Nuestra primera cita (según María)
Roberto y yo hemos asistido a algunas sesiones de terapia de pareja. El terapeuta dio a cada uno de nosotros la tarea de escribir la historia de la forma en nos conocimos, lo que nos ha atraído el uno al otro, y cómo fue nuestra primera cita. Aquí está la versión mía.
Nuestra primera cita (según María)
Después de más de una decena de años juntos, Roberto y yo hemos acordado de asistir a algunas sesiones de terapia de pareja con el fin de renovar la pasión en nuestra relación. Luego de entrevistarnos juntos y por separado durante el primer encuentro, el terapeuta dio a cada uno de nosotros la tarea de escribir la historia de la forma en nos conocimos, lo que nos ha atraído el uno al otro, y cómo fue nuestra primera cita. Aquí está la versión mía:
Había estado enseñando un curso de postgrado en la universidad durante un par de semanas antes de que finalmente tuve la oportunidad de hablar personalmente con Roberto, uno de mis estudiantes. Era cuarentón, pues unos diez años mayor que yo, pero con una cara de niño que le daba un aspecto más joven.
Pasamos rápidamente de hablar del tema del curso a conversar sobre las generalidades y antes de darnos cuento, estábamos solos en la aula. Era de noche y ya que el campus estaba un poco desierto a esta hora, él se ofreció caballerosamente a acompañarme para conseguir un taxi.
Por supuesto, continuábamos nuestra conversación a lo largo del camino y llegando al paradero, se ofreció a compartir el taxi. "Para estar seguro que llegas a casa sin problemas" me dijo. Era un buen conversador y aunque no se vestían de manera provocativo, a mi ojo experimentada parecía estar bastante bien dotado. Así que acepté.
Dentro del taxi, la conversación siguió siendo totalmente irreprochable. Por supuesto no me habría objetado si se ha tomado otro dirección, pero al fin de cuentas había sido un día largo. Y en todo caso, desde luego me estaba enviando señales claros de posibilidades futuras.
Y de hecho, justo cuando llegábamos a mi departamento, me dijo "he disfrutado mucho su compañía, profesora. ¿Podemos vernos este fin de semana?"
Por lejos no soy una chica que se pone nerviosa ni vacila y rápidamente respondió "por supuesto... y me llamo María".
Perfecto, María. ¿Algo en particular que preferirías hacer?"
En ese momento hay que confesar que su tono de voz me indicaba que él ha notado la mirada que hice a su entrepierna. Pero igual, decidí reprimir una respuesta más lasciva y simplemente le respondí "soy una jinete aficionada. ¿Tal vez le guste ir a montar conmigo?"
"Bueno, no he montado en años. Pero, sí. Creo que podría ser divertido. ¿A qué hora debo recogerte?"
"¿Sabido a las 9:00?" sugerí.
"Suena perfecta” respondió. Y entonces él cogió mi brazo mientras estaba abriendo la puerta, me atrajo suavemente hacia él, y me dio un beso fantástico.
Cuando nuestros labios finalmente se separaron, un débil "¡vaya!" fue todo lo que podía pensar en responder.
"Qué duermas bien" me respondió con malicia.
"Ja ja ja” respondí un poco nerviosa, dando cuenta de que, con sólo besarme, este cabrón me ha puesto la concha mojada. "Bueno, nos vemos el Sabido" dije saliendo del auto y cerrando la puerta detrás de mí.
Él me recogió el sábado a la hora pactada. Estaba vestido más o menos bien para el campo, estilo polo y vaqueros. Éstos, sí, bien apretados en el momento cuando abrí la puerta para recibirle. Y después de mirarme en mi conjunto de montar, ¡aun más! Cosa que me puse de muy buen humor. «Ya vez, cabrón,» pensó «puedes que tú me pones húmeda con tus besos, pero yo también puedo hacerte igual, ¿no?»
Bueno, para ser breve, hemos pasado una linda mañana montando por los senderos cercanas al establo donde hospedo mi caballo. Después duchamos (por separado) y vestí de ropa casual para disfrutar un buen almuerzo en el clubhouse del rancho. Hemos pasado varias horas charlando amablemente y fue una de las mejores citas que tuve en mucho tiempo. Entonces cuando llegamos a mi departamento no fue una decisión difícil de invitarlo arriba para tomar un trago.
Sé que suena una mentira, pero de verdad cuando llegamos a mi depa dijo algo como "bueno, hazte cómodo. Quiero sacarme estas botas de montar y ponerme algo más cómodo". Cosa que obviamente estaba bien con él. Pero cuando fui al dormitorio para cambiarme, las cosas rápidamente se pusieron mal para mí. Parece que después de ducharme, no he secado bien las piernas y ya estaban bien pegadas dentro de mis botas. ¡Te juro que no pude sacarlas! Pues no hubo otra elección que poner una bata (ya he sacado toda la ropa) y pedir ayuda.
"Roberto," llamé, "esto es un poquito embarazoso, pero creo que mis piernas estaban sudorosas cuando me he puesto las botas y ahora no puede quitarlas. ¿Me puedes ayudar?"
"Por supuesto" dije, entrando en el cuarto y mirando lo que debe haber sido el espectáculo muy divertido de una mujer en una bata de seda y botas de montar. "Eh, bien, acuéstate en la cama y veremos si puedo quitártelos" me dije. Cosa que trató de hacer en muy buena fe durante varios minutos.
Pero al fin y cabo tres cosas estaban claras: Primero, sea por lo que fuera, las botas no iban a salir fácilmente. Segundo, debido a nuestros esfuerzos para sacarlos, mi bata se había abierto - al igual que mis piernas -, permitiéndole varias buenas miradas a mi vulva. Y, por último, debe haber gustado lo que veía, porque había desarrollado una erección muy prominente que no pudo disimular.
"Mira," me dijo, masajeando con firmeza mis pantorrillas a través del cuero de las botas, "creo que lo que necesitas hacer es relajarte las piernas un poquito. Seguro con esto van a salir" dijo mientras estaba acercando su boca hacia mi entrepierna. Sin recibir ninguna señal contraria de mí, comenzó a pasar su lengua suavemente a lo largo de mis expuestos labios.
"Emm, ¿Roberto?"
"¿Sí?"
"No creo que... umm... Esto no va a relajarme."
"¿No?"
"Nnoohh."
"Bueno," dije chupando mis labios menores - que no son tan menores en el caso mío -, "dale un poco de tiempo más para que veremos."
"Está bien. Peroohh... no quiero que pienses que soy uuuu... una puta salida que haaa.... hace cosas así en la primera cita."
"¡Claro que no pienso esto!" dije después de deslizar su lengua a lo largo de mi rajeta hasta mi clítoris. "Igual que no quiero que tú pienses que soy un cabrón cachondo que no puede resistir lamer cualquier vulva que veo."
"No, por supuesto que ¡Nnooo!" casi grité debido al efecto que su lengua tuvo en el clíto. "Pero, dime, incluso si noohhh... podemos sacar mis piernahhh... piernas de estas botas, ¿no crees que deberíamos traahhh... tratar de liberar la polla de tus pantalones? Mmmm... Me parece muy hinchado y no me gustaría si los dos quedamos atrapados".
"Pues, a ver si tú puedes sacarla" rio.
Me sentí en la cama, desabroché sus pantalones y los dejó caer al suelo. Después bajé la ropa interior y su polla salió como un muñeco de una caja sorpresa, golpeándome en la cara. Tengo buen ojo para los hombres, pero igual debo admitir que su tamaño me sorprendió.
"Vaya, Pollón, la tienes más grande que pensaba" dije riendo. "Usando tanta sangre para llenarla, tu cerebro no tiene que estar funcionando muy bien. ¡Quizás por esto no puedes sacar mis botas!" Luego tomé el escroto en mis manos para acariciarlo. "Los huevos también pesan. Deben estar bien llenos".
"Sí, tú hiciste que les llenaron mientras que estaba tratando de relajarte. Y aunque que tienes razón que no me siento muy inteligente en este momento, creo que mi cerebro está funcionando lo suficientemente bien para ser capaz de follarte."
Yo no respondí a su provocación, debido que ya estaba concentrándome en chupar su verga, pasándome la lengua a lo largo del tronco y luego en círculos alrededor del glande. Pero no parece que estuviera disfrutándole como debe, entonces empecé a rastrillar ligeramente los dientes contra su glande. Inmediatamente se escapó una fuerte "ahhh."
"Mmmm," tarareé, y saqué el pene de la boca para preguntarle "¡esto, sí, tú sientes! ¿No?" Tomándolo de nuevo dentro de mi boca sin esperar la respuesta.
"Sssíii... Ohhh... Dios mío... Quéee..." trató de decir. Pareció que estaba con problemas para recuperar el aliento. También pude sentir que todos sus músculos se debilitaban. "Qué... estás... haciend... Ohhh..."
"Solo logrando que relajas un poquito" me reí.
"Túuuuu... eres... una... puuu..."
"Una dama, señor. ¡Soy toda una dama!" coqueteé.
"Sssí... cierto... Sin duda... tuuu... eres... uuuu..nnnahh... dama. Una dama... que está... a punt..ahhh... a punta... de ser... vi..oohhh... violada!"
"¡Ni pienses hacer esto! Soy una chica buena. Pues compórtate bien, Pollón" le dije parando de chuparle, recostando y alejándome un poquito de él para que se tranquiliza.
Pero en vez de calmarse, me jaló hacia él, agarrándome por la cintura y empujando la parte posterior de mis piernas contra su pecho, abiertos en forma de una uve con los tobillos presionando contra sus hombros. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y él me levantó hasta quedarme en una posición semi-sentada en la orilla de la cama, con el abdomen y la espalda curvada hacia adentro - hacia él -, de modo que mis tetas estaban presionando contra su pecho.
Por algunos segundos, su espalda sostuvo el peso de nuestros cuerpos mientras que usó una mano para deslizar su glande entre mis labios húmedos, jugando conmigo. "No preocuparse. Voy a comportarme bien. Muuuy bien" me dijo.
"Ya, ¡basta! Dámelo" respondí. Y con esto me agarró de la cintura y empuje su pelvis con fuerza contra la mía, penetrándome hasta el fondo y golpeando su glande contra el cuello de mi útero. "¡Ay!" grité de una mezcla de placer, sorpresa y dolor.
"¿Te gusta?" preguntó, dándome varios empujes más.
"¡Ay! ¡Sí! Sí, me gusta. Solo que ¡Ay¡... en esta posición me puedes ¡Ay!... golpear el cérvix cada vez ¡Ay!... que quieres".
"Sí, había dado cuenta eso. Es porque lo tengo un poco grande" me dijo antes de darme otro golpe. "¿Te molesta?"
"No, ¡Ay!... para nada. ¡Ay!... me gustan ¡Ay!... los grandes. Pero ¡Ay!... en esta posición es demasiado" dije bajando mis brazos de su nuca hacia su espalda y colapsándome la cabeza contra su pecho, acción que solo sirvió para aumentar la curvatura de mi abdomen, forzando mi pelvis aun más contra la suya. Así que mi pobre cuello uterino quedó incluso más expuesto a los golpes de su glande.
"¡Ay!... ¡No! Por dios, Pollón, ¡suéltame! Me ¡Ay!... me tienes como ¡Ay!... una muñeca de trapo. Necesito echarme". Y con esto él me soltó y me estiré por la cama. "Gracias," le dije, "hay un límite de cuánto una chica puede soportar, ¿sabes?"
"Sí, y de veras aguantaste mucho" me dijo, ya dándomela con menos fuerza y sin alcanzar el fondo debido al cambio de posición.
"Bueno," dije secándome el sudor de la cara y riendo, "fue divertido".
"Sí, me alegro que puedas con un pene grande".
"¡Me encantan los grandes!"
"Se nota. No me parece que yo soy tu primero".
"Bueno, una dama debe ser selectiva, ¿sabes? Como un club exclusivo" dije riéndome. "¡No se puede admitir cualquier!"
"Ja ja ja" respondió. "Pero igual si la tuve pequeña, no creo que me hubieras negado el ingreso después de haber hablado en forma tan amable con tu clito ¿no?"
"Mira, incluso con este lengüetazo que me has regalado, una chica debe mantener sus estándares".
"Pero habrías sufrido mucho, ¿no?" me preguntó. "Habiendo sido lamido de esa manera va a dejar cualquier mujer con una gran tensión en la concha. Y si no la alivias, vas a pasar horas comportándote tan nerviosa como una cabra loca".
"Bueno, esto depende en parte de la lengua del cabrón que te ha asaltado. Pero, sí, es verdad".
"Pues, ¿cómo vas a resistir un buen polvo para relajarte?"
"Porque sin buen pene, no hay buen polvo. Solo hay 'lo siento, yo nunca folla en la primera cita. Pero si quieres, te doy una paja.'"
"Ja ja ja. ¿Sólo una paja? ¿Ni una mamada?"
"Bueno, depende. Si el tipo la tiene por lo menos un poquito grande. Pero nada me da más asco que la sensación de una polla pequeña en la boca"
"¿Incluso si sabes que por esto tú misma vas a sufrir?"
"Por esto existen los consoladores. Pero siempre después de la famosa 'discúlpame, amorcito, pero ya debes irte. Tengo que trabajar en la mañana.'"
"Ow. Pobre hombre. Eres una dura, María".
"Yo sé" dije bajando las cremalleras de las botas y sacándolas fácilmente de mis piernas. "Pero no puedo evitarlo. No me gustan los penes pequeños. Pero felizmente tú no sufres de esa aflicción, Pollón. Pues dejar de hablar tanto y quítame ya un poco más de este famoso nerviosismo que tu lengua me ha provocado!"
Si disfrutó este, no dude en añadirme como amiga en Facebook (“María LaCocktease”). No seas tímid@, no muerdo. Bueno, eso podría ser mentira. Pero por lo menos soy muy discreta.