Nuestra primera cita

Hola, somos Carlos y Sandra, lo que les vamos a contar a continuación es sobre nuestra primera cita, un par de años antes de casarnos.

NUESTRA PRIMERA CITA

Hola, somos Carlos y Sandra (nombres reales, pues son tan comunes en nuestro medio que no tememos que nos reconozcan), somos de Bolivia y vivimos en La Paz, ambos rondando los treinta y cinco años y casados hace siete. Tenemos una muy buena vida sexual y pensamos que es importante condimentarla regularmente, por lo que después de descubrir esta Web decidimos escribir sobre algunas de nuestras experiencias.

Lo que les vamos a contar a continuación es sobre nuestra primera cita, un par de años antes de casarnos; siempre tuvimos distintos puntos de vista sobre lo que ocurrió esa noche, pero en esta ocasión el encargado del relato es Carlos.

Era sábado por la noche, llovía a cántaros, la recogí de casa de sus padres y fuimos a un club de moda ubicado en una elegante zona de nuestra ciudad. Era una ocasión en la que yo podía esperar lo de siempre: buena música en vivo, un par de tragos, agradable conversación, el acuerdo para volver a salir juntos y quizás, con un poco de suerte, un recatado beso de despedida, dada la sociedad relativamente conservadora de nuestra ciudad y lo que se supone hace una "chica bien" en su primera cita.

Pero el destino me deparaba una agradable sorpresa: desde el principio hubo mucha química entre nosotros, descubrimos varios intereses comunes, la conversación estuvo por demás animada, la música era de nuestra onda, fueron más que un par de tragos y la estábamos pasando realmente bien, había "algo" en el aire. Dada la situación y la confianza rápidamente lograda, me animé a pedirle un beso antes de tiempo, confiando en lograr un "piquito" como un buen comienzo; pero en cambio, cuando accedió a darme el beso de pronto me encontré con su caliente y húmeda lengua hurgando profundamente en mi boca, debo admitir que me dejó cortado en un principio… pero sólo en un principio.

Una vez recuperado de la sorpresa contraataqué y la escena se volvió bastante tórrida, tanto que el barman más cercano a nosotros comenzó a perder la concentración en su trabajo, entonces le propuse ir a "algún lugar más tranquilo" a lo que ella accedió con un "vamos", por lo que pedí la cuenta urgente y salimos disparados del lugar. Ya en el auto me detuve en una calle apartada y comencé a besarla, primero en la boca y luego en el cuello, probé a tocarle sus grandes pechos y no opuso resistencia, levanté su blusa apartando el sujetador y me deleité acariciando esas dos bellezas, firmes y con los pezones hinchados. Mi mano buscó entonces entre sus piernas y recibió el permiso de las mismas que se abrieron ligeramente, su ajustado pantalón permitía sentir claramente lo caliente de su intimidad.

Decidí que era tiempo de irnos para un motel, encendí el auto y arranqué sin siquiera preguntarle. Al llegar ella parecía un poco ebria ya que me preguntó dónde estábamos, le respondí sin pensar que "en la casa de un amigo"; ya en la habitación la recosté de espaldas en la cama y comencé a besarla y acariciarla nuevamente, ella repetía: "no debemos hacer esto" pero se mostraba más que dispuesta y colaboraba para tal efecto, le abrí el ajustado pantalón y se lo bajé junto a una sensual tanga pero me encontré con que estaba con botas, muy difíciles de quitar y más en esas circunstancias, por lo que quitándome la camisa decidí meterme por el medio de sus piernas y la ropa trabada a la altura de sus pantorrillas, saqué mi pene y se lo metí hasta el fondo de un solo empujón.

Que mujer más deliciosa, su vagina hervía y estaba abundantemente mojada, comencé a moverme como poseído mientras ella gemía cada vez más alto, no tardó en llegar a un violento orgasmo que a su vez provocó el mío, quise salirme para terminar afuera (no me había puesto preservativo) pero para entonces ella ya me había atrapado la cintura con sus piernas y el pantalón enroscado en sus tobillos. Después de unos minutos conseguí liberarme, me desvestí y la desvestí completamente mientras yacía sobre la cama, comencé a besar nuevamente sus grandes y hermosos pechos, su preciosa cara, sus sensuales labios, su cuello, sus hombros, volví a sus pechos, su barriguita y por fin bajé entre sus piernas.

Me sorprendió el casi inexistente olor de su vagina y el poco que sentía me resultaba sumamente agradable, pues normalmente una hembra huele fuerte ahí abajo. Por un buen rato me deleité besando y lamiendo ese tesoro como a quien se le va la vida en ello y cuando ella estaba a punto de terminar me incorporé y la penetré nuevamente, cogiéndomela hasta arrancarle una serie de orgasmos sucesivos acompañados de roncos gritos (después lo confirmé: mi mujer es multi-orgásmica y adora que le hagan sexo oral), que la dejaron casi inerte y con los ojos en blanco. Mi muchacho necesitaba más acción, pero ella evidentemente no estaba en condiciones de seguir en ese momento, así que decidí esperar un poco.

Cuando volvió a este mundo le propuse que se diera una ducha para recuperarse mientras yo la esperaba en la cama, a lo que ella accedió. Pero en ese motel los box de la ducha dan directamente a la habitación y son completamente transparentes, por lo que tras observarla unos minutos desnuda y enjabonándose el cuerpo, decidí que no podía esperar más y me uní a ella bajo el caliente chorro de agua. Comencé a acariciar nuevamente todo su cuerpo, hice que se agachara un poco sacando la cola y apoyara sus manos en el vidrio, tras lo cual la penetré desde atrás y comencé a moverme furiosamente.

El hecho de que ella ya había tenido varios orgasmos y su vagina estaba algo adolorida por la fricción, sumado a que yo había eyaculado recientemente y por lo tanto tenía cuerda para rato me puso en una posición muy favorable, pues la tenía firmemente tomada de las caderas moviéndome rápida y rítmicamente, mientras ella gemía totalmente rendida pero dispuesta a mantener su orgullo de hembra intacto, el que jamás le permitiría admitir que no puede más, pedir que me detenga o incluso que lo haga más suavemente, tal cual es ella hasta hoy.

Fue un polvo salvaje, el último de sus sonoros orgasmos de esa noche desencadenó también el mío, uno de los más fuertes que recuerdo y que me hizo tambalear bajo la ducha, tras lo cual ambos quedamos exhaustos. Luego terminamos de bañarnos, nos secamos, vestimos y la dejé nuevamente en la casa de sus padres, donde se despidió con un recatado beso como mandan las buenas costumbres para una "chica bien". Hoy es mi esposa, la amo profundamente y tenemos una linda familia. Por supuesto que seguimos cogiendo ardientemente siempre que tenemos la oportunidad, ella es multi-orgásmica y adora que le haga sexo oral. Yo, que les puedo decir, sigo deleitándome con sus grandes y hermosos pechos.

Carlos

Ojo, que todavía falta mi versión de la historia.

Sandra