Nuestra primera vez

La pasión nos desbordaba. necesitábamos liberarnos de tantos años de deseo.

Ésta va a ser mi primera historia erótica. Puede ser real, puede ser fantasía o quizá… las dos cosas a la vez.

Apunto de entrar ya en la cuarentena, mi vida era monótona, aburrida y faltaba la chispa del deseo. Un día de tantos conocí a un hombre de mi misma edad, las mismas carencias, las mismas ilusiones. Pasamos horas hablando por la Red, había química, empezó a fraguarse un deseo mutuo. Como todo en esta vida, la relación debía avanzar o terminar ahí. Una pasión creciente día a día no se podía mantener ante un medio como este, así que, un día decidimos conocernos. Nos separaban kilómetros pero, eso no es impedimento cuando las ganas aprietan. Los nervios afloraban en mí a medida que se iba acercando la hora. Llegué a la cita antes que él, esperé observando a todo aquel que podía parecerse y, a pesar de no conocer su imagen, lo conocí nada más verlo. Nos saludamos como dos desconocidos pero, al mismo tiempo me sentía a su lado como si lo conociese de toda la vida. Las horas pasaron rápido y llegó el momento de la despedida… fue nada más que un café. Corroborar que ésa era la persona que me hacía sentir mariposas en el estómago.

Pasaron los días y con ellos, las charlas por teléfono se volvieron cada vez más subidas de tono, así llegamos a nuestro segundo encuentro.

Aprovechamos un día que los dos teníamos que desplazarnos a la misma ciudad. Quedamos en un lugar público, por lo que reprimimos el deseo pero… nada más entrar en el coche me besó. Fue algo inesperado pero no por eso despreciado. Fue un cúmulo de sensaciones, un beso largo, apasionado y lleno de deseo. No era el lugar ni el momento y se podía decir que apenas nos conocíamos.

Al término de nuestros compromisos en la ciudad quedamos para volver a buscar mi coche al lugar donde lo dejamos y, fue entonces cuando me volvió a besar. Ahí se desató toda mi pasión… ya no me conformaba con un beso largo y apasionado… necesitaba más.

Buscamos un lugar apartado a las afueras de la ciudad, en pleno día y, allí mismo en su coche, empezó a besarme de nuevo. El deseo de ambos era incontrolable, no nos importaba estar al final de una calle por la que podía pasar gente. Pasamos a la parte posterior del coche y sentí como sus manos acariciaban mis pechos, cómo por debajo de la blusa liberaba aquellos pechos de la opresión de mi ropa interior. Sentí que cada vez necesitaba más y sabía que me estaba precipitando pero… a la porra con todo. Estaba ardiente y necesitaba sus caricias. Su mano pasó de su pecho a mi entrepierna… un escalofrío pasó por mi espalda. Aún no era suficiente, quería más, esperaba más pero no me decidía a pedírselo, quería que él me lo ofreciese. Liberó el botón de mi pantalón y en ese momento sentí cómo el calor de sus manos recorría los alrededores de mi clítoris. Le ofrecí mi deseo, le hice saber que con cada movimiento cercano a esa zona arrancaba de mi interior un gemido de placer. No hacían falta las palabras, mi cuerpo, al contornearse, le indicaban el camino correcto y estaba a un paso. Sentí el calor de sus dedos en mi interior. Poco a poco le pedía más y más, no era suficiente. Desabroché su camisa, recorrí su torso con mis labios y descendí hasta su abultado pantalón. Él también deseaba más, así que le liberé de la opresión y, por fin, pude sentir la dureza de su miembro erecto. ¡Cuánto tiempo hacía que no sentía ese deseo! Dios… la cosa no podía acabar en un simple calentón. Me senté sobre él y apenas sin darnos cuenta estábamos el uno dentro del otro. Me sentía llena, plácida y ardiente. Medio desnudos, jadeantes y sudorosos culminamos nuestro placer mutuo. Aún deseaba más pero el lugar no era el adecuado porque, en los minutos de pasión incontrolada pasaron un par de personas al lado del coche y aunque intentábamos disimular, era algo evidente así que, después de ese instante aún deseábamos con más ganas una próxima vez.

Una próxima vez llena aún de más deseo, y así fue… planeamos durante meses, soñamos con ese día y por fin… llegó aquello que tanto deseábamos. Un fin de semana para los dos solos. Juegos, pasión, caricias, amor, descontrol, fantasías. Todo aquello con lo que habíamos soñado tanto tiempo estaba apunto de realizarse.

Esa será la segunda parte, o lo que es lo mismo, mi segundo relato erótico: Un palacio de cristal.

Desbordaba