Nuestra Primera Vez (Por Luna y Lobo)
Desde que conocía a Luna por internet siempre habíamos deseado acostarnos sin vernos fisicamente.
Por fin conseguí convencer a Luna para que viniera a conocerme. Era un sábado, en mi casa no iba a haber nadie y mi mujer está trabajando, la había dejado a las 7:00 en su oficina y me había venido corriendo a ducharme y arreglarme para mi primera vez con la mujer más morbosa del mundo.
A ella le gustaba que le llamara Luna y como me enloquería yo le decía que a mi me llamara Lobo.
Luna tiene que venirse con el metro, le deja a cinco minutos de mi, los cinco minutos más largos de su vida, a lo mejor me llama y me dice que se vuelve atrás arrepentida de lo que está a punto de hacer, pero la quiero y desespero por conocerla. Espero que no se arrepienta del paso que estamos a punto de dar, porque necesito su pasión tanto como su compañía a través de internet.
Me metí en la ducha con una enorme erección, con unas ganas locas de que ella la agarrara. Limpié todo mi cuerpo teniendo especial cuidado con todo lo que ella pudiera acariciar, besar o comer. Fregué mi pene con leche de jabón, con cuidado de no masturbarme, eso quiería que fuera ella quien lo haga hoy. Unté mi ano con jabón e introduje un dedo, puse la manguera en mi esfínter y llené el recto de agua. Uf, que sensación.
Entonces sonó el movil, lo cojí y era ella que ya estaba en la parada, le expliqué como podía llegar a mí, ella me dijo que si solo son cinco minutos podíamos ir hablando mientras para que no se le hiciera tan largo el camino. Yo le digo que sí, aunque todavía tenía que secarme.
¿Qué secarte? ¿Qué has hecho cochino?
Nada cielo, ducharme para estar limpito para tí.
¿¿¿Loooobooooo???
Bueno, me he estado limpiando bien tanto el pene como el ano, pero te prometo que no me he masturbado.
No te puedo creer.
Que sííííí, que eso es para tí... Hoy todo mi sexo es para tí...
Le corrió un escalofrío por el cuerpo. Ni con el fresco de la mañana podía apaciguarse ese calor interno que inundaba su sexo.
Que cabrón que eres. Como sabes lo que me gusta oir.
Pues no sé porqué lo dices - me sonreía por dentro -. Tú no quieres la verdad? Pues el que busca la verdad tiene el peligro de encontrarla. Espera un momento que me lave las manos que estaba untándome el ano con crema.
Que hijo puta. Mira que te gusta calentarme. Joder, que ganas tengo de estar ahí. ¿Qué puerta es?
Colgó y sonó el timbre de la calle, por fin había llegado. Le abrí y me escondí en el comedor, el cristal de la puerta es traslucido y no podíamos vernos. Ella entró y cerró la puerta de la calle.
Cariño, ves a la habitación que tiene la luz encendida y prepárate, cuando estés apaga la luz e iré yo.
Que ganas tengo de abrazarte.
Y yo, que te crees, tengo una erección bestial, pero quiero esperar a que estés preparada.
Se fue. La figura era de la una chica de mi estatura o un poco menos, con un cuerpo bonito, pero apenas se podía apreciar nada, seguiría siendo todo una duda hasta que mis manos la recorrieran. Cuando ella desapareció pasillo arriba, salí y cerré la puerta con llave por si acaso alguien intentaba entrar. Fui detrás de ella y vi que aún había luz.
Esperé mientras oía como se preparada, no sabía exactamente lo que hacía, pero me excitaba pensar lo que podría estar haciendo. En el cuarto de baño dejé un lubricante, condones y un par de juguetes por si fuera necesario, porque estoy seguro que me excitaría tanto que me correría enseguida y no sé si podría darle todo lo que quiero darle, todo lo que ella quiera recibir, todo lo que ella merece como mujer y como hembra.
Por fin apagó la luz y se fue a la habitación, se metió en la primera de las camas. No me gusta hacerlo en un cama que no es mía, así que junté dos camas de la habitación de invitados, pero con el objeto de que los dos estuviéramos en una sola cama de 90 cms. Demasiado espacio aún para lo que queríamos hacer.
Por fin apagó la luz, fui a la habitación. Con todo a oscuras, sin nada de luz que dejara ver ni una figura, me acerqué a la cama, a su lado izquierdo y me senté.
¿Estas preparada?
Estoy ansiosa.
¿Me dejas que empiece yo?
No, ven aquí, por favor.
Me tumbé a su lado y ella me ató con sus brazos por mi espalda. Me abrazó con fuerza y me besó apasionadamente.
- No podía más. Por fin eres mío.
Aquel estallido de amor me había dejado paralizado, no me esperaba que me quisiera tanto. Pasé como pude los brazos por detrás de ella y la abracé devolviéndole ese beso apasionado.
Su espalda era suave, con una piel muy fina, ya en sus fotos la piel blanca y limpia hacían presagiar esa suavidad.
- Ahora, por favor, recuéstate de nuevo - le pedí apenas susurrándole al oído.
Ella se recostó y yo por fin la tenía a mi disposición. Aquel cuerpo deseado tumbado boca arriba en la cama en la que yo me crié, desnudo como tantas veces yo había estado, pero hoy, bien acompañado.
Acaricié su rostro, su pequeña nariz, sus ojos con las cejas bien cortadas, su cara suave, sus mejillas redonditas, tiernas, pidiéndome un beso que no pude evitar. Sus labios dulces y tiernos, pase el dedo recorriéndolos, por arriba y por abajo, abrió la boca y sacó la lengua. Pasé la yema de mi dedo corazón por su lengua, cálida y áspera, se me endureció la polla pensando en esa boca y esa lengua sobre ella.
Saqué mi dedo y directamente con su saliva lo coloqué en su pezón derecho.
Estaba caliente pero aún se puso más duro con el roce de mi dedito. Me parecía un cuerpo precioso, pero no quería romper todavía el silencio. Bajé la mano y fui abriéndola alrededor de su seno, era grande, hermoso, suave, perfecto. Lo apreté ligeramente y besé sus labios con los míos. Eran unos pechos increíbles.
Me senté encima de su vientre, mi polla cayó sobre él, pero al estar tan excitado apenas lo rozaba. Mis manos cogieron sus dos pechos por debajo y los apretaron hacía su cuerpo. Me encantaban, son suaves y grandes, quien diga que no son ideales es que no sabe lo que es la pasión.
Cojí con el pulgar y el índice sus pezones y juegué con ellos, duros y tiernos al mismo tiempo. Mi lengua desea comerlos, me agaché, bajé mi cuerpo por sus piernas y mi boca acaba encontrando mis dedos juguetones. Mi lengua se abrió paso y pude lamer sus pezones y beber de tu pecho, la fruta de mi lujuria.
Puse mis piernas entre las tuyas para estar mas cómodos y sentí en mi vientre el calor de su Monte de Venus. Me cogió la cabeza mientras chupaba sus pechos y me aprietó. Luna estaba ardiendo y quería más.
Me coloque de rodillas, cojí sus piernas y las levanté, empiezé a recorrerlas con mis manos, me encantó su piel, no me cansaba de acariciarla por todas partes. Le levanté ligeramente y apoyé su culo contra mí y me quedé ahí, entre tus piernas, con mi pene rozando sus labios. Mis manos acariciaron su vientre, bajaron por sus caderas y acariciaron sus glúteos. Me encantan sus curvas, su suavidad, parecía una niña con cuerpo de mujer.
Despues de acariciar sus gluteos, mis manos se metieron por su rajita. Se has untado el ano con lubricante. Joder, que cabrona, como me pone. Meto el pulgar derecho y lo dejo ahí mientras sigue mi mano izquierda subiendo por sus labios, tengo que apartar mi pene para poder acariciarlos, húmedos y dulces. Son tiernos y ardientes. Son grandes y me vuelven loco. Paso mi pene por sus labios, acariciando su clítoris y su vulva, sin introducirlo en su vagina. Aún es muy pronto, todavía tenemos más de dos horas para nosotros.
Luna, eres exquisita, no sabría decir que parte de tu cuerpo me gusta más, me encantan todas.
Y a mí ¿cuándo me toca? Solo conozco tus labios, tu pene y tus manos.
Luego te tocará a tí, ahora date la vuelta cielo.
Te dió la vuelta y me volví a colocar entre sus piernas. Acaricié tu espalda, recorriendo sus hombros, sus omóplatos, su columna, sus riñones, sus glúteos. Aunque esto ya no es espalda, esto ya forma parte del placer sexual de su cuerpo. Estas dos montañas suaves me excitan, las separo y las junto, juego con ellas con mis deditos por la rajita, acaricio su ano, tengo ganas de comérmelo. Pasé mi pene por su culo, por esa rajita con morbosa y coloqué el capullo en la puerta de tu esfínter. Luna estaba muy excitada, y a mi volvía loco. Me agaché y metí mi lengua entre sus glúteos, son el sabor del lubricante y la estimulación de mi lengua en su esfínter. Metí mi mano y la coloqué entre sus piernas y acaricié su clítoris. Empiecé a excitarla más. Su esfínter se mueve, antes de que se excitara demasiado introduzje el corazón por tu ano y lo mueví por dentro apretando ligeramente contra tu vagina. Con el pulgar masturbé su clítoris buscando su orgasmo mientras con la otra mano empiecé a meter un dedo por dentro, buscando su pasión y su placer en su coño. Metí un segundo dedo y le recorrí por dentro, entera, tierna y dura, tiesa y desesperada. Mis dedos intentan unirse entre tu ano y tu coño apretándote, mientras mi pulgar se acelera.
- No, Lobo, por favor.
Quería que parase, no quería correrse todavía, pero yo si que lo quería, me encantaba verla vibrar todo tu cuerpo.
- Psssssssssssssssssss.
Movía más fuerte mis dedos por sus agujeros, sentía como se estaba produciendo su orgasmo en mis manos, aprietaba el ano y tube que sacar el dedo para no arañele. Continuaba gimiendo de placer, mis dedos estaba tremendamente empapados, como nunca, con una cantidad de flujo que parece que ya se había corrido. Cerró las piernas y paré para no hacerle daño. Se corrió sobre mis dedos, manchamos hasta la sabana, pero todo es por lo increíble que es ella.
¿Por qué has hecho eso? Yo quería que fuéramos los dos juntos.
Tenemos más rato, cariño. Con lo excitado que me pones a los tres segundos de penetrarte me hubiera corrido. Es mejor que primero nos masturbemos mutuamente y luego ya vemos que nos apetece.
Entonces ahora me toca a mi, no? - sonriendo con ilusión - Ponte boca abajo Lobo y déjame a mí.
Empezó pasandome sus dedos por el pelo, solo con la punta de los dedos en un leve roce que me hacía estremecer cada milímetro de mi piel. Bajando por el cuello hacia los hombros. Bajando con toda la mano hasta los dedos para notar la fuerza de mis brazos.
Volvió con las yemas a bajar por la espalda hasta mis glúteos, una espalda ancha y fuerte. Me encantaban sus manos, le encantaba mi piel.
Empiezó a hacer círculos en mis nalgas con sus dedos y bajó con una mano en cada pierna para volver a subir con toda la palma de su mano, suave y femenina.
Se detiene en el culo, lo acaricia, y se acerca besando dulcemente por mis nalgas.
- Ummmmmmmm. Me estremeces, Luna.
Alternando con la punta de la lengua, separo las nalgas y paso la lengua por mi ano. Mi cuerpo ardía y mi esfinter se abría deseando más de ella.
Volvió a subir por mi espalda, alternando las caricias con los besos, alternando la húmeda punta de la lengua con la ternura de sus duros pezones.
Sus pechos arrastran por todo mi cuerpo mientras subía hasta mi cuello y me besó en la nuca. Mientras con una voz suave y dulce me pidió que me diera la vuelta.
Al darme la vuelta noté en mi culo el calor del líquido que había ido soltando mi pene con sus caricias.
Atacó a mis labios, los besó y los mordió, juegó con su lengua y la mia. Bajó besandome por el cuello, acariciandome y besandome el pecho, lamiendo mis pezones, mordiendolos y pasando sus manos por todo mi cuerpo. Recorriendolo poco a poco hacia abajo.
Mi pene duro y tieso iba tropezando con su piel dejándo marcas de gotitas de semen excitado.
Pasó sus manos a lo largo de mi pene, sintiendolo y recorriendo su forma, se acercó a mi rozándolo con sus pechos y sus pezones, acariciando mis testículos con la otra mano, es tan suave, tan dulce, tan calida y tan morbosa.
No pudo evitar besar mi verga, meterla en su boca entera, lamerla en toda su extensión.
Con su mano libre se acariciaba, acariciaba su raja, la untaba con el flujo de su vagina caliente y posteriormente la extendía por mi pene, cojiendolo con sus dos manos. Empapaba mi pene duro y enorme. Lo movía, arriba y abajo sin cesar. Con su saliva y su flujo, con su sabor y con su amor, con su placer y con su pasión.
La dulzura de sus manos y la humedad de su sexo me ponen más cachondo y empiezo a gemir en voz alta.
Su manera de masturbar mi polla es salvaje, es como si estuviera encima mio cabalgandome. Soltó una de sus manos y acaricia mi periné. Bajando poco a poco hasta llegar al ano que levemente penetra con su dedo, produciendome al instante un orgasmo que no deja más duda de lo que me había hecho disfrutar entre mis gritos y convulsiones.
- ¡¡¡ Tenias razón, demasiado excitados !!!
Sus manos estában llenas de mi leche, caliente. No la podía dejar así, castigada, le cogí sus manos y lamemos los dos de ellas el sabor agridulce de mi semen.
Cuando ya parecío que estaba bien se tumbó a mi lado y nos besamos juntando nuestra saliva con nuestros orgasmos. No es el mejor de los sabores, pero después de lo que habiamos disfrutado me sabía a gloria.
Así recostada a mí lado besandome permaneció unos minutos, acariciando mi pecho y descansando.
Con mi brazo por debajo de ella, la subí encima de mí. Una vez encima podía agarrar sus nalgas con mis dos manos, me encantaban sus gluteos redondos. Le acariciaba y le apretaba su precioso trasero. Me excitaba, aunque nunca lo hubiera visto todavía, por su tacto y su forma.
Colocó sus manos a ambos lados de mi cabeza y subió hacía arriba, dejando sus pechos a la altura de mis labios. Saqué la lengua y la pasé por encima de su pezón derecho, lo mordí y chupé de él como si fuera un niño. Al levantarse separó las piernas y pude meter mis manos por su raja, caliente y mojada.
- Sigue chupando mi bebito.
Mis manos bajaron recorriendo su rajita, repartiendo lubricante y flujo por su ano y su coño. Metiendo ligeramente mis dedos en cada uno de sus agujeritos. Cambió su pecho y me colocó su dulce pezón izquierdo sobre mis labios, lo movió por la comisura y yo saqué la lengua, sintiendo como se estremecía al contacto de mi saliva.
Mis manos bajaron y agarraron mi verga, dura y caliente. Le pedí que bajara y ella sola se acopló a mí. Sentía como bajaba poco a poco por mi verga ardiente entrando, después de la primera paja anterior y con el poco descanso cualquier cosa que no fuera suave me hacía hasta daño. Podía sentir cada pliegue de su piel en me glande, hasta sentir como tocaba el fondo, hasta sentir como su corto bello vaginal estaba en contacto con mis testículos.
Los dulces sonidos que hace me ponen como loco, sin gemir emite unos sonidos de placer que hacen que la desee más todavía. La cojí fuertemente de las caderas y la levanté para salir de ella. Menos mal que está muy mojada y aunque sienta el dulce roce de tu vagina recorriendome no llega a apretar demasiado.
Llegé hasta el borde de su cuerpo y volví a entrar nuevamente.
- Por favor, Lobo, matame yá, me estas haciendo sufrir. Quiero sentirte más fuerte.
Ella misma empiezó a moverse hacía dentro de nuevo, ahora más rápido, aunque igual de profundo. Su roce se volvió más fuerte y mi capullo sentía más presión de su placer. Fue acelerando su movimiento y apretando en su recorrido. Le empujé su cuerpo hacía arriba, se levantó y siguió cabalgandome sin salir tanto, pero rozando mis límites, mi termostato estaba a más de 100 grados. Agarré sus pechos, sus grandes y hermosos pechos, tumbada no se notaban tal tamaño, tal cantidad, tal calidad.
Empezó a gemir por el placer de mis manos y mi polla y eso me excitaba más, no quería que parara aunque el roce me irviera la sangre que circulaba por las venas de mi verga caliente. Empecé a chillar yo también con la fuerza de sus movimientos, era increible mi Luna salvaje.
Le pedí que cambiara de posición, mi dura erección aguantaba y al salir de encima de mí casi sentia una dulce brisa recorriendola.
Me besó, mordío mi labio inferior, tan dulce.
Se tumbo en la cama, estabas de rodillas frente a ella, entre sus piernas. Me atrajo hacia ella y me beso, saboreando mis labios y mi lengua. Me tiene atrapado entre sus piernas, entrelazadas en mi cintura, sintiendo el calor de mi cuerpo.
Ya no estamos nerviosos, porque nuestros cuerpos ya eran uno solo. Le besé dulcemente y fui bajando para lamer sus pezones. Bajé besando su estomago y se excita pensando hacía donde me encamino.
Llego hasta la meta y separo con dulzura sus piernas para recoger el premio, acariciandolas y besando sus muslos, tensos, excitados.
- Luna, cariño, relajate...
Respiró hondo pero no pudo. Estaba preparado para mi trofeo, me agaché y dejé que sitiera mi calida lengua lamiendo sus labios y su clitoris. Despacio y con ternura, le hacía enloquecer, con cada lametazo le producía un espasmo de placer.
Lobo, vas a hacer que me corra!
Eso es lo que quiero, que tengas todos los orgasmos posibles.
Mi lengua le chupaba, le absorvía, le poseía. Su clitoris estaba grande, empapado, y me encantaba. Empecó a gritar por su orgasmo pero no me detenía. Me encanta sentir como se corre en mi boca, el placer de sus movimientos salvajes al apretar mi lengua dentro de su clitoris.
Me coloqué encima de ella, y fui introduciendo mi pene, duro, poco a poco, dentro de ella. Le encantaba sentir como le llenaba su cueva con mi erección, como se amoldaban sus paredes a mi falo placentero. Me volvió a liar con sus piernas.
- No quiero que la saques, no quiero que quites tu cuerpo de encima del mio.
Deseba más que nada sentir mi semén recorrer sus entrañas. Mi pene seguía muy sensible despues de las dos horas que llevamos de pasión y lujuria, de sexo y frenesí. Pero quiero complecerla y complacerme, pongo mis manos a ambos lados de su cabeza, levanto mi cuerpo y lo separo del suyo. Ella me agarra para que no me separe y empecé a levantar mi cuerpo penetrandola.
Colocó sus manos en mis gluteos y empiezé a acelerar mis movimientos. El roce de su sexo me produce escalofrios. Sus manos me agarran con más fuerza, siento como sus uñas se clavan en mis nalgas. Acelero más fuerte, estoy sudando, me duelen los brazos, mi duele la polla, aprieto más, acelero más, necesito que me sienta dentro, siento como está a punto de estallar.
Nuestros gritos y gemidos de placer se entrelazan con nuestro orgasmo. Me corro dentro de tu dulce vulva apasionada y caigo muerto. No puedo más, rendido encima de ella y siento su respiración aun nerviosa y jadeande en mi oido.
Eres increible Lobo. Nadie me había amado y follado así. Enciende la luz, quiero verte, se como es tu cuerpo, casi al milimetro, pero quiero ver tu rostro.
Yo también deseo verte, pero al mismo tiempo tengo miedo a que todo cambie. Los dos sabemos lo diferente que es follar con un desconocido que amar a alguien con rostro.
No me dejó que continuara hablando. Alargó su brazo a donde sabía que había apagado antes y encendió la luz. Un destello que nos cegó durante unos instantes.
Por fin pudimos vernos, ahora volvia a estar nerviosa, no sabia que pasaria. Me sonrió, se alegraba de verme por fin, le devolví la sonrisa y le dije un suave hola. Que ridiculos somos en esas situaciones.
Alargó su mano y acarició mis labios. Esos labios que tantas veces habia querido besar, esos labios que por fin habian compartido. Tan jugosos y tiernos, tan calientes y rojos. Empezó a contemplarme despacio, recorriendo mi cuerpo con sus ojos. Ahora podia ver cada milimetro de mi cuerpo, de ese cuerpo que tanto habia deseado, de ese cuerpo que acababa de poseer sin conocerlo y con el que tanto acababa de dsfrutar.
Yo la obserbaba del mismo modo, sus ojos brillantes de felicidad, su sonrisa de tonta enamorada en la cara, sus pechos grandes, con la aureola que rodea sus pezones, grande y hermosa, pidiendo que los comiera de nuevo, con una piel blanca y limpia como su suavidad indicaba.
Me recostó a su lado, se puse sobre mi costado y empezó desde arriba a besarme nuevamente. Mi pelo, mis ojos, mis labios, mi cuello, mi brazos. Me besaba con pasión. Besaba mis manos suaves y varoniles que habían apretasado nuestros cuerpos.
Se levantó y se puso entre mis piernas, acariciando mi pecho, aun sentía su calor sobre mi de hacia unos segundos. Seguía bajando su mano, con su mirada, acariciando mi cuerpo. Obserbó detenidamente mi pene cansado, me lo había depilado completamente para ella, lo cogió con ternura, con cuidado de no hacer daño, por hoy ya habia tenido mucho, ahora estaba flacido, tras tanto tiempo duro, llenando su vagina con toda su majestuosidad. Le recorrió un escalofrio al recordar el orgasmo que el roce sobre su clitoris habia provocado. Pase sus manos por mis caderas y las puso debajo para acariciar mis nalgas, tan duras y redondas como cuando las habia agarrado. Se inclinó, besando mi rabito chiquitín y volvió a subir, pasando su cuerpo sobre el mio y me besó dulcemente.
- Para mi no ha cambiado nada Lobo, me gustabas antes de conocernos, me ha encantado aprenderme tu cuerpo a oscuras y me
encanta poder comprobarlo ahora con luz. Me gustas tu, todo tu.
Volvían a emocionarme de nuevo sus palabras.
- Tú también me gustas, eres más morbosa de lo que había imaginado y haces que te desee con tus manos, tu piel, tus besos y tu cuerpo. Te deseo una última vez antes de que nos vuelvan a separar.
La recosté sobre la otra cama aún fria porque no la habíamos visitado.
La miré fijamente de arriba abajo, aun había una cosa que no le había mirado. Aquella flor de petalos ardiente que ya antes había penetrado.
Me coloqué a sus pies y levanté sus piernas sobre mi, las separé y miré aquella flor roja, aquellos labios ardientes, aquel bello negro azabache, corto y fino con el que quería volver a jugar, aquel clitoris inchado de felicidad, aquel ano limpio impoluto, redondo y profundo.
Me excitaba mirarla, mi polla colgando ya empezaba a pesar observando aquella rajita tan hermosa, aquella rajita tan placentera.
Me agaché, me abalancé sobre ella y empecé a recorrerla con la lengua como su fuera la primera vez. Lamía cada grieta de sus labios, cada hueco de su vulva, cada gota de su coño. Mi polla estaba en completo desarrollo, era increible lo que me excitaba aquel sexo humedo. Le pasé la lengua por el ano y también lo tenía dilatado, ella también estaba muy cachonda y eso me enloquecía. Mi verga quería penetrarla por los dos ahujeros a la vez. Mi lengua subió a su clitoris y lo golpeó hacía arriba, empezó a darle vueltas y ella gemía, empecé a clavar la punta buscando su punto algido, quería verla gritar de nuevo, la miraba y veía como se movía de un lado para otro y como se movían aquellos enormes senos preciosos, agarré mi polla, estaba completamente tiesa y quería penetrarla. La heché las piernas hacía la izquierda, me senté sobre su pierna izquierda, hice que su pierna derecha me rodeara la cintura y separé su gluteo hacía arriba.
Mi verga tomó el camino de su vulva y empezó a penetrarla, no cabía entera, tenía que recorrerla con cuidado de que aquella pasión desbordante no me cegarra y le hiciera daño.
Coloqué mi pulgar izquierdo en su clitoris y empecé a masturbarla. Empezó a gritar enseguida, sabía donde tocarla porque su sexo era muy sensible. El lubricante aún me permitía que pudiera meter mi dedo por su ano, mi corazón por dentro de aquel hermoso culo. Aquel culo me pedía algo más grande y yo lo tenía, no pude evitar la tentación, la saqué de su coño y la introduje poco a poco por su ano, sintiendo la piel del recto, no pudo meterse mucho lubricante con sus dedos, pero mi verga untada en su flujo resbalaba dentro de ella, la podía penetrar entera mientras seguía masturbando su clitoris. Seguía gritando de placer, quería más y yo no paraba. La saqué nuevamente de su culo y la penetré de nuevo por su coño ardiente, noté como se corría, como sus musculos se tensaban y agarraban mi polla, tenía que correrme yo también, tenía que conseguir acompañarla en ese orgasmo placentero, así que empece a sacarla y meterla entera, a buscar más roce con su sexo. Saqué mis manos empadadas de ella y las coloqué en mi culo, me introduje dos dedos que me penetraban mientras yo lo hacía a ella. No podía más, aquella doble penetración consiguió que me corriera, gritando de placer por haberla poseido como siempre habíamos querido.