Nuestra casita quedaba cerca

Aprovechamos la oportunidad de repetir las acciones, el recalentado estuvo más sabroso.

NUESTRA CASITA QUEDABA CERCA

Esta es una historia de una historia real, todo sucedió. El que yo no mencione nombres de ciudades es por respeto a la localización de mis amigos.

Nuestra casita queda casi a la mitad entre la ciudad capital y otra ciudad grande, una ciudad de unos 1.2 millones de habitantes, en unos bosques pequeños, a unos 3,000 metros de altura, en una serranía, un lugar muy frio, pero lindo y acogedor. Ahí es en donde nos refugiamos del trabajo y nos dedicamos a ir plantando arbolitos o plantas de ornato de la región, o en frecuentes ocasiones, a escribir mis relatos. La visitamos casi cada fin de semana, si es que no nos aparecen otros planes. Ahí nos cuida la propiedad un matrimonio entrados en edad. Nuestro perro, una mezcla bien lograda de pastor y ‘quien sabe’, se llama Dino y ahí está siempre atento a nuestras llegadas, me ama.

Horacio tiene que visitar puertos marítimos, tenemos un avioncito y cada vez que puede viaja en él, sino, lo tiene que hacer en aviones comerciales, unas veces saliendo de la capital y otras desde esta ciudad.

Nuestros amigos tienen su restorán en esta ciudad, en una pequeña desviación de la carretera y del aeropuerto.

Anoche, martes, nos quedamos de ver en la casa de nuestros amigos, su casa está muy cerca del restorán, la razón de la visita era ver las fotos promocionales que habíamos tomado en el restorán la semana anterior. ¡PERO! ¡Gozamos de una tardeada y noche fabulosa, de las fotos nos olvidamos, valió la pena habernos dedicado a conocernos hasta lo más íntimo, en vez de ver las fotos!

Te recomiendo que la leas en mi relato anterior en TODORELATOS, (Nuestra Casita Nos Espera) ese relato está muy bonito y escrito con mucho corazón, y sexo del bueno y de él se deriva éste relato nuevo.

Salimos de su casa más allá de las 3 de la madrugada, vivimos a una hora de distancia hasta nuestra casa y ahorita ¡a cumplir con el trabajo!

No es necesario que les mencione que me estoy quedando dormida frente a mí escritorio y apenas serán las 11 de la mañana, a pesar de la cantidad de trabajo. Para espantarme el sueño se me ocurrió tomarme una pausa y llamarle a Emi, a nuestra dulce amiga del restorán suizo, pero ¿cuál es su número telefónico? Nos salimos sin pedírselos. A fin de cuentas, buscando en restoranes di con el restorán.

Me contestó ella, Emi ¡Que emoción! También ella se emocionó y me saludaba y gritaba en francés. Le contesté también en francés y se quedó atónita, no sabía que yo lo hablaba, pero quería decirme muchas cosas, las palabras se le agolpaban así que me pidió nos comunicáramos a través de su privado, y me lo dio. Ella estaba trabajando en la barra, preparando algo, así que estaba rodeada de empleados, nuestra comunicación cambió y tuvo que ser por escrito y yo no me podía entretener mucho, estaba en mi oficina.

Me dijo, después de todas las alabanzas y frases de cariño imaginables, que quería aclararme cómo y por qué pasó lo de Horacio, me dio risa, para ella fue algo insólito, prohibido y que se debería de mantener en secreto solo entre las dos y me lo cuenta y vuelve a disculparse, pero me da gusto oírla y me describió como fue al inicio, en el asiento de la camioneta y en la parte de atrás y que la primera nalgada fue suave, cuando ella se estaba rebelando y no se dejaba. Pero ahí solo fue que se dejó que le metiera mano, pero, de repente se dieron cuenta que una chiquilla estaba viéndolos por la ventana, a la carrera se enderezaron y Horacio se sentó a conducir. “¡Vamos a algún motel!, ¿sabes de alguno?”

“Nunca he ido a alguno y tengo muchas ganas de conocer como son, ¡Vamos! ¡Pero me da miedo, me pueden reconocer y fichar!”

“Me dijo que, si quería, que me tapara el rostro, que al fin solo iban a registrar las placas del coche, ¡De mi coche, es en el que vamos!”

“No les importa tanto, a lo mejor algún día te mandan una invitación al restorán, para que los vuelvas a visitar.”

“¿De veras? ¿Y si la recibe Leo?”

“¡Pues él tendrá que ir!” dijo Horacio en tono burlón, pero sin más preguntar entramos.”

“¡Fue algo maravilloso, nunca lo olvidaré, me forzó dulcemente además de la nalguiza! ¡Siento como si hubiera sido mi primera vez en mi vida, y con un hombre, mi primer real orgasmo de mi vida! ¡Qué lindo, tienes lo mejor que he conocido, lo amo! ¡Horacio es tuyo, solo me lo prestaste, a Leo lo amo con todo mi corazón y solo te lo prestaría, yo lo quiero hacer feliz y ustedes me enseñaron cómo! ¡Tú te encargaste de enseñarle a él cómo hacer para hacerme feliz! ¡No saben cuánto se los agradecemos!”

“Emi, Emi preciosa, nosotros nos sentimos mejor por haberles dado algo y a la vez por habernos dejado compartir con ustedes sus seres, sus intimidades, y hasta sus lindos cuerpos. ¡Son un encanto!”

“¡Que linda pareja son ustedes y que suerte tuvimos de habernos encontrado personas que además de lindas del corazón, físicamente son una belleza!”

“¡Horacio y yo pensamos de ustedes lo mismo, pero sin duda, los dos son hermosos, tú tienes una hermosura maravillosa, ese cuerpo, tus ojos y tus pompas rojas y Leo no se queda atrás, además de su atributo, que lo hace más deseoso!” le dije y “¡Nunca se lo digas a nadie! Aunque si lo llega a saber alguien te aseguro que vas a incrementar clientela en el restorán.” Se río mucho y contestó

“¡Nadie lo sabrá, solo será para mí y para ti cuando lo necesites, pero siempre pide permiso, así como Horacio, aunque ya te diste cuenta de que adoro a ese hombre y que lo necesito mucho! Necesito a los dos, los quisiera tener disponibles, siempre, a diario, uno y el otro, ¿No te importa que te lo diga así?”

“¡Oh, no, las dos los deseamos a los dos! ¿Qué rico sería que los cuatro lo hiciéramos juntos, a la vez? ¡Me gustan mucho, y tú también!”

“¡OH, tú también me gustas y mucho quisiera demostrártelo junto a mí, solo dame una oportunidad!” me dijo ella.

“¡Te llamo a la noche, si es que todavía sobrevivo! ¡Me encanta platicar contigo!” le dije, estaba en mi oficina y no podía seguir en el teléfono.

“Antes de terminar quisiera preguntarte algo y es que a lo mejor ya no lo hago después. Al salir y disculparte con Kaiser de haberlo lastimado le dijiste que la próxima vez le tocará a él. ¿Tú dices que tienes un perro macho, entonces como le traerás una hembra, te la vas a prestar?”

“No, creo que solo fue un decir, o decirle algo de cariño.” En ese momento no se me ocurrió decirle más que eso, pero en mi mente ya había una fantasía, así que la interrogué: “¿Qué le podría dar a Kaiser, que le gustara? Él ya me quiere y se acaricia conmigo.”

“Consíguele una hembrita de su raza, una que lo vaya a querer y tratar como se le trata aquí en la casa.”

“¡Uhm, solo tú!”

“¡Lo amamos, lo mismo que a Creta, pero él si ya va necesitando pareja, siempre está deseoso!” dijo ella

“¿Qué tanto te gustaría hacer por él?”

“No sé, no sé qué se pueda. ¿Tienes alguna idea?”

“¡Sí, algo hay de eso que lo pudiera ayudar haciéndolo feliz, la próxima vez que nos veamos hablamos de eso, ¿Quieres?”

“Ya sabes que el martes no abrimos el restorán, pero ¿no importa que esté Leo presente?”

“Es como tú quieras, se me hace que debe ser algo un poco íntimo, por lo menos la primera vez.”

“¿Podrías venir el próximo sábado en la mañana, sin Horacio?” me preguntó

“Creo que sí, es buena idea, pero te confirmo.”

“¿Me puedes adelantar de que se trata?” todavía me preguntó

“¡Piénsale a ver que es posible hacer, te dejo esa tarea! ¿A los hombres, para que sean felices, qué les tienes que dar, entre otras cosas, Comida, cariño y sexo?”

“¡Ay amiguita, no me atrevo a decirte lo qué se me viene a la cabeza, pero adelántame algo, siquiera para hacerme fantasías!” me dijo “¡Antes de que colguemos, solo quiero decirte que algo me está sucediendo, mis hormonas se volvieron locas, me están martirizando! Estuve poniéndome las medias que me regaló mi amante, las había olvidado y ahora se me ocurrió, pero te digo, todo me provoca estar caliente, me las subía y ¡solo con el roce me provoqué una venida rica! ¡Solamente pensando en que tengo un amante!”

“¡Me llamas a la noche, no importa a qué hora, yo estoy en la barra pendiente!”

“Solo déjame echar una siestecita al regresar del trabajo, con eso me repongo y te siento mejor, y te llamo.”

“¡Chau! ¡Querida!”

“¡Chüss! ¡repos, mon cher trésor!”

Llegué a la casa, me recosté y hasta ahora Horacio me despertó para decirme que me había preparado un desayuno a mi gusto, que tomara un baño rápido. Mi cerebro no respondía, estoy desnuda, ¿qué me pasó? solo chones me quedan. Horacio habla de desayuno y yo ¿en dónde he estado?

“¡Ándale, báñate, anoche no te dejaste quitarte los calzones, es lo único que te falta y darme un beso, estás copiando ya a Emi, te niegas! Ya tenemos que irnos a las oficinas.”

Pobre de Emi, la dejé esperando mi llamada anoche. Solo le llamé como a las 11 para disculparme, pero me dijo que ella sí me llamó y ya Horacio le informó que me quedé dormida. Emi, como buena paisana de Ilse, mi amiga de la juventud, insistió telefoneándome para que no se me fuera a olvidar llamarle, al rato lo iba a hacer, le gané.

“¿Qué has pensado, lo de Kaiser?” me preguntó

“¡Muchas cosas locas, pero hermosas que, por lo menos, a mí me encantan! Pero no puedo decírtelas ahora, estoy en la oficina rodeada de chicas curiosas.”

“¿Cómo le hacemos, a la noche podemos hablar?”

“Horacio estará junto a mí, acostumbramos a cenar y sentarnos juntos, pero ¿a ver si el sábado podemos hablar y te quito la curiosidad, o te provoco más?”

“¡Vente a mi casa desde temprano, a Horacio le dices que nos vamos a reunir varias mujeres a hacer Yoga, eso seguro no le va a interesar y te da chance de que vengas sola y te quedes un rato acá!”

“Y a Leo, ¿cómo lo piensas ahuyentar?”

“Lo mismo le voy a decir de mis amigas y él aprovecha para ir a la central de abastos en la ciudad, allá se junta con sus cuates y me regresa hasta tarde, medio cuete.”

El sábado llegué a la casa de nuestros amigos, temprano. Los perros me saludaron muy afectuosamente y aproveché para hacerme más familiar con el Kaiser, le sobé la panza y su pene, que notoriamente me agradeció.

Al entrar a la casa Emi solo me pidió un momento para poder terminar de arreglar sus vestidos típicos, que se los planchaban y los quería colgados.

“¿Y debajo de ellos, que se pone uno?” le pregunté inocentemente.

“Estos calzones y éstos brasieres.”

“¿Y así le gustas a Leo?”

Quedó pensativa, me enseñó lo que su amante (Horacio) le había regalado y dijo que era cierto, que Leo al verla con ellos puestos se alocó y quiere que a cada rato se los vuelva a poner.

“¡Date prisa y vamos al centro, ahí tú me dices en donde podemos comprar algo bonito y sexi!”

La hice que se comprara seis juegos, un liguero, un brasier super coqueto, de media copa y chorros de medias. Para mí otras cosas. También la llevé a que se comprara vestidos de gente civilizada, el que más me gustó fue uno de una sola pieza, hasta medio muslo, como de tejido de puro jersey de camiseta, se le untaba y acentuaba sus curvas. Para el frío leggins coquetos.

Descubrí un salón de belleza corporal. “¡Órale, a quitarse la melena!” y la metí a que la depilaran, me la dejaron como ‘bola de billar’, como dicen los señores, con un pubis lisito y brillante.

Mejor no estaba, la invité a tomarnos una copita. “¡Mira, en ese tugurio pequeño fui con tu marido, tienen una bebida para mujeres, sabe muy bien y tiene un efecto terrible, le abre a uno las piernas!”

“¡Y TE OLVIDAS DE TU DISPAREVIA!” le dije,

“¡VAMOS, A VER EN DONDE TERMINAMOS LAS DOS!” dijo.

A duras penas, llevamos los paquetes al coche y regresamos al bar. Pedimos los famosos tragos y efectivamente, después del segundo trago estábamos listas las dos. Nos dimos prisa y regresamos a su casa. Al llegar, como siempre, sus perros cariñosos nos interceptaron.

“¿No crees que nuestros señores deberían de estar aquí, imagínate lo que haríamos en este momento, con ellos?”

“Vamos a llamarles y ver que hacen.” Le dije e inmediatamente le llamó a su marido que se ofreció pasar por Horacio, llegarían como a las 6, a tiempo para abrir el restorán. Nosotras tendríamos bastante tiempo como para prepararnos algo de comer y hacer algo.

Apareció el Kaiser y se me ocurrió decirle que nos habíamos olvidado de ellos y que solo estábamos las dos y, se me ocurrió preguntarle que si su ama le gustaba.

“¡Le gustamos las dos!”

“¡Tienes que pedirle el visto bueno de lo que compraste, al Kaiser!” le dije.

“¿Y a ella también, me los pongo?”

La desvestí a la carrera, le quité sus harapos viejos y la vestí como nueva. En esa nueva ropa interior se veía preciosa, creo que hasta el Kaiser se dio cuenta, inmediatamente fue y la comenzó a lamer.

“¡Ven, aquí es donde debes lamer!” y le dirigí el hocico a su pepita que no dudo que estaba empapada, con los jugos provocados ¿por las bebidas? El Kaiser lamió y lamió. Emi se contorneaba y gozaba a su perro. Yo me había quedado vestida, así que Emi me dijo que me desvistiera para ver lo que el Kaiser haría. Estaba tan excitada que no me lo tuvo que decir dos veces, quedé en chones y el perro, efectivamente vino a mí y a través de la tela de mis pantis me lamió. Lo estaba gozando, pero solito se fue con su ama y no se cansó de lengüetearla.

“¿Cómo quieres que te la meta?” le pregunté

“¿¿!!CÓMO¡¡??, ¿SE TRATA DE QUE ME LA META?, ¿¡A MÍ!?”

“¡Claro!, Solo si quieres, ahorita él está muy deseoso de ti, sino más adelante seguirá buscándote hasta que te des por vencida.”

El teléfono sonó, era Leo avisando que venían en camino, y ya cerca, así que Emi se iba a salvar por ésta vez, pero yo la quería poner más nerviosa y tensa.

“¿No te sientes cómo que necesitas tener sexo, ya se te pasó el efecto del trago que nos dieron?”

“¡No, pero está complicado que yo me llegue a dejar hacer sexo con mi perro, es muy grande y pesado!”

“No te preocupes, los perros saben cómo deben hacerlo con chicas como tú, o con cualquier otro ser del sexo femenino. ¡tienes que probar! ¡Ve cómo te desea, se le cae la baba y la tiene ya medio salida invitándote, ¡Ándale, anímate!”

“No sé, no es como antes que le tenía miedo a todo, ésta vez no sé qué voy a sentir, o si me va a lastimar.”

“Será hermoso, créeme, te lo garantizo.”

“¿Has hecho eso ya con perros, por qué no me enseñas cómo se hace?”

“No creas que no se me antoja muchísimo, pero él te quiere y te desea a ti. ¡Yo me muero por estar con él!”

“¿Qué hacemos? Los chicos no tardan en llegar. ¡Déjame jugar un poquito contigo!” me dijo

“¡Echémonos un rapidito para estar listas para cuando lleguen! ¿Sale?” le propuse.

Nos metimos a la regadera, pero ella no quería mojarse el pelo, así que nos aseamos y en su cama se acostó. Al ver esas piernas y ese pubis depilado enloquecí, se las sobaba suavemente y llegué con mi lengua hasta su piel blanca, lisita, suave, en donde tiene su conchita, que se le ve pequeña, pero se ancha al darle cabida a Leo. Tiene sus dos labios interiores color rojo carmesí, arrugadito, como un clavel, y su perlita que la tenía paradita, a lo mejor por su estado de calentura, pero mordizquiable con los labios. Se lo mordí y dio un brinco.

“¿Te lastimé?” mis dedos se lo detenían.

“¡No, hazme otra vez igual, se siente padrísimo!”

Se lo masajeaba dándole torniquete suave y succionándole, y ella hablaba fuerte, de placer.

Yo me dejaba que me hiciera lo que quisiera de todas maneras, estaba sintiendo un placer muy grande teniendo su cuerpo junto y que ella se complaciera complaciéndome. Llegamos a nuestros orgasmos, cada vez más placenteros, pero ya muy tensas, pendientes de que nuestros maridos no nos fueran a encontrar enroscadas en la otra.

Nos vestimos y maquillamos ligeramente y los recibimos, todavía temprano, había tiempo hasta la hora de abrir el restorán. Emi se había vestido con la ropa nueva, pero tendría que cambiarse a la tradicional de Suiza, pero más tarde, pero la bárbara les propuso a los señores, que ellos se encargaran de cambiarle la vestimenta, todo con el objetivo de que la vieran y admiraran su precioso pubis depilado, su lencería y vestido nuevo.

Leo y Horacio se dedicaron a irla desvistiendo y cada vez le encontraban una sorpresa, las medias caladitas sostenidas por el liguero, que le acentuaban las piernas y el liguero, junto con el pantis nuevo le cubrían el monte de venus. Leo se los bajaba, pero no le encontraba en donde le aparecían los vellos. Los tres lo observábamos riendo, en ese momento se le abalanzó y simulando morderla, le metió la lengua entre sus labios.

Le subimos el vestido, que también le quedaba muy bien, descubrimos sus muslos hasta su trasero. Horacio, sin pedir permiso, le besó las pompas y le dijo que ya no las tenía rojas, que tenía que darle unas nuevas nalgadas para que se le vieran muy bonitas. Emi les jaló las cabezas hacia su cuerpo, diciéndoles “¡Aquí está su chica que era virgen hasta hace un par de días! ¡Cómanme!”

“¿Ya le vieron el brasier? ¡Vean que bien se le ven los pechos, unas preciosidades, redonditos y sabrosos!” Y me dediqué a besárselos alocadamente. Sus pezoncitos los tenía paraditos, se los succionaba. Me metía en la boca hasta su aureola, lo más que podía. Ella respondía con respinguitos y contoneos, le estaba gustando que yo la abusara por ahí.

Todos estábamos demasiado calientes, ninguno podía aguantarse. Entre los tres, incluyendo a Emi, me desnudaron, Emi se dedicó a mis pechos, que decía que le encantaban. Horacio a mi cuerpo, me sobaba la espalda, mis nalgas, mis caderas. Y Leo, ése me torturaba pasándome su tremendo pene a lo largo de mis piernas y me ensalivaba mi conchita. En eso Emi le tomo el pene y me lo introdujo forzándolo ligeramente.

“¡OH, EMI! ¿ME LO VAS A PRESTAR? ¡Porfa, aunque solo sea un ratito, te prometo que te lo devuelvo seco, es tuyo y queremos ver cómo te lo mete a ti!”

En eso Leo me lo metió guiado por Emi, sin problemas, mi vagina lo aceptó perfectamente, me lo guio Emi. Lo sentí rico, pero, aunque haber tenido a Leo esos segundos, con ese tamaño, no sentí diferente la proporción, mi deseo de recibir el semen de Horacio era mi mayor preocupación. Emi se lo chupó, lo ensalivó y se lo guio a que me entrara bonito mientras ella me sobaba el clítoris con la mano, duplicándome el placer del acto. Estaba agachada, con su colita parada, mientras tanto Leo se le acercó y se la metió por detrás, como perrito. Emi dejaba su cara sobre mi vientre, ¡QUE BONITA SENSACIÓN! Su cara me acariciaba mi vientre mientras ella me sobaba con las manos mi cintura y hasta mis pechos, y yo sentía como pujaba la pobre de Emi, resistiendo los bombeos de ese pene tan descomunal. Leo continuaba sin distraerse hasta que en un momento los cuatro nos desplomamos al sentir un orgasmo colectivo.

Horacio decidió retirarnos, ellos tenían que empezar a trabajar.

“Quédense un poquito más, se sientan y les ofrecemos algo, tenemos que hacer cuentas de todo lo que pagaron de Emi.” Dijo Leo

“De eso olvídense, si no la ves bonita sí paga la cuenta.”

“¡No está bien, con cualquiera de las cosas que compramos Leo me ve bonita!”

“Sí, y nosotros tendremos que venir a comprobar si él sí te sigue viendo bonita, nos tendrás que demostrar. Ahorita date prisa y cámbiate. ¿Para verte, por qué no te pones el brasier nuevo?”

“Se me van a ver mucho más mis pechos.”

“¡Hermosos!” gritó Leo.

“Nos vamos, esto se está poniendo peligroso. Nos llamamos mañana, para ponernos de acuerdo.”

Tempranito recibí la llamada de Emi

“¡He pensado mucho lo de King! No encuentro otra cosa mejor que darle, que darme a mí, pero primero me tendrás que enseñar y decirme todo.”

Le recomendé que leyera en su computadora, mi relato (TODORELATOS/ Ilse y Tibo) para que se diera cuenta de cómo aprendí yo.

Emi deseaba que nos viéramos un día, ya pronto, pero por la mañana, pero yo trabajo. El martes ellos no trabajan, pero estaría Leo y, tal vez Horacio. Entonces hasta el próximo sábado, pero por calientes o por curiosidad, no podíamos esperarnos toda la semana. Mientras tanto Emi tenía una tarea, la de leer mi primer publicación. Mi teléfono estuvo ocupado todos los días de la semana en las tardes, al llegar a casa, entre llamadas de Emi y de Gloria investigando los progresos de los planes de visitas. Horacio se sintió abandonado y entonces opté por hacer mis llamadas acurrucada en su pecho, así él se enteraba de nuestros chismes y lo gozaba, aunque la mayoría de las veces me corría. Para mí era una delicia, un poco sádica, al ver la desesperación de las dos chicas por mitigar su curiosidad.

“¡Nos tenemos que ver! ¡MUY PRONTO!” Me dijo Emi, y poquito después me volvió a llamar.

“¿Porqué no vienen al restorán éste viernes? Se van a divertir muchísimo.”