Noviembre es el mes mas largo (parte 8)
Heitor recuerda los síntomas de descomposición social en el Portugal de noviembre de 1975 que estuvieron a punto de desembocar en una tragedia nacional de irreparables consecuencias. Heitor decide apostar por su relación con Toni, pero este tiene que regresar a España, convocado por sus camaradas.
A comienzos de noviembre de 1975, Portugal se encontraba envuelta en un torbellino de manifestaciones y huelgas salvajes como nunca antes se había producido en mi tranquila nación. El orden público brillaba por su ausencia y la anarquía mas absoluta campaba por sus respetos en todas partes. Los síntomas de esta rápida descomposición del tejido social eran evidentes:
La policía, a partir de un momento dado, dejó de patrullar por las calles y se atrincheró en las comisarías de barrio, en espera de tiempos mejores.
La permanente huelga de los trabajadores de la limpieza urbana dejó a Lisboa convertida en un estercolero, y en un foco de gérmenes y malos olores producidos por las toneladas de basura abandonadas a su suerte que se acumulaban en cada rincón de la sufriente ciudad.
Los reclutas jóvenes ya no obedecían las órdenes de mando de sus superiores, solían llevar el pelo largo debajo de la gorra calada militar, y se constituían en asambleas populares al servicio del pueblo. Se hicieron comunes en aquel tiempo las juras de bandera con el puño levantado y cantando loas a la revolución social.
La ciudad estaba infestada de pasquines, pintadas reivindicativas y simples antecesores rudimentarios de lo que hoy conocemos como “grafitti”. No había muro o espacio público disponible en la ciudad sin su correspondiente muestra de grafismo popular.
Las huelgas y manifestaciones eran tan masivas e insistentes que los servicios públicos se colapsaron. Actividades tan simples como desplazarse al trabajo en transporte público se convirtió en una odisea diaria de connotaciones épicas.
Tan acostumbrados estábamos en aquel entonces a este escenario tan caótico que actos tan bochornosos como el incendio provocado por una turba nada espontánea de la Embajada de España se consideraban normales e incluso dignos de aprobación. Se afirmaba con convicción a cada momento, incluso en medios impresos y en ciertas emisoras de radio, que “el poder estaba en la calle” y “pertenecía al pueblo”. Siguiendo esa lógica endemoniada, cabía preguntarse para que servía entonces el llamado Gobierno de la nación, si no era capaz de imponer su autoridad mas allá de las puertas de sao bento, como se demostró en mas de una ocasión. Todo esto minaba de forma indeleble la confianza ciudadana en las instituciones representativas, y hasta yo mismo me pregunté si ante tamaño marasmo político, social y económico, cuya salida se veía lejana, por decir algo, no sería mejer tirar la toalla y dejar que los intrigantes de turno, agrupados en torno al diletante Partido Comunista Portugués tomaran las riendas de la sociedad y nos sacaran de este desastre con la disciplian férrea y la falta de escrúpulos que caracterizaban a sus partidos hermanos de mas allá del Telón de Acero.
Debió ser por aquellos días de comienzos de noviembre cuando me fijé por casualidad en una pintada, que se notaba muy reciente, y que ocupaba gran parte de la valla de hormigón que protegía la entrada a un solar en obras de la céntrica Rua da Atalaia. El mensaje, bastante escueto y de apariencia esotérica, decía simplemente, en grandes letras de molde cuidadosamente alineadas:
NOVIEMBRE ES EL MES MAS LARGO
Al principio me quedé pensativo sin saber que había querido expresar el autor con tan poética como mendaz proposición; después caí en la cuenta de la oleada de rumores que se venían comentando en voz baja en las colas de las panaderías y en las tertulias de las tabernas respecto al pulso que mantenían los defensores de la legalidad republicana y democrática con los fanáticos seguidores de las diversas ramas del marxismo radical, y que según todos los indicios, se resolvería a favor de uno u otro bando durante el mes de noviembre en curso, conocido ya por algunos medios de comunicación como el “noviembre rojo” por antonomasia. Y no les faltaban razones para esta denominación; la lista de sucesos de alto calibre en la vida política portuguesa es interminable; de hecho se iban encadenando unos a otros y conformaban el humus sobre el que iba creciendo el descontento y la agitación popular hasta llegar al momento culminante del clímax final y su correspondiente .
El mes comenzaba con la detención de dos militares y varios civiles relacionados con el fantasmal Ejército de Liberación de Portugal; días después unos paracaidistas, siguiendo órdenes del ineficiente gobierno provisional volaron las antenas y repetidores de Radio Renascenca, popular emisora católica que había sido “okupada” por un grupo de extrema izquierda para esparcir a los cuatro vientos sus dogmas de fe revolucionarios, y poco después los portugueses contemplamos estupefactos a Mario Soares y a Alvaro Cunhal lanzándose todo tipo de exabruptos en un tenso debate televisado en hora de máxima audiencia. El día 13, con motivo de una huelga de obreros de la construcción, un nutrido grupo de estos rodeó el palacio presidencial de Sao Bento, impidiendo durante 24 horas la libertad de movimientos del Presidente de la república, el primer ministro y varios ministros mas, que quedaron atrapados en aquella bomba de relojería, que sería calificada tiempo después por algunos historiadores como “intento camuflado de golpe de estado” o “”golpe de estado en grado de tentativa”. Al día siguiente, con la bochornosa “rendición” del Gobierno ante los enfurecidos manifestantes, se aprueba una subida del 45 % del salario base de los obreros de la construcción …¡esto sí que fue una “acción directa” exitosa y sin consecuencias penales para sus perpetradores!. El día 16 toca manifestación masiva de mas de 100.000 personas en contra del “fascismo, el terrorismo oligárquico y la reacción”, y el día 20, ante los ojos asombrados del mundo entero, que no daba crédito a lo que sucedía en Portugal, pues superaba la imaginación mas desatada, el propio Gobierno…¡se declara en huelga!, alegaba entre los motivos para llevar a cabo tan desesperada acción el hecho cierto de que nadie cumplía ni respetaba sus decisiones, y se encontraba imposibilitado para ejercer sus funciones. Ese mismo día muere el dictador Francisco Franco en Madrid lo que provoca manifestaciones de júbilo en el centro de Lisboa, y el día 22 tiene lugar la célebre jura de bandera del regimiento RALIS con los soldados cantando la “Internacional” puño en alto y prometiendo convertir a Portugal en una réplica europea de la Cuba de Castro. Por eso mismo, cuando la asamblea popular de paracaidistas celebrada en la base de tancos, a 130 Km de Lisboa decide por mayoría empuñar las armas y derribar al débil gobierno “burgués” nadie se sorprendió en demasía y tampoco cabía esperar demasiada resistencia armada por parte de unos mandatarios ineptos y arrinconados contra las cuerdas por la imparable marea popular. O eso pensaba yo por aquellos días, hasta que los graves sucesos del 25 de Noviembre demostraron que la capacidad de respuesta militar del gobierno era muy superior a la que se podía sospechar, y además contaba con la baza impagable de contar con un mayor respaldo social que sus rivales comunistas. Un suspiro de alivio colectivo recorrió el país, tras desbaratarse la fallida intentona golpista y permitió que por vez primera en año y medio de revolución fuéramos capaces de centrarnos en los problemas reales, tangibles y medibles del país en lugar de en disquisiciones filosóficas sobre la forma de estado ideal o la manera de repartir lo que ni siquiera teníamos. Porque Portugal estaba en bancarrota, un poco como hoy en día (la historia es cíclica, dicen, y tiene el mal gusto de repetirse a cada paso, con leves matices distintivos) y además había que integrar en el proyecto nacional a los 500.000 “retornados” de las colonias africanas y asiáticas. Podría decirse, utilizando un símil médico, que el enfermo estaba agonizando, y sus cuidadores se habían dedicado a tirarse los trastos discutiendo cual sería el mejor hospital donde atender sus males, en lugar de internarle de urgencia para salvarle la vida. Y así nos había ido, y así nos sigue yendo; en eso no hemos cambiado mucho, por desgracia.
Y si en mi país la situación se había ido agravando progresivamente hasta explosionar en el movido mes de noviembre, otro tanto se podía decir de mi vida personal, que no me concedió tregua durante ese mes decisivo hasta marcarse a fuego en mi biografía y en mi memoria posterior de los hechos. El mes había comenzado con buenos augurios, pues tras vencer mi adicción no reconocida al sexo duro y casual con mis camaradas de Angola, estaba centrado en cuerpo y alma por primera vez en mi vida en una relación sentimental con otra persona. Amaba y era correspondido plenamente, y esa era una sensación nueva y desconocida que me emocionaba y me hacía flotar en una nube, pero al mismo tiempo era consciente de que aquel amor imposible no podía durar mucho más. Creo que fue el día 5 de Noviembre, el día anterior a la llegada de mis familiares de Angola, cuando Toni se presentó en mi apartamento con una misteriosa nota en la mano. Sin mediar palabra, me la tendió nada más abrir la puerta. Consistía en un mensaje breve cifrado en español que decía:
EL GRAJO VUELA BAJO
Yo no entendía el significado de la frase, porque por entonces apenas hablaba español, y le pedí que me lo tradujera. Tras explicarme el significado oficial de la frase, que al parecer forma parte de un refrán campesino castellano, no se anduvo con rodeos ni medias verdades sobre el significado real de aquellas palabras que se quedaron grabadas a fuego en mi conciencia de por vida.
Lo que quiere decir el mensaje es que el criminal inquilino de el Pardo está agonizando después de una larga carrera de atrocidades; y, por tanto, que ha llegado el momento de pasar a la acción. Es ahora o nunca.
¿Qué quieres decir? – le pregunté angustiado y con un nudo en la garganta, aunque conocía la respuesta de sobra: la misma que llevaba esperando desde hacía mas de cuatro meses.
Me marcho, Heitor. No sé si volveré algún día, aunque lo deseo con todas mis fuerzas. Pero mi país me reclama ahora y la revolución no admite cobardes en sus filas, solo aspirantes a héroes.
Una lágrima furtiva cayó por mi rostro sin poder evitarlo. Su retórica ampulosa y vacía de contenido me dejaba helado, pero el simple pensamiento de perderle para siempre sin tiempo material para hacerme a la idea me resultaba insoportable.
- ¿Cuándo te vas?
La mirada pétrea de Toni se nubló por un instante y dejó entrever al Antonio que yo había conocido, filosófico y soñador. Dudó un momento antes de responder sin atreverse a mirarme.
Me marcho ya; me están esperando para recogerme en un punto acordado del centro de Lisboa. Solo he venido a darte las gracias por todo y decirte adiós.
¿te vas así, de repente, sin un simple beso de despedida?
Antonio se dio la vuelta e intentó que no le viera perder el rígido autocontrol del que hacía gala habitualmente. Cuando se giró, tenía los ojos brillantes y se esforzaba a duras penas por ocultar las evidentes pulsiones que le agitaban en su interior.
Es mejor así, Heitor – murmuró él con los ojos cerrados intentando no perder la compostura revolucionaria - no podría soportarlo, te quiero demasiado.
Yo también a ti; en eso estamos empatados, Toni.
El fingió no escuchar mi réplica y se acercó titubeando hasta fundirnos en un sentido abrazo, hasta el punto de que le apretaba con tanta fuerza que tuvo dificultades en poder deshacerse de mis agarrotados brazos. Yo intuía que iba a ser el último contacto físico de nuestras vidas y hubiera deseado que durase eternamente; pero, llegado el momento, simplemente nuestros cuerpos se fueron alejando, como movidos por unos hilos invisibles, y él desapareció escaleras abajo para no regresar jamás.
(Continuará)