Nuestra prima Karen

Dos primos y su prima continuan la fiesta en casa de ella.

Era casi la una de la madrugada cuando los tres nos subimos al taxi amarillo y cómodo que habíamos pedido por teléfono minutos antes. Mi primo César era el más prendido con los tragos aunque mi prima Karen también estaba algo cogida de cervezas riéndose de cuanta tontería decía César. Yo era tal vez el más consciente de los tres por haber tomado poco, pero igual me sentía algo entonado y alegre. César aun tenía media botella de ron en la mano cuando al llegar el taxi se parqueó en la puerta de la casa de mi tía Carla, madre de Karen, y en la cual habíamos decidido quedarnos hasta el día siguiente para viajar al pueblo puesto que a esa hora era muy difícil encontrar transporte para allá.

Veníamos de la fiesta de cumpleaños de la mejor amiga de nuestra prima Karen a quien mi tía concedió permiso de ir solo si la acompañábamos nosotros; es decir César, el primo mayor con diecinueve años, hijo de mi tía María quien es la hermana de Carla y yo hijo de Antonio, el menor de los hermanos. Mi tía Carla era consciente de lo traviesa que era su única hija quien había cumplido los dieciocho años hacía algunas semanas. Pero esa noche supe de verdad lo bien traviesa que era.

Entramos a la casa y nadie pareció inmutarse pese a los ruidos y a las risotadas de los tres.  Mi tía parecía estar rendida en sus sueños al igual que su marido. Karen entró casi corriendo al baño a orinar mientras yo también urgido entré en el otro baño de atrás a hacer lo mismo. Cuando salí César entró al baño hablando tonterías con la media botella en la mano. Yo rápido entré al cuarto cuyo mobiliario consistía simplemente en una colchoneta doble tirada en el piso que improvisadamente nuestra tía Carla había arreglado para que César y yo nos quedáramos esa noche. Me desvestí y me quedé solo en una pantaloneta un poco pequeña para mi talla que había pertenecido a otro primo nuestro que había vivido allí hacía unos años. . Mi bella prima entró sonriente. Se había quitado el vestido y se había puesto su corta bata amarilla de dormir. Sus potentes muslos se divisaban casi completamente al igual que sus senos hermosos de pezones oscuros. El calzoncito blanco y diminuto con el que fue a la fiesta se dibujaba plenamente bajo la telita fina de su bata clara y raída. Yo inevitablemente la miré con ojos de hombre deseoso. Me resultó estimulante su belleza fresca. Y es que al decir verdad Karen era muy bonita: de tez blanca y cabellos negros de cejas pobladas bien definidas y oscuras con una boca pequeña de labios rosados y un cuerpo de muñeca  bien carnudo pero que no le alcanzaba para ser gorda.

Se sentó en la colchoneta muy resuelta y sin cuidarse mucho de ocultar sus encantos y me dijo que aún no tenía sueño. Su tufo a cerveza se sentía y sus ojos aun lanzaban destellos de mujer tragueada. Mi primo César con su bragueta abierta, sin camisa y mostrando la parte delantera de su calzoncillo blanco entró en la habitación y se tumbó de cualquier manera en la colchoneta irrespetuoso para con nuestra prima. Con voz de borracho propuso que nos acabáramos la media botella de ron que hacía falta y que luego nos durmiéramos. Los tres estuvimos de acuerdo, pero les advertí de no hacer ruido para que nuestra tía no nos fuera a aguar la fiesta. Cerramos la puerta y proseguimos.

Karen se reía, chistaba, se meneaba, se revolcaba bromeando con César y con migo en la colchoneta, nos hacía mimos simulando ser enamorados etc. Mis ojos no podían evitar contemplar con ganas los encantos de mi prima bonita. A veces se meneaba y abría sus piernas dejando ver el dibujo oscuro y precioso de su conchinta peluda bajo la fina seda de su prenda interior. Sus tetas de encanto plenamente desarrolladas salían al aire libre cuando manoteaba por alguna broma o ademán de borracha juguetonamente con César y con migo. Mi primo hacía cosas mas atrevidas. Las bromas entre ellos se tornaban morbosas a medida que la botella se acababa. Karen le señalaba el bulto de la verga a César por encima del pantalón retándolo a que no era capaz de mostrar su verga porque era chiquita y cosas por el estilo. Él a su vez le agarraba las tetas diciéndole que no las tenía tan grandes y sabrosas como la de su cumplimentada amiga. Yo solo me reía de sus ocurrencias, pero no quitaba los ojos de encima para mirar el espectáculo de mi prima semidesnuda.

Pero las bromas se tornaron más calientes y luego ya no solo eran palabreríos de adolescentes borrachos que se multiplicaban con eco resonante por las paredes desnudas de esa habitación vacía, sino actos de atrevimientos morbosos que rayaban en la lujuria. En un arrebato de broma pesada y como desafío para con mi primo, Karen se bajó las tirantas de su bata ligera y nos mostró sus tetas encantadoras. Eran preciosas y eso me paró el pene inevitablemente. César tenía los ojos desorbitados mirando con lujuria los pechos blancos y carnudos de nuestra traviesa primita. Se volvió a subir la bata y en risotadas nos señalaba burlándose de nuestra debilidad al darse cuenta de mi erección notoria bajo la pantaloneta estrecha.  Yo me sentí un tanto apenado, pero me reía sin remedio encantado por haber contemplado por unos segundos las tetas mas lindas que hasta entonces había yo visto.

  • “¿tu si la tienes grande primo? – preguntó con actitud de niña curiosa.
  • “bueno, porqué no lo averiguas tu misma” – le respondí mirándola fijamente.

Como leopardo cazador sobre su presa se lanzó y en menos de un segundo yo tenía todo mi ropaje abajo por encima de mis rodillas. Mi verga totalmente parada apuntaba al techo. La miró sorprendida y vi en sus ojos un atisbo de deseo.

  • “bueno si, hay que reconocer que la tienes algo larga” – dijo simulando cierto nerviosismo en su voz. Luego agregó.
  • “¿y porqué la tienes tan parada?” – me preguntó

A lo que César respondió

  • “porque tu lo calientas y te quiere coger tonta”

Ella se río del comentario como incrédula. Luego me miró disimuladamente la verga con ganas en sus ojos y después se estrelló con mi mirada pícara. Sonrió como nerviosa y se saboreó los labios.

  • “primita no me vayas a dejar así” – le dije.

Luego César que se había bajado sus pantalones y se sobaba su verga parada agregó.

  • “cierto primita no nos vayas a dejar calientes”.
  • “esta bien, esta bien no se desesperen” – dijo con voz pasita.

Se quitó la bata y se quedó solamente con la diminuta panty blanca. Sus tetas hermosas al aire fueron enseguida presa de la devoradora boca de mi primo César. Karen se permitió un comentario burlón antes de empezar a gemir de placer por las sensaciones de los chupones en sus tetas.

  • “Cesar tu verga es corta, pero gorda ja aja”.

Yo contemplé sentado a la izquierda de Karen como César mamaba cada pezón. Me acomodé de rodillas para ganar altura y ofrecí descaradamente mi verga a mi prima. Ella sin dudar ni emitir objeción alguna supo lo que tenía que hacer. Se la metió sin vacilar en su boquita de doncella y empezó a mamar juiciosamente. Lo hacía con entrega de mujer experta. Yo era de su misma edad y estaba seguro de no haber tenido ni la mitad de la experiencia en asuntos de cama que ya Karen había vivido. Me lo mamaba con gusto mientras se debatía entre gemidos producidos por el goce de sentir chupadas en sus tetas. Luego César se dispuso en mi misma pose pero del lado derecho y le ofreció la verga a su prima. Ésta abandonó la mía y con su boca mas exigida metió la de él ciertamente menos larga, pero más gruesa y agreste. Se la mamaba alternando de momentos con la mía y nunca paraba de masturbarnos. Yo le sobaba sus senos preciosos y le acariciaba la espalda blanca y tersa que emanaba perfumes de mujer fresca.

Dejé que se entreviera con el tubo de César en su boca y descendía a la gloria. Le quité incómodamente la diminuta prenda de seda que se deslizó suavemente por sus largas piernas. Y poco a poco fui buscando con mi boca tras recorrer sus piernas el pelaje púbico en forma de triángulo perfecto que cubría su cuca. Llegué a la gloria y su húmedo chochito me lo comí despacio como si se tratara de una melcocha. Ella ahogaba sus gemidos y jadeos con la boca llena de carne de verga, pues César embestía como animal cogiéndola sin contemplaciones por la boca mientras yo agitaba mi lengua contra su rosado clítoris enardecido.

Cuando ya no aguantó más yo me acosté boca arriba con mi vara para que ella se ensartara. Le pidió permiso a César y le hizo caso a sus urgencias. Se sentó clavada en mí mientras César se reacomodó para seguir clavándola por la boca. Ella me cabalgaba dándome ese calor único de su vagina mientras mi primo de pié hundía y sacaba como loco su miembro viril en la boca exigente de nuestra entregada y atrevida primita. Sus tetas lindas bailoteaban juguetonamente con su cabalgata y yo me divertía contemplándolas. Luego ella se reclinó sobre mí y pude sentir mientras la cogía el exquisito calor de esas tetas arrastrándose contra mi pecho. César, atrevido se fue por detrás de ella y empezó con cuidado a lamer el culo rosado de mi prima que se extasiaba acaloradamente ante tantas sensaciones juntas. Mi verga furiosa entraba y salía de su concha mojada mientras mi primo daba lengüetazos bruscos por el ano de Karen. Luego le metía el dedo y cuando me di cuenta en el afán de mis embestidas César estaba dando vergazos intensos en el culo explayado de mi prima que se quejaba y que debía yo taparle la boca para que no hiciera tanto ruido.

El sándwich según nos contó mas tarde era algo que había imaginado hacer, pero no lo había hecho realidad hasta esa noche de primos. Le fascinaba. Luego cambiamos de hueco. César se acostó y Karen se ensartó su verga por la chucha dejándome el culo a mí. Yo la embestí sin mayores tropiezos, pues ya mi primo había dilatado ese ano. Se le fue toda hasta el fondo y pareció que mi longitud le tocaba cosas mas hondas que le proporcionaban placeres que mi primo no le daba. A su vez, el grosor del pene de César parecía rozar partes en su vagina que mi delgada pinga no lograba hacer. Enloqueció de placer y casi gritaba. Yo mientras la culeaba me asustaba por los ruidos que hacía que pudieran delatarnos.

El culo de mi prima estaba exquisito, cálido y estrecho. Yo la metía y sacaba a un ritmo tal que no entorpeciera las embestidas que César daba por la concha. Pero el placer nos embargo de pronto y al unísono los tres estallamos en un orgasmo sin precedentes. César no pudo evitar gritar cuando su leche bañó las profundas paredes de la vagina de Karen, ella gimió fuertemente como loca gozando un electrizante orgasmo que le puso la piel de gallina y los pelos de punta. Yo, por mi parte me entregué a estallar dentro de ese culo sabroso aferrándome con frenesí en ese par de nalgas blancas perfectas que tantas veces eran comentadas en la familia. Los tres sudados y rojos quedamos tendidos casi inconscientes desnudos por varios minutos sobre el colchón. Por fortuna nuestra tía Carla ni su marido parecieron percibir el festín que se hacía a unos cuantos metros de su plácida alcoba matrimonial.

Luego de casi media hora de sueño y adolorida, Karen se despidió de ambos con besos en la boca y desnuda atravesó el pasillo para entrarse en su alcoba. César y yo exhaustos y cómplices del incesto que habíamos propiciado apagamos la luz y dormimos conscientes de que éste secreto se repetiría muchas veces más.