Nuestras zorras (1)
Reunión de cuatro amigos para comentar las infidelidades de sus esposas. Una buena comida, una buenas sobremesa y...
-Son las 2 y media de la tarde, faltan 50 kms para llegar a Arévalo y no sé si me va a dar tiempo, ¿a quien se le ocurre quedar para comer con tres conocidos de un chat a 500 kms de casa?, claro, a mi, a quién sino. Joder, como si no tuviera nada más que hacer que pasarme un sábado de viaje para algo que ni siquiera era seguro que asistieran los otros tres. Ir desde Coruña para comerse un cordero, hay que tener humor, ganas de perder el tiempo y dinero.
La comida había sido ideada por mi precisamente, estábamos en un canal hablando de nuestras esposas, de nuestras "zorras" como les llamamos y después de días de charla, de confesiones, de confidencias, y miles de aventuras creí llegado el momento de hacer algunas averiguaciones sobre la fiabilidad de algunas de las historias contada detrás de una pantalla, como éramos cuatro los asistentes a las charlas ideé la comida en el centro de la península ya que siendo uno madrileño, otro cántabro, un gallego y un zamorano , todos estuvimos de acuerdo en considerar a Madrid en lugar ideal, pero como Reipar era de Madrid, no estaba de mas hacerle salir de la ciudad en vez de entrar nosotros tres por lo que se decidió que Arévalo, precioso pueblecito castellano y con unos asadores en los que el cordero y el cochinillo quitan el hipo, pues ....
A las tres menos cinco llegué a la barra del asador, la mesa había sido reservada, en un comedor privado, cuatro cubiertos, cada uno con una etiqueta en la que figuraba el nick utilizado por cada uno de nosotros: Reipar, Par-muro, Buxato y Zorpa (yo). En la barra había unas diez personas, jejeje, seguro que entre esas estaban mis tres compañero, al menos eso esperaba. No nos conocíamos ni por foto ni por web-cam, pero bueno, al menos uno o dos si estarían, no iban a ser tan malas personas como para dejarme plantado. Pedí un vino y eché un vistazo a la gente, podían ser al menos seis o siete que estaban sin compañía, pero no me atreví a preguntar a nadie. A las tres y cinco minutos le pregunté al camarero si la mesa reservada para "cazadores" estaba lista, me dijo que sí y cuando me disponía a emprender la marcha vi como se acercaban tres caballeros, cada uno de un sitio distinto de la barra, nos miramos, sonreímos ligeramente, volvimos a mirarnos y terminamos a carcajadas ante el asombro de los presentes. No entendían nada, bueno, no era fácil de entender por que cuatro caballeros están en la barra, ni se miran, ni se saludan y de pronto ante una palabra, zas, todos juntos y a carcajdas.
El camarero nos guió hasta nuestra mesa, un reservado en la planta superior. Mesa para cuatro como había pedido y con una etiqueta delante de cada mesa con el nombre, bueno el nick de cada uno de los comensales que nos íbamos a sentar. Todo estaba tal cual lo indicado, la botella de agua, la de vino, por supuesto de la Rivera del Duero, un Tinto Pesquera, reserva del 90, una botella en el decantador y otra abierta para oxigenarse.
A la espera de servirse el primer plato iniciamos la conversación, motivo por el cual se había organizado aquella comida y no era otro mas que contarnos en vivo y en directo las experiencias que teníamos con nuestras esposas, un poco peculiares en sus gustos pero con una gran sinceridad y sobre todo demostrando por sus maridos, (nosotros) un verdadero amor. Por supuesto este amor era correspondido en toda su magnitud.
No es fácil que cuatro hombres se reúnan para contar las aventuras de sus esposas, con o sin su participación pero siempre enterados de esos hechos. Lo habíamos contado en el chat, en un canal de "parejas" los cuatro nos habíamos ido conociendo, hablando a veces con monosílabos, otras veces con cuatro frases y "hasta mañana", pero poco a poco se fueron abriendo las puertas de la confianza, de la sinceridad, al menos la sinceridad que esta detrás de cada pantalla de los chateros, con el anonimato que supone el no ser visto cuando hablas diciendo o no la verdad. Hay gente que presume de saber con dos frases si se cuenta o no la verdad, no lo creo, si así fuera no habría engaños en la red y como todos sabemos, vaya si los hay.
El camarero terminó de servir el primer plato, se retiró con la misma discreción con la que había llegado. Una vez a solas frente a la tabla de ibéricos, quesos castellanos y pimientos del piquillo rellenos de bacalao, las lenguas se soltaron y fue Reipar el primero en hablar del tema.
Es un hombre de 50 años, casado desde hace 21 con una santa como él mismo confiesa, de la cual esta locamente enamorado y es correspondido, no ha sido precisamente un angelito pues su puesto de jefe de personal le han puesto en bandeja muchos conejitos y además muy dulces y sabrosos, no todos han sido degustados pero algunos, digamos una buena cantidad si han sido saboreado. Su esposa de 46 años empleada de banca, con dos hijos estudiando fuera tenía muchas horas libres por las tardes, llevaba años aguantando las ganas de hacer locuras y nada mas verse con las tardes solo para ella decidió plantear cual era su problema: Era una mujer que para el 90% de las mortales tenía mas sexo del que necesitaba, pero ella estaba en ese 10% que necesita más, había aguantado durante años, pero había llegado el momento de recuperar todo lo perdido. Reipar lo pensó durante unos días, la petición de su esposa no estaba desencaminada, él le daba todo el sexo que podía, no menos de cuatro veces a la semana pero no llegaba, su mujer no quería otro amor, no necesitaba otro marido, quería el que tenía y no se separaría de él por nada, pero necesitaba mas sexo, no amor, sino sencillamente sexo.
La solución estaba en sus manos y no la hizo esperar, a la semana siguiente hablaron de las posibilidades de coger el periódico y buscar en la sección de relax los chicos que hubiera y traer uno a casa para que ella pudiera tener una tarde de sexo sin que nadie les molestara. La idea parecía buena pero solo parecía, después de probarla resultó no ser del todo adecuada, por un lado el puto no era un buen follador, tenía buena lengua pero nada más. El precio era excesivo y no había un servicio adecuado ni una satisfacción plena por lo que se descartó volver a probar esa solución. La búsqueda de desconocidos era mas difícil, no conocíamos Internet, no conocíamos los locales de intercambio, no tenía ni idea de lo que se podía hacer, a los amigos no me atrevía a planteárselo. Un día mi esposa me anunció que había encontrado la respuesta y esta era de lo más sencillo, se trataba de instalar en casa una conexión a Internet y a partir de ahí, con tiempo aprender a moverse por los distintos servidores, páginas y chats.
A los diez días éramos unos auténticos expertos en la materia, habíamos encontrado la solución, solo era cuestión de tiempo y de vista e ir seleccionando los diferentes machos existentes. Se podía encontrar de todo, desde jovencitos inmaduros, hombres expertos, viciosos, morbosos, con pollas enormes, en fin, de todo un poco. Nos costó un poco dar el primer paso, quedar con el primero, siempre tienes la duda de si es el vecino de encima o el tendero que te vende la verdura todas las semanas. Madrid es una ciudad grande pero no por eso se puede bajar la guardia. Escogimos a un chico de 28 años, estuvo de acuerdo en las condiciones que le pusimos y el día señalado estaba en el hotel a la hora indicada, tomamos un café los tres juntos, desde luego no nos había engañado, era tal cual su descripción y tras una hora larga de conversación en la que no solo se habló de sexo sino de la vida, de política, de trabajo, etc. decidimos que el momento había llegado, habíamos alquilado dos habitaciones, pagamos ese día la inexperiencia, que le vamos hacer, ellos se fueron a una y yo en la contigua por si mi esposa pedía auxilio.
Al cabo de tres horas, coño, se me hicieron eternas, llamaron a la puerta de mi habitación, entraron los dos, con una sonrisa mi esposa de oreja a oreja, había disfrutado como una autentica zorra. Nos despedimos del muchacho no sin ates prometernos volver a vernos y repetir la experiencia.
Nada más quedarnos solos mi esposa se desnudó me arrastró a la cama, y empezamos una sesión de sexo. Yo que estaba pensando lo cansada que debería estar, joder, que sorpresa me dio, no estaba cansada sino todo lo contrario, me empezó a contar con detalle todo lo que habían hecho, como le había comido el coño, el culo, como le chupaba las tetas, como le metía la lengua hasta la misma campanilla de la garganta; como le puso la polla en la boca, y, a todo esto cada vez la veía mas y mas caliente. La interrumpí y le pregunté cuantos orgasmos había tenido, la respuesta no me la esperaba, había tenido ocho en dos horas, nunca recordaba nada igual en ella, si habíamos conseguido encadenar algunos pero nunca pasar de cinco. Hicimos el amor como posesos, se corrió otras dos veces hasta dejarme a mi exhausto.
Cuando llegamos a casa, después de tomar una copa, ya mas relajados empezamos a recordar todo el proceso, lo bien que había salido, en repetirlo otra vez más aunque no con el mismo chico, sino con otro, no dejar este olvidado, sino en la recámara para una próxima ocasión, pero no darle todo el protagonismo. En ese momento le comenté a mi esposa que no estaba dispuesto a quedarme otra vez en la habitación contigua, no me apetecía estar allí tres horas oyendo como chillaba y calentándome solito, ante mi exposición y tras unos segundos de espera, se le ocurre la idea de por qué no estoy en la misma habitación con ellos?, era algo que yo mismo había pensado en proponer para próximos encuentros, mira por donde era mi esposa también a la que le daba morbo que la viera y así fue como decidimos mi presencia en los encuentros que mi esposa mantuviera con sus amantes. No en todos, pero si en una gran mayoría y desde luego tengo que reconocer que jamás había pensado que disfrutaría tanto viendo como otro hombre, en una gran mayoría, más jóvenes que yo se acostaban con mi mujer, la hacían gozar, gritar, pedir, implorar, en fin, os voy a contar uno de esos encuentros para que veáis como son.
Contactamos en un chat con un macho de unos 30 años, buscábamos algo especial y encontramos un negro, 185, 80 kg, deportista y que según nos contaba tenía una polla de 25 cms de larga y bien proporcionada, presumía de un gran aguante, decía que hasta tres horas empalmado y dando caña. No nos lo acabamos de creer pero la duda quedaba. Acordamos una cita directa con él. Nos citamos en un hotel a media tarde de un sábado, lo conocimos, desde luego su apariencia exterior no era ningún engaño, tal cual se había descrito. Tomamos unos cafés, charlamos como una media hora, nos pareció un chico de fiar, tenía muy claro cual era su papel, aunque le insinuamos que si era cierto lo que había contado de sus intimidades, de su resistencia podía perfectamente vivir de otras cosas que no fueran un trabajo rutinario, sino que las mujeres se lo rifarían por dinero, nos dejó muy claro que solo lo hacía por morbo, solo por placer, que para eso había otra gente y que él, mientras tuviera un trabajo que le permitiera vivir cómodamente jamás utilizaría ese recurso, le gustaba mucho el sexo, pero siempre eligiendo su pareja, no con la señora de turno, fuera quien fuera con tal de llenar el bolsillo. A una seña convenida entre mi mujer y yo nos dimos la aprobación mutua ante lo cual le preguntamos si mi esposa era de su agrado y si mi presencia no le haría sentirse incómodo, su respuesta fue clara y concisa, en absoluto, mas bien al contrario, le daba morbo follarse a la esposa con el marido delante, eso sí algún problemilla había tenido en un ocasión pero nada, todo solventado.
Nos fuimos a la habitación, esta vez no hicimos de principiantes pagando dos, con una nos bastaba. En el ascensor, el chico me pidió permiso con la mirada para empezar a acariciara mi esposa, faltaría mas, un guiñe de ojo fue suficiente para comunicarle que el terreno era liso y llano. Mi esposa hizo lo mismo, pidió permiso con los ojos para dar comienzo la sesión, desde luego se lo di, faltaría mas, uno que ya empezaba a sentirse como inquieto, estaba deseando ver como se desarrollaban los acontecimientos. Era la primera vez que iba a contemplar a mi esposa en brazos de otro hombre y haciendo el amor con un desconocido, alguien encontrado hacía media hora. Los brazos de nuestro invitado rodearon el cuerpo de mi esposa, sus miradas se cruzaron, sus bocas se encontraron y hasta que llegamos a l a 12ª planta no se soltaron, desde luego, cuando lo hicieron, la respiración de ella era agitada y en el pantalón del chico se avistaba un hermoso abultamiento, señal de lo que tendría que salir de allí pasados unos minutos.
Nada mas entrar en la habitación, el beso se reinició, pero en esta ocasión las manos de ambos no se limitaban a recorrer las respectivas espaldas, las masculinas pronto alcanzaron los pechos, desabrocharon los botones de la blusa y tomaron contacto con los pechos, con los pezones. Los primeros quejidos salieron de la boca de mi esposa, había dado con uno de esos botoncitos que tienen las mujeres, los cuales, cuando se activan de la forma correcta pues producen esos maravillosos temblores que les hacen recorrer todo el cuerpo, en este caso, los pezones actuaban como impulsores de esa calentura desenfrenada de la cual iba a ser objeto mi querida esposa. Las manos de mi esposa estaban recorriendo la espalda de Tom y pronto llegaron a su culo, luego buscaron la hebilla del cinturón, aflojaron el botón de la cinturilla y bajaron la cremallera del pantalón, la mirada de lujuria de mi esposa indicaba la sorpresa de lo que había encontrado, me miró de reojo, hizo un gesto de aprobación y sacó del interior de la prenda, por cierto, muy americana, con la bandera impresa, un pene que cuando lo vi solo pensé en el tiempo que podría estar en posición erecta, si era tanto como nos había dicho, desde luego mi esposa iba a tener una buena ración de carne negra esa noche.
La mano derecha de Tom acarició el pelo de mi esposa y guió su boca hacia la punta de su espada. Cogió con la mano el instrumento, lo miró de arriba a bajo, pasó sus dedos por la punta y sacó ese pelito que siempre tenemos pegado, dejó asomar la punta de la lengua y empezó a recorrer el mástil en toda su longitud, lo lubricó sobre todo en la punta, recorrió en círculos el capullo, abrió su boca en introdujo el glande en su interior, su boca se abrió todo lo que podía para dar entrada a unos centímetros mas de aquel pedazo de carne viva. La mano apretaba ligeramente la cabeza de mi esposa para hacer entrar un poco mas en su boca, con esfuerzo consiguió meter un poco mas y a continuación el movimiento se hizo mas continuo, un dentro fuera pero solo de una parte de aquel tesoro que mi esposa estaba degustando, su respiración se agitaba cada vez mas, sus manos acariciaban aquel falo casi divino, bajaban a sus testículos, los apretaban, los sopesaban, los manoseaban. Tom tampoco lo estaba pasando mal, su mirada a veces buscaba la mía como si necesitara una aprobación para presionar mas la cabeza de mi mujer contra su verga. Desde luego, ya eran dos personas mayores para no tener que estar dando parabienes en todo momento.
Se subieron a la cama y en un plis-plas estaban los dos totalmente desnudos, pude en ese momento, viéndolo de perfil observar en toda su amplitud el tamaño real de su instrumento, joer, no me extrañaba la calentura de mi querida esposa, uno no es gay, ni siquiera bisexual, pero desde luego aquello debería hacer las delicias de un buen número de hombres con la mas mínima inclinación homosexual. Acabaron en un precioso 69, ella encima y con su cabeza totalmente oculta entre sus piernas, sin poder hablar, eso si, en un momento de tregua me envió un beso y un gesto de que aquello era la locura. De esa posición se pasó a una penetración ella encima, cabalgando sobre Tom, con su estaca clavada hasta el fondo.
Uno se cree que la capacidad vaginal de las mujeres es menor, pero al observar lo que tenía dentro, desde luego es de una gran adaptación el medio donde se mueve. A estas posición le sucedieron otras, ella debajo, de lado, desde atrás acostados, desde atrás a cuatro patas, todo un repertorio que tanto el uno como la otra tenían bien dominado, no hubo problema en ninguno de ellos, el chico no nos había mentido, sus tres horas sin bajarse, tres horas en erección y tres horas dando caña. No se si fueron cuatro, cinco o cuantos preservativos se utilizaron. El único problema que hubo y se solucionó satisfactoriamente fue el momento de iniciar el sexo anal. Les costó lo suyo, pero al final la boca abierta de mi esposa, a cuatro patas, justo delante de mi butaca, sudando, pero con los ojos en blanco me indicaron que la penetración se había conseguido y además con gran placer al menos para ella.
Cuando Tom se marchó, al quedarnos solos en la habitación, mi esposa solo me pidió la dejara descansar un rato, no podía mas, solo necesitaba unos minutos para recuperar fuerzas. Faltaría mas, después del espectáculo que me habían brindado como no iba a conceder este deseo, jejejeje, pasaron seis horas antes de que pudiera recuperar sus fuerzas. Mereció la pena, hoy, tiempo después lo seguimos recordando y nos sigue dando morbo.
La presencia del camarero fue oportuna, Reipar había terminado su relato y el segundo plato sería el inicio de una nueva entrega por parte de otro de los comensales.