Nuestras madres. El comienzo.
Empieza una historia de cuatro amigos y sus madres. Quieres saber qué es lo que pasa, pues léelo
Nuestras madres. El comienzo.
Supongo que mi madre era como todas las madres, cariñosa, comprensiva y amante de mi padre. Físicamente no tenía nada que envidiarles a las demás madres de mis compañeros. Quizás por buscarle algún pero, no era muy alta, pero estaba bien proporcionada en conjunto, ni demasiados pechos, ni demasiado culo… Eso sí, me apasionaba sus anchas caderas y a mis diecisiete años ya me había masturbado muchas veces imaginando mis manos en sus caderas y empujando mi polla contra su culo para penetrarla. Y eso sí, como todos los de la pandilla, sólo nos masturbábamos pensando en nuestras madres, nunca creyendo que esas fantasías pudieran hacerse realidad.
La pandilla la formábamos cuatro chicos: Paco al que llamábamos “guaperas” pues las chicas se embobaban mirando sus ojos verdes y todas las madres los alababan. Otro era David conocido como “tres piernas”; sí, imagináis bien, su pene en reposo llegaba a los dieciséis centímetros y un día nos dijo que erecto llegó a medir veinticinco. Eduardo, mi primo, llamado “el loco” pues era el ideaba todas las ideas con la que nos divertíamos a diario. Y por último yo, Enrique “el suave” pues no destacaba mucho y siempre me libraba de cualquier culpa por bárbaro que fuera lo que hiciera. Éramos como una manada que se agrupaba para ir de cacería. No es que fuéramos buscando chicas para follar, no, lo nuestro no eran cosas sexuales.
Aquel día en que todo comenzó fue muy raro. Los cuatro vivíamos por la misma zona, calle arriba o calle abajo, con lo que pasábamos junto todo el día. Mi primo, el loco, nos pidió que aquel día de verano fuéramos a pasar la tarde a su casa. Y así a las siete de la tarde, aunque aún hacía calor, los cuatro nos encontrábamos en el salón de Eduardo sentados en los sofás.
-Voy a poner una película X y quién quiera que se la casque. – Traía una película en su funda y un paquete de servilletas para que nos limpiáramos el que se corriese con la película. – Tened cuidado con no manchar nada que mi madre llegará en media hora, así que daros prisa.
El loco se sentó frente al televisor y empezó la película. Allí salían unas maduras follando con chicos jóvenes y simulaban tener sexo entre madres e hijos o entre tías y sobrinos. Y allí estábamos los cuatro con sendos “cirios” endurecidos y con las puntas ardiendo como los de verdad. Tres piernas nos ganaba y no tardó en lanzar chorros de semen que cayeron sobre la mesa de cristal que teníamos delante. Guaperas fue después pues decía que una de aquellas putonas que follaban era igualita que su madre y la excitación que le produjo imaginarse follando a su madre le hizo correr rápidamente sobre el papel que había cogido para no manchar nada. El loco seguía agitando su mano sin correrse. Yo también hacía lo propio para obtener el placer al ver aquellas mujeres que podían ser perfectamente nuestras madre follar, me imaginaba que aquella morena de pelo rizado era mi madre y me la chupaba, podía sentir en mi mente el roce de la lengua de ella que me acariciaba desde los huevos hasta la punta enrojecida de mi polla.
Estaba a punto de correrme cuando sonó la puerta de la calle al entrar mi tía María Luisa que volvía del trabajo. Corriendo me guardé la polla y me coloqué bien sentado en el sillón. Guaperas y tres piernas también se habían colocado en posición, pero el loco seguía zumbándose la polla sin dejar de ver la película mientras su madre entraba en la casa.
-¿Eduardo? – Empezó a preguntar mi tía. - ¿Estás aquí? – Sus tacones sonaban cada vez más cerca por el pasillo. - ¿Estás con tus amigos?
-¡Sssiiiiiiiiií! – Dijo a la vez que se corría sobre el papel, se envolvía la polla y la metía con dificultad en el pantalón para después apagar la película justo cuando mi tía entraba en el salón.
-¡Vaya, están aquí los cuatro jinetes! – Dijo observando la habitación y cerciorándose de lo que allí había ocurrido, pues los papeles manchados del guaperas y el tres piernas estaban sobre la mesa. - ¡Parece que se lo estáis pasando bien! – Dijo cuando empezó a recoger los papeles de la mesa. - ¡Qué estaríais haciendo!
-Íbamos a ver una película… pero creo que al final nos vamos a ir a mi habitación a jugar a la play… - Dijo Eduardo levantándose y haciéndonos señales para que le siguiéramos.
La funda de la película estaba junto al televisor, de canto y no era fácil verla, así que el loco la dejó allí para cogerla más tarde sin que su madre se diera cuenta. Yo me levanté con dificultad pues aún tenía un poco de erección y me molestaban los calzoncillos. Mi tía recogió todos los papeles con las corridas de los otros y marchó a la cocina.
-¡Ahora vamos a pasarlo mejor que con la película! – Dijo mi primo una vez que estábamos en su habitación. – Tenemos que esperar un poco…
-¿Qué se te ha ocurrido ahora loco? – Le preguntó el guaperas.
-¡Tranquilo, ya lo veréis!
Pasamos unos minutos jugando a la consola y Eduardo iba y venía de un lado para otro, salía de la habitación y volvía. Parecía algo nervioso y excitado. Empezó a mover la mano para que lo siguiéramos indicándonos que no hiciéramos ruido alguno. Al pasar por la cocina nos hizo coger dos taburetes y nos sacó al patio. Eran ya las diez y media y era de noche. Caminamos hasta llegar a la ventana pequeña del cuarto de baño de la planta baja. Puso los taburetes bajo ella y se subió con cuidado.
-¡Os va a gustar esta vista! – Dijo el loco susurrando. - ¡Mi madre está hoy caliente y se está masturbando! ¡Habéis tenido suerte!
Me subí en uno de los taburetes y el guaperas y tres piernas tuvieron que compartir el otro. Desde la ventana se podía ver parte del baño, en concreto el espejo que daba una buena visión de la bañera. Y allí estaba ella, mi tía, desnuda, sentada en el filo de la bañera. Tenía las piernas abiertas y su mano jugaba en su coño, dándole placer. Aquella imagen era excitante, mi tía era algo gordita, pero ver en vivo a una madura masturbándose era genial sobre todo después del calentón de la película. Pero cuando casi me corro fue cuando me di cuenta de que ella para excitarse estaba oliendo y chupando los papeles que había recibido el semen del guaperas y tres piernas, sin duda el olor del semen la estaba volviendo loca y se estaba masturbando a placer.
Y entonces sonó el móvil del guaperas y mi tía se sobresaltó. Bajamos de los taburetes y corrimos para no ser descubiertos. Mientras corríamos escuchamos como la ventana se cerraba tras nosotros. No dijimos más, dejamos solo a mi primo por si su madre quería reñirle y bien empalmados y excitados nos marchamos cada uno a su casa.
Cuando entré en mi casa en lo único que pensaba era en hacerme una buena paja, primero la película y después mi tía en el baño habían hecho que mi lívido no me dejara pensar en otra cosa. Eran ya las once y veinte y mi madre estaba sentada en el salón viendo una película de terror.
-¡Tengo que entrar en el servicio! – Le comenté a mi madre que estaba con el diminuto camisón de fina tela que todos los veranos usaba a modo de pijama, abrazada a un cojín y muerta de miedo.
-¡Menos mal que has venido! – Me dijo mientras corría al servicio.
La visión del cuerpo de mi madre con aquella ropa me sirvió para reforzar mi excitación y apenas en tres sacudidas mis testículos descargaron todo el semen que contenían estrellándolo contra los fríos azulejos de la pared. Me refresqué un poco y me compuse para salir del baño y disimular el enorme éxtasis que había sentido pensando en mi madre, pensando que ella era la que se masturbaba como unos minutos antes había visto a mi tía y después follaba conmigo como las putas de la película que el loco nos había puesto para que nos masturbáramos.
-¡Enrique, qué miedo! – Me dijo mi madre cuando me sentaba en el sofá.
-Si sabes que te asustan estas películas ¿para que las ves? – Le dije.
-Es que hoy está tu padre trabajando y podía verla tranquila sin ninguna interrupción… Ahora tengo miedo de acostarme…
Miré sus ojos y tenía ese miedo infantil que se siente con esas películas. Ella era la madre, pero aún a sus cuarenta y siete años seguía teniendo miedo después de verlas. Bajé la vista y pude contemplar su hermoso cuerpo cubierto con aquella fina prenda. Sus piernas las tenía subida en el sillón y dobladas, mostrando unos maravillosos y excitantes muslos. El camisón estaba subido de forma que podía ver casi por completo sus muslos y en medio se vislumbraba la claridad de sus bragas. Aquella imagen me provocó una nueva excitación.
-Enrique, duerme hoy conmigo que si no voy a dormir poco. ¿Te importa? – Me preguntó y aquello hizo que mi imaginación se desbordara.
-¡Pero mamá, hace mucho calor para estar los dos en la misma cama! – Protesté aunque por dentro me excitaba aquella idea.
-Pondré el aire acondicionado para que no pases calor y me taparé.
-Pero yo duermo en calzoncillos…
-Hijo, soy tu madre y te he visto muchas veces desnudo… ¡Vamos, no dejes a tu madre sola!
Después de un rato nos marchamos a la cama los dos. Ella había puesto el aire acondicionado, pero sólo estaría funcionando dos horas, después se apagaría. Ella se metió en la cama y se tapó con la sábana. Yo me desnudé en mi habitación y después fui a la suya. Entré y la luz estaba apagada, sólo estaba iluminada por la débil luz que entraba por la ventana, suficiente para apreciar como la sábana marcaba su maduro cuerpo sobre la cama.
-Cierra la puerta para que no se vaya el frío.
Mi polla estaba algo excitada y se marcaba en el calzoncillo blando. Rodeé la cama y me tumbé junto a ella en el otro lado de la cama. Me despegué de ella para no sentirla cerca, estaba muy caliente con todo lo que había pasado aquella tarde y sentir su cuerpo podía hacer que ardiera con la lujuria contenida que tenía. Me coloqué boca abajo y mi polla presionaba contra el colchón mientras las imágenes de maduras madres pasaban por mi cabeza hasta que poco a poco sentí que el sueño me invadía.
Empecé a soñar, era lógico, después de tantas excitaciones durante la tarde, ese tema me invadiría hasta lo sueños. Soñaba que estaba en la cama y mi tía estaba junto a mí. Recordaba aquel húmedo coño de rosada vagina, con sus pelos bien arreglados haciendo que fuera más deseado. Me acerqué a ella que reposaba boca arriba junto a mí. Puse una mano sobre su teta y podía sentir el erecto pezón. Sus piernas se abrieron y me ofrecían su hermoso coño cubierto con aquellas bragas, sin duda quería que la masturbara, ella me necesitaba para satisfacerse.
Llevé mi mano y empecé a acariciar su raja por encima de la tela, sintiendo sus abultados labios vaginales. Recorrí de arriba abajo sobre las bragas y sus piernas se abrieron aún más permitiéndome que la masturbara. Busqué el filo de las bragas e introduje mi mano en ellas a la vez que me acercaba más a su cuerpo, colocando mi polla erecta en su costado y sintiendo su teta junto a mi cara.
Mi mano bajó por un valle de pelos, buscando la cueva que nos daría placer a los dos. Nunca le había hecho esto a ninguna chica y todo era nuevo para mí, nuevo y lo más excitante que nunca había hecho. Pasé mi dedo por su sexo para reconocer el terreno. Noté sus arrugados labios que custodiaban la entrada de su vagina. Los recorrí de arriba abajo, notando como en la parte inferior un líquido caliente salía levemente.
Aquello atrajo mi curiosidad y hurgué allí por donde salía buscando la fuente de aquel manantial. Mi dedo se humedeció un poco y sus labios se separaron un poco más. Moví el dedo hacia arriba y sus labios se iban separando permitiéndome entrar en su más excitante intimidad.
Notaba como su cuerpo se estremecía con mis torpes caricias. Empujé un poco el dedo y sus labios empezaban a envolverlo, el calor y la humedad de su sexo me invadió. Mi polla creció y sentí que me iba a correr. Busqué en la parte inferior de su raja y allí brotaban los flujos como un torrente, sin duda aquello la excitaba más que su propia mano.
Con diecisiete años aún no había tenido ninguna relación sexual con una chica, pero había visto muchas películas porno con la manada y sabía que su clítoris tenía que estar por la parte alta de aquel manantial. Deslicé mi dedo por toda su raja hasta llegar al abultado clítoris. Sentí como su cuerpo convulsionó cuando mi dedo pasó en una suave caricia por toda la longitud. Presioné un poco y lo recorrí de abajo arriba, hasta llegar a su punta y haciendo círculos sobre él, las caderas de aquella madura mujer empezaron a moverse de forma automática como si estuviera follando.
Giré la cabeza y busqué con mis labios el pezón de la teta que estaba junto a mi cara. No tardé en encontrarlo, erecto, endurecido esperando mis caricias. Lo mordisqueé suavemente con mis labios por encima de la tela.
Escuché por primera vez uno de sus gemidos y su mano se colocó sobre mi cabeza, empujándola contra ella, haciendo que yo me incorporara un poco y me colocar más encima de ella para jugar con sus teta y mi boca.
Mi dedo jugaba con su clítoris y lo acariciaba de todas la formas que se me ocurría. Yo estaba casi encima. Todo este tiempo había estado en un sueño y no podía ver con claridad a aquella mujer, quería ver su cuerpo. Aunque fuera un sueño y ya había tenido alguno anteriormente, aquel era más real que los otros y quería disfrutarlo… Quería ver el cuerpo de mi tía, quería ver como disfrutaba de mis caricias en aquel sueño.
Abrí los soñolientos ojos en aquel excitante sueño. Delante de mí tenía una hermosa teta con un pezón oscuro de aureola pequeña. Aquello me llamó la atención, por la tarde habíamos visto a mi tía desnuda y una de las cosas que llamaban la atención de ella, sobre todo a tres piernas, eran las grandes aureolas de sus tetas. Pero bueno, aquello era mi sueño y yo me comía las tetas como quería.
Mis dedos seguían jugando en el cada vez más mojado sexo de ella y su cuerpo no paraba de moverse. Su pezón se retorcía por los bocados y mamadas que mi boca le daba. Se había sacado sus dos tetas para ofrecerlas a su sobrino.
Mi polla no podía estar dentro de mis calzoncillos, no tenía espacio y asomaba un poco por encima de mi prenda. Hundí mi dedo en su vagina y noté la suavidad y el calor de su sexo.
No pude más, saqué mi mano de sus bragas y me coloqué encima de ella. Sentía sus piernas que me rodeaban, se levantaron mientras mis manos agarraban sus tetas y mi boca lamia y mamaba. Su cuerpo se movía y yo necesitaba frotar mi polla contra ella. Me arqueé un poco hasta que ella pudo sentir mi gruesa polla contra su raja. Sólo las bragas y los calzoncillos impedían que nuestros sexos tuvieran un contacto directo, pero aquello era suficiente para hacer que mi polla estuviera lista para lanzar su semen y más cuando sus caderas hicieron que mi polla estrujara su clítoris provocándole un gran orgasmos que mostraba con gemidos y movimientos descontrolados de su cuerpo.
Solté sus tetas y quería ver cómo su cara mostraba el placer que estaba sintiendo. ¡Aquél era el mejor sueño de mi vida! ¡Si se hiciera realidad! Me moví para que nuestros sexos disfrutaran del momento y ella tenía la cara a un lado, aquella cara que siempre que se maquillaba me parecía la de una puta lista para ser follada y que muchas pajas me inspiro, aquella noche soñar con ella haría que me corriera como nunca. Agarré su pelo y la forcé bruscamente para que me mirara.
Por un momento quedé petrificado. Aquella mujer era mi madre. Su hermosa cara me miraba y ambos estábamos envueltos en una especie de desconcierto y excitación, sin saber que hacer. Ahora estaba despierto y estaba sobre mi madre, frotando mi polla contra su coño. Sus tetas estaban en contacto con mi pecho. Aquello no había sido un sueño, había masturbado a mi madre pensando que soñaba con mi tía.
Nos mirábamos fijamente a los ojos sin decir nada. El placer que mi polla sentía al estar en contacto con mi madre fue tremendo y tímidamente empecé a moverme sobre ella. Ella permanecía quieta, sin saber que hacer. Mi endurecida polla apretaba su clítoris. Sus manos se colocaron sobre mi culo que se endurecía con cada embestida que daba sobre mi madre. Sus ojos se cerraron y su boca se abrió para seguir lanzando gemidos de placer.
Mientras una mano seguía acariciando mi culo, la otra se colocó sobre mi cuello y me forzó a que me tumbara por completo sobre ella. Mi boca estaba en su cuello, su boca jadeaba y gemía junto a mi oreja. ¡Mi madre estaba gozando conmigo! Mi polla no pudo más y sentí como mi semen se derramaba entre nuestros cuerpo sin dejar de movernos, gimiendo los dos como animales. Levanté mi cabeza y la besé levemente en los labios.
Permanecí sobre ella, sintiendo sus caricias y las últimas convulsiones de mi polla que menguaba y soltaba el poco semen que quedaba en mi interior. Me tumbé junto a ella y ninguno hablábamos, permanecimos quietos por un buen rato, impregnados en nuestros fluidos, sudorosos de placer… Habíamos cometido una especie de incesto y los dos habíamos gozado como nunca.
Ella se movió por fin y cogió del cajón una toallitas y empezó a limpiarme. Me quitó los calzoncillos y pasó su mano para limpiarme mi cuerpo. Agarró mi polla con una mano y la fue limpiando por todos lados. Mi pene se excitó con el contacto de la mano de mi madre y empezó a crecer de nuevo.
-¡Tranquilo hijo! – Me dijo mientras me daba un dulce beso en la boca. – Mañana hablaremos de lo que ha pasado… Pero no se lo cuentes a nadie, ni a tus amigos.
Se volvió y se quitó las bragas para limpiarse. La miraba, contemplaba su hermoso cuerpo y después se puso otras limpias y se echó a dormir mientras que yo permanecía desnudo a su lado. Me levanté y me marché a mi habitación a ponerme ropa y dormir en soledad. Le daba vuelta a lo que había ocurrido hasta que el sueño me venció por completo.