Nuestro hijo adoptivo II

Celebramos la adopción. Cada uno en su cuarto.

Nuestro hijo adoptivo II

El escuchar la película porno que puso nuestro hijo en la tv, nos cortó un poco el rollo, en un primer momento. Pero enseguida, como es habitual en ambos, volvimos a la carga. Me tumbé encima de mi marido, rozando nuestros cuerpos calientes y ya sudorosos el uno contra el otro. Estábamos tan excitados, que el solo roce de nuestros pezones con la piel de nuestro amante nos hacía gemir de placer.

En una de estas que nuestras bocas tenían una guerra entre ellas, donde las lenguas eran nuestras armas y nuestras babas se intercambiaban de boca en boca, mi marido me dio un azote en el culo que hizo que se me escapara desde lo más profundo de mi ser un gemido que tuvo que ser oído por nuestro hijo.

No nos cortó para nada el rollo, todo lo contrario. Al sentir mi polla dando un respingo contra su cuerpo al sentir el placer del azote, mi amante me dio otro más fuerte que el anterior, aunque en este caso me mordió el labio para amortiguar el sonido que salía de mi garganta. Aunque no lo consiguió del todo.

Sin dejar de besarnos, me giró hasta colocarse él encima de mí, consiguiendo meter sus piernas entre las mías. Hice un nudo con mis piernas sobre ese casco que tenía como culo y conseguir que su capullo rozara la entrada de mi cueva. Su movimiento de cadera iba en aumento sin llegar a metérmela a la par que me comía el cuello (sabía de sobra que es una de mis zonas más erógenas).

Mis manos, como serpientes asustadas se movían por su espalda. Acariciando cada milímetro de cuerpo. Esa espalda ancha, dura, marcada de horas y horas de deporte y surcada de un sudor, que en este momento era un manjar, era “devorada” por mis manos.

Se irguió apoyando sus manos a ambos lados de mi cuerpo para mirarme a los ojos. En su cara veía amor, felicidad y pasión. Mucha pasión. El sudor hacía que la cara le brillara y algunas gotas caían sobre mi cuerpo.

Me volvió a besar.

-          Te amo- me susurró al oído

-          Yo también te amo, mi vida- le dije antes de hundir mi cara en su axila.

Me impregné de su aroma. Sabe de sobra que es mi olor favorito. Su olor. Su propio aroma natural sobre todo cuando ha sudado un poco. Me vuelve loco.

Le mordí un pezón que hizo que arqueara más su cuerpo apretando su polla, más aún contra mi ano. Aprovechando que había perdido fuerza con este ataque, usando mis piernas como ganchos le volví a voltear.

Cuando su cuerpo estaba debajo del mío, cogiendo su falo ardiente lo dirigí hacia mi culo. No hizo falta más que sentirlo en mi entrada, para que con un pequeño empujón hacia abajo sintiera como su capullo llegaba a mi próstata.

Los dos gritamos de placer en el momento que esos 20 cm entraron de lleno en mi interior. Nos daba igual que nos pudieran oír. Estábamos muy calientes, salidos, cerdos… unidos a una felicidad insuperable.

Comencé a cabalgarle como si fuera un toro mecánico. Mis caderas se movían haciendo twerking sobre su cuerpo. Eché mi cuerpo hacía atrás. Con una mano me apoyaba en la cama y con la otra estiraba sus pelotas, con fuerza.

Noté como su polla se hinchaba, claro indicio de que pronto toda su leche iba a estar rellenando mi interior. Seguí moviendo mi cuerpo sin descanso. Le quería dentro. Quería toda su esencia rellenando mi cavidad anal.

Su cuerpo se tensó por completo. Sus pectorales se marcaron aún más. Las venas de sus brazos casi explotan de la tensión. Y noté su primer trallazo, seguido de otros 4 más. Me quedé encajado sintiendo como ese néctar me rellenaba consiguiendo que mi polla lanzara varios lefazos contra su cara y su pecho.

Sin que se saliera de mí, aún, me tumbé sobre él, y ya más tranquilos, volvimos a besarnos. Nuestras babas, el sudor y la lefa que le había caído en la cara se mezclaban en una unión de sabores riquísimos.

Me vacié de él, y tumbándome a su lado apoyé mi cabeza en su hombro dejando mi brazo sobre su pecho que subía y bajaba cada vez más despacio, según se iba relajando. Y así, desnudos, felices, llenos de semen y sudor nos quedamos dormidos.

Mientras tanto….

Ya creía que nunca me adoptarían. Ya estaba a meses de cumplir los 18 y me tocaría volar solo y sin ayuda. Nunca adoptan a mayores, siempre quieren bebés, cosa que comprendo, pero nos dejan al resto a expensas de lo que la vida nos quiera dar.

Cuando me dijeron que iba a tener, por fin, unos padres, el tiempo de espera hasta el momento se hizo eterno. Pero por fin llegó el día.

Después de haber pasado una tarde-noche magnífica, comiendo, riendo, hablando… con mis padres. Estoy en mi primer cuarto propio. Sólo.

Por fin puedo dormir desnudo y…tocarme. Una paja sin miedo a que me pillen. Poder estar tranquilo y rozar mi cuerpo, todo mi cuerpo sin prisas, sin recatos.

Aproveché que tenía una tv enorme para ver porno de alta calidad.

Me despeloté, solo con poder verme desnudo sin temor a que me pillaran, en el espejo de cuerpo entero que tenía en la puerta del ropero, mi polla creció en milésimas de segundo. Mi capullo comenzó a escupir précum y me lo acaricié llevando luego mi mano a mi boca.

Me tiré en la cama y mi abdomen, más arriba de mi obligo, fue el apoyo de mi capullo. Sonó un “chas” cuando chocó contra mi cuerpo y me mojé de mi propia esencia.

Cogí el mando y encendí la tv. Me conecté a Google y puse una página que alguno de mis amigos me habían descubierto.

“Putos anuncios“ - pensé.

La típica mujer tocándose el coño, mientras que una voz en off te dice que “mujeres calientes quieres sexo contigo”, con sus gemidos de fondo, retumbó en la habitación.

-          Joder. Seguro que me han oído- dije quitando la tv.

La volví a encender teniendo preparado el dedo en el botón del “mute”, por si acaso.

En este caso, a la segunda fue la vencida. Conseguí quitar el sonido de la tv y disfrutar de mi primera paja tranquilo.

Elegí un vídeo en el que un tío pillaba a su mujer con su amante. Y en vez de enfadarse, se unía sacando su polla y poniéndosela en la boca a su mujer, mientras el otro le comía el coño.

Con mi espalda apoyada en la almohada para levantarme un poco más el cuerpo, un brazo por detrás de mi nuca…ya tenía la posición perfecta para que con mi mano libre poder acariciar mi torso, pellizcar mis pezones y llegar a coger mi polla que me dolía de lo dura que la tengo.

Agarré mi falo. Lo notaba muy caliente y comencé un ligero sube-baja haciendo que todo mi capullo sobresaliera de mi piel. Lo acaricié con el pulgar para repartir el liquido que escupía. Y ese roce hizo que se escapara mi primer gemido…Pero…

-          Se ha puesto el sonido - pensé.

Pero no, este seguía quitado. Otro gemido me hizo comprender que lo que oía no era el porno, sino los gemidos de mis padres en su habitación.

-          Qué cabrones. Están celebrando mi adopción a lo grande – dije para mí. Y agarré más aún mi polla haciendo que casi me doliera.

Cerré mis ojos disfrutando del placer que era estar tocándome sin el miedo de que me pillara alguien.

Me tumbé totalmente en la cama para tener ambas manos libres y mientras me pajeaba jugaba con mis pelotas. Me gustaba la sensación de sentirlas. Me gusta esa sensación.

Cambié las pelotas por mis pezones, me los pellizcaba sintiendo como mis huevos chocaban contra mi perineo en cada sacudida de mi rabo.

Los gemidos de mis padres no cesaban, cada vez eran más intensos y continuos.

-          Si que se lo pasan bien- fue lo que mi mente dedujo.

Mi mirada iba de mi polla a la pantalla. Un primer plano de como entraba ese pollón en ese coño húmedo hizo que mi imaginación volara a esa única vez donde mi nabo había penetrado el coño de una hermana de mi amigo. Fue mi primera vez y tardé casi más en desabrocharla el sujetador que en correrme, pero bueno, ya no soy virgen.

No sé el tiempo que llevaba ya dándole a la zambomba, pero no tenía prisa en terminar. La estaba disfrutando.

Me escupí en la mano para que la paja fuera más suave. Un ligero olor a sobaco sudado de estas horas que llevaba sin ducharme me llegó a la nariz.

Mi pajote seguía. En la tv, el video estaba a punto de terminar. Ya estaba la mujer de rodillas esperando la lefada de sus dos amantes. Los gemidos de mis padres eran ya un concierto de rock. Mi polla estaba durísima, caliente y con ganas de soltar toda la leche de mis pelotas.

En el vídeo los dos hombres soltaban varios latigazos de leche contra la boca abierta de ella. Mis padres tenían que haberse corrido también porque esos últimos bufidos sonaron como un toro de miura. Y yo… Mi polla se hinchaba. Notaba ya el cosquilleo que es el preludio de que las pelotas van a expulsar todo el contenido. Me muerdo el labio para evitar que me oigan, como yo los escuché a ellos. Mi corazón late a mil por hora, se me tensa todo el cuerpo. Ahogo un gemido mientras que mi polla escupe varios trallazos de lefa que llegan al cabecero, a mi cara y a mi abdomen.

Quedo exhausto. Mi mano, aunque sin soltarla, pierde presión sobre mi polla. Mi respiración se relaja, mis latidos también.

Cojo el slip que hay en el suelo y me limpio con él. Lo vuelvo a dejar en el suelo.

Me levanto para ir al cuarto de baño a mear, y darme una ducha. Para ello tengo que pasar por la puerta del dormitorio de mis padres.

-          Ya sé porque los oía tan bien- pensé para mí.

Al pasar por su habitación veo que tienen la puerta abierta. Miro inconscientemente para dentro y la imagen que veo me deja helado. Ambos están desnudos y abrazados.

No puedo evitar observar sus cuerpos. Para tener 40 años se conservan muy bien. Lo había notado al verlos, pero desnudos ganaban más. Y tenía razón mi padre Alex, menudo pedazo de polla que tiene mi otro padre.

-          No me extraña que gimiera así si se lo folló- pensé llevando mi mano a mi polla, que sin quitarles la razón podría haber heredado de él.

Con ese pensamiento me fui a darme la ducha.

Ya en la cama, en mi propia habitación, desnudo y boca abajo con las manos metidas debajo de la almohada, caí rendido.