Nuestra familia

El incesto nace con la familia y pervivirá mientras siga habiendo familias.

Sabíamos que no éramos una familia normal, que debíamos ser discretos y no llamar la atención porque nuestro morbo nos había llevado a ser una familia incestuosa, quizás sin haberlo buscado, pero las cosas se fueron dando así desde aquella primera vez que te sorprendí lamiéndole la vagina a nuestra hija y yo en vez de recriminártelo, me quedé mirando cómo se lo hacías y como la hacías disfrutar. Luego, tú me confesaste que esa no era la primera vez que se lo hacías y se me vinieron a la cabeza todas las veces que veía como la acariciabas sin ver yo ninguna maldad en ello y todas las noches que nuestra hija había venido a dormir a nuestra cama y cuando a medianoche la oía gemir, tú me decías que estaría soñando, que la dejara dormir, y con el tiempo acabé dándome cuenta de que ahí ella había alcanzado sus primeros orgasmos sin que ni siquiera hubieras llegado a penetrarla como a ti te hubiera gustado.

Quizás tuve yo la culpa, por haberte contado cuando éramos novios, como mi padre había empezado a tener sexo conmigo y eso te había excitado de tal manera que cuando follábamos me pedías que nos imagináramos esas escenas y recreáramos esos momentos, provocando que te costara mucho trabajo aguantar la eyaculación a la vez que a mí esos orgasmos me recordaban a los primeros de mi vida.

También teníamos otros hijo tres años mayor que su hermana y yo te confesé como en alguna ocasión había jugado con su pene e incluso había llegado a lamérselo y como me había excitado al sentir su cuerpo desnudo sobre el mío, chupándome las tetas como cuando le daba de mamar de pequeño, pero en esta ocasión su pene presionaba sobre mi coño queriéndose abrir paso entre mis piernas y como finalmente había dejado que me penetrara frotándose con mi clítoris y haciéndome gozar como pocas veces lo había conseguido.

Por eso, una noche que estábamos los dos en la cama muy excitados, hablando de estas cosas me dijiste:

.- Tráeme a la cría.

Todo mi morbo se disparó con esa insólita petición que pocas mujeres hubieran aceptado, pero en ese momento yo haría cualquier cosa por ti y fui a buscar a nuestra hija a su habitación que me miraba sorprendida al ver que la llevaba con nosotros a nuestra cama y más todavía cuando te vio tumbado en ella con la polla en erección esperando su llegada.

Mi presencia la hacía dudar sobre si llevar su mano hacia eso que tanto la atraía y me miró como pidiéndome un permiso que yo, por supuesto, la concedí y pude percibir claramente que esa no era la primera vez que te masturbaba por la forma de mover su mano sobre tu pene, rítmicamente hasta que con una nueva mirada buscando mi aprobación me pedía permiso para llevársela a la boca, aunque apenas espero mi consentimiento porque se le notaban las ganas que sentía de pasar su lengua por tu hinchado y sonrosado glande. La escena era tan morbosa que mi coño rezumaba líquido y mis dedos lo masajeaban sin parar.

Tus dedos ya habían estado preparando el coño de nuestra hija, que se veía sonrosado y jugoso,  y ella misma se puso sobre ti para irse metiendo ese miembro que tanto tamaño había alcanzado con sus lamidas y poco a poco fue introduciéndoselo en su estrecha vagina gozando con cada centímetro que iba entrando hasta que vimos como desapareció completamente en su interior abriendo la boca del intenso placer que estaba sintiendo y que pocas a su  edad lo hubieran imaginado siquiera.

Yo puse mi coño sobre tu boca para sentir como se movía tu lengua en mi interior, abrazando a nuestra hija y juntando nuestras lenguas en un sabroso beso que estuvimos degustando hasta que la llegó un orgasmo que la dejó sin fuerzas y yo pude aprovechar para disfrutar de tu reluciente polla bañada con sus jugos todavía erecta, para metérmela entre mis piernas, consiguiendo también mi orgasmo a la vez que me llenabas de tu leche caliente.

Después de esa noche mágica no había vuelta atrás y al igual que tú habías disfrutado con nuestra hija, deseabas verme gozar con nuestro hijo que estaba en plena juventud y que quizás por mis “cuidados” su miembro había alcanzado un tamaño mayor de lo normal para su edad.

Yo también te había contado mis conversaciones con una amiga que tenía un hijo un poco más pequeño que el nuestro y como se había confesado conmigo cuando me contó lo que pasaba esas noches en que su marido estaba fuera, y metía a su hijo en su cama. Ella miraba con deseo al nuestro, ya que por su edad lo veía más capaz de hacer disfrutar a una mujer y yo pensaba en mi interior el morbo que me daría ver a mi hijo con ella.

Pero tú lo que deseabas era ver a nuestro hijo sobre mi metido entre mis piernas moviéndose con fuerza incansable hasta conseguir que me corriera y ese momento mágico surgió una noche en que llegabas tarde a casa y me habías pedido que lo llevara a nuestra cama, de modo que cuando entraste en la habitación nos sorprendiste en ese momento en que empezaba la penetración y aunque él se asustó un poco tú le dijiste que siguiera, que querías ver cómo me follaba mientras tú le hacías ver lo guarra que le parecía su madre por permitir que la montara y que se corriera dentro de su coño como una vulgar puta, lo que el pobre chico no tardó en hacer, con tanta excitación.

Cuando me la sacó yo me puse a chupársela para ofrecerte el espectáculo de ver a una madre mamándosela a su hijo mientras tú te masturbabas con la escena, pero antes de correrte, te pusiste detrás de mí y me la volviste a meter por donde momentos antes nuestro hijo me había dejado su semen Tu corrida se juntó con la de él y le ofreciste a nuestro hijo la visión de una mujer llena de semen por todos lados, de su propia madre como nunca él la  habría imaginado (o quizás sí), disfrutando del sexo y a disposición de los dos hombres de la casa para su uso y  disfrute..

Luego ya se hicieron frecuentes esas noches interminables en que los cuatro dormíamos juntos en la misma cama, viendo a nuestros hijos disfrutar del sexo entre ellos y como gozábamos nosotros con ellos sin importarnos lo que opinara el mundo sobre nuestra perversión.

Y ahora que nuestra hija se ha quedado embarazada, no sabemos si de ti o de su hermano (quizás eso sea lo que menos importe), noto como el placer que sientes con ella es todavía mayor y ella se ha vuelto más viciosa si cabe, disfrutando como nunca de las penetraciones dobles que ella os pide como las que veía en esas películas que tú la enseñabas a escondidas y que tanto la gustaban y como se ponía a tocarse mientras las veía, según me contabas. Así fue aprendiendo como se chupaba una polla practicando contigo siendo ahora toda una experta.

También me contaste aquella vez que vino un amigo tuyo a casa y no le quitaba ojo a tu hija y que en un momento que los dejaste solos, les oíste hablar y como tu amigo la decía que él también tenía una hija de su edad y que le gustaban mucho sus caricias y sobre todo cuando le tocaba la rajita, a lo que tu hija le respondió que a ella también la gustaba eso y tu amigo se atrevió a meterle la mano entre sus muslos para acariciarla la vagina mientras ella le abría las piernas para dejarle meter el dedo y que tú al ver esto tuviste que masturbarte viéndoles desde el pasillo.

A los dos nos gusta escuchar muy interesados esas anécdotas o pequeñas historias que oímos de nuestros amigos, como cuando estando en el bar, han bebido una copa de más y te confiesan como han llegado a meterles el dedo a sus hijas, dando por hecho que tú también has hecho lo mismo alguna vez, o como cuando sus mujeres les recriminan que ya no les hacen tanto caso como antes y que ahora sólo tienen ojos para sus hijas

Igualmente entre nosotras nos comentamos cosas que sólo se hablan entre mujeres que tienen hijos, sobre esa atracción irresistible por tocar esas pollas siempre duras que imaginamos en noches interminables dándonos un orgasmo tras otro y alguna también hemos llegado a confesar esas pequeñas masturbaciones que les hacemos como un secreto que quedará entre nosotras.

Y así, casi de casualidad, llegamos a conocer a otra familia que nos hizo ver que no éramos tan raros, que había muchas más familias como nosotros, que en secreto disfrutaban de estas situaciones, que vivían de una forma plena cada momento que iban experimentando, con unos inicios parecidos, pero cada uno con sus peculiaridades que le añadían el morbo a cada caso.

Recuerdo especialmente aquella ocasión en que nos invitaron a una fiesta de familias incestuosas, familias como la nuestra dispuestas a compartir su placer y su morbo, hablando de esos momentos que sólo habíamos vivido nosotros, mirando a sus hijos e imaginando esos inicios en los que el amor se vuelve pleno, en los  que el sexo es amor y se disfruta de una manera imposible de alcanzar de otro modo.

Cuando nos juntamos todos, el éxtasis fue total, ya que éramos como una gran familia convertida en una máquina de dar y recibir placer y así fuimos conociendo a otras iguales a nosotros y nuestras reuniones eran como vivir en otro mundo, que era el nuestro y el que queríamos tener, en el que lo imposible se hacía realidad, en el que los sueños dejaban de serlo.

Solo nosotros sabemos lo que se siente al ver esas situaciones llenas de morbo y que tanto nos gusta comentar y eso hemos querido transmitirles a nuestros hijos, para que disfruten de una vida plena y se conecten con el origen de nosotros mismos.

¿Desde cuándo existe el incesto? Es fácil adivinar que desde el nacimiento de la familia misma, o sea, desde siempre, siempre ha existido esa atracción carnal que intentamos rechazar por cultura, por moral o porque existen leyes que nos dicen lo que debemos desear y lo que no.

Por eso es el gran tabú social que fue practicado tanto por Faraones, Emperadores, Reyes y élites gobernantes para perpetuar su estirpe, como por las clases más humildes por el simple placer del sexo, el sexo más accesible para los que no tienen nada.

Y por supuesto que este deseo permanecerá ahí, en la mente de muchos y en el disfrute de otros, grabado a fuego en nuestros genes mientras siga existiendo la familia.