Nuestro buen amigo (The Re-Make)

Exhibicionismo e Infidelidad de una esposa con un amigo común. Cada vez que hace el amor con su marido desde la noche que aquí se relata, recuerda la verga del otro y siempre acaba llorando de arrepentimiento. Historia 90% Real.

NUESTRO BUEN AMIGO (THE RE-MAKE)

Exhibicionismo e Infidelidad de una esposa con un amigo común. Cada vez que hace el amor con su marido desde la noche que aquí se relata, recuerda la verga del otro y siempre acaba llorando de arrepentimiento. Historia 90% Real.

Nota: Basado en el relato "Nuestro buen amigo" de Almasex, quien sin saberlo, casi cuenta la verdad. Tomaré frases literales del relato original, que son clavadas a lo que realmente pasó... Solo cambia el final. Espero que os guste.

Me llamo Cristina, aunque todos me llaman Tina, tengo 30 años y estoy casada desde hace 8 con José. Él tiene 32 años, no está nada mal físicamente, practica mucho deporte y es muy buen amante.

Tenemos una pareja de amigos, Fernando y Rosa, que llevan 5 años de noviazgo y se están preparando para casarse después del verano. La verdad es que los cuatro nos llevamos muy bien, se puede decir que nos tenemos mucho cariño.

La historia es que de un tiempo a esta parte, había notado que Fernando me miraba mucho, muy a menudo y de manera algo sensual cuando nuestras parejas no estaban presentes. Le he cogido en más de una ocasión intentando ver algo por mi escote cuando me inclino. Lo del culo es un caso aparte. Suelo dejármelo azotar por él en modo amistoso desde hace algunos años. Al principio no era nada sexual, pero ahora... Últimamente me lanzaba piropos algo subidos de tono cuando la noche había avanzado y el alcohol se apoderaba de nuestros actos. Una noche me desperté después de haber soñado que hacía el amor con él. Estaba totalmente empapada. Tuve que masturbarme para poder volver a conciliar el sueño.

El caso es que desde que ocurre eso, se me fue introduciendo en mi cabeza la idea de tener una tórrida sesión de sexo con mi amigo. Me sorprendo a mi misma. Nunca antes se me había pasado por la cabeza engañar a mi marido. Nunca había tenido motivo. Ahora tampoco lo tengo pero es que Nando (como le llamo cariñosamente) me calienta con sus actos sobremanera.

Os contaré lo que ocurrió la otra noche. Salimos José, Fernando y yo solos porque Rosa estaba de viaje dando unos cursos (es profesora de instituto). En principio era una noche normal... cena de tapas con cerveza por el centro y luego de copas. Yo iba vestida con vaqueros y un corpiño blanco que dejaba transparentar un poco las formas de mi sujetador blanco de encaje.

Tengo unos pechos normales tirando a grandes... Fernando nunca me los ha visto, creo, pero en alguna ocasión sí ha podido comprobar que no me afeito el vello púbico. Solo las ingles. Me gusta conservar el triángulo que hacen los pelos de mi potorro. Digo que eso sí lo sabe porque en verano me gusta ver su cara cuando a propósito dejo que se ahueque el elástico de mi bikini. Lo confieso. Soy un poco exhibicionista y él es un poco voyeaur. Al fin y al cabo solo se ven pelos negros y rizados.

A lo que iba. Al pagar en el primer sitio al que fuimos, aproveché que mi marido había ido al baño para acercarme a la barra donde estaba Fernando y le restregué bien mis tetas por la espalda. Supe que lo notaba porque el hijo de puta no se corta nada con las erecciones y al darse la vuelta noté su paquete (que ya de por sí es grande) bastante abultado. Eso me pone cachondísima. Mi marido, al salir del baño, frunció el ceño al ver que mis pezones estaban totalmente de punta. ¿Tienes frío?, preguntó. "Un poco", contesté. Fernando miró varias veces de soslayo esa parte de mi cuerpo que todavía hoy no ha podido ver en todo su esplendor.

Nos dirigimos al "Donde Siempre", un garito de copas al van algunos de nuestros otros amigos. Efectivamente allí estaban... como siempre (y es que el nombre del bar está ni que pintado). José se fue a charlar con ellos a la otra punta del bar y me quedé con Fernando marcándome unos bailes. A esas alturas yo estaba borracha como una cuba mientras él, como hombre, aguanta mucho más la bebida. Me empecé a exhibir bailando para él de manera sensual (o eso creo, porque del pedo no sé yo cómo me vería). Él casi no se movía. Se limitaba a observarme con cara de "como te pille verás"...

Llegado un momento en el que tenía que ir al lavabo pasé por su lado y le rocé un poco el culo... el correspondió dándome un azote y diciendo algo que no llegué a oír. "¿Cómo?", le pregunte... "Necesitas que te den candela como dios manda", dijo... Yo me callé, pero estoy segura que pudo apreciar mi excitación en mis pupilas y en el gesto que hice al morderme el labio inferior. Cuando reaccioné, le recordé que tenía prometida y entré en el servicio.

Allí compuse mi vestimenta de manera que mis pechos salieran un poco por el escote. Bebí agua y reconsideré la situación. Me hubiera hecho un dedo allí mismo... pero decidí seguir tentando a la suerte. Al salir comprobé que José no nos veía desde donde estaba y su conversación con los amigotes había derivado en beber chupitos a lo bestia. Eso me daba tiempo a seguir el flirteo con el otro.

Comencé de nuevo a bailar acercándome a él. Me rodeó con los brazos y fue bajando lentamente hasta posar sus dos manos en mi culo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Después de decirme lo hermosa que era, rozó sus labios por mi cuello. En cuestión de segundos mi excitación se disparó. Si no fuera por que estábamos rodeados de gente, le hubiera besado apasionadamente.

Para bajarme el calentón me fui a otra barra diferente a pedirme una copa. Fernando me siguió de cerca y se puso detrás de mi, igual que había hecho yo en el otro bar. La cuestión es que se arrimó tanto que posó su polla totalmente dura sobre mi culo. No dijo nada. Supongo que lo consideraba una venganza por lo que yo le había hecho antes. Comenzó a moverse como si bailara y lo que estaba consiguiendo era que su miembro duro como una piedra se fuera adaptando a mis pantalones... Poco a poco deslizó sus manos hacia mi vientre y comenzó a acariciarme la tripa... Justo antes de que la camarera se acercase para saber qué quería me desabrochó el vaquero y bajó un poquito la cremallera. Estando de frente apoyada en la barra nadie veía lo que estaba pasando... Mientras pedía mi copa él se dedicó a acariciar “mi triángulo” al ritmo de la música... Dando pequeños círculos con sus manos y tirando un poco de los pelos justo hasta el límite donde el sabría que me haría daño. Pero no me lo hizo. En su lugar me dejó chorreando... Fue una pena que no lo comprobara el mismo porque cuando la copa ya estaba puesta y pagada sacó su mano como si no hubiera pasado nada. Yo pensé... "¡Coño!... podía haber bajado un poco más"... Me abroché y me di la vuelta con cara de puta. Le miré a los ojos y Fernando reía ostensiblemente. Su polla estaba que se salía del pantalón. No disimulé nada. Me quedé mirando su bulto durante varios segundos.

El, viendo que la cosa iba por buen camino me propuso salir fuera con la copa a tomar el aire. Como vivimos en le sur de España hace bastante buen tiempo (quitando el invierno más crudo). Así lo hicimos. Estuvimos un rato fuera, haciendo el tonto. Yo le decía que estaba empalmado y él que mis pezones también (y vaya si lo estaban)... Empezamos a discutir de broma y me dijo: "mira, para que veas que no estoy empalmado sino que mi polla es así de hermosa, te pido que me acompañes"... Yo no creía lo que oía.

Nos apartamos un poco de la entrada del pub y siguió con su discurso: "si estuviera empalmado no podría mear... ¿cierto?"... Yo asentí con la cabeza. Entonces sin mediar palabra se bajó la cremallera y apartó su calzoncillo. Ante mí surgió su polla, morcillona de la excitación, pero evidentemente no empalmada del todo. Pensé: "¡Qué cabrón!... sabía que la tendría grande y gorda pero con el relajo suficiente como para apostar"... El caso es que no podía apartar mi mirada de su glande rojo como un tomate. Pude observar brevemente que se afeita los pelos de la base del pene para que parezca más poderosa. Yo pensaba que ahí se acababa todo pero no, el muy capullo se puso a mear de verdad. Nunca había visto a ningún tío echar el chorro. Ni siquiera a mi marido. Estaba borracha y totalmente cachonda. Cuando iba a acabar me preguntó: "¿quieres sacudir las últimas gotas?"... No dije nada. Dirigí mi mano hacia su verga y la tomé mimosa. No sé muy bien cómo se sacude eso pero yo me puse a hacerle una paja en toda regla.

Subía y bajaba su glande mientras poco a poco se iba convirtiendo en un falo erecto, muy grueso y lleno de venas. "¡Eh!, tu... que más de dos son paja", me dijo de broma una vez que pude comprobar como es su pene en pie de guerra. Me apartó mi mano y se la guardó haciendo un leve gesto de dolor. Le dije: "Tu lo que querías es que te viera la polla, cabroncete". El me dio otro azote en el culo de broma. Yo correspondí agarrándole del paquete todavía duro.

Sus ojos reflejaron sorpresa por mi respuesta. "¿Qué pasa?... que a partir de ahora entre nosotros vale todo, ¿no?", preguntó. Le asentí con la cabeza mientras decía: "somos mucho más que amigos desde hace muchos años... ¿porqué sino iba a dejar que me tocaras el culo?". Entonces me agarró del cuello con una mano y me acercó hacia su boca. Nos fundimos en un beso apasionado. De esos de quinceañeros, con lengua, babas y mucho frenesí.

Llevábamos así un rato cuando su otra mano decidió explorar lo que hasta ese día desconocía al tacto. La metió por dentro del corpiño y apartó groseramente el sujetador sin desengancharlo. Apretó de golpe y bruscamente mi pezón derecho. Me dolió un poco, pero el hecho de que una mano desconocida por mi cuerpo me tocara hacía que dolor se mitigara. Estrujó mis tetas al compás de nuestro morreo. Yo aproveché eso de "vale todo" y dirigí mi mano de nuevo a su paquete. Lo rocé de arriba a abajo... mi deseo era volver a ver aquella verga, volver a pajearla.

De repente, los dos volvimos a la realidad y nos dimos cuenta que José estaba dentro del bar y que si salía nos vería allí con las manos en la masa. Entonces nos separamos. Nos miramos a los ojos y sin decir nada volvimos a entrar en el bar. Casi en la puerta nos encontramos con José: "¿Dónde estabais?”. Os estaba buscando"... "Ahí fuera, hablando", contesté. Entonces nos dijo que estaba cansado y borracho. "¡Mierda!", pensé. Nos despedimos de Fernando, que se quedó bebiendo con otros conocidos del pub y mi marido y yo nos fuimos para casa.

Al llegar a nuestro domicilio, yo necesitaba que José (o quien fuera) me follara. No lo dudé... según íbamos hacia el dormitorio le fui haciendo un strip-tease para calentarle. Una vez en el cuarto, sin mediar palabra, me besó apasionadamente. Poco a poco fue bajando sus manos hasta llegar a mi sexo. Una mano recorría mi culo; luego las dos manos. Agarraba fuertemente mis nalgas empujándome contra él. Terminamos de desnudarnos. Pude sentir su polla rozarse con mi pubis. Deseaba verla y compararla con la de nuestro amigo antes de que su recuerdo se distorsionara en la memoria. Longitud similar, pero el grosor de la polla de Fernando superaba con creces a la de mi marido... y sus venas palpitantes... y su capullo... mucho más gordo y apetitoso. Me pidió que se la chupara... Por un momento me dio reparo estar chupándole la polla a mi marido pensando en la polla de otro.

Nos tumbamos. "No, fóllame ya. Así", le dije. Y me puse a cuatro patas sobre el colchón. De esa manera, cuando me estuviera penetrando, podría pensar en Fernando. Podría imaginar que era su polla la que me taladraba. Posó su verga dura sobre la entrada y la metió de un golpe. No pude reprimir un grito de dolor, el se quedó inmóvil. Su polla me llenaba por completo. ¿Cómo se sentirá la de Fernando abriendo mis carnes?. Era increíble el placer que me estaba dando, mientras devoraba mi cuello no paraba de susurrar lo mucho que necesitaba que me follaran esa noche. A cada roce de su polla en mi interior, a cada beso que me daba, mi cuerpo respondía aumentando el deseo de que fuera mi amigo el que me montara.

Le rogué que me follara con fuerza. José me complacía en cada petición. Comenzó a embestirme violenta y profundamente, no podía reprimir mis gemidos, nada me importaba en ese momento. Mis gemidos eran cada vez más audibles. Le pedí que me pegara en el culo... fuerte. Nunca antes le había pedido nada así a mi marido. El respondió azotando tímidamente mi trasero. "¡Más fuerte!", le grité. Acabó dándome golpes duros y secos con la palma de su mano. Los necesitaba, moralmente, como castigo, por haberle sido infiel de esa manera sin que él lo supiera. Aumento aún más el ritmo y los golpes. De pronto todo mi cuerpo se tensó y una tras otra me invadieron oleadas de placer que desembocaron en el orgasmo más intenso de mi vida. Cuando recobré la conciencia de dónde estaba y quién me había follado me di cuenta de que las cachas de mi culo me escocían... dulce dolor de la redención.

Aquella noche, cuando José ya dormía, me levanté para ir al baño y al recordar todo lo sucedido me puse a llorar. No sé las horas que pasaron ni las lágrimas que derramé arrepentida. Han pasado varios días y cuando hago el amor con mi marido no consigo dejar de pensar en que es Fernando el que me lo hace... Deseo que llegue otro momento, otro instante para de la infidelidad juguetona en la que sin quererlo me he visto inmersa se repita... y aun así, todas las noches desde esa noche, cuando José duerme, tras hacerlo soñando con el otro, yo me voy al baño a llorar...