Nuestra peluquera
la fábula del cazador cazado.
Aquella tarde, mi mujer regresó a casa con un genio de mil demonios. Al notárselo, le pregunté que le ocurría.
-Pues nada, que hay un tío muy borde que está obsesionado conmigo. No para de acosarme, en cuanto me ve por la calle o tomando algo me aborda y no para de tirarme insinuaciones, frases de doble sentido e indirectas que en el fondo no son más que una sarta de gilipolleces. No hay nada que más me joda que alguien que va de simpático y seductor por la vida y no tiene ni gracia ni atractivo. Menudo muermo-
-Quien es. Lo conozco?-
-Es Luis, el marido de Clara, la peluquera. No me deja en paz, y no porque yo le dé pie a nada, pero es que está obsesionado conmigo-
Clara era la peluquera de mi mujer, y a mí ocasionalmente me cortaba el pelo. Su imagen me vino a la mente. Una rubia de unos 50 años muy bien llevados, no muy guapa de cara, pero con un cuerpo de escándalo. Siempre había tenido fantasías con ella, aunque no intenté nada nunca porque no me pareció accesible.
Pensé también en la actitud de su marido, a quien conocía de vista. Yo no era celoso, de hecho mi mujer y yo habíamos mantenido con total complacencia varias relaciones extraconyugales con nuestras amistades durante el último año, y pensábamos seguir manteniéndolas, pero aquello me molestó, más por la falta de estilo y consideración que por el hecho de que le apeteciese acostarse con mi mujer, cosa que por otra parte me parecía totalmente lógica, porque ella, pese a sus 47 años, estaba en el esplendor de su belleza, y era realmente deseable.
Traté de bromear para calmar un poco su malhumor.
-Que pasa, no te gusta?-
-Ni me gusta, ni nunca me cayó simpático, y con su acoso continuado ha conseguido el efecto contrario del que pretende: no lo puedo ni ver-
-Pues no sabe lo que se está jugando, porque como nos dé por tirarnos a su mujercita, se los vamos a poner bien puestos-
-Vaya, vaya, ya salió el follador. Que crees, que no me doy cuenta de los ojos de buitre con que miras a Clara?. Te di la disculpa perfecta-
-Me la diste, pero a sabiendas, por lo que sospecho que tu también le tienes ganas-
-Como me conoces- me dijo con una malévola sonrisa y un significativo brillo en sus ojos-
-Pues entonces, habrá que buscar la forma de solucionarlo-
Al día siguiente, mientras comíamos, mi esposa sacó a relucir el tema.
-Creo que he encontrado la solución. Hoy, hablando con nuestra amiga Manoli, me comentó que se había hecho un cambio de look en sus partes íntimas. Hablando en plata, se había depilado el coño. Le pregunté como había hecho, y me dijo que la había depilado Clara. Incluso me confesó que había pasado un momento muy placentero, al sentir la caricia de los dedos mientras la afeitaba. Eso me dio una idea. Si le pido que me haga lo mismo, creo que tengo facultades suficientes para que pase algo más. Me precio de conocer bien a mis congéneres y Clara me da el perfil de las que no le hacen ascos al sexo en cualquiera de sus variantes. Por lo tanto, esta tarde voy a pasar por su peluquería para arreglarme el peinado y de paso le pido vez para lo de la depilación-
Estaba admirado de la imaginación y la inventiva de mi mujer.
-Me parece una idea excelente. Apuesto lo que quieras a que no se te escapa viva-
-Eso lo puedes dar por seguro, y te garantizo que tú también la vas a catar-
Aquella noche llegó exultante.
-Solucionado- dijo con sonrisa lasciva -Además, como eso lo tiene que hacer en una sala aparte por aquello de la intimidad y no puede dejar desatendida al resto de la clientela, me ha preguntado si tenía inconveniente en que me lo hiciera fuera del horario de apertura, a lo que por supuesto no he presentado inconveniente alguno. Hemos quedado para el domingo a las 12 de la mañana-
-Ya, pero el problema es que no hay clientas, pero está su marido. Recuerda que la peluquería está en su domicilio particular y siendo domingo, lo normal es que esté en casa. ¿O es que quieres incluirlo en el lote?- pregunté algo mosqueado.
-Eso ni de coña. Me he preocupado de saber que el marido a esas horas ya ha salido a tomarse el aperitivo y no aparece por casa hasta después de las tres de la tarde. Aunque lo que sí es cierto es que va a estar presente el marido de otra-
-¿El de quien?-
-Quien va a ser, idiota. El mío, naturalmente. La he convencido sin mucho esfuerzo de que, como beneficiario de la parte de mi cuerpo que se va a ver afectada, deberías dar tu visto bueno a la forma en que va a quedar. Y ha aceptado sin problema alguno-
-Eres genial- respondí sinceramente admirado.
Y llegó el domingo. Nos levantamos temprano y desayunamos a la espera de la cita de mi mujer con la peluquera. A las doce en punto estábamos llamando al timbre. No tardó en abrirnos, y nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba puesta una bata blanca muy ligera, que se transparentaba y dejaba ver que por debajo solo llevaba las dos piezas de su ropa interior, de color oscuro. La bata tenía una abertura frontal que alcanzaba hasta la altura de medio muslo, que era donde empezaban los botones, con lo que dejaba a la vista unas estupendas piernas. Aquella visión me dejó un buen sabor de boca.
Nos invitó a pasar y la seguimos por el pasillo hasta llegar a una sala. Antes de entrar y sin que ella se diera la vuelta, mi mujer echó mano a mi paquete y lo acarició suavemente, mientras me decía al oído con un susurro:
-Como te vas a poner, pedazo de cabrón-
A lo que yo contesté: -y tú también, zorra-
Pasamos a la sala. era un compartimento pequeño en el que solo había una camilla y un par de sillas, además de una mesita con diversos útiles para los trabajos de masaje y depilación que allí hacía Clara.
-Bueno, vamos a dejar a esta chica como una niña de doce años- bromeó la peluquera
-Hazlo con cuidado y no me la lesiones- le dije yo
-No te preocupes, soy muy cuidadosa con las cosas delicadas- terció ella
Pidió a mi mujer que se quitase la falda y las bragas, quedando desnuda de cintura para abajo, y le ordenó que se tendiese en la camilla. Yo me senté en una de las sillas, dispuesto a contemplar aquello como un espectador privilegiado. Empezaba a respirarse un aire de sensualidad.
Tomó unas tijeras de pequeño tamaño y comenzó a recortar suavemente los pelos de la entrepierna de mi esposa. Solo por ver aquello merecía la pena haber ido. Mientras recortaba, me preguntó si quería que la depilase por completo o prefería dejar algo. Me levanté para indicarle que me gustaría dejar solo una suave linea de pelo como continuación de los labios del sexo. Para ello pasé un dedo sobre la zona, lo que provocó un estremecimiento en mi mujer. Ello, unido a la visión de la abertura de la bata de Clara, que estaba algo agachada y me permitía ver el nacimiento de sus pechos tapados solo por un sujetador de color negro, sin que ella hiciera nada por evitar aquella agradable vista, me hicieron notar un calor en la entrepierna, síntoma de que me estaban poniendo cachondo a marchas forzadas.
Cuando terminó de recortar, salió a buscar agua caliente, necesaria para afeitar la zona. Mi mujer me miró y dijo:
-Habrás notado que está casi a punto de caramelo-
-Puede ser, pero no debemos lanzarnos no vaya a ser que demos un tropezón, y sería una pena porque la cosa marcha bien. El que está como una moto soy yo-
-Y yo- respondió ella
Regresó con el agua caliente, que empapó en una esponja y empezó a aplicar por toda la entrepierna de mi mujer. El objeto era abrir los poros para facilitar el afeitado, pero ello tenía su efecto colateral, y es que pese a sus esfuerzos por disimularlo, la estaba excitando enormemente. Tenía los ojos entrecerrados, y su cuerpo era recorrido por escalofríos. Y si yo lo notaba, Clara también, aunque no parecía hacerlo.
Después de un buen repaso con la esponja, le tocó el turno a la crema de afeitar. La peluquera se echó un chorro en la mano y empezó a pasarla por la zona hasta que se convirtiese en espuma, lo que le llevó su tiempo. Mi mujer cada vez estaba más excitada y sus suspiros se hacían cada vez más evidentes, tanto que no tuvo más remedio que decir:
-Perdóname, Clara, pero es que tengo esa zona tan sensible que no puedo evitar ponerme un poco...ya sabes-
-No te preocupes, que ya queda poco y además eso les pasa a todas las que se lo hago. Es de lo más natural-
Terminó de aplicarle la crema. Toda la zona erógena de mi esposa estaba completamente blanca, lo cual, por la falta de costumbre y el morbo del momento me puso a cien.
Luego cogió una maquinilla de cuchillas y empezó a afeitarla con suavidad. En pocos instantes había terminado, pero quiso darle otro repaso, así que nuevamente a pasarle la crema y a afeitar. Para mi mujer aquello era un agradable suplicio. La conozco bien y puedo jurar que le faltaba poco para correrse.
Por fin terminó. Clara me pidió que me levantara para dar el visto bueno. El objetivo no era ese, pero tengo que reconocer que mi mujer estaba preciosa con el coño completamente depilado y aquella estrecha mata de pelo. Me acerqué y dije:
-Hay que comprobar que no rasque- y pasé el dedo pulgar por toda la zona afeitada
-Parece que está bien, pero hay que comprobarlo con algo más fiable- y agachando la cabeza, acerqué mi boca a la zona y comencé a pasar la lengua por toda ella.
Mi mujer exhaló un suspiro al notar el primer contacto, que fue el inicio de una serie. Yo, aun caliente como estaba, me mantenía pendiente de la reacción de Clara, a quien vigilaba con el rabillo del ojo, pero ella permanecía estática y sin decir nada.
-Quien calla, otorga- pensé, y dirigí la mano hacia la zona donde estaban sus piernas, que debido a mi postura no podía ver.
Alcancé a tocar una pantorrilla y comencé a acariciarla, subiendo poco a poco mi mano hacia su muslo, que se puso de carne de gallina, lo que me dio la valentía suficiente para que mi mano siguiera ascendiendo. Ella continuaba sin decir una palabra, pero ya comenzaba a emitir jadeos entrecortados.
Alcancé la braga y la hice a un lado, y mis dedos invadieron la intimidad de su coño, completamente mojado. En una postura algo incómoda, pero excitante, estuve jugando un rato en su interior, y entonces le dije:
-Clara, yo creo que hay aquí una parte que no está bien afeitada del todo. ¿por que no lo compruebas tu?-
No hizo falta hacerle aclaración alguna. Acercó su boca al coño de mi mujer y empezó a lamer la zona afeitada. Tras unos instantes de tortura para mi esposa, abrió los labios vaginales con sus dedos y comenzó a saborear su interior. Primero dio un repaso a las paredes internas, y después atacó el clítoris que sorbió primero con sus labios y después comenzó a darle lengüetazos. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía. Tras uno instantes, se salió para darme un electrizante beso de lengua, transmitiéndome el sabor íntimo de mi esposa, que en ese momento daba alaridos de placer.
Después volvió a atacar el interior del coño, acompañando a lo boca con dos dedos que introdujo y empezó a mover con habilidad, dando con todo ello un placer extremo a mi esposa, que desembocó en un fastuoso orgasmo.
Yo continuaba con mis dedos en el coño de Clara, y decidí cambiar. Sin que ella dejase de estar amorrada al de mi esposa, bajé las bragas de la peluquera, me saqué la polla del pantalón y se la clavé desde atrás, comenzando a bombear con ímpetu. Eso hizo que aumentara el ritmo de la lamida que estaba propinando a mi mujer, que casi de inmediato tuvo otro orgasmo, iniciando con ello la cascada de corridas. Pronto Clara, en solidaridad con ella, se corrió a su vez.
Yo también estaba a punto de hacerlo, cuando la puerta del cuarto, que estaba frente a mí, se abrió de repente y en el marco apareció Luis, el marido de Clara. Joder, mi mujer me había dicho que regresaba a las tres y aun no era la una.
Mi verga no llegó a bajarse del todo, pero mi inminente orgasmo se fue al limbo. Preví que allí se iban a armar las de San Quintín, pero al observar su expresión vi que no denotaba enfado, sino excitación.
Se acercó a mi mujer y se puso junto a ella. Ésta, ni corta ni perezosa, echó mano a su bragueta, bajó la cremallera y metió la mano, para sacar del interior una hermosa polla completamente dura, que acercó a su boca para tragarla golosamente.
-Pues para no gustarle está disimulando bastante bien- pensé yo
Volví a recuperar el ritmo de la follada que estaba dando a Clara, y noté que la sensación previa al orgasmo reaparecía.
Luis, más que recibir una mamada, se estaba follando la boca de mi esposa, al tiempo que desabrochaba la blusa de ésta, y sin molestarse en quitarle el sujetador, sacó las tetas fuera y comenzó a pellizcarle los pezones.
Dentro de mi calentura, me paré un momento a contemplar globalmente la situación.
Mi polla estaba dentro del coño de Clara, que a su vez chupaba con deleite el de mi mujer, mientras ésta se ocupaba de comerse la polla de Luis.
Me fijé en su expresión, tragando polla y con la mirada perdida en sus ojos entornados, reflejando claramente el dominio que la lujuria tenía sobre ella en ese momento, y reflexioné sobre el cambio que había experimentado en apenas un año, pasando de no admitir ni siquiera una insinuación como aquella, a protagonizarla con el entusiasmo que lo estaba haciendo.
Me paré un momento a pensar si yo había promovido aquel cambio tan radical o se debía a algo que permanecía latente en su interior y de repente afloró, y llegué a la conclusión de que era una mezcla de ambas cosas, pero de cualquier manera resultaba muy satisfactorio.
Y en ese momento, m sobrevino el deseado orgasmo. Borbotones de leche abandonaron mis testículos para quedar depositados en el coño de Clara, quien al sentir mi venida comenzó a ronronear como una gata en celo, dejó el coño de mi mujer y se separó de mi polla para darse la vuelta y agacharse, metiéndosela en la boca para llevar a cabo una magistral limpieza.
Luis, que había estado observando atentamente aquello, no pudo resistir más y se vació en la boca de mi mujer, que no dejó escapar ni una gota.
Clara dijo entonces: -creo que deberíamos continuar en el dormitorio, donde disfrutaríamos de más comodidad-. Todos estuvimos de acuerdo.
Al llegar, dado que tanto Luis como yo estábamos momentáneamente fuera de combate, las mujeres tomaron la iniciativa. La mía se acercó a Clara y desabrochó la bata, que todavía llevaba puesta, y se la quitó, dejándola solo con el sujetador, que también le sacó, liberando un par de hermosas tetas de pezón sonrosado, bastante erguidas para su edad.
A mi mujer también debieron llamarle la atención, porque su boca se acercó a uno de los pezones y se puso a chuparlo con auténtica gula, mientras con la mano pellizcaba el otro.
El único sonido que se oía en la habitación eran los gemidos de Clara.
Tras unos instantes, mi mujer hizo que Clara se tendiera en la cama boca arriba y ella se puso encima. Comenzaron a besarse en la boca. Mi mujer dirigió su mano derecha hacia el coño de la peluquera, completamente mojado por la mezcla de su flujo y el producto de mi corrida e introdujo dos dedos dentro que empezó a mover en un mete y saca. Clara hizo lo mismo, y en un momento las dos estaban pajeándose mutuamente sin parar de morrearse. Luis y yo, que también nos habíamos desnudado, las contemplábamos extasiados sentados a ambos bordes de la cama.
Cuando separaron sus bocas, mi mujer cambió de posición y su boca buscó el coño de Clara mientras que los dedos abrían los labios vaginales, dejando el suyo muy cerca de la cara de ésta en una clara invitación, "indirecta" que fue aceptada, iniciándose así un excitante sesenta y nueve.
A estas alturas Luis y yo ya estábamos sobradamente recuperados. Él se situó de rodillas detrás de mi mujer y se la clavó de golpe en el coño. Clara comenzó a repartir las lamidas entre el coño de mi mujer y la polla y los cojones de su marido.
A mi me apetecía probar el sabor del coño de Clara y acerqué mi boca hacia allí. Mi mujer, al notar mi presencia, cesó en su lamida y acercó su boca a la mía, dándome un tórrido beso. Después me permitió que continuara con el trabajo que había estado haciendo, así que comencé a chupar el sabroso coño de Clara.
Mi mujer, tremendamente excitada por la mamada de coño y la follada que estaba recibiendo, inició un orgasmo salvaje, al tiempo que me decía en voz alta:
-Cabrón. Tu sabes el gustazo que me están dando estos dos hijos de puta con su polla y su lengua? no paro de correrme. Quiero que se lo compenses con esa mamada que le estás dando. Quiero que esta noche Clara sueñe con tu lengua-
Nada más decir aquello, noté un estremecimiento en Clara, indicativo de que se estaba corriendo como una cerda.
Entre tanto, Luis, mientras se follaba a mi mujer, había estado toqueteando el agujero de su culo con los dedos, dilatándolo. Cuando consiguió hacerlo adecuadamente, sacó la verga del coño y la dirigió al pequeño agujero, introduciéndola con lentitud pero con firmeza hasta que las bolas golpearon las nalgas de la receptora, que no emitió una sola queja.
Empezó a moverse dentro del estrecho recinto. El rostro de mi mujer se había puesto lívido, síntoma del extremo placer que estaba disfrutando.
Me miró con los ojos entrecerrados y dijo:
-Quiero que me folléis por los dos sitios-
-Tus deseos son órdenes- respondí
Me tumbé boca arriba al otro lado de la cama y les pedí que vinieran.
Sin sacar la polla del culo, mi mujer y Luis se arrastraron hasta mi posición y se situaron sobre mí. Ella, tomando mi polla en su mano, la dirigió a su chocho y se dejó caer, iniciando la doble penetración. Notaba la dureza de la polla de Luis, separada de la mía por un delgado tejido. Mi mujer empezó a chillar como una posesa.
-Folladme, cabrones, destrozadme el culo y el coño. Quiero que esto no se acabe nunca-
Clara no quiso quedarse al margen. Se acercó a nosotros y metió la cabeza entre mi mujer y yo para ponerse a chuparle las tetas, que mordía y lamía alternativamente, mientras metía los dedos en su propio coño para hacerse una soberana paja.
La doble penetración duró largos minutos. No sé cuantos orgasmos tuvo mi mujer, porque me parecieron incontables. Noté que yo también me venía, y así fue. Cuando estaba soltando leche a caño libre dentro del coño de mi mujer, me percaté que a Luis le ocurría lo mismo con su culo.
Al notarlo, Clara nos pidió a ambos que nos saliéramos. Nos hizo quedar de pie fuera de la cama, y se arrodilló, tomando nuestras pollas con la mano para llevarlas a la boca y limpiarlas escrupulosamente.
Después, se acercó a mi mujer, que estaba desmadejada sobre la cama, y se dedicó a lamer y a tragarse toda la leche que pudo, de la que estaba almacenada en su coño y en su culo.
Cuando ya estábamos todos vestidos y despidiéndonos, mi mujer, dirigiéndose a Clara y a mi, dijo:
-creo que Luis y yo os debemos una explicación, porque os hicimos una trampa. hace unos dos meses, me encontré con él en una cafetería y estuvimos charlando un rato. En el curso de la conversación, me dijo que desde hacía mucho tiempo se sentía atraído por mi y quería acostarse conmigo. La idea me sedujo y así se lo dije, pero le dejé claro que yo jamás me acostaría con nadie, hombre o mujer, sin que mi marido estuviese presente, y además que nunca lo haríamos con un hombre que no adquiriera un grado de compromiso, con objeto de preservar nuestra intimidad, y por lo tanto, en su caso no tenía otro remedio que involucrar a su mujer, obligándose así a no decir nunca nada de lo que ocurriría. No le pareció fácil conseguirlo, aunque ahora mismo estoy en disposición de decir que estaba equivocado-
Luis la interrumpió y comenzó a hablar:
-Desde ese momento, puse todo mi empeño en convencer a Clara para que entrara en el juego. Durante nuestros ratos íntimos le hablaba de mis fantasías de hacerlo con otra pareja, y aunque reacia al principio, poco a poco fue entrando, y notaba como se excitaba cuando teníamos esa conversación, así que vi llegado el momento de personalizar en vosotros nuestra fantasía. Pronto conseguí que el mero hecho de hablar de cualquiera de vosotros dos la pusiera caliente, y vi que había llegado el momento de urdir un plan para llevar a cabo nuestros propósitos, y así se lo dije a tu mujer-
Mi esposa continuó:
-Entonces a mi se me ocurrió que si te lo decía abiertamente, a lo mejor te molestabas, porque es la primera vez que llevo la iniciativa en el inicio de una relación, así que se me ocurrió inventarme lo de acoso de Luis, porque sabía que tu intención iba a ser pagarle follándonos a su mujer. El resto ya lo sabes. Espero que no estés muy enfadado-
-¿enfadado yo, con la sesión que acabamos de tener?
Ni que decir tiene que aquel encuentro tuvo su continuidad, y aun hoy es el día que seguimos reuniéndonos, en su casa o en la nuestra.