Nuestro hijo adoptivo I ( introducción )

En este capítulo no hay sexo. Es una introducción a la historia

CON NUESTRO HIJO ADOPTIVO  I

Mi pareja y yo estamos estábamos deseando que nuestro primer hijo adoptivo llegara a casa.

Los dos estábamos ya en los 40 años (ahora tenemos 43) y llevábamos más de 15 años juntos. 10 de ellos casados y casi 8 en trámites de adopción. Es algo que lo tuvimos muy claro desde casi el comienzo de nuestra relación. Aunque es verdad que nos conocimos por una de estas app de mariconeo, donde lo que se busca es un polvo rápido. Vamos, que podían llamarse telepolla, porque a la media hora tienes en la puerta una “pizza” caliente. Lo que empezó como un “quitacalentones” se fue fraguando como una historia bastante bonita. Un poco caótica al principio, pero que poco a poco se convirtió en lo que hoy tenemos.

Cuando la afianzamos, llegamos a abrirla, siempre juntos, eso sí. Pero era raro la semana que no teníamos a alguien metido entre nuestras sábanas, o en la ducha, el garaje, el baño del bar, el portal de nuestra casa… Bueno, eso son otras historias…

Pero hará como cosa de 2 años la volvimos a cerrar. Ya con vistas a ese futuro hijo, que estaba tardando más de lo que nos hubiera gustado.

Los dos, dedicados al mundo del deporte y la imagen, nos hemos conservados muy bien hasta el día de hoy. No somos muy altos, ambos rondamos el 1´70, musculados, con barba y algo de vello. Yo, Alex, tengo los ojos verdosos, y mi marido, Óscar, tiene los ojos negros, un culazo de impresión, sin superar el mío y una polla que siempre está dispuesta a la fiesta.

A ambos nos gusta el nudismo, hemos ido a varias playas, nakedbar, y en casa siempre estamos desnudos para alegría o putada de los vecinos de enfrente.

Entre que sería más fácil adoptar a niños más mayores, y que no queríamos el momento de pañales y demás… Y que sabíamos que ya, cuando son mayores les es más difícil que les adopten, decidimos adoptar a algún adolescente que estuviera casi en la mayoría de edad. Y así fue, nos concedieron la adopción de un chico de 17 años.

Le teníamos preparada la habitación. Ya le habíamos visto y nos habían dado información de él. Con lo que le habíamos adornado con figuras de motos y coches, que le gustaban. Una videoconsola, varios libros de ciencia ficción y una guitarra.

¡POR FIN LLEGÓ EL DÍA!

Ambos nos habíamos cogido la semana libre para recibirle, pasar con él esos primeros días, conociéndonos, hablando, saliendo por Madrid, llevarle a conocer a la familia…

Sonó el timbre. Los dos, como un resorte, nos levantamos del sofá y fuimos a abrir la puerta. Estábamos súper nerviosos y felices.

Al abrirla nos encontramos a Karen, la asistente social que había llevado nuestro caso y a Ezequiel, nuestro hijo.

No sabíamos como hacer, si abrazarle, darle la mano, un beso…Aunque nos habíamos convertido en sus padres, hablamos de un chaval de 17 años. Pero él se lanzó a nuestros brazos llorando.

-          Gracias, gracias…Pensé que nadie me adoptaría. Muchas gracias…- nos decía llenando nuestros hombros de sus lágrimas.

No pudimos contener nuestro llanto entre la alegría y la tristeza por como se habría sentido estos años.

Les hicimos pasar a los dos y los llevamos directamente a su habitación.

-          ¿Todo esto es para mí? - dijo girando y con los ojos como platos. Movió todo su 1,70 por toda la habitación tocando los libros, las figuras. Se tiró a la cama mientras no dejaba de sonreír. - Gracias, gracias, gracias…- no paraba de sonreír.

Te dejamos un rato aquí. Vamos a hablar al salón. Luego te enseñamos la casa.

A los 20 minutos, Karen salió de nuestra casa y nos quedamos los tres solos. Nuestra familia.

-          ¿Te gusta tu habitación? - le preguntó mi marido.

-          Es una pasada. No me merezco tanto- dijo bajando un poco la cabeza.

-          Nuestro hijo se merece todo lo mejor- le respondió mi marido al que se le daban mejor los adolescentes por su trabajo.

Nos volvió a abrazar y pudimos sentir su cuerpo, duro, temblando de emoción y comenzando a desarrollarse debajo de esa ropa.

-          Vamos a ducharnos que vamos a cenar por ahí para celebrar tu llegada- le dije- te vamos a enseñar la casa- yendo por la casa, llegamos al baño- Este será el tuyo, por así decirlo, aunque también lo usamos nosotros, el que más usaremos será el de nuestra habitación. En este armarito tendrás las toallas, producto de aseo y tu cesto para la ropa sucia.

-          Tengo más en un día aquí que en todos los demás años- dijo abriendo la mampara de la bañera-  ¡Joder, que grande la bañera! ¿Me puedo dar un baño?

-          Mejor a la vuelta o mañana, que sino se nos va a hacer tarde

-          Vale, vale. Pues voy a por mi ropa. Traje alguna que tenía, no sé si será buena para ir donde queráis ir.

-          Ponte la que quieras, pero en el armario tienes ropa que te compramos. No sé si te estará bien, porque la cogimos a ojo, pero pruébatela y sino, se descambia.

Salió corriendo a su cuarto y abrió el ropero. Cuando llegamos, le vimos de espaldas, quitándose los pantalones y pudimos ver el cuerpo de un niño ya no tan niño. Un culazo enmarcado dentro de unos slips que no eran de su talla, seguro. Al levantarse después de sacarse los pantalones se sacó el gayumbo que se le había metido por la raja y pudimos verle un trozo del cachete cuando se lo bajó algo más de la cuenta.

Abrió el ropero y sacó una camiseta de manga corta con el dibujo de un súper héroe. Se la puso en dos segundos y se giró para enseñárnosla.

-          Hostias, como mola. Es una pasada y me queda como un guante.

Se giró para que le viéramos. Su cara de felicidad era contagiosa. No podíamos dejar de mirarle a los ojos. Mostraban una felicidad que no había visto en nadie en mi vida. Si no fuera, porque hizo un movimiento raro, no habríamos dejado de mirar su felicidad. Pero al verle, no sólo su cara estaba feliz. Inconscientemente se llevó la mano al paquete para colocársele, y pudimos comprobar que tenía una anaconda entre las piernas. Mi marido y yo nos miramos y nos reímos a la par.

-          ¿Os estáis riendo de mí? - nos dijo con una cara que nos rompió a los dos.

-          - No no, para nada- dijimos yendo a su lado y abrazándole- Es que, no te has dado cuenta, pero te colocaste la polla y notamos como se te marcaba en el slip, que no tiene que ser de tu talla.

-          No jodas- dijo echándose un poco atrás y partiéndose de risa él también a comprobar lo que le habíamos dicho- Si, la verdad que me están algo pequeños, y como veis, no ando mal cargado- dijo agarrándose el paquete.

-          Sales a tu padre, y eso que no es el biológico- le dije señalando a mi marido.

-          Sería el destino que sabía que me ibais a adoptar y ayudó- nos dijo guiñando un ojo.

-          Venga, a la ducha que se nos hace tarde. Ya te dijimos cuál es nuestro cuarto, cualquier cosa nos avisas- Le dimos un beso y un abrazo cada uno y nos fuimos a nuestra ducha.

Nos lo pasamos los tres genial. Nos encontramos con algún amigo al que le presentamos y estuvimos hablando, tomando algo y riendo hasta la madrugada que ya nos fuimos a casa.

Le acompañamos a su cuarto y le sacamos el pijama.

-          ¿Os molesta que no me lo ponga? - nos dijo con cara de pena- es que no me gusta usar ropa para dormir. Y ahora que tengo mi propio cuarto…

-          Tranquilo, no pasa nada. Puedes dormir como quieras. Inclusive, ir por la casa como quieras

-          ¿En serio? - dijo quitándose la camiseta.

-          Claro. Ahora esta es tu casa y nosotros somos…- mi marido se quedó callado. No sabíamos como decirlo

-          Mis padres- terminó él la frase mientras venía a abrazarnos.

Sentimos el calor que desprendía su cuerpo al abrazarnos. Al separarnos nos fuimos a nuestra habitación

Al llegar a nuestro cuarto nos fundimos en un abrazo enorme. Nos besamos. Estábamos tan felices… Tan felices, que el abrazo llevó a un beso. El beso a un morreo. El morreo a un azote. Nos tiramos a la cama besándonos como hacía mucho tiempo no nos sentíamos, no por falta de amor ni deseo, sino por una nueva felicidad.

No nos quitamos la ropa, nos la arrancamos casi de cuajo. Nuestras pollas luchaban la una contra la otra. Nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos como si buscaran un tesoro perdido. Estábamos ya sudando del calentón que llevábamos cuando… Escuchamos porno en la habitación de nuestro hijo…

Ambos nos echamos a reír y el volumen bajó rápido. La tv era nueva y el volumen fue demasiado alto para ponerla de golpe.

-          Ya sabemos que es tan caliente como nosotros- me dijo mi marido. Y seguimos en lo que habíamos dejado a medias…

… Continuará