Nuestra oktober fest
Participamos ayudando en la festividad de la Oktober Fest, muy hermosa, lo mejor fue el habernos podido escapar a mitad de la presentación para gozar de unos rapidines.
NUESTRA OKTOBER FEST
Emi insistió en que fuéramos a su restorán éste próximo viernes. Generalmente los viernes es cuando se sienten más divertidos, llegan más clientes, más personas jóvenes y alegres, pero éste viernes iban a celebrar la tradicional fiesta de Oktober Fest, ya el sábado lo celebrarían los otros restoranes suizos de alrededor y los alemanes de la región.
Emi me confesó que necesitaba mucho que la festividad estuviera muy animada, quería que le ayudáramos y animáramos. Generalmente la fiesta es pacífica, pero no faltan algunos que no se comporten y pedía que entre Horacio y yo ‘toreáramos’ a los alborotadores, solo estarían dos hombres más ayudando, un mesero y el guardia y se tendría que procurar que a Leo no se le molestara para que él pudiera seguir tocando y administrando la música.
Lo discutí con Horacio, le gustó la idea y sí asistiríamos. Ya Emi nos informó que deseaba que nos vistiéramos a la usanza de la región de ellos, que no iba a ser problema, ella nos tendría preparada la ropa. A mí solo me pidió llevara una blusa blanca que me quedara medio ajustada, con el frente bajo. Las faldas y lo demás allá veríamos. Horacio con camisa de mangas largas y calcetines blancos a la mitad de la ante pierna.
Durante la semana nos motivamos y gozábamos. Horacio ya se sentía ‘saca borrachos’. Emi me trató de preparar qué tendríamos como funciones. Ella, Olga, la jefa de meseros y su mano derecha y yo nos encargaríamos de servir cervezas en tarros, así que había que practicar cargar unos 6, de a un litro, a la vez. Las tres vestidas con Dirndles, o sea los vestidos tradicionales que enseñan mucho pecho, varias faldas encimadas, con peticote debajo, medias y calzones, las blusas apretadas y, si era necesario y posible, unos corpiños cubriendo el vientre y ajustados con agujetas de colores, al frente. Él con shorts de cuero, los Lederhosen y ya lo vestiría Leo.
“Generalmente no hay problemas, solo molestias. Ya van varios viernes que llega un pequeño grupo de muchachos en sus veintes, que se exceden y tratan de sobrepasarse conmigo y con Olga. Como te digo, trataremos de no distraer a Leo.”
“Los reconocerás de inmediato, uno de ellos, el que me molestó más, traía patillas medio densas, alto, blanco. Me acorraló en la terraza, que en ese momento no había gente, y me levantó la falda y me jaloneó los calzones, sin llegar a más. El otro, parece que son hermanos, se dio cuenta de que Olga, al cobrar, se queda encajonada entre el mostrador y la pared. El tío éste fue, la acorraló, le jaloneó la falda y los calzones. En ese momento Olga tenía un vaso roto en la mano y amenazándolo con él, se lo quitó de encima. Como te digo, no quisiera que Leo lo sepa, él no podría atendernos.”
“Veremos entonces, estaremos en guardia, déjame pensarle cómo le haremos, pero de que te resolvemos ese problema, me comprometo.”
“Gracias, pero yo quiero que todos nos luzcamos, que tú me animes a todos los sentados, bailes y rías conmigo, yo me animaré y trataré de cantar una que otra balada de nuestra tierra. Tú háblales en francés, si es necesario y si te preguntan de donde eres les puedes contestar ‘de Tesino’, ahí hablan su propio dialecto parecido al italiano. También te pido que, aunque te pregunten, no les des mucha información, ten en cuenta que nuestra colonia es chica.” Le dije que entendía.
“Me pondré de acuerdo con Leo para que nos toque el Can-Can, varias Polcas y uno que otro tango para que lo bailemos. Así que te traes algún vestido apropiado, te quitas el Dirndle, te pones el vestido, bailas y enseñas lo que te guste enseñar y después te ayudamos a que te vuelvas a cambiar al Dirndle.”
“Cuando acarrees los tarros no faltará alguno que te quiera besar, manosear, o hacer cosquillas, déjalo y solo te pones los tarros como defensa. Habrá mucha gente y habrá que controlarla con cortesía.”
El viernes se acercaba, le platiqué y consulté a mi asesora de algún método para controlar a los abusivos y se moría de risa. A Gloria le tocaron muchas situaciones parecidas en los cruceros y solo me dijo que los toreara, ‘si como no’ y te sigues de frente, y otros trucos más.
Llegó el viernes, después del trabajo llegamos a nuestra casa en el centro, nos bañamos y arreglamos. Yo me puse la blusa que Emi propuso, que enseñaba mi piel de la cintura. La falda busque una con vuelo, redonda, propia para el Can-Can. Unas medias de red, negras. Perfumadita y vámonos. Horacio también como acordamos. Los dos llevábamos unas chamarras contra el frío.
En el momento que llegábamos, llegaba la entrega de las barricas de cerveza, cuatro,
“¡Que bárbaro! ¿tanto así se va a beber?”
“¡De esas barricas tú tendrás que servir un tercio, y llevarlas a los clientes!” me dijo Horacio burlonamente.
“¡Pero de 6 en 6 son menos viajes! Y ¡tendrás que atender a los clientes y bailar bonito! Yo te cuido.”
Llegamos y ya nos tenían preparados algunos ‘tente en pies’ muy apetitosos. Me ayudaron a cambiarme y Olga me hizo unas trencitas, como las tirolesas las usan, desde la frente, pegaditas al demás cabello, me pusieron el brasier con relleno y la blusa lo apretaba. El corpiño me quedaba demasiado largo, así que salí sin él. Y me pusieron las 2 faldas largas, hasta una cuarta arriba de la rodilla, no como ellas las usan, una cuarta debajo de la rodilla, y el fondo corto que debería de cubrir la parte baja del vientre hasta los muslos. Sí me sentía toda una suiza.
Empezaron a llegar los clientes, muchos, nunca creí que fueran a ser tantos, el interior del restorán se llenó. En la terraza Leo había puesto calentadores tipo sombrilla, hacía mucho frio, aunque el lugar estaba protegido por lonas para evitar el viento. Al rato también se llenó, pero acomodamos más mesas y cupieron más clientes. Yo acarreaba entre 4 y a veces 5 tarros de cerveza, por viaje, no pude con 6. A Horacio le tocaba llenarlos y los colocaba sobre el mostrador.
La música estaba preciosa, Leo tocaba su mejor repertorio y todo mundo feliz. La gente empezó a pedirle piezas, algunas él les complacía, otras no, pero les tocaba polcas, que es lo que más gustaba e invitaba a bailar. Me arrimé a unos señores mayores y saqué a bailar a uno de ellos, ¡Que emocionado se puso! No quería parar hasta que otra persona me pidió la pieza y de ahí en adelante todo mundo bailaba. En un intermedio Leo tocó una marcha y Emi le gritó que quería el Can-Can. Ella ya se había cambiado, yo fui y solamente me quité las faldas y rápidamente me puse la que llevé puesta.
¡Qué éxito, iniciamos bailando solamente Emi y yo, al rato éramos tantas mujeres que no cabíamos dentro del local! Leo alargó la pieza bastante, gozando que en cada vuelta me podía admirar mis chones y mis medias de red, que yo sentía soñadas y excitantes, sentía yo que estaban muy provocativas. Yo, a propósito, cada vuelta que había que enseñar los calzones y el pubis, lo hacía exactamente frente a Leo, El pobre tenía que seguir tocando su acordeón, aunque se muriera de ganas de tenernos a cualquiera de las dos.
Paró el Can-Can y una persona dijo que quería seguir disfrutando el show del Lido de París. Se nos acercaron varias personas y uno de ellos me dijo que quería estar conmigo, que si le daba oportunidad. El consejo de Gloria fue “¡Dile que sí! Pero no le digas cuando.” Y así le hice, pero éste me siguió insistiendo a cada rato. Después de los bailes me cambié de nuevo al Dirndle y continué atendiendo a clientes. En eso Emi me dijo que a ella la estaba asediando un joven, que quería tener relaciones con ella en ese momento. Le dije del consejo de Gloria, pero me dijo que era demasiado tarde, que ya lo había aceptado y quedado que al rato se esfumaba y que se veían afuera.
“¿Tú quieres? ¿Lo hiciste a propósito?” le pregunté.
“¡Sí, se me antoja mucho, es una aventura secreta!”
“¿Entonces quieres que te cubra con Leo?” le pregunté con mucha curiosidad.
“¡Sí, trataré de que sea rapidito y no me extrañe!”
Leo, como tenía que concentrarse en el acordeón y ya eran muchas horas de tocar, ni se las olió. Emi regresó toda emocionada y alegre, se puso a bailar sola y luego invitó a otro joven, con el que, probablemente, también trató de obtener una cita con él. Olga se dio cuenta y me dijo que la envidiaba, que ella también ansiaba poder escaparse por unos minutos y tener su rapidín.
“¡Órale, escápate ya y a ver que digo!” así lo hizo y se desapareció con otro joven, bastante apuesto.
Yo era la única de las tres que aún no había tenido mi rapidín. El chico que me asediaba ya no lo encontraba, pero en eso se me acercaron dos jóvenes acompañados de una chica.
“Nos gustaste mucho, te felicitamos porque bailas muy bien y enseñas muy rico. Los tres estamos enamorados de ti, ¿te animas a ir con nosotros a un lugarcito?”
¡Ay, Chihuahuas, ¿de qué se trata? ¡Me pregunté!
“Me atrae mucho la invitación, pero tengo que terminar aquí y será para otro día. ¿Se podrá?” les pregunté.
La chica contestó que no había problema, que sí seguía la invitación en pie, y me dio su tarjeta que me guardé. Iba yo a volver al centro del restorán y mi cliente para el rapidín me buscaba.
Salimos al frío y ahí me levantó la falda, me jaloneó las medias y me las dejó a medio muslo. Trató de metérmela de frente, pero estábamos haciendo equilibrio. Me di la vuelta y lo invité a que me la metiera, estuvo de acuerdo y ahí, de perrita me dejé satisfacer. Terminamos, él siguió muy amoroso y quería repetir.
“¡Ok, ven para acá, le quité el condón y se la chupé, logré ponérsela medio durita, buena para lo que yo quería y lo llevé a un montón de cajas de cartón apiladas, ahí me incliné para atrás, levantándome las faldas y bajándome más mis pantis, y
“¡AHORA SÍ!, ¡VIENES, TODO PARA ADENTRO!” le dije.
Inmediatamente se me abalanzó. Mis pechos no se los dejé tocármelos, pero me acarició la piel de mi cintura y me jalaba de los huesos de la cadera, ya la falda se me estaba resbalando, pero no me importaba, ¡yo quería sentir a éste hombre muy fuerte dentro de mí!
¡Como fue! ¡Me complació de lo lindo, me dejó muy satisfecha y bien servida!
Con Horacio no iba a tener problema yo sabía que le explicaba y él comprendería y se reiría, probablemente ni con Emi, que ya éramos cómplices, también con Olga, pero con Leo es con el que yo sentía pena.
Al volverme a hacer presente, Emi me repitió
“¡Putas las dos!” le corregí “¡Putes tous les trois!”
y nos reímos estrepitosamente, felices y ya cargadas con las lechitas que deseábamos y llevábamos dentro.
Ya era tarde, los huéspedes ya se estaban yendo y Leo ya había puesto la música de la grabadora. Instintivamente fuimos las tres con él y yo lo besé y le agradecí la noche. Emi lo acarició y lo besó y también le agradeció la noche. Olga solo agradeció y lo felicitó, nos había dado una noche preciosa, todo un éxito. Sin contar los rapidines.
“¡Pero no ha terminado!” Dijo Leo.
“¡Ya perfeccioné mi arreglo de Lambada y ahora quiero su opinión y aprobación! ¡Es la Lambada de Leo!”
“¡Ándale, quítate esas faldas y ponte práctica para mi Lambada, lo mismo tú Emi!”
Yo solo tenía la falda con la que llegué, no muy especial para Lambada en que se tiene que tener libertad en las piernas, pero por lo menos mayor libertad que con las faldas del Dirndle. Me intenté cambiar, pero en el momento en que me quedo sin faldas, Olga me enseñó que mis medias de red estaban ya rasgadas y que yo traía los pantis medio bajados. A Emi se le ocurrió tomar unas tijeras y cortarles a las medias, quitándoles la parte del calzón.
“¡Esto te pasa por las carreras y por calliente, le hubieras dicho que te ayudara a arreglarte con calma!” dijo Emi.
“¿A quién le tendría que haber dicho?” preguntó Leo
“¡Al rapidín!” dijo Olga riéndose.
“¡Sí, cuando anda una atareada y a las carreras no tiene uno tiempo ni para ir al baño, todo lo hace uno rapidín!” Corrigió Emi causándonos una risa estrepitosa a nosotras.
En fin, me arreglaron los pantis y me pusieron la falda y esperamos los primeros acordes del acordeón.
Empezó la pieza medio lenta, Emi no se esperaba cómo la iba yo a llevar, la jalé y apreté contra mi cuerpo. Ella se dejaba que la llevara, pero solo al principio, después, ya que se inspiró, respondía a mis caricias, que había iniciado solo con manoseos. Delante de todos se quitó las latosas faldas y quedó en su calzón largo, blanco, pero éste al estar bombacho, yo se lo jalaba para todos lados y en los elásticos metiéndole mis manos y tentándole las partes de su piel que me quedaban a la mano, me daba cuenta de que la excitaba, yo gozaba observándola. Yo la disfrutaba, ella también me apretaba con sus pechos, que me quedaban casi a la altura de mi cara, empecé a besárselos cada vuelta, sin esfuerzo le saqué un seno y, como quien dice, para que no lo vieran los que no debían, yo se lo cubría apretándole mis mejillas. Yo estaba excitadísima, el roce de sus muslos contra los míos, que seguían cubiertos con las redes, era como un afrodisíaco, cada vez que oía el roce era para mí como un toquecito eléctrico.
Emi se había vuelto loca, olvidó que había personas extrañas, dos parejas de jóvenes con sus chicas, y se me apretaba como si estuviéramos haciendo sexo, esto causó que las chicas se levantaran y trataron de unirse a nuestro baile. Conocían el baile, eran un espectáculo, nos detuvimos para disfrutarlas viéndolas. En eso los muchachos se pusieron de pie y uno me dijo al oído:
“¡Gracias, había estado muy rico!” Lo reconocí, era el que me había dado el rapidín y solo se me ocurrió decirle:
“¡A mi también me gustó mucho!” pero ya mostrando algo de celos le dije
“¡Muy rico, pero ¿y a tu novia!?” Como reclamándole el porqué si conmigo y no con ella.
“¡Es mi hermana, el es mi hermano y ella su novia!”
“¡Bonitas que están tus chicas!”
“¿Eres amiga de Emi? ¡dime si el del bar es su amante!”
“¿AH, ese? No lo publiques, ¡sí es!” le contesté.
“Y Leo, ¿crees que también tiene otra pareja?” me preguntó.
“¡Claro, estoy casi segura de que sí, solamente no hay que lastimar a Emi, por favor!” le dije, pero no se imaginan que yo soy esa intrusa, aunque me haya él echado ese rapidín.
“¡Leo es una persona muy caliente! Cuando está tocando el acordeón, él me dijo que lo hace siempre soñando, lo complace tanto el tocar como el complacer a los que lo escuchan.”
Les di más información de la que esperaban, aunque ya había quedado con Emi en que no iba a dar información, pero lo de Emi ya lo sabían porque ella misma lo divulgó entre sus amigas. Emi se había acercado a Horacio y se manoseaban confirmando lo que informé. A Leo le acaricié las piernas desnudas, mientras seguía tocando para las chicas, hasta que se cansaron y sus parejas se las llevaron.
Quedamos ya solos los cuatro, Emi abrazó a Horacio primero y le agradeció todo por lo que les ayudó y le pidió que en unos días se vieran, otra vez solos, que ya había arreglado con Leo el permiso.
“¿Y con Silvia, también ya lo arreglaste?”
“¡Si Horacio me da el sí, entonces permitiré que Leo tramite su permiso para esta linda belleza!”
“¡De veras, hay que reunirnos pronto, cada uno con la otra, me muero de ganas por tener a Silvia, ahora sí, sin prisas ni tensiones, quiero saber cómo es ella!” dijo Leo.
“¡Y también me tendrás que contar, ¡CÓMO ES ELLA! y ¡porqué te gusta tanto”! dijo Emi.
“¡Es lo mismo que yo quisiera que ustedes entendieran y sintieran, el ¿Porqué me gusta tanto Emi, esta güerita tan grandota pero tan buena que está!” complementó Horacio.
Todos estábamos muy felices y un poco pasados de copas y decidimos marcharnos, ya iba a amanecer.
“¡Quédense, se van temprano!” proponía Emi, pero Horacio prefirió que no, descansaríamos en nuestra casita. Al salir Emi me pidió nos viéramos en la semana.
“Nos ponemos de acuerdo, pero sin señores, ¿verdad?” Le hice la observación. Yo no sabía si ese era su deseo, pero cada vez que platicamos por teléfono, casi cada día, menciona a su Kaiser.