Es del agua de la ducha
- Sé que hay algo más. Te pusiste mal al leer algo que te había llegado al tlfn.
- Dio la casualidad que fue así – dije intentando sonar convincente
- Bueno, si tú lo dices… - Y se puso de pie.
Pude verle de espaldas. Seguía solo con el suspensorio puesto. Con lo que lo primero que vi fue su culo duro rodeado por los elásticos de la ropa interior.
Le llamé, y poniéndome de pie nos fundimos en un abrazo. Nuestros cuerpos desnudos se fundieron en uno solo. Noté todo su rabo enfundado en la fina tela, que era lo único que nos separaba. Con el abrazo nuestros rabos tenían una pequeña lucha. No sé si consciente o inconscientemente movíamos nuestras caderas haciendo que chocasen la una con la otra. Comenzó a despertar, poco a poco.
- ¡Qué bien hueles, papi! – dijo aspirando el olor en la zona de mi cuello.
- El gel del cuerpo - contesté sin dar importancia a lo que ocurría en nuestras entrepiernas.
- Por cierto, sobre lo que pasó hace un rato…
- Lo siento, papi. Fue qué…
- No tienes que pedir perdón. Somos los primeros que te hemos dicho que abras la mente. Y además tenemos que aprender a cerrar las puertas, ya no vivimos solos
- Si. Pervertidos – dijo haciendo que comenzáramos a reírnos.
- Pues rápido has aprendido – le dije dándole un azote en el culo y yéndome a poner algo de ropa. Vamos, un slip. No necesitaba nada más.
Comimos tranquilamente y hablamos poco. La verdad. Mi cabeza, aunque lo intentaba, no dejaba de darle vueltas al asunto.
Salí de casa de camino al trabajo. Tenía que preparar unos entrenos y unas clases para cuando volviera. Pero no me iba tranquilo. Y más cuando recibí un comentario por twitter, hablando de mi secreto. ¿Estaría escribiendo también a mi marido? ¿Ha sido eso lo que ha provocado su ataque de ansiedad?
A ver, pasó hace mucho tiempo, de hecho, nos estábamos tomando un tiempo y no fue nada importante. Pero…. ¡Joder! No podía arruinar lo que tenemos. Además, ¿no sería demasiada casualidad? ¡No, no puede ser! Aunque debo poner solución.
Aprovecharé que he salido de casa para ver como puedo averiguar quién me está,o nos está, jodiendo la vida. Más ahora que hemos conseguido ser así de felices. ¿Podría estropear esto la relación? Espero que no. ¡Ojalá que no!
Llegué al gym
- Buenas tardes, Leiva – saludé al mi compañero que estaba en recepción.
- Ey, guapo – me saludó saliendo de su puesto de trabajo para darme un abrazo - ¿No comienzas dentro de dos días?
- Si, pero me ha escrito Jessi, que si podía venir a mirar unas cosas para cuando comience.
- No me comentó nada. Está en su oficina, que acaba de terminar una clase de Pilates. ¡Espera! Mira quién me ha escrito por Grindr. Es ese amigo de tu ex, ¿no? – me enseñó el tlfno donde vi el perfil de Izan. Abrió la conversación y pude ver la foto del culo a 4 que le había mandado – Y mira esta- Y fue pasando la conversación hasta que llegó a una donde un cuerpazo con pollón se la estaba clavando- Me ha dicho que tiene un maduro de amante fiji, y que quiere otro rabo para su culo. Tiene que ser una buena puta, ¡¿a que sí?!
- ¿Para que me enseñas esto? Aparte de para saber lo cerdo que eres, claro - le dije para picarle
- Por que me ha dicho que te lo enseñe. Mira- siguió bajando la conversación y vi la foto de un cuerpazo desnudo, con la polla flácida.
- Lo que querías es que te viera desnudo, ¿no?
- Para eso te lo muestro cuando nos cambiamos. Anda que no nos hemos visto en bolas.
- Si, pero no en esa postura, cabrón.
- Buab, tonterías. Mira
Leí lo que le decía Izan en el mensaje. ¡Soy gilipollas! Seguro que es Izan el que está detrás de ese mensaje, y seguro que ha escrito también a mi marido. Quiere joder nuestra relación.
Quería salir ya de allí y llamar a este hijo de puta. Fui a hablar y solucionar con Jessi lo que necesitaba, cuanto antes, para poder solucionar rápido lo que tramaba este desgraciado.
Salí escopeteado de allí de camino a casa de Izan, por la hora que era seguro que ya había llegado del trabajo. Si es que había ido. Mi compañero ya debía de haber salido de currar porque no estaba en la entrada.
Aparqué en doble fila angustiado y cabreado. ¿Habría sido capaz de jugar a dos bandas? Podría. Era un grandísimo hijo de puta, maricona mala, que podría chantajearme para que le follara y aún así, querer joderme vivo. Sabía que le estaban follando en su cuarto. Por eso llevé a mi marido allí, para ver si volvíamos a abrir la pareja y poder follarme a su ex sin que sospechara. Eso sí, si no hubiera querido no le habría engañado. No quiero ocultarle nada. ¡Ahora no!
Llamé al telefonillo. Tardaron en contestar, pero lo hicieron.
- ¿Si?
- Abre Izan. Soy Óscar
- ¿Vienes a follarme?
- ¡Que abras ya, joder!
- No me grites, gilipollas – pero aun así abrió
Subí corriendo las escaleras hasta el segundo piso. No hizo falta llamar, estaba entreabierta. Aunque no conocía la casa, no fue difícil dar con el salón. El pasillo estaba a oscuras excepto la puerta del fondo por donde entraba toda la claridad de la casa. Y del único sitio de donde venía ruido.
Cuando llegué vi a Izan cabalgando sobre un tío en el sofá, justo enfrente de la puerta que daba al pasillo.
No podía ver la cara de su empotrador, pero fuera quién fuera tenía dos piernotas que podrían aguantarle de pie mientras se lo follaba.
- Ho…la , guapo. ¿Qué quieres? Pensaba que eras Edu que venía a por su ración de culo- dijo entre gemido mientras que su culo devoraba el rabo del amante desconocido
- Eres un hijo de puta – le escupí de golpe
- ¿Perdona? ¿Tienes los santos huevos de venir a insultarme a mi casa, gilipollas?
Las manos de su amante le agarraron de los hombros para que se quedara quieto.
- ¿Óscar? – escuché la voz del dueño de semejantes piernas.
No podía verle la cara, pero la voz me sonaba demasiado.
- Creo que os conocéis, ¿no? – respondió Izan levantándose de su amante para que le viera la cara.
- ¿Qué haces aquí? – me dijo cuando su polla salió del culo de Izan
- Venía a hablar con este payaso. Veo que llegué en mal momento, Leiva.
- Hombre. Me da morbo que me veas follar, pero si no te unes pierde gracia – dijo sonriendo con cara de cerdo súper atractivo.
- ¿Te unes? – me miró desafiante Izan a la par que se ponía de rodillas para comenzar a comerle la polla a mi compañero y amigo del trabajo.
Esté dejó escapar un gemido al sentir la boca maestra de su amante en el capullo. La verdad, que aunque estaba cabreado me estaba poniendo muy cachondo viendo a Leiva disfrutar de semejante putita. Mi compañero, un armario empotrado con el pelo rapado menos un largo tupé, con un cuerpo de un pive que aprendió a levantar pesas antes que a caminar. Espatarrado de par en par ,sin un solo pelo en su cuerpo, excepto en la cabeza. Abierto de piernas en el sofá, el que ocupaba prácticamente entero. Sus manos detrás de la cabeza, lo que hacía que sus bíceps se marcaran como si estuviera en una competición. Brillando por el sudor. Y su cara de niño bueno que se había convertido en la de un auténtico cabrón y que de su boca solo salían palabras obscenas y guarras, me estaba poniendo cerdísimo.
- Venga, putita, traga. Cómete el rabo de tu macho. Te voy a llenar la garganta de leche, ¿a que sí, zorra? - decía todo esto mirándome y guiñándome el ojo.
Necesito hacer lo que vine a hacer. Y hacerlo rápido, sino, al final, la sangre estará solo en mi rabo.
Intenté concentrarme en mi objetivo, y aunque difícil de conseguir, lo tenía que hacer.
- Izan – conseguí gritar
- ¿No ves que estoy ocupado? - contestó con cara de pocos amigos sacando la polla de mi amigo de su garganta.
- ¿No estás mandando anónimos a mi y a Alex?
Este, sin dejar de hacer caso a su amante. Cambiando su boca por la mano en el falo de mi amigo, me contestó.
- ¿Te crees tan importante para mí, gilipollas? - escupió la última palabra – Yo conseguí lo que quería que era que me follaras.
- ¿Te lo has follado ya? – contestó mi amigo tirándose de las pelotas mientras Izan se la meneaba.
- Claro que me ha follado. Y menudo trabuco tiene. Más grande que el tuyo. Mucho más grande. Me reventó el coñito en mi cumpleaños delante de su maridito.
- El que me quieres quitar - le dije echando fuego por mi boca
- ¿Quitártelo? No seas ridículo, por favor. Yo solo quiero cuidarle, y que hijos de puta como tú no le hagan daño. Pero está tan enamorado de ti que le haría más daño si se entera de que….
- ¡No lo digas, so desgraciado!
- Mira. Yo solo te chantajeé de que se lo diría para sentir tu polla en mi culo. Alex me había contado, cuando comenzasteis a salir lo bueno que eres en la cama, y no sabía como hacerlo para que me dieras por culo. Ya lo conseguí, y punto. No me interesa nada más de ti. ¿Lo entiendes, egocentrista?
- Y si no eres tú. ¿Quién me ha mandado esto por Twitter? – me acerqué a ellos rozando mi pierna con la rodilla de mi amigo que me agarró del culo
- Y yo que cojones sé. Ahora si no te importa, al no ser que quieras unirte a nosotros. Mo-les-tas- terminó de decir llevándose las pelotas de mi amigo a la boca.
- Buaaafffff. Que boca tiene tu colega
- No es mi colega – le respondí a mi amigo saliendo del salón camino de la calle
- Cierra la puerta al salir – escuché de fondo la voz de Izan – Ahora fóllame – fue lo último que escuché antes de cerrar.
-
Me metí en el ascensor con la polla súper dura. No soporto a Izan, pero aparte de reconocer que está muy bueno, folla como quiere. Y verle ahí con el cuerpazo de mi amigo no ha ayudado.
Di al botón de parar el ascensor. Me saqué la polla y mirándome en el espejo comencé a meneármela. Tenía que liberar tensión, y esto era una manera tan normal como otra.
Por mi mente pasó las veces que había visto desnudo a mi compañero en los vestuarios. En los que hablando de todo un poco nos tocábamos, sin malicia ninguna, cada uno nuestro cuerpo como si nada.
Mi polla estaba ya a reventar.
Me desabroché la camisa y comencé a acariciar mi torso musculado y pellizcar mis pezones según me iba acariciando las pelotas y tirándome de ellas. Mi polla se movía con vida propia. Al darme tirones, el precum que salía por mi capullo saltaba por el ascensor y me salpicaba la mano y el abdomen.
Me agarré mi barra de carne dura y caliente con fuerza y comencé un pajote frenético.
Si conseguía salvar mi matrimonio le pediría a Alex follar con Leiva. Seguro que se animaba.
Y me imaginé a mi clavándole la polla a mi querido marido mientras Leiva le follaba la boca en una Torre Eiffel.
Me dolía la polla de lo dura que la tenía y lo duro que me estaba dando.
Llevé mi mano a mi agujero y me metí un dedo de una estacada. Es lo que necesité para que mi polla comenzara a escupir leche a borbotones. Pringué el espejo de lefa espesa y caliente como si se hubiera reventado un tetra brik de leche.
- Limpie ahora mismo ese espejo – una voz de hombre me volvió de una hostia a la realidad.
- ¿Perdona? – dije mirando a todos lados.
- Que limpies el espejo no lo vean los vecinos. Soy el conserje. Vi que se paró el ascensor y conecté las cámaras.
- Hostias, perdone – dije buscando algún pañuelo que tuviera en mis pantalones
- La próxima vez démela en la boca – fue lo último que escuché
Limpié como pude el espejo. Me terminé de vestir y di al botón para que el ascensor siguiera su corto camino a la planta baja.
Cuando salí, aún algo sofocado y con las manos algo pringadas de leche me encontré a Edu esperando el ascensor.
- Hombre, mira quién tenemos aquí. ¿Viniste a follar a Izan?
- Noooooo… sólo vine a comentarle una cosa, pero como estaba algo ocupado, no pude hablarlo bien. Tendré que llamarle en otro momento.
- O sea, ya ha venido el tío que del que me habló. ¿Está bueno?
- Bastante, si. Disfrutad - le dije queriendo salir de allí a toda prisa.
Salí corriendo de allí en dirección a mi casa. Tengo que hablar con mi marido. No puedo seguir así. ¡Se lo tengo que contar!