Nuestras madres. Hormonas contra sexos dormidos.
Qué ocurrirá con nuestros protagonistas si se unen hormonas en ebullición con sexos maduros dormidos por bastante tiempo.
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Nuestras madres. Hormonas contra sexos dormidos.
Desperté por la mañana sobre las nueve. No sabía bien que pasaría ese día. Por la noche nos habíamos masturbado mi madre y yo y aunque ella no pareció muy preocupada por lo ocurrido, no sabía como reaccionaría una vez fuera más consciente de todo.
Me levanté y después de ducharme me dirigí a la cocina para tomar algo y después marcharme a buscar al resto de la manada sobre las once y media, como todos los días. Esperaba no encontrarme a mi madre. Pasé por la puerta de su habitación y allí estaba mi padre acostado, descansando después de toda la noche trabajando.
Ella no estaba en la cocina ni la había encontrado por el resto de la casa, así que supuse que salió a comprar algo. Sólo fui capaz de tomar un cola cao pues no me encontraba con ánimos de casi nada y además tenía ganas de abandonar mi casa rápido. Salí sobre las once y deambulé un poco antes de llegar a la plaza donde siempre nos encontrábamos.
Mientras…
Marta estaba de compras por las tiendas cercanas a su casa. Había comprado ya lo necesario para comer ese día y se disponía a marchar a su casa. Eran ya las diez y media y seguramente el perezoso de su hijo aún no se habría levantado. Se detuvo frente a un escaparate a mirar las últimas ropas que habían traído. En su mente se repetía lo sucedido la noche anterior con su hijo. Aquello no estaba bien, pero el placer que había sentido al tener a su hijo entre sus piernas, frotando su polla contra ella hacía tiempo que no lo había sentido, volvió a sentir como su coño se humedecía al pensar en aquello y tuvo que hacer un esfuerzo para quitarse el recuerdo de su cabeza. Por la noche su marido estaría en casa y haría el amor con él para olvidar lo sentido con su hijo.
-¡Hola Marta! – Escuchó la voz de su cuñada María Luisa a su espalda que la sacó bruscamente de sus pensamientos. - ¿Vienes a tomar un café? Tengo que hablar contigo.
-Claro. ¿Pasa algo malo?
-¡No, no, no te preocupes! Es por lo niños…
Las dos entraron en un bar que estaba cerca de allí. Mientras tomaban el café María Luisa empezó a contar a Marta lo que le había ocurrido con su hijo la tarde anterior.
-Así es hija, estaban espiándome mientras estaba en el baño, subidos en los taburetes para verme… - María hablaba, pero había algo más que la inquietaba y Marta lo notaba. – Pero lo peor no fue que yo estuviera desnuda… - Paraba para pensar que le iba a decir a su cuñada. – Verás Marta, es que cuando estaba en el baño me estaba masturbando…
-¡Bueno, eso es normal! – Dijo Marta para tranquilizarla. – Los niños se están haciendo mayores y por ahora buscan el sexo en la fuente más cercana: en sus madres… ¡Seguro que se les pasará cuando sus hormonas se tranquilicen! – Marta mostró una tranquilizadora sonrisa en su rostro.
-Pero… - Continuó María mostrando aún más preocupación. – Cómo te he dicho cuando llegué a casa estaban los cuatro en el salón. Hablé con ellos, recogí las cosas que tenían por medio y ellos se marcharon a la habitación de Eduardo…
-¿Y…? – Preguntó Marta intrigada.
-Pues fui a la cocina para tirar los papeles que tenían sobre la mesa y estaban húmedos… - Los ojos de María se iluminaron con un brillo especial. – Me manché la mano con ellos y al olerlo…
-¿Qué pasó? – Marta no podía esperar que su cuñada le confirmara lo que su mente empezaba a suponer. - ¿Qué era aquello? ¿Las corridas de los niños? – María afirmó con la cabeza y Marta sintió un añorado cosquilleo en la raja de su coño.
-Marta, Manolo hace tiempo que no me hace el amor en condiciones. Viene muy cansado del trabajo y cuando lo hacemos prácticamente soy su muñeca hinchable, la mete y la saca hasta que se corre y a dormir. El olor de los niños me calentó y me masturbaba con el papel en la mano y oliéndolo cuando ellos me miraban por la ventana. No sé si se hablan dado cuenta de eso. ¡Qué vergüenza!
-Tranquila, seguro que con la excitación de verte desnuda no se dieron cuenta de lo que tenías en la mano.
-Eso he pensado. Ayer con la vergüenza no pude regañar a mi hijo y simplemente lo mandé a la cama de forma brusca y le dije que hoy hablaría con él. – Marta recordó lo que había hecho con Enrique y que más tarde o más temprano se tendría que enfrentar a su hijo y hablar de lo ocurrido. – Me he levantado temprano y estoy dando vueltas pensando en que decirle… en cuanto a lo que ha hecho tengo claro que tengo que castigarlo, pero no sé si me echará en cara que me masturbaba con el semen de ellos.
-Tranquila, si te lo echa en cara tendrás que ponerte más dura para que no se te suba, Eduardo a veces tiene unas reacciones muy bruscas…
Quedaron en silencio durante unos segundos. Marta recordó lo ocurrido con Enrique y dudaba si contarle aquello para que su cuñada pudiera ayudarle. Sin duda los niños estaban en una edad difícil y el sexo les atraía, pero que sus madres fueran el centro de sus deseos era algo obsceno e imposible, aquello era incesto y pensar en ello hacía que Marta sintiera un terrible miedo si la situación se escapaba de las manos de las madres… su sexo volvió a excitarse y se sintió sucia por el deseo y terriblemente húmeda en su coño.
-Entonces comprendo lo que me ocurrió anoche con mi hijo… - Se atrevió a contarle a su cuñada todo. – Verás, anoche cuando llegó Enrique yo estaba viendo una película de terror y le pedí que se acostara conmigo pues tu hermano estaba trabajando. Nos quedamos dormidos y empecé a soñar que tenía sexo con un hombre que no era mi marido. Nunca he engañado a tu hermano y aquella situación me puso muy excitada. Me masturbaba con su mano y me abandoné al deseo. Estaba en la gloria y cuando me di cuenta, Enrique estaba sobre mí, frotando su endurecido pene contra mi coño.
-¡Dios, Marta! – Exclamó María fingiendo escandalizarse y sintiendo que la lujuria del relato le humedecía su vagina dormida. - ¿Follasteis?
-¡Qué brusca eres hablando! – Marta recriminó a su cuñada y aquella palabra “follasteis” la excitó más aún. – No llegó a penetrarme, pero consiguió que me corriera empujando su polla contra mi coño.
-¡Hola chicas! – Junto a ellas estaba Lucía, madre de Paco el guaperas, una preciosa mujer de cincuenta años de la que había heredado sus ojos verdes el hijo. - ¿Puedo tomar un café con ustedes?
-¡Claro, como no! – Contestó Marta. – ¿Y Laura?
-Está pidiendo los cafés. Hemos visto a los niños en la plaza, a los cuatro y se han ido a casa de ella para jugar allí.
Laura se acercaba por entre las mesas con los dos cafés en las manos. Era la madre de David el tres piernas. Como era mujer no tenía el mismo pene, pero seguro que el pene exagerado del niño tenía que ver con las voluminosas tetas que portaba. Laura estaba separada desde hacía diez años y gracias a que en un sorteo de lotería le tocó una gran cantidad de dinero, no tenía que trabajar y vivían con comodidad gracias a varias inversiones que tenía. Lucía estaba casada con un médico muy conocido y famoso que casi siempre estaba trabajando o en algún viaje por el mundo para dar conferencias y demás. Ella sabía que su marido no le era fiel, pero pocas veces tenía que cumplir con él en el sexo y pensaba que cada polvo que echaba con él era su trabajo para que los mantuviera a ella y su hijo. Podía vivir en un lugar más lujoso, pero prefería vivir en la antigua casa de su madre donde se había criado y donde estaban los recuerdos de su infancia. Tenía un cuerpo perfecto ya que para que su marido estuviera contento con ella y no la dejara, gastaba mucho dinero en cuidarse y algunas operaciones se había hecho para mantenerse hermosa.
-¡Hola madres del mundo! – Dijo Laura en todo burlesco cuando llegó y soltó los cafés sobre la mesa. – ¡Hoy hace un día precioso!
-¿Qué te ha ocurrido que estás tan contenta? – Le preguntó María Luisa.
-¡Acercaos, acercaos! – Les dijo Laura y empezó a hablar en voz baja. – Anoche llegó mi hijo y casi ni cenó. Se fue a su habitación y se acostó. Después de un rato, yo hice lo mismo y antes de entrar en mi habitación me acerqué a la suya para ver si ya estaba dormido. – Una sonrisa pícara y excitada se dibujaba en su boca. – La puerta estaba algo entreabierta y miré sin tocar la puerta pues la luz estaba encendida. Mi hijo estaba en calzoncillos en la cama… - Se acercó más a las otras para contarles una confidencia y casi susurrando dijo. - ¡Se estaba masturbando con toda la polla al aire!
-¡Pero es normal a su edad! – Dijo Lucía. – Nuestros cuatro hijos están en esa edad en que se la machacan más que un mono. Mi Paco gasta los paquetes de pañuelos por cientos…
-¡Sí, sí…! – Laura la interrumpió. – ¡Pero es que ustedes no visteis lo que calza mi David! ¡Una cosa así! – Marcó con sus dos manos una distancia en el aire para que se hicieran una idea.
-¡Vamos, no seas exagerada! – Dijo María Luisa. – ¡Eso sólo existe en las películas!
-¡Sí, claro! – Respondió Laura. – Me impactó tanto verlo que lo miré hasta que se corrió…
-¡Eres una pervertida! – Dijo Marta. – Espiar a tu hijo mientras se pajea…
-Marta, si tu hubieras visto esa maravilla seguro que también te haces la paja que me hice yo a la vez que mi hijo… - Marta se puso colorada. - ¿Qué te pasa? Soy yo la que me he masturbado espiando a mi hijo y no me avergüenzo…
-Es que… - Marta no se atrevía a contar lo que le pasó la noche anterior. Una cosa era su cuñada…
-Anoche nuestros hijos me espiaron mientras estaba en el baño… - Dijo María Luisa. – Pero estoy viendo que no sólo ellos tienen las hormonas alteradas, veo que nosotras tenemos los sexos dormidos y ellos no lo están despertando…
-¡Así tenía su polla mi pobre David! – Dijo Laura. – ¡Seguro que tu lo provocaste!
-¡Pero la guarra eres tú! – Dijo María amenazando a su amiga de broma. - ¡Ellos fueron los que me provocaron pues dejaron por ahí los papeles con sus corridas!
-¡Cómo! – Dijo Lucía. - ¡Qué te dejaron por la casa los papeles de haberse limpiado sus churras!
-Sí… - Contestó María. – Y el olor a semen joven me provocó tal calentura que me estaba masturbando cuando ellos me espiaban… Lo malo es que no pude acabar pues me di cuenta de su presencia antes.
-Y tú Marta… - Le dijo Laura. – ¿Te masturbaste mirando a tu hijo?
-No, yo no lo necesité…
-¡Vaya, una madre normal! – Dijo Lucía.
-No lo necesité… - Siguió hablando Marta. – Pues cuando me desperté de un sueño húmedo, mi hijo estaba entre mi piernas y restregaba su polla contra mi coño hasta hacerme que me corriera.
-Pues todas habéis caído anoche de alguna manera. – Dijo Lucía.
-Y tú ¿no? – Contestó María despreciando a Lucía por ser la madre más fuerte y que no había caído en el deseo de su hijo.
-Yo anoche no… - Dijo Lucía. – Anoche vino Paco y se durmió pronto… - Una sonrisa lujuriosa y excitada apareció. – Cómo a mí me gusta. Desde que empezó el verano y con la poca ropa que lleva, es ver a mi hijo y me enciendo. Espero a que esté dormido y me siento junto a él en la cama. Toco su cuerpo, sobre todo su prieto culo mientras la otra mano me acaricia mi coño hasta que me corro varias veces.
-¡Vaya, vaya! – Dijo María Luisa. - ¡Así que somos unas incestuosas madres que se calientan al ver a sus hijos! – Se inclinó hacia delante mirando a las demás que se acercaron a ella, las cuatro caras juntas. - ¿Estaríais dispuestas a follaros a vuestros hijos?
-Deseo tener esa enorme polla que me llene por completo. – Dijo Laura dispuesta a todo.
-A mí me gustaría tocar su culo mientras me clava la polla, tiene que ponerse durísimo. – Lucía hablaba y sentía como sus bragas se mojaban.
-Nuestros sexos ya han estado juntos. – Dijo Marta refiriéndose a su coño y la polla de su hijo. – La próxima vez tendré que apartar toda la ropa para que me la clave por completo.
-Pues lo dicho. - Dijo María. – Tenemos que ver la forma de que las pollas de nuestros hijos nos den todo el placer posible… - Paró y pensó un momento. - ¿Estaríais dispuestas a intercambiar a vuestros hijos y follar con el hijo de otra?
-¡Y hasta con dos a la vez! – Dijo Lucía.
-¡Y las cuatro a la vez clavadas en mi cuerpo! – Laura reía excitada al igual que las demás.
-¡Pero te falta un agujero para alojarlas a todas! – Bromeó Marta.
-¡Pues que se metan dos a la vez en uno y si no caben que empujen que seguro que tienen bastante fuerza! – Añadió María.
Todas reían y sus coños no paraban de soltar flujos con aquellas ideas que iban teniendo.
-Pues nada. - Dijo Lucía. – Esta tarde reuniremos a los cuatro niños en casa de Laura a las cinco de la tarde y allí María les regañará por lo que hicieron ayer. Después como castigo los llevaremos la semana que viene a la casa de la sierra para que limpien el jardín, seguro que han crecido las hiervas. ¡Creo que pasando una semana allí a solas con nuestros hijos podremos hacer muchos sueños realidad! ¿No? ¿Alguna tiene problemas?
Todas estuvieron de acuerdo en ello y prepararían todo para dejar a los maridos solos en sus casas y marchar con sus jóvenes hijos a la aventura sexual más grande que jamás hubieran imaginado.
Pasé toda la mañana con mis amigos, primero fuimos a casa de tres piernas. Allí estuvimos unos treinta minutos y nos marchamos antes de que llegara su madre.
-Pasad, pasad. – Dijo David. – Quiero que veáis unas imágenes… Todos a mi cuarto antes de que venga mi madre.
Los tres nos sentamos en la cama y él nos puso un vídeo en el ordenador.
-¿Recordáis la mini cámara que me compré? – Todos asentimos con la cabeza. - ¡Pues mirad para que sirve!
En la imagen aparecía su cuarto de baño y entraba su madre. La imagen estaba tomada desde un mueble que tiene allí y desde un principio todos destacamos el hermoso canal que forman las dos tetas de su madre. Se desnudó poco a poco hasta estar completamente desnuda. Se agarraba las tetas delante del espejo y se contemplaba orgullosa de ellas. Se ponía de lado y se inclinaba hacia delante para que su culo quedara en pompa y verse en el espejo. Después de unos minutos mirándose, se metió en la ducha y empezó a lavarse. La veíamos tras la mampara que era transparente, pero poco a poco la imagen se iba nublando.
-Aquí lo corto pues con la humedad se empañó y no se ve más de esto. – Dijo David.
-¡Joder tío, tu madre está más buena que la mía! – Dijo Eduardo. - ¿Me la dejarás para que la folle algún día?
-¡Joder Loco! – Dijo Paco. - ¡Eres un basto! ¿Seríais capaces de dejar que vuestra madre follara con un amigo vuestro?
-Paco, lo que te pasa es que tu madre está muy buena y tienes celos de que se la folle otro… - Le dije y él se puso colorado, algo nefasto estando mi primo delante.
-¡Joder Paco, estas enamorado de tu madre! – Eduardo se burlaba de forma cruel de su amigo. – ¡Ja, ja, ja! Si ayer os enseñé a mi madre en el baño es porque estoy loco por follarla… Bueno, a ella y a toda la que se me ponga por delante. De un tiempo acá me pongo a cien con las mujeres maduras como nuestras madres. ¡Buenas pajas me he hecho imaginando a nuestras cuatro madres mamándome y follándome! ¡Si se hiciera realidad seguro que me corro nada más me lo propongan!
-Pues yo también estoy loco por las maduras. – Dijo David. – ojo, que si una putita joven me entrega su coño, yo que la meto. Pero imaginar a nuestras madres y a tantas puretonas calientes que no las follan en condiciones… ¡Es que me corro de pensar en encontrar una de esas! Y tú Suave ¿qué opinas?
-Bueno, supongo que cada coño tendrá sus cosas. – Dije de forma diplomática. – Las maduras tendrán más experiencia, aunque desvirgar a una jovencita de la misma edad que nosotros tampoco estaría mal…
-Vale suave, tú como siempre… - Dijo mi primo. – Pero la cuestión es si te follarías a tu madre… Ja, ja, ja.
-¡Y a la tuya si se pone a tiro! – Le contesté desafiante. – Tengo polla y aguante pa follarme a las dos a la vez y partirle el culo a la tuya.
-Pues si a ella le gusta, que lo disfrute. – Eduardo estaba desafiante y se divertía. – Si mi madre fuera puta, su coño lo disfruta, ja, ja, ja.
-Entonces os propongo una cosa. – Dijo David. – Os dejaré la cámara un día a cada uno y grabamos a nuestras madres. El domingo nos reunimos y compartimos las grabaciones para que todos tengamos imágenes de nuestras cuatro madres maduras. ¿OK?
Todos estuvimos de acuerdo. Después estuvimos paseando por la ciudad, pensando en las grabaciones que queríamos hacer y jurando que aquellas imágenes nunca saldrían de la manada. Ya eran cerca de las dos de la tarde cuando me marché a mi casa.
Mi padre ya estaba sentado en la mesa esperando para comer. Mi madre estaba en la cocina, repartiendo la comida. No quería acercarme por donde ella estuviera sola por temor a que me regañara por lo de la noche anterior. Me lavé las manos y me senté en la mesa a esperar.
-¡Enrique ven hijo! – Me llamó desde la cocina. - ¡Ayúdame!
-¡Anda hijo, ve a echarle una mano a tu madre! – Dijo mi padre y pensé “anoche le eché un polvo”.
Entré en la cocina esperando ver cual sería la reacción de mi madre.
-¡Coge esos platos y llévalos a la mesa! – Actuaba de forma normal, tal vez no estaba enfadada. – Uno para ti y otro para tu padre.
Me acerqué a cogerlos más tranquilo, parecía que no estaba enfadada. Cuando ya los iba a levantar, su mano me agarró por el brazo y me detuvo para hablarme al oído.
-Esta tarde a las cinco vamos a casa de tu amigo David, tenéis problemas con lo que hicisteis ayer… - Y me soltó para que llevara los platos.
Durante la comida el comportamiento de mi madre era normal. No parecía enfadada. Aquella tarde nos iban a fusilar por lo de mi tía. Sin duda por la mañana habían hablado las cuatro y nos castigarían a todos. Seguro que mi madre no tendría compasión conmigo después de lo que había pasado por la noche… Esperaba que no se lo hubiera contado a las demás madres.
Eran las cinco menos diez de la tarde. Mi padre se había acostado un rato más para descansar. Mi madre se había vestido y nos marchábamos a casa de nuestros amigos. Poco a poco llegamos todos. Las cuatro madres nos hicieron sentar en el sofá del salón, los cuatro juntos y ellas estaban de pie frente a nosotros.
Una a una nos fue sermoneando, dándonos disciplina por haber hecho tal guarrada a María Luisa, la madre de uno de nuestros amigos. Pero nosotros no estábamos allí, por lo menos yo. Yo contemplaba la hermosura de aquellos maduros cuerpos. Cada una tenía cosas que me gustaban. María Luisa se había maquillado y tenía esa cara de putona que tanto me calentaba. Las enormes tetas de Laura que había visto unas horas antes en aquel vídeo de su hijo. El artificial pero excitante cuerpo de Lucía, cuidado al milímetro. Y mi madre, que por el sólo hecho de se mi madre hacía que mi lujuria creciera al máximo, y más después de haber saboreado sus tetas y haberme corrido sobre ella.
-¡Así que como castigo la semana que viene nos vamos a la casa de la sierra de Lucía para limpiarla y ponerla a punto! – Laura ponía un tono autoritario y todos la escuchábamos aunque sólo viéramos sus tetas. – Ahora marcharos de casa. Y como volváis a hacer cualquier otra guarrería de ese tipo se os va a caer el pelo. ¿Se enteráis? – Todos asentimos con la cabeza mientras salimos de la casa y nos marchamos.
En la casa quedaron las cuatro madres. Ya habían regañado y castigado a sus hijos y estaban seguras de que ya no las espiarían más.
-¡Bueno chicas! – Dijo Laura. - ¡Ya están castigados! ¡Lo que no sé es si aguantaré hasta el lunes!
-¡Tienes que aguantar! – Le dijo María Luisa. - ¡Si estás muy desesperada, mastúrbate como hago yo! ¡Mi marido de nuevo no está en casa y tendré que tirar de consolador!
-¡Pues yo también! – Dijo Lucía. - ¡Esta noche me va a arder el coño de lo caliente que estoy! ¡Aguantaré, seguro!
-Pues mi marido ha salido de las noches y seguro que esta noche no podrá dormir. – Dijo Marta. – Seguro que por lo menos un polvo caerá.
-¡Qué suerte tiene esta guarra! – Dijo su cuñada.
Ya habían pasado tres días y Eduardo, Paco y yo habíamos grabado a nuestras madres. Quedamos en mi casa e hicimos una copia de todos los vídeos de nuestras madres para cada uno. Todos teníamos cuatro archivos y después nos separamos para preparar todo para el lunes siguiente irnos de castigo a la sierra con nuestras madres para cumplirlo.
CONTINUARÁ...