Nuestra historia
Solo una historia de un amor imposible hecho realidad.
Como me cuesta recordar los momentos vividos mientras espero a que abras por fin los ojos. No se como hemos podido llegar a esta situación, no se como en algún momento pude plantearme mi vida sin ti.
Mi mente corre por mis recuerdos, buscando el momento en el que te hiciste con el control de mi vida, donde los sentimientos se impusieron por primera vez a la razón, vuelan al día en el que por fin hablamos sin ningún tipo de tapujos, en el que nos abrazamos y comprendimos que todo este tiempo habíamos sido uno aun sin quererlo.
Hace mas de tres años que empezó toda esta locura, con una carta en la que te prestaba mi ayuda para lo que necesitaras, para poder seguir adelante y salir de ese bache en el que estabas metido, te mandaba mis diferentes números para que en caso de necesitarlo me llamases, aunque hacia tiempo que no teníamos contacto no podía dejarte de lado.
Empezamos por tontería a mandarnos mensajes al móvil, a escribirnos cartas locas de aventuras vividas y a llamarnos solo para contarnos que nos habíamos acordado el uno del otro en cierto momento, hasta que en una de esas llamadas cuadro que estábamos los dos en la misma ciudad y quedamos para vernos después de tanto tiempo.
Cuando salí del voluntariado me temblaba todo, estaba muy nerviosa y cada minuto que pasaba sin verte me sentía peor aun. Miraba a todas partes, no sabía si te reconocería, habían pasado más de siete años desde la ultima vez que te vi, y mi recuerdo de ti era borroso, solo sabia como eran tus ojos y pensé que eso me valdría.
Estaba ensimismada pensando en la ultima vez que te vi cuando te acercaste por la espalda y me asustaste chillando mi nombre como un loco, falto poco para que terminase colgada de la farola mas cercana. No recordaba tu humor, se me había olvidado lo mucho que te gustaba asustar a la gente con bromas que solo tú entendías, pero cuando te iba a gritar me miraste a los ojos y me abrazaste.
Seguían siendo tan bonitos como los recordaba. Verdes, profundos y sinceros, nunca podré olvidarlos, son los ojos más bonitos que he visto en mi vida.
Abrazada a ti volví a sentir la seguridad de antaño, sentir que nada ni nadie podría hacerme daño estando entre tus brazos, habían cambiado muchas cosas desde nuestro ultimo encuentro, yo ya no era una niña, había crecido en todos los aspectos, tu ya no eras un chico que se negaba a crecer y ahora no era yo la que lloraba pidiéndote que no me soltaras, si no tu quien se aferraba a mi con fuerza.
Ese día paseamos agarrados durante más de tres horas a pesar de que los dos teníamos unas resacas tremendas, hablamos sin parar de los años que habíamos estado separados, de las cosas hechas, de tu pasado, del mío, del presente de los dos. Nos tocábamos y acariciábamos a cada paso, intentado asegurarnos así que era real, que por fin volvíamos a estar juntos.
Me llevaste a casa, subiste a saludar a mi madre y a mi hermano, cenamos los cuatro juntos y te fuiste prometiendo que volveríamos a quedar y así lo estuvimos haciendo los siguientes nueve meses paseando toda la tarde y escribiéndonos mensajes por las noches, bebiendo cervezas en lugares insospechados y abrazándonos con una ternura inusual para dos buenos amigos.
Compartimos todos y cada uno de los momentos de nuestra vida, los buenos, los malos, los tristes y los cómicos, contigo podía hablar sin miedo de cualquier cosa, y aunque a ti te costaba más poco a poco fui conociéndote.
Llegaron las fiestas de veranos y con ellas las mas esperadas de todo el año, Fiestas de Puerto Viejo. Eran las mejores fiestas sin duda, y dentro de ellas a los dos nos gustaban mucho el día en el que todo el mundo salía a la calle vestido con los pijamas del sexo contrario, intercambiando así los papeles por una noche.
Salimos cada cual con su cuadrilla y a cierta hora de la noche nos juntamos las dos. Aquello parecía una orgía en pequeña escala, tus amigos y mis amigas se iban emparejando para pasar una noche loca y tú y yo nos íbamos quedando solos, riéndonos de lo que estaba pasando.
Pusieron una salsa en el garito en el que estábamos y salimos a bailar, las manos resbalaban por ambos cuerpos y al final no pudimos evitar besarnos. Pero no era el momento adecuado, nos separamos rápidamente y miramos si alguien nos había visto, gracias a dios no quedaba nadie, así que nos agarramos de la cintura y nos fuimos a casa.
Los mensajes empezaron a escasear, ya no quedábamos tanto y siempre poníamos excusas sin fundamento para no vernos. Nos alejamos a pasos agigantados, y ninguno de los dos le poníamos freno. Llegaron las fiestas de mi pueblo y poniendo la mejor de mis caras salí a cenar y a pasármelo bien una noche. A eso de las cuatro de la mañana me llamaste borracho perdido, diciendo un montón de cosas que no entendía, así que quedamos a la tarde siguiente para hablar de los que estaba pasando.
Nada mas vernos nos fundimos en uno, nos abrazamos y besamos en medio de la calle sin importar que nos vieran, sin pensar en lo que diría la gente, solos tu y yo en un mundo paralelo. En ese momento comprendí que ya no podríamos separarnos nunca, que pasase lo que pasase siempre estaríamos juntos, pasase lo que pasase.
Pasaron las semanas y nos veíamos casi a diario, tu habías vuelta a vivir en casa de tu madre para estar mas cerca. Yo faltaba a la universidad para estar contigo y luego nos íbamos a pasear y a cenar, siendo por unas horas una pareja que se quería normal y corriente, pero a la hora de dejarme en casa volvían los fantasmas de la gente y la familia, así que me dejabas a dos manzanas de mi casa o te bajabas una estación antes del metro.
Por fin llego la gran noche, estaba todo planeado, yo me iba a quedar a dormir en casa de una amiga, y tu madre no iba a pasar ese fin de semana en casa, así que podríamos compartir esa noche.
A las diez me monte en el metro arrepintiéndome de no haberme arreglado mas, pero no quería que mi madre sospechara nada, por lo que me puse unos vaqueros, una camisa y una chaqueta.
Llegue a tu casa medio temblando, iba a perder mi virginidad y estaba segura de lo que iba a hacer pero no podía evitar estar preocupada. ¿Y si no estaba a la altura?, al fin y al cabo tu tenias 34 años y mucha mas experiencia que yo, que con 19 todavía no había hecho el amor nunca ¿Y si no lo hacia bien?, ¿Y si pasaba como con mi ex novio y me hacías daño?, y la peor de todas ¿Y si me dejabas por no saber hacerlo?
Cenamos tranquilamente, pusiste música y estuvimos bailando un buen rato. Entraste en tu cuarto, me pasaste un pijama, me guiñaste un ojo y me dijiste que mejor nos íbamos a dormir. Nos fuimos a la cama me abrazaste y me diste un beso muy tierno y cerraste los ojos. Fui yo quien empecé a acariciarte buscando excitarte y tu solo me correspondías con pequeños suspiros cuando tocaba tu cuello.
Quería que te despertaras y me acariciases, quería que me hicieras el amor aquella noche y no estaba dispuesta a que después de los nervios y el mal rato no me hicieras tuya aquella noche.
Así que empecé a besarte más y mas por el cuello, acariciando tu oreja, jugando con los pelos de tu pecho, empecé a besar tu clavícula y por fin reaccionaste abrazándome y besándome.
Besamos cada centímetro de nuestros cuerpos, con ternura al principio y con una pasión loca después. Fui yo la primera que se lanzo sobre tu pene erecto para besarlo y lamerlo, lo devoraba con autenticas ganas, como si fuese la ultima vez que lo tendría para mi.
Volví a subir besándote por completo buscando tu boca y me puse a horcajadas sobre ti, buscando sin saberlo que me penetraras, pero tu no querías hacerlo todavía y con un giro cambiamos de papeles y ahora eras tu el que se perdía entre mis piernas, lamiendo mi clítoris y jugando con tus dedos en mi agujero. No tarde mucho en correrme, estaba a cien, y creo que mis gritos despertaron a medio edificio.
Volviste a mi cuello, besándolo y lamiéndolo y poco a poco te situaste entre mis piernas y me penetraste despacio, solo me molesto un poco, no dolía y parecía que no iba a sangrar, pero te quedaste unos segundos quietos, abrazándome. Creí que me derretiría allí mismo, que mi mente me abandonaría y solo me quedaría esperar a que aquel placer se pasara, pero entonces te empezaste a mover poco a poco, despacito y entonces si creí que me volvería loca. A cada embestida me decías un te quiero y mi orgasmo llego y se quedo a vivir en mi repitiéndose cada muy poco, hasta que rompí a llorar teniendo miedo de no poder aguantarlo.
En ese momento arqueaste tu espalda y gritaste, nunca te había visto así, pero me encanto sentirte tan excitado. De golpe sentí un calor en mi interior y comprendí que acababas de correrte dentro de mi, que ese calor venia de tu leche y sin poder evitarlo me corrí una vez mas.
Pasamos la noche abrazados, hechos un nudo con las sabanas y nuestros cuerpo, yo te desperté un par de veces mas, y en las dos conseguí que me hicieras el amor, estas veces siento todo mas pausado, con mas cariño y el doble de mimos.
Sonó el despertador, tenia que irme y aunque me costo muchísimo no podía evitarlo. Me llevaste a casa y nadie sospecho nada, todo había salido bien y empezamos a planear nuestro próximo encuentro.
Hace ya un año y medio de aquello, y ahora estoy aquí, en la habitación de un hospital, recordando cada momento, con autentico miedo de perderte, y todo por culpa de la presión.
Me arrepiento de haberte presionado para hacerlo de algún modo oficial, en ese momento se empezó a venir lo nuestro abajo, en el momento en el que juntamos a nuestras madres y les explicamos que aun con la diferencia de edad y siendo primos, nos habíamos enamorado y no estábamos dispuesto a dejarlo por ellos. En ese instante empezaron los problemas, los malos entendidos. Gente de nuestra familia nos dejo de hablar, mi madre me echo de casa, amigos que nos dieron las espalda todo esto te toco de una manera impresionante, volviste a encerrarte en ti, a no hablar, a no querer salir.
Una noche cuando volvía a casa después del trabajo dispuesta a poner punto y final a toda esa locura, a decirte que estaba dispuesta a irme contigo donde fuera con tal de poder estar juntos y ser felices, te encontré tirado en el sofá, durmiendo. Solo que no dormías, tampoco respirabas y a tu lado estaba la medicación que te había recetado el nuevo psiquiatra para poder dormir.
Y ahora solo me queda esperar a que abras los ojos y me mires como solo tu sabes hacerlo, aunque no se si podré soportar el verte un día mas en esta cama, o si alguna vez podré superar el daño que creo que te he hecho, pero solo se que quiero que vuelvas a mirarme para intentar superarlo, y estar una vez mas, a tu lado.
Este relato esta basado a trozos en la vida real, aunque por suerte mi chico nunca se rindió, y todavía hoy luchamos por que lo nuestro salga adelante.