Nuestra primera vez

La primera vez siempre, aunque pases los años, es especial; esta es el relato de mi primera vez con Fabio, el hombre al que amo y al que recordaré con todo mi afecto aunque él ya no quiera seguir conmigo.

Y ahí estaba ella, de pie en el cruce de una calle de un pueblo del que no quiere acordarse. Habían quedado en que él pasaría por ella y escogerían el lugar donde pasarían la noche, sin expectativas, sin ninguna certeza sobre lo que pasaría.

Ana lo vio al otro lado de la calle en un carro alquilado, pero estaba acompañado de dos hombres más y no era él quien conducía, sería que sus dudas sobre lo que él en realidad quería eran ciertas? Sintió que el miedo se apoderaba de ella; cómo era posible que hubiera accedido a aquella locura? Porque había aceptado ese encuentro? Porqué se había atrevido a viajar sola? Que Imprudencia, pero ya no era hora de arrepentimientos, allí sólo iba a pasar lo que ella permitiera, su tranquilidad era la única arma que le quedaba.

Ana y Fabio se habían conocido por internet, fue una atracción instantánea, ambos sintieron que sus cuerpos los recorría una corriente eléctrica, el afecto y el deseo se sintieron en el aire desde el primer momento. Y así estuvieron dos meses sólo viéndose por cámara y contándose cosas de sus vidas. Pero él ya tenía programado su viaje a Colombia para el mes de abril, que bien coincidiría con el cumpleaños de Ana, ella creyó que era el destino y que por fin después de muchos años podría disfrutar de esta fecha.

Él se bajó del carro y se acercó a ella para darle un beso; ella ladeó su rostro para que el beso fuese en la mejilla pero él no lo permitió, la besó en la boca, su primer beso. A Ana le gustó, tenía un sabor muy agradable, sintió su fuerza, su deseo, sus ganas y, por supuesto, compartieron la ansiedad que sentían después de un día de espera. Porque Ana se hizo esperar, tal vez no de manera consciente pero su miedo por el encuentro hizo que aún después de llegar a Bogotá desde las 10 de la mañana sólo hiciera posible el encuentro cerca de las 8 de la noche.

Y la invitó a subir al carro, guardaron la maleta y se subieron juntos en la silla de atrás; buscaron donde comer y fueron hablando de cosas banales que redujeron la ansiedad. Al volver al carro tenían que decidir a donde ir, donde pasarían la noche, guau esa primera noche juntos. El lugar escogido fue un municipio Bogotano de clima cálido que Ana no conocía; los amigos de Fabio los llevarían hasta allá y uno de ellos volvería al día siguiente a recogerlos, que alivio, esos amigos no se quedarían con ellos, pasarían la noche solos. Ella aún estaba asustada pero la cercanía de ese hombre que había creído conocer por sus charlas por internet, su franqueza, su alegría y sus besos la hacían sentirse cada vez más segura.

Buscaron el hotel, un sitio agradable con piscina, parecía que ellos dos serían los únicos huéspedes, el negocio estaba sólo pero se veía bien. Entraron acomodaron sus cosas y decidieron salir a tomar algo y a refrescarse del calor que se sentía. Ya en el parque ordenaron dos cervezas y se sentaron a conversar y a besarse cada vez con más pasión, el deseo que ambos sentían era evidente.

-Aquí no va a pasar nada que tu no quieras, no te preocupes. Fueron sus palabras y eso le dejó a ella la certeza de que la decisión sería suya, sólo estarían juntos si ella lograba romper la barrera que se lo impedía.

Y así estuvieron algo más de media hora que para ella fue eterna, el miedo que sentía hizo que, incluso, regara su bebidas, que tontería, parecía una adolecente pero no podía controlarse, sus manos temblaban, su respiración era agitada, sólo sus besos la tranquilizaban por eso buscó con avidez esa boca cuantas veces pudo; lo besaba, se besaban, sus lenguas se encontraban, jugaban dentro de sus bocas y hasta sus manos empezaron a acercarse cada vez más a sus lugares más privados; claro, estaban en un lugar público pero a nadie parecía importarte como ellos se acariciaban y besaban, por eso y a pesar de sus reservas, rosaban sus cuerpos con avidez, con destreza, como queriendo apropiarse de todas las partes de esos cuerpos que aún desconocían.

-Que estás pensando? Preguntó ella.

-Espero que lo mismo que tu. Respondió él.

Por la cabeza de ella pasaron en segundos todas las imágenes y las sensaciones del día, sintió como deseaba a este hombre, cuanto quería hacer el amor con él, cuanto deseaba que él la penetrara y le hiciera recordar todas esas sensaciones que su cuerpo tenía dormidas.

-Pues si es lo mismo paga y vámonos.

Él comprendió que ella estaba lista. Para ella había llegado el momento, deseaba que este hombre fuerte, sensible, amoroso y cariñoso le hiciera el amor.

Llegaron al hotel y casi no hubo tiempo, la ropa estorbaba, urgía el contacto de los cuerpos desnudos, era urgente besar, acariciar, sentir el cuerpo del otro en plenitud.

Ana se dejó hacer, disfrutando cada caricia, cada beso y cuando él por fin la penetró se sintió poseída, se sintió plena. Ahí estaba ese hombre que hacía sólo unas horas le parecía tan lejano, allí estaba entrando y saliendo de ella, primero con lentitud pero al poco tiempo con ansiedad, con destreza, con deseo y llegó su orgasmo, tal vez demasiado pronto pero no aguantaba más, ese hombre la hacía sentir plena, feliz, deseada. Y su orgasmo fue puro, pero al mismo tiempo pleno, se sintió dichosa su cuerpo respondía a aquellas caricias como si conociese a Fabio de toda la vida y él la tocaba como si también conociese ese cuerpo de siempre; él supo donde acariciar, supo donde poner sus manos con fuerza y donde con ligereza, supo donde poner sus labios, donde besar, donde chupar, donde mover su lengua; supo como penetrarla, supo llenarla, supo como entrar y salir, cuando apretar, cuando montarla. La posición de los cuerpos no fue necesario hablarla, con sólo mirarse se acoplaron, sus cuerpos sabían lo que querían y ellos disfrutaron al máximo de su primer encuentro amoroso.

Ana aguantó todo lo que pudo, quería que él también llegara, quería que él la inundara con su semen, quería que ese primer orgasmo de él con ella fuese pleno, quería que la huella de ese primer encuentro perdurara, que él no olvidara con facilidad como le había hecho el amor y como ella lo había disfrutado. Pero requirió llegar dos veces para que él lo hiciera sólo una, sintió como el semen inundó su vagina, sintió como él bombeaba derramándose en su interior y sintió su urgencia, su deseo satisfecho y por primera vez escucho como le decía –Mamita que dicha.

Desde ese momento ella tuvo la certeza de que sus experiencias con Fabio iban a ser siempre intensas y plenas de afecto, ese hombre no sólo amaba su cuerpo, también había hallado su espíritu, su esencia pero eso es otra historia.