Nuestro hijo adoptivo III

Sigue la historia de esta nueva familia.

Nuestro hijo adoptivo III

Me desperté aún abrazado a mi marido, el cuál estaba desnudo y con una erección de caballo tan bestial que tenía todo el abdomen lleno del précum que desprendía su capullo, pero había que preparar cosas y no había tiempo que perder.

Me puse unos slips limpios y fui a la cocina, aunque antes me asomé al cuarto de mi hijo, al ver la puerta abierta para alegrar más aún aquella mañana.

¡ MI PROPIO HIJO ! Estaba en una nube.

Al mirar hacia la cama lo que vi me dejó de piedra, como estaba su rabo. Menuda erección mañanera tenía el jodio. Al igual que a mi marido, el capullo le sobrepasaba el ombligo y echaba muchísimo precum. Menudo desayuno de leche se podría dar el o la que despertara con él.

Después de mirar, mejor dicho, admirar ese cuerpo desnudo, me fui a la cocina sin mirar a mi habitación, sino creo que no podría haber dejado escapar el mañanero.

Me puse a preparar café, tostadas y zumo y a pelar unas patatas para una tortilla. Hoy teníamos la fiesta de cumpleaños de mi mejor amigo, y también la íbamos a usar para la presentación oficial de nuestro hijo a todo nuestro grupo de amigos gays. Algunos de ellos también habían adoptado, aunque de bebés, así que no creo que se los llevaran a la fiesta porque aún eran pequeños.

Estaba tan concentrado en todo lo que tenía que hacer esa mañana que no oí a nadie acercarse.

-          Buenos días, cariño – me abrazó mi marido por la espalda y me besó en el cuello- ¿Por qué no me has despertado para que te ayude?

-          Estabas tan relajado, menos lo que ya sabes- dije moviendo mi culo hacia atrás para señalar su paquete- ¿Saliste desnudo? Te recuerdo que ya tenemos un hijo y no vivimos solos – le dije como comentario no como reclamo.

-          Claro que lo sé. Y ya vi que duerme desnudo y se levanta como yo – dijo arrimando su rabo duro a la raja de mi culo enfundado en unos Calvin Klein

-          Paaaraaaaa…Esto ya lo debemos…con..trolar…- no podía decirlo sin gemir porque sentía su polla apretando contra mi culo y su lengua surcando mi cuello.

-          Buenos días, papis- escuchamos la voz de nuestro hijo por la espalda- Veo que os levantáis animados, pero vivís con un menor, eehhhh- dijo riendo

Ambos nos giramos y vimos, que al igual que mi marido estaba en pelotas

-          Hombre, con eso que tienes entre las piernas no se te ve muy menor- le dijo mi marido tapándose, o mejor dicho, intentando taparse la polla con ambas manos.

-          Hostias, ni me había dado cuenta. Como siempre dormía con ropa- y salió corriendo a su cuarto, de donde volvió con unos pantalones de chándal y una camiseta.

Mi marido también había aprovechado para ir a ponerse algo de ropa, aunque este fue menos recatado y apareció también solo con unos slips muy muy pequeños.

-          Lo siento, papis, no volverá a pasar- nos dijo mientras se sentaba y se servía un vaso de zumo

-          No te preocupes. Nosotros somos nudistas, y no hay problema. De hecho, me puse ropa interior porque estabas tú, sino estaría ahora desnudo.

-          Somos tus padres, y deseábamos tenerte desde hace años. Aparte de que sabemos que es más difícil que os adopten a los que tenéis más edad, lo hicimos precisamente porque no queríamos perder nuestra libertad, y comenzar directamente a tener una relación más de amigos, que de niñeros- le dijo mi marido abrazándole por detrás antes de sentarse a su lado.

-           En esta casa tendrás libertad, aunque no te saldrás siempre con la tuya, que conste- le dije algo más serio. No quería que se pensara que esto iba a ser “ el coño de la Bernarda “ ( dicho español que quiere decir que se hará lo que se quiera sin pensar en nadie y sin pensar en las consecuencias, en plan Sodoma y Gomorra )- porque aunque tengas 17 años y en unos meses seas mayor de edad, seremos tus padres, ¿ entendido jovencito?- le dije poniendo voz de vieja apuntándole con el dedo, para que no se sintiera como una amenaza.

-           A sus órdenes mi sargento – dijo levantándose de golpe poniendo puse militar.

Los tres nos echamos a reír y comenzamos a desayunar relajados.

-          Eze, hoy tenemos el cumpleaños de mi mejor amigo

-          Su ex rollo-dijo mi marido con rintintín

-          Si, también fuimos “algo”- dije esto último como en plan “mejor no hablemos de ello”– Y vamos a ir esta tarde a celebrarlo a su casa. También aprovecharemos para presentarte y que conozcas nuestro ambiente y nuestras amistades. Todos son gays y…

-          Y muchos nudistas – cortó mi marido

-          Si. Es lo que te iba a decir. La fiesta es en la casa del anfitrión que tiene piscina y aunque algunos si irán con bañador, inclusive alguno ni se quite la ropa, otros estarán desnudos.

-          Ajá- fue la única respuesta que mi hijo hizo

-          A lo que voy, ¿quieres que les llame para que no esté ninguno desnudo?

-          A ver, papis- nos dijo mirándonos a los dos- Sabía que eráis gays cuando me dijeron que me adoptabais. ¿Sabéis lo que pensé cuando me dieron la noticia?- hizo una pausa para volver a mirarnos- POR FIN ALGUIEN QUIERE ADOPTARME A MÍ. Ya, nada más. Ya soy adulto, y me alegra que no tenga que estar escondiéndome de cosas que se que otros amigos que tengo tienen que hacer de sus padres. Haced vuestra vida y estoy encantado de que queráis compartirla conmigo- dijo esto con los ojos llorosos.

Me levanté y nos fundimos en un abrazo los tres

-          Eso sí. Controlad vuestras erecciones, que me vais a dejar lisiado al apretarlas contra mí- dijo a la par que le soltábamos y notábamos como la polla de mi marido seguía igual de dura que esta mañana al despertar.

Pasó la mañana adecentando un poco la casa y preparando las cosas para el cumple.

A la hora indicada nos metimos a duchar. Nuestro hijo se metió en su baño con tiempo, hoy si se iba a llenar la bañera .Y nosotros en nuestra ducha.

Dentro de ella, vi a mi marido como se limpiaba el rabo, alargó el tiempo más de lo adecuado cosa que me puso muy caliente. Me excita ver ese momento en el que un hombre disfruta de su falo. En cuanto quitó el jabón que la cubría me arrodillé y me la metí de una estacada en la boca. Contuve una arcada porque me había llegado a la garganta y comencé a succionar esos 20 centímetros de pura carne.

Mi marido apoyó la zona alta de la espalda en la pared y puso el pie en el asiento que tenía dentro. Así su cadera quedaba inclinada hacia delante y le dejaba espacio de maniobra.

Le agarré las pelotas y tiré de ellas con fuerza, mientras mi nariz tocaba su pubis. El único sitio de su cuerpo, junto con sus axilas que tenían vello. Y mucho. Sabía que me ponía muy puta que tuviera un buen matojo y sólo se lo arreglaba, sin rasurar.

Se oía el “glu-glu” de su polla entrando y saliendo de mi boca y sus gemidos cada vez más fuertes.

Se agarró la polla y dándome con ella en la cara usó las palabras que más me excitan

-          Sigue, putita. Vacía las pelotas de tu macho- y zas , otro pollazo en la cara mientras mi lengua jugaba con sus pelotas.

Me metí las dos en la boca, o la parte que me cabía, y succionaba como si estuviera mamando.

La imagen desde ahí abajo no podía ser mejor. Lo primero que veía era ese mástil que tenía mi marido entre las piernas, luego su sixpack que conducía a unos pectorales enmarcado con dos enormes pezones. Su mandíbula marcada, sus labios carnosos, y esos ojos negros, que cuando estaba muy excitado como ahora estaban súper dilatados y brillantes.

Si había algo más que me ponía de mi marido, aparte de su cuerpo, era su cara de vicio cuando me follaba. Veía en ella lujuria, pasión, ganas de destrozarme entero, el deseo de que era suyo y solo suyo.

Comencé a pajearle, cada vez más rápido, mientras mi lengua jugaba haciendo círculos en su prepucio. Me lo metía en la boca, lo succionaba, estiraba, daba pequeños mordiscos que hacían que bufara a lo loco.

Sentía que llegaba el clímax. Como siempre hace cuando está a punto de correrse y me tiene a su merced, me agarró la cara con fuerzas. Sus manos enormes, a comparación con su altura, abarcaban desde mis pómulos a mi nuca. Me asía con fuerzas follándome la garganta como si fuera una puta muñeca de goma.

Sentí como paraba de golpe teniendo mi nariz incrustada en su cuerpo y varios lefazos recorrían mi garganta hasta mi estómago. No me la sacó hasta que no saboreé las últimas gotas, las que dejé en mi boca para segundos después besarle y pasarnos su oro blanco.

Sólo necesitó darme dos sacudidas en la polla mientras me besaba para que yo vaciara mis huevos. Lo cogió con su mano y me lo restregó por mi cara para pasarme después la lengua y tragárselo.

Terminamos de limpiarnos, ahora ya si, de verdad y nos comenzamos a vestir. Nos pusimos los speedos debajo del pantalón para no tener que cambiarnos allí y salimos a buscar a nuestro hijo.

No estaba en su habitación, así que aún estaría en el baño.

Mi marido fue a buscarle y la puerta estaba abierta, llamó sin asomarse pero no contestaba. Algo preocupado porque no se oía nada, metió la cabeza y le vio con los cascos puestos, la cabeza apoyada en el cerco de la bañera, haciéndose un señor pajote.

Vio como su mano subía y bajaba por esos más de 20 centímetros de rabo duro, y seguro que caliente. Vio su abdomen marcado, su cuerpo casi imberbe excepto en alguna zona. Como se tiraba de las pelotas.

Le vio arquearse, dar unas últimas sacudidas y, de repente, más de 4 trallazos salir disparados contra su cara.

Al ver que se relajaba, salió del baño antes de que se diera cuenta de que le había visto.

Esperó unos minutos prudenciales, y volvió a llamar a la puerta.

-          ¿Si? Dime- oyó la voz de nuestro hijo. Pasa.

Mi marido pasó a la vez que nuestro hijo salía de la bañera, con la polla aún algo morcillona.

-          Perdona, hijo, pensé que ya estabas vestido.

-          No pasa nada. Ya estamos empate- dijo secándose con la toalla de cintura para abajo.

-          Date prisa, que ya tenemos que irnos. Papa está guardando las cosas y ya estamos listo.

-          Vale, ya me dio prisa.

Se ató la toalla a la cintura y se fue a vestirse.

Ambos se quedaron con una duda en la cabeza.

Nuestro hijo… ¿entró alguno cuando me estaba tocando? Sentí que alguien me miraba.

Mi marido… ¿podría ser qué...? No. Es imposible