Nuestra querida gordita
Que hacíamos un par de amigos y yo con cierta chica, hace mucho tiempo...
Todo esto ocurrió hace bastantes años, éramos todos jóvenes, poco mas de dieciocho años teníamos cuando empezamos y poco mas de veinte cuando terminamos.
Zaida no era lo que típicamente se considera como atractivo. Estaba más cerca del metro sesenta que del metro setenta, estaba mas cerca de ser una gorda que de estar rellenita y su cara era redonda por toda la grasa que tenía. Pero tenia unas tetas enormes, las mas grandes que he probado, con unos pezones grandes y claros… además de un culazo, un coño molludo, unas piernazas perfectas para quien amara la carne y un caderón de escandalo… Si te iban las gordas, difícil lo tenias para encontrar a una mejor. Y lo más importante, lo puta que era. No costaba nada convencerla de follar, le encantaba, y a estas alturas todos lo habíamos hecho más de una vez y sabíamos que los demás también se la habían tirado.
Aunque no era brillante, tampoco era tonta y en ocasiones había que currárselo un poco para que quedara contigo en vez de con otro. Así que nos aliamos los tres, Juan, Sergio y yo. Juan ponía la casa, que en verdad era de su hermano mayor, pero como estudiaba en otra ciudad no la usaba. Sergio ponía lo de fumar, tanto una como otra cosa. Y yo ponía la comida. Entre los tres nos encargábamos de la bebida.
Así que, con la excusa de quedar para cenar, ver una peli y hacer un poco de botellón le decíamos de quedar a Zaida e invitarla. Ya la habíamos follado todos, así que sabia a qué iba, y sufragando nosotros los costes nos asegurábamos de que nos eligiera sobre cualquier otro plan y casi cualquier otra compañía.
Quedábamos en torno a las diez de la noche, cenábamos y poníamos la película. Zaida se sentaba entre nosotros y cuanto más avanzaba la película, mas mano le metíamos. Primero eran roces con sus muslos y sus pechos, que daban paso a los morreos y a que nuestras manos se metieran bajo su ropa. Había confianza entre nosotros, así que no nos daba corte ni asco morrearla uno detrás de otro o meterle mano entre varios a la vez. Igual uno se besaba con ella mientras otro le sacaba una teta por el escote para lamérsela y el ultimo metía la mano bajo su pantalón para introducir algún dedo en su coño. Todo ello mientras íbamos bebiendo copa tras copa y fumando de una cosa y otra.
Cuando la película terminaba, en torno a los doce, Zaida ya estaba medio desnuda. Tenia unas tetas que eran sin duda su fuerte y que a todos nos apasionaban, por lo que pronto acababan al descubierto. Su pantalón también desaparecía rápido, aunque le gustaba hacernos sufrir y dejarse las bragas puestas un poco más. Llegados a ese punto nosotros también estábamos con las pollas fuera. Al principio nos pajeaba un poco, luego chupaba otro poco; le comía un poco la polla a uno, se la comía otro poco a otro… con tres pollas para ella, había bastante juego. Y como había confianza, no nos daba corte morrearnos con ella, aunque acabara de comerse otra polla. Igualmente, uno le ponía la polla entre las tetas y al poco otro se las estaba lamiendo; había confianza y a ninguno nos daba corte. Lo importante era que todos nos lo pasáramos bien.
Zaida, como hemos dicho, era bastante puta. Y aunque dejara que desear en el plano intelectual, no era tonta, por lo que tomaba para no quedarse embarazada. Muchos más la follaban, generalmente con condón, pero como nosotros teníamos confianzas y éramos tan jóvenes como idiotas, follábamos con ella a pelo.
Cuando accedía a quitarse las bragas ya nos tenia dispuestos a metérsela, aunque lo habitual era que primero alguno le comiera el coño. Mientras uno se ocupaba de lamer, los otros dos disfrutaban de su cuerpo. Igual uno se morreaba con ella, igual al otro le comía la polla… No se cuántas veces le habré metido la lengua hasta el fondo la garganta después que se hubiera tragado la polla de otro. Pero bueno, había confianza. Igualmente he sido yo al que se le cansaba la lengua comiéndole el coño mientras ella comía pollas sin parar. La vena de puta le salía bastante en esas situaciones, gimiendo mientras pajeaba una polla con una mano y se comía la otra, a la vez que sus enormes y claros pezones eran pellizcados.
Lo habitual era que quien le comía el coño fuera el primero en follárselo. Cuando juzgaba que estaba lo bastante húmeda, y mientras ella seguía atareada en morrearse y comer pollas, se ajustaba de posición y empezaba a metérsela. En esa postura, aunque estaba gorda, no se le notaba mucho la barriga. Lo que si destacaban era sus enormes tetas, moviéndose arriba y abajo. Daba igual donde estuvieras, si en su boca o en su coño, era un espectáculo ver como esas tetas se movían. Y ella, tan puta como era y con tanta experiencia como tenia, era capaz de seguir comiendo pollas a la perfección, pasando de una a otra con tan solo unos pocos gemidos escapando de su boca.
Inevitablemente se terminaba en su coño. Y ella, con lo puta y viciosa que era, no solía estar satisfecha. Así que podían pasar dos cosas: O uno de los que estaban en su boca bajaba a follarle el coño o igualmente bajaba, pero para comérselo aún relleno por la corrida del otro. Como antes hemos dicho, había confianza, así que nada pasaba por comer un coño lleno de lo del otro, los tres acabamos por hacerlo alguna vez. Lo habitual era que para correrse acabara habiendo otra corrida en su coño, cuya espera empleaba en seguir comiendo polla. Pronto se impuso la dinámica de que a la segunda corrida en su coño le acompañara la primera en la boca. Y esa primera no le gustaba tragarla así como así, sino que prefería compartirla con un morreo. Así que, si te acababas de correr en su coño y otro había terminado en su boca, extendía sus piernas para aprisionarte y obligarte a morrearte con ella, compartiendo su recompensa contigo. Sellaba sus labios con los tuyos, metía la lengua hasta el fondo y te introducía parte de la corrida de tus colegas, que, como ya estabas acostumbrado, te tragabas sin problema, mientras sus enormes tetas se apretujaban contra tu pecho.
Tras ello, aún era pronto por la noche y aún quedaba mucho que beber y aún más que fumar. Se descansaba un rato mientras se veía lo que pusieran por la tele, se pasaban los cigarros y se bebían las copas. La conversación fluía, al igual que los magreos a Zaida. Uno se morreaba con ella, otro le comía las tetas… Hacíamos el tonto e igual ella acaba boca abajo, siendo azotado su enorme culo, o igual ella acababa sobre alguno de nosotros… A veces nos daba un pequeño espectáculo y se ponía frente a nosotros, a agitar sus tetas o bambolear su culo, hipnotizándonos…
En ocasiones su perversidad afloraba y, entre el alcohol y el cachondeo, nos instaba a hacer cosas entre nosotros. Teníamos confianza, y a ella queríamos tenerla contenta para que siguiera quedando con nosotros, así que accedíamos. Tendía a solicitar que uno de nosotros le comiera un poco la polla a otro, algunas veces que fueran las dos, otras incluso que terminase en su boca y luego se morrease con ella. Me he encontrado en las dos posiciones, tanto terminando en otro como con otro terminando en mí, y he de decir que prefiero lo segundo. Terminaban, te morreabas con ella y en vez de desperdiciar tu corrida con otro, aún la tenias para ella, que a esas alturas estaba cachondísima ante el espectáculo que había presenciado.
Era ahora ella quien quería polla y los dos restantes quienes estábamos empalmados para ella. El que había chupado tenia potestad para elegir que agujero quería, si coño o boca, y el otro se quedaba el restante. Ella se ponía a cuatro patas y ambas elecciones eran tentadores: si elegias la boca te podías relajar y disfrutar del espectáculo que era ver como sus enormes tetas se desplazaban con cada embestida, mientras su boca se ocupaba de comerte la polla con pasión y de dejar que algún gemido de placer se escapara; si elegias el coño podías descargar toda tu energía mientras disfrutabas de la vista de su culazo, al que podías azotar, además de coger su pelo para controlar la mamada que le hacía a tu compañero. Ambas posiciones eran tentadoras, aunque con la segunda solías terminar antes, no dudando ella en recurrir a dejar de chupar y subirse a cabalgar al otro, para deleite de todos ante el espectáculo que daban sus tetas.
Nuestros encuentros no eran rígidos, por lo que, pese a que lo anterior era lo más habitual, no era ciertamente lo único. Como he dicho, era bastante puta y, por lo tanto, estaba abierta a muchas mas cosas. Por ejemplo, alguna que otra vez llego a tener nuestras tres pollas dentro, a la vez. Uno se ponía debajo, otro le daba por el culo y otro se ocupaba de la boca; era bastante complicado, pues ella era mas baja que nosotros y se hacia incomodo, pero por hacer la gracia lo hicimos varias veces. También probamos en alguna ocasión a hacer un 69 mientras un tercero le follaba el coño, con la lengua del que se encontraba abajo lamiendo polla y huevos sin inconveniente, al igual que tampoco molestaba que la corrida alcanzara su boca cuando el otro terminaba.
También ella innovaba a la hora de hacernos hacer cosas entre nosotros. Algo que le encantaba era que uno de nosotros se sentara, subirse encima de él y que los otros dos pusieran las pollas junto a ellos, para que ella y el que la follaba comieran polla a la vez. La idea de comer polla con compañía también le apasionaba, gracias a lo cual he disfrutado de dos y hasta tres bocas para mí, e igualmente he sido una de ellas para otro.Incluso pervertía nuestras ideas contra nosotros; terminábamos los tres en su cara y le pedía a uno de nosotros que se morreara con ella y le limpiara la cara a lametones, a lo que accedíamos por nuestro interés en continuar quedando con ella. Ella lo llegaba a proponer por iniciativa propia y los tres pasamos, tarde o temprano, por ese trámite. Ante la diversión que nos proporcionaba Zaida, ciertamente salía rentable.
En torno a las tres de la mañana solíamos terminar de follarla por segunda vez, tras lo cual reposábamos un poco mientras el alcohol y otras sustancias se diluían de nuestro cuerpo. Dejábamos las copas y lo de fumar de lado y seguíamos charlando y bromeando, aun desnudos y sin retirar nuestra atención de Zaida, que aún seguía disfrutando de nuestros morreos y demás cariños, como podían ser los besos a sus tetas o los lametones a su coño.
Juan se quedaba en la casa, pero Sergio y yo teníamos que dirimir quien acompañaría a Zaida a su casa. Si antes de partir alguno se volvía a poner cachondo, ella no tenia problema en aliviarle una ultima vez, siempre que fuera algo rápido. A veces era uno, otras entre dos, pero lo habitual era que quien la llevara a casa no participara. Su conductor, ya fuera Sergio o fuera yo, tenia la prerrogativa de ser el ultimo en follarla antes de despedirse. Habitando un barrio de la periferia, en que no había ningún control policial y el tráfico era casi inexistente, se podía conducir con total seguridad pese a todo lo consumido.
Había varios descampados que se encontraban apartados de las viviendas y el muy escaso flujo de personas, por lo que era seguro utilizarlos para follar. Antes de decirnos adiós nos dirigíamos a uno de ellos y pasábamos un rato. Algunas veces era algo rápido en la parte delantera del coche: nos morreábamos, le sobaba esas enormes tetas y me comía la polla hasta que descargaba lo poco que me quedaba en su golosa boca. En otras tenia más ganas y aprovechaba que tenia a Zaida solo para mí: nos íbamos a los asientos traseros, le comía esas tetazas y disfrutaba reventando a pollazos su coño. Unas veces la follaba a cuatro patas, como bien podía en ese coche; otras veces prefería que ella se tumbara, así podía disfrutar sobando esas tetas y viendo como botaban; en algunas ocasiones optaba por sentarme y disfrutar de tener esas tetas frente a mí, con mi lengua a su altura; también me encantaba tumbarme y dejar que ella se subiera a cabalgar, alternando entre ver sus tetas botar y sobarlas. Tras terminar pasábamos unos minutos morreándonos y metiéndonos mano antes de volver a ponernos en marcha; he de admitir que Zaida era bastante cariñosa con esas cosas y que me encantaba que además de ser una puta fuera una sobona. Finalmente la acercaba a su casa, que compartía con su familia, nos dábamos un ultimo morreo y miraba a su culazo alejarse, hasta la próxima vez que quedáramos.
De todo esto hace ya bastante tiempo, y he de admitir que la echo de menos. Es complicado encontrar a una mujer con un cuerpo como el suyo, con unas tetas y un culo tan sobresalientes y es difícil toparse con una tía tan puta; hallar a una con ambas cualidades es algo no me ha vuelto a ocurrir. Para desgracia mía (y de Serio y de Juan), se perdió el contacto con ella. Conoció por internet a un muchacho de un pueblo cercano, pero no lo suficientemente cercano como para que se conociera su reputación, que era feo, manejable y con poca experiencia respecto a las mujeres. Se fue a vivir con él, quien le pagaba cualquier capricho y le toleraba bastantes feos. No quiero insinuar que el pobre muchacho pillara cuernos, tan solo se que antes de ir a vivir con él seguía quedando con nosotros y más gente. Y aún viviendo con él se pasó a visitar a sus viejos conocidos en múltiples ocasiones, a raíz de ciertos conflictos en la relación, lo cual puede atestiguar de primera mano y con conocimiento de causa. Pero entre sus visitas había largos periodos de permanencia junto a él, que se iban incrementando paulatinamente, y que a raíz de su embarazo fueron casi permanentes. Su estado le hizo subir de peso, y de talla de sujetador, consolidando sus tetas como las mayores que he tenido el privilegio de disfrutar. Estando encinta, de apenas unos pocos meses, me impresionaron lo bastante para que mis reticencias respecto a su estado se disiparan rápidamente. Y la ultima vez que la vimos, meses después de que hubiera tenido descendencia, pese a su significativa ganancia de peso y prominente panza, tan solo necesito enviarnos un par de fotos de sus desmesurados pechos para convencernos de quedar y rememorar los viejos tiempos, todos juntos.