Nuestro hijo adeptivo XIV

¿Habrá reconciliación?

Nuestro hijo adoptivo XIV

Me di una ducha para quitarme la sensación de melancolía y cansancio que tenía en el cuerpo después de este día de mierda. Me desnudé y me miré en el espejo de nuestro cuarto. La imagen que vi no fue lo que quería ver. Se que estaba de buen ver, pero después de lo que había pasado me sentía mal conmigo mismo.

Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente resbalara por mi cuerpo. En otras circunstancias me habría puesto muy cachondo al relajarme con la ducha y recordando todos los polvazos que había echado en ella, pero hoy no. No tenía el cuerpo para nada que no fuera dormir.

Me enjaboné todo el cuerpo de manera robótica, y me aclaré de la misma manera.

Me estaba secando cuando sonó el timbre. Me extrañó, pero lo mismo no se había llevado las llaves.

Fui a abrir.

Al abrir la puerta me lo encontré. ¿Por qué me había hecho esto? Yo le quiero más que a mi vida, pero casi 20 años con una “mentira” así es muy duro.

-          Hola, ¿no tienes las llaves? – le dije intentando no ponerme a llorar

-          Si, claro, pero no quería molestar y entrar como si nada.

-          Vale. Entra.

-          ¿Hablamos en el salón?

-          Si. Voy a preparar algo de café

Fui a la cocina mientras se iba al salón. Cuando regresé estaba sentado con las piernas cruzadas y los brazos estirados sobre el cabecero del sofá. Puse la bandeja sobre la mesa y me senté enfrente de él. Quería comenzar a gritarle, insultarle, pegarle… pero mi cuerpo estaba entumido y no era capaz ni de mantener mi cuerpo erguido.

-          Dime – le espeté queriendo acabar la conversación lo antes posible - ¿Qué querías decirme con tanta insistencia?

-          Perdóname, de verdad. Lo siento con toda el alma. Se que debería habértelo contado desde el primer momento en el que volvimos, pero no le di importancia. Para mi fue sólo un favor a una amiga, que realmente ni lo ha sido ni lo fue. Lo nuestro se convirtió en algo muy bueno y hermoso y ya me entró miedo, y acabé relegándolo a un rincón de mi ser. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento – iba diciendo mientras se arrodillaba a mis pies poniendo su cabeza en mis rodillas y cogiendo mis manos.

No quería flaquear, pero me lo estaba poniendo difícil. Es algo que pasó hace muchos años, aunque sea muy importante y le amo con locura, pero…

-          Perdóname, por favor. No sé que haría sin ti. Por fin tenemos todo lo que hemos querido en todo este tiempo. Una vida feliz, un hijo, una casa, trabajo, sexo… Por favor – terminó de decir mirándome a la cara con sus ojos llenos de lágrimas.

-          Necesito tiempo, Óscar. De verdad. No puedo perdonarte ahora porque lo haría porque te quiero, y puedo que estallara más adelante

-          Por favor – suplicaba- Sabes que no te he mentido nunca. Que hemos sido muy felices y lo seremos más según pasen los años. ¿Ya no te acuerdas de nuestra fantasía de estar juntos en la casa de campo, mirando el atardecer, agarrados de nuestras arrugadas y huesudas manos?

-          No, por favor – dije sorbiendo los mocos que se me escurrían de tanto llorar – no sigas

Se puso de pie y se inclinó para abrazarme. Comenzó a darme besos en el cuello, en las mejillas… Intentaba escabullirme, pero no tenía fuerzas, y en el fondo tampoco quería.

El caparazón que me había armado se iba desarmando con cada caricia, con cada beso. Las fuerzas me flaqueaban…

-          ¡Noooooo! – grité poniéndome de pie y echándome a un lado- No sigas, por favor. Si de verdad me quieres y estás arrepentido dame tiempo, al menos. No te prometo nada, seguramente se me pase porque te amo con locura, como nunca he amado a nadie, pero no puedo decidir ahora mismo con cabeza. Vete y ya hablamos cuando se tranquilice todo un poco.

-          Por favor… - me dijo poniendo cara de cordero degollado, poniéndose de rodillas y abrazándome de las piernas

-          Óscar… - me zafé de su abrazo y me fui a la habitación.

Pasaron unos minutos, no sé cuántos, y tocó la puerta. Pensaba que se había ido ya.

-          ¿Puedo pasar?

-          Adelante

-          Me voy ya. Te doy tiempo, espero que no necesites demasiado

Me levanté de la cama para acompañarle. Nos abrazamos. Un abrazo de los que detienen el tiempo. De los que sanan.

Sentía como me mojaba el hombro con sus lágrimas como yo también hacía lo mismo en su sudadera.

Olió mi aroma. Su nariz y su aliento me hicieron cosquillas y consiguieron erizarme la piel.

Me dio un pequeño beso en el cuello. Nos abrazamos más fuerte. Volvió a repetirlo.

Entre nuestros cuerpos no cabía ni el aire. Notaba todo su bulto contra el mío, el que tampoco estaba relajado.

Bajó sus manos hasta mi culo. Lo acarició y lo apretó como sabe que me gusta. La pequeña caricia de sus labios en mi cuello se convirtió en un torbellino de placer. La presa de mis fuerzas estaba a punto de desquebrajarse e inundarlo todo.

Me apretó más contra él. Levantó la vista. Nos miramos a los ojos y pudimos vernos a nosotros mismos en la pupila del otro. Vimos el amor, el cariño, la pasión...La pasión que abrió paso cuando sus labios rozaron los míos.

Le agarré la cara con ambas manos y me dejé ir. Nuestras bocas se amaban como hacía mucho que no lo hacían. Nuestras manos parecían tentáculos recorriendo cada centímetro de nuestro cuerpo.

Sentía lo que venía ahora. Y era el sexo de reconciliación. Ese polvo que une todo lo que se siente en pareja.

Me empujó contra la cama. Caí de espaldas rebotando en el colchón. Me apoyé en los codos mirando a mi hombre. Se iba acercando mientras se quitaba la sudadera y se quedaba con una camiseta de manga corta ceñida al cuerpo. Podía estudiar anatomía usando esa imagen. Se le marcaban todo y cada uno de los músculos de su torso, y esos pezones. Duros, respingones.

Se quitó la camiseta y vi su cuerpo musculado, duro, brillante por el sudor de la temperatura que comenzaba a tener su cuerpo.

Se quitó el cinturón, y doblándolo por la mitad hizo que chascara. Se desabrochó el botón y bajó un poco la cremallera haciendo notar que no llevaba ropa interior. Mi vista fue desde su cara de cabrón, milímetro a milímetro hasta su paquete. El camino completamente terso envuelto en esa V abdominal donde comenzaba esa mata de pelo que llevaba hasta la fiera que se escondía.

Se le marcaba el bulto a la izquierda. De hecho, comenzaba a marcarse una humedad en la zona donde llegaba su capullo.

Comencé a salivar como un perro cuando sabe que es la hora de la comida.

Apoyó la rodilla entre mis piernas rozando todo mi paquete. Se inclinó. Se tumbó encima de mí devorándome el cuello con tanta pasión que me iba a dejar marca.

Me mordió.

De mi boca salió un grito de placer que inundó toda la habitación. Pasaba su lengua como si lamiera los restos de salsa del plato por toda mi mandíbula. Su aliento invadía mis sentidos.

Agarró el cuello de mi camiseta y tirando, la rajó. Dejó mi tronco desnudo para usarlo a su antojo.

Dejó de lado mi cara para bajar a mi pecho. Comenzó a comerme los pezones a la par que con sus hábiles manos me ataba las mías con el cinturón, subiendo mis brazos por encima de mi cabeza.

Dejando mis axilas al aire, metió su nariz en ellas y aspiró el aroma que emanaba. Las chupó, las comió, las besó, las devoró…. Su lengua formaba un tatuaje abstracto por todo mi cuerpo. Mis bíceps, mis sobacos, mi pecho, mi cuello…

Sujetando su brida particular con una mano, la que tenía libre la llevó a mi entrepierna. Palpó por encima del pantalón y notó como palpitaba queriendo libertad.

Metió la mano dentro de mi ropa. Al sentir el tacto de su mano en mi polla arqueé la espalda de puro placer. Su pulgar hacía círculos en mi prepucio que unido al precum que soltaba me estaba haciendo llegar al cielo.

Me miró con esa sonrisa de cabrón guapo que sabe que lo es.

Me escupió

Recogió los restos con la lengua y me los metió en la boca mientras comenzaba una sutil paja dentro de mis slips.

Me levantó ligeramente de la cama, lo justo para poder pasar los brazos tras mi espalda y volver a dejarme caer al colchón, ahora con mi cuerpo sobre mis manos.

Comenzó a bajarme los pantalones y el slip a la vez. Cuando me dejó desnudo, con su cinturón en mis muñecas como única vestimenta, me besó.

Comenzó a bajar haciendo “eses” desde mi cuello hasta mi ombligo. Jugó un rato con el. Mi capullo que se encontraba muy cerca, sentía la respiración agitada saliendo de su nariz.

Me besó el capullo. Su mano abrazó mi falo y el movimiento rítmico de una paja acompañaba a los besos y lamidas de mi capullo húmedo.

Me estaba retorciendo de placer, sobre todo por no poder tocarle. Estaba a su servicio, a lo que quisiera hacerme.

Me agarró las pelotas y tiró de ellas mientras devoraba mi polla hasta dar con su nariz en mi pubis.

Mi nabo aparecía y desaparecía de mi vista con cada movimiento de su cabeza.

Con cada comida de polla apretaba más mis huevos. Los estiraba y jugaba con ellos como si me los quisiera arrancar.

Dejó caer mi polla que rebotó contra mi abdomen empapándolo de babas y precum.

Me agarró de las corvas (parte de atrás de las rodillas) y empujó mi cuerpo al borde la cama. Sentí la libertad de mi culo al quedar suspendido en el aire. La diferencia del aire fresco en contraste con el calor que emanaba mi agujero era placentero, estimulante y relajante.

Me levantó las piernas al aire sujetándolas por los tobillos y me lamió de la rabadilla a las pelotas pasando su lengua de una sentada. En el momento en el que mi ojal notó el roce de su lengua, palpitó. Se quedó observando como mi agujero se abría y se cerraba de placer pidiendo polla.

Cogió su deportiva y me dio un cachete con ella en toda la raja.

Gemí

Volvió a repetirlo. Ahora algo más fuerte. Para segundos después darme un beso y acariciarme la zona enrojecida por el golpe.

Estuvo unos minutos intercalando zapatillazos y azotes con besos y caricias. Una de cal y una de arena que hacían que mi polla no dejara de escupir líquido.

Cuando notó que tenía demasiado sensible la zona por la zapatilla, comenzó a comerme el culo. Lo que comenzó con pequeños besos pronto se convirtió en una follada en toda regla. Devoraba mi raja y me follaba el ojal con fuerza, casi como una bestia atacando a su presa.

Dejó caer mis gemelos sobre sus hombros y abriendo mis cachas su lengua penetraba en mi esfínter. Notaba como su lengua quería llegar hasta lo más profundo de mí.

No podía tocarle, no podía verle, pero le sentía. Sentía como con su lengua, sus manos, su todo, me estaba llevando al clímax.

Se comenzó a levantar poco a poco llevando mis rodillas a mis hombros. Dejó caer el peso de su cuerpo sobre el mío. Apoyó una mano en el colchón al lado de mi cuerpo y con la otra mano apuntó su anaconda en dirección a mi agujero.

En el preciso momento que sintió que su capullo ya había sido atrapado por mi culo, dio una embestida que hizo que los más de 20 centímetros entraran de golpe dentro de mi ser. Mi grito, más de placer que de dolor, se vio amortiguado por su lengua en mi boca.

Mis piernas anudadas sobre su zona lumbar le impedían sacarla entera de dentro de mí.

Sus brazos me abrazaban. Nuestras bocas se habían convertido en una que compartían saliva, lengua y gritos de placer.

Su polla entraba y salía de mi culo sin descanso. Las horas y horas de entreno le daban una potencia en su tren inferior que hacía que cada embestida pareciera una bola de demolición contra un edificio.

Su cadera, como si le hubiera dado una descarga eléctrica empezó a moverse salvajemente y sin descanso en un vertiginoso mete-saca.

Los músculos de mis piernas eran testigos de la dureza de su culo en cada embestida.

No sé cuanto tiempo estuvo dándole, pero fueron unos cuantos minutos. Noté como las sacudidas iban aminorando la marcha, pero eran más secas, más potentes. Dos, tres, cuatro…embestidas más y su cuerpo se tensó dejando toda la carne de su entrepierna dentro mi y soltando más de 6 trallazos de leche caliente y espesa en mi interior.

Se quedó tumbado sobre mi cuerpo pajeándome con su propio abdomen hasta que con varios espasmos mis pelotas se vaciaron empapando nuestros cuerpos.

Nos miramos. Nos sonreímos.

Me desató y nos tumbamos abrazados en la cama. Y así, sin limpiarnos, nos quedamos dormidos.

Me despertó un ruido. Pensé que sería la alarma del móvil, pero al despejarme me di cuenta de que era el tlfn de Óscar que sonaba en el salón.

Me levanté con cuidado de no despertarle, y fui desnudo a apagar el sonido. Cuando llegué vi en la pantalla el nombre de IZAN.

Volví a la habitación y le desperté

-          ¿Por qué te está llamando Izan? ¿No decías que no más mentiras?

-          ¿Qué? – me dijo intentando abrir los ojos

-          ¿Qué por qué te llama Izan?

-          No lo sé. Ya te dije que me estaba haciéndome chantaje

-          Si, pero ya lo hemos hablado. ¿O hay más?

Volvió a sonar el tlf y descolgué con el manos libres

-          ¿Ya has hablado con Alex? ¿Ya le contaste todo? – fue lo primero que dijo, y colgué.

-          ¿Me explicas?

-          Ya te dije que me estaba chantajeando

-          Si, eso ya me lo has repetido. ¿Pero que es todo? ¿Cuál fue el chantaje? ¿Por qué insiste en que me lo cuentes?

-          Déjalo pasar, por favor. Ya lo arreglamos, y ya está.

-          Dime

-          Me chantajeó con que me lo follara. Y como no me lo iba a follar si no era contigo, preparamos el cuarteto con Edu y con él, en su cumple.

-          ¿Me preparasteis una trampa para volver a abrir la pareja, y que no me enterada que es tu hijo biológico? -  mi voz iba subiendo varias octavas según iba terminando la pregunta.

No le dejé que llegara a contestar. Me puse un pantalón, una camiseta y salí corriendo de la casa dejándole llamándome a voces.

Noté que venía detrás de mi por las escaleras, estuvo a punto de pillarme casi al salir del portal, pero pude esquivarle.

Crucé la carretera, pero …..

-          ¡ NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO…..!