Noviembre es el mes mas largo (parte 5)
Heitor consigue un empleo estable como enfermero en un dispensario de Benfica dirigido por un joven médico procedente de Timor Oriental. Poco después, conoce a un refugiado político español por quien se siente inmediatamente atraído y con quien desarrolla una relación mas profunda de lo habitual.
Sebastiao había encontrado empleo como obrero de la construcción, lo que vino a representar un alivio para nuestras maltrechas finazas, toda vez que los dos mil escudos que habíamos ahorrado para nuestra estancia en Lisboa se habían esfumado antes de lo previsto. Yo no era capaz de encontrar trabajo como enfermero, por mas hospitales que recorrí, hasta que le comenté la situación de desamparo en que me encontraba a nuestra patrona, como justificante para nuestros constantes retrasos en la paga del alquiler semanal, y ella mismo me recomendó vivamente que visitara un dispensario popular que habían abierto en el alejado barrio de Benfica, donde me advirtió que estaban realojando a muchos retornados caboverdianos y guineanos.
Hacia allí dirigí mis pasos una mañana de junio sorteando todo tipo de manifestaciones y asambleas populares que reivindicaban mas poder para el pueblo, fuera eso lo que significase en aquellos momentos de esplendor revolucionario. Lo primero que me sorprendió, aparte de la extrema pobreza del vecindario, muy diferente al decadente encanto del centro de Lisboa, fue la extremada juventud del médico fundador del dispensario, un hombre de exóticos rasgos y singular atractivo que no sobrepasaría los 30 años.
Por favor, ¿el doctor Mateus Carreira?
Si, soy yo – me dirigió una acogedora sonrisa y extendió la mano abierta para saludarme - ¿en que puedo ayudarle?
Yo me quedé un poco cortado y le tendí la mano un poco reticente, no porque no me gustara lo que veía, sino todo lo contrario, porque me gustaba demasiado. Había algo en sus rasgos mestizos y armónicos que me llevaban a confiar instintivamente en él.
Discúlpeme, doctor, no esperaba que fuese usted tan joven… - argüí a modo de disculpa.
Claro – razonó él manteniendo su fascinante sonrisa oriental – y sin duda tampoco esperaba que se tratara de un mestizo, de un “retornado“, para mas señas.
No, no es eso, se lo aseguro, yo también soy “retornado“, no crea – repliqué yo en tono conciliatorio; por nada del mundo quería causarle una mala impresión inicial cuando había acudido allí precisamente en busca de trabajo.
El doctor me miró fijamente como si leyera a través de mis ojos y pudiera de este modo discernir si se trataba de una persona confiable o no; en todo caso, noté en seguida por el brillo de su mirada al responder que había pulsado una tecla emocional oculta y de algún modo discordante con su pulcra imagen externa de médico vocacional de bata blanca y estetoscopio al hombro.
Ah, ¿sí? ¿Y de donde procede su familia, señor…?
Heitor Teixeira Ribeiro, encantado de conocerle, doctor.
Lo mismo digo. Continúe, por favor.
Bien, mi familia está en Angola, en una situación personal muy complicada. Vivíamos en Luanda, pero allí ha desaparecido la sensación de normalidad, es como si estuviéramos en un estado de excepción permanente; por eso mis padres y yo decidimos de común acuerdo que me viniera a vivir a Lisboa, hasta que se clarifique un poco la situación en la provincia. Y en ello sigo, buscando trabajo como enfermero por todos los hospitales de la ciudad…
Interesante, la rica Angola. Yo, en cambio, procedo de un lugar mucho mas pequeño y modesto, Timor Este.
Ya me parecía a mí…
Sí, no lo puedo negar, llevo sangre timorense y hasta domino el idioma local, llamado tetum, pero soy portugués por los cuatro costados e idolatro la lengua de Camoes. Mi padre es un funcionario local y mi madre su antigua secretaria nativa, y portuguesa de adopción, porque en Timor la ciudadanía portuguesa no es universal, como en el resto del Imperio.
No lo sabía…¿y como están por allí las cosas, doctor?
Por el velo de tristeza que ensombreció por un instante su rostro deduje que no había sido buena idea sacar a colación un tema tan delicado y propicio a respuestas emocionales como aquel, pero ya era demasiado tarde; se tomó su tiempo en contestar, y cuando lo hizo, bajó la vista al suelo, embargado por algún dolor intransferible y habló en voz baja, casi inaudible al principio.
Bueno…la situación en la isla no es buena…y tiende a empeorar con el tiempo…el FRETILIN controla áreas extensas del interior, pero el gobierno portugués no quiere concederle todavía la independencia como al resto de sus colonias; por otra parte, la posición de la vecina Indonesia no está clara al respecto…en fin…un condenado embrollo que nadie sabe como puede terminar.
Espero que nuestros países encuentren pronto la paz que necesitan desesperadamente para salir adelante – intervine yo para quitarle hierro al asunto - por otra parte, si le sirve de consuelo, le diré que comparto plenamente la opinión del poeta Fernando Pessoa: yo también pienso que mi patria es la lengua portuguesa; en ese sentido, me considero africano de Angola, chino de Macao, indio de Goa y malayo de Timor. Ningún territorio del imperio me es ajeno ni su suerte puede dejarme indiferente; somos todos como hijos de una misma madre dispersos por el ancho mundo…
En ese momento me di cuenta de que había caído en la cursilería mas flagrante sin dame cuenta, llevado por la emoción del momento, y así se lo hice saber, pero él pareció no darle importancia a mis justificaciones y estar muy impresionado con el contenido de mi breve discurso; volvió a mirarme de arriba abajo, y me pasó la mano de forma amigable por el hombro antes de dar cumplida respuesta a mi petición de empleo:
- ¡El trabajo es suyo, señor Ribeiro! Pásese por aquí mañana a primera hora para firmar el contrato; no es que vaya a ganar mucho pero le dará al menos para llevar una vida digna en su tierra de acogida.
Yo estaba muy sorprendido con la inesperada rapidez de su decisión, y me pareció una evaluación demasiado superficial por su parte.
¿Así, sin más? ¿No necesita comprobar mis acreditaciones? Le aseguro que he trabajado en uno de los mejores hospitales de Luanda…
No necesito su currículum, Ribeiro. Me basta con escucharle hablar para comprender que es usted una persona excepcional en la que se puede confiar a ciegas. Un ser humano que se expresa como lo hace usted no puede mentir a su empleador.
¿Está usted seguro de lo que dice? - mi tono de voz sonó algo inseguro debido a los nervios de la situación; pero él derrochaba seguridad con su aplomo imperturbable.
Estoy seguro de ello, sí. Necesitamos un enfermero en el dispensario, y usted necesita un empleo; creo que estamos de acuerdo en eso. Ahora, si me permite, voy a atender a un paciente recién llegado de Mozambique con síntomas de dengue y desnutrición.
Por supuesto, doctor. Y muchas gracias.
No hay de qué. Y recuerde, mañana a primera hora; hay mucho trabajo por hacer y muy pocas manos para hacerlo. Descanse mientras tanto.
El dispensario del doctor Carreira consistía en apenas un edificio singular prefabricado con maderas sobrantes de un aserradero cercano y chapas de cinc y uralita superpuestas para evitar goteras indeseadas. Estaba situado justo a las afueras del populoso barrio de Benfica, al norte de Lisboa, y en él atendía sobre todo a familias de retornados caboverdianos y de otros países africanos según los colonos y algunos nativos abandonaban su tierra de origen en busca de vientos mas propicios, y de la seguridad que Africa les negaba tras años de trabajoso esfuerzo buscando el sustento en ese continente.
Sería a comienzos de julio, coincidiendo con la fase mas radical de la revolución portuguesa, que llevaría al país a las puertas de la guerra civil, cuando conocí de casualidad a Antonio Lafuente, un español de 24 años, uno mas que yo, que se había refugiado en Portugal buscando asilo político tras ser herido en una pierna durante el atraco a un banco en Madrid; él aseguraba que no era un delincuente común, y que había participado en sendos asaltos a sucursales bancarias con el noble fin de obtener fondos para su minúsculo grupo revolucionario, el Partido Comunista Revolucionario de los Pueblos Ibéricos, que supuestamente englobaría también a los partidos afines portugueses. Estando una mañana de paseo por el centro de Lisboa, sintió un dolor agudo en la pierna afectada por el disparo de un policía español, y había decidido acudir a este discreto dispensario para efectuarse una cura de urgencia que supliese las carencias de la salvaje extracción de la bala que le había realizado en carne viva un compañero de célula, estudiante de medicina pero con manos de carnicero, como solía quejarse Antonio amargamente en su portugués de andar por casa.
No sé si sería por curiosidad o lástima, pero me acostumbré a sentarme a su lado en los escasos ratos libres de mi actividad profesional. Toni, como me pidió que le llamase, era muy simpático y le encantaba contar chistes y todo tipo de anécdotas relacionadas con ambos países “hermanos, aunque parezcamos primos” de la península Ibérica. Al parecer, había sido estudiante de Historia, y era un apasionado detractor de la historiografía oficial de su país natal.
Créeme, en España tenemos un complejo de superioridad inmerecido con respecto a Portugal. Nos creemos mas listos, mas espabilados y mas simpáticos que vosotros, pero desde que vivo aquí me he dado cuenta de que ni siquiera eso es verdad, de hecho, considero que los españoles somos los hermanos tontos de los portugueses…
¿Y eso porqué? – quise saber yo – Portugal es un país comparativamente mas pobre que España, que ha crecido mucho en los últimos años. Yo procedo de Angola, y mi tierra es mucho mas rica que este montón de ruinas en el que vivo ahora. No creo que Portugal pueda presumir de un presente próspero precisamente.
Tienes razón, pero yo me dedico a analizar los acontecimientos históricos, no el presente, que siempre es en esencia engañoso y se presta a interpretaciones subjetivas. E históricamente Portugal se ha comportado de manera mucho mas inteligente que España: incluso nos ha vacilado en mas de una ocasión y se ha quedado con los territorios mas valiosos sin que nos diéramos cuenta del engaño. Yo creo que los gobernantes españoles han sido un hatajo de ineptos desde el primero al último, por no hablar del asesino de masas que rige nuestros destinos a día de hoy.
¿Y cuales son esos territorios tan valiosos por los que competían nuestros países?
Habría que empezar por el propio Brasil; hay quien dice que vosotros ya lo habíais descubierto antes de firmarse el tratado de Tordesillas que delimitaba las zonas de influencia de ambos reinos, y que de esa manera os asegurasteis de que el fértil Brasil cayera bajo vuestra zona de influencia. Pero hay muchos mas ejemplos: el infame Tratado de San Ildefonso, de 1778, por el que os cedimos de modo inconcebible y a cambio de la minúscula isla de Fernando Poo una inmensa extensión de territorio selvático en la zona del actual Matto Grosso brasileño, aparte de reconocer la soberanía portuguesa de la estratégica Colonia del Sacramento, en Uruguay; realmente fue algo demencial, un auténtico caso de dejación de funciones por parte de sus responsables últimos. Los firmantes de ese tratado deberían haber sido condenados por alta traición y encarcelados de por vida.
O sea, que según tu los portugueses somos mas astutos de lo que podríamos parecer a simple vista por nuestro carácter apocado.
Pues claro, hombre. Mira, en mi tierra hay un refrán que dice: fíate tú del agua mansa…y eso es lo que pasa con vosotros; la prueba la tienes en que Brasil es un estado inmenso y poderoso que creció gracias a la ambición de sus gobernadores portugueses, y hoy va en camino de convertirse en una gran potencia industrial y económica; si hubiera sido colonizada por españoles, te aseguro que existirían quince pequeños Brasiles enfrentados entre sí…tal como sucedió con el experimento de la llamada Gran Colombia, creada por el Libertador Simón Bolívar.
¿Y que pasó con ella?
Buena pregunta…aquel proyecto federal reunía en un solo estado a las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Mucho menor que Brasil, por supuesto, pero, con todo y con eso, solo duró diez años; el pobre Bolivar vivió lo suficiente para contemplar la destrucción de su sueño panamericano. Y es que los españoles llevamos en la sangre el germen de la desunión y la mala leche, no podemos evitarlo. Por eso hemos tenido tantas regiones separatistas y tantas guerras civiles…
Bueno – intervine yo – según todos los indicios el próximo en sumarse a la lista de enfrentamientos civiles va a ser precisamente Portugal. En Oporto y la región de Minho están ardiendo hasta los cimientos las sedes del Partido Comunista Portugués, y en el Alentejo las ocupaciones de fincas y la creación de cooperativas socialistas están a la orden del día. Por no hablar del caos permanente de Lisboa…
Antonio se rió con desdén de mis argumentos; estaba claro que no compartía mi opinión pesimista sobre el futuro de Portugal.
No puedo estar de acuerdo contigo en ese punto; una cosa es la tensión social, inherente a todo proceso revolucionario, y otra muy distinta la génesis y el desarrollo de una guerra civil. Y para eso hace falta mucha mala hostia, te la aseguro: la misma de la que andamos sobrados tus vecinos españoles. Vosotros sois unos benditos, no hay mas que veros. Si el propio Otelo Saraiva de Carvalho, que pretende ser el Fidel Castro portugués, me recuerda mas bien a un maestro de secundaria repasando la lección a sus alumnos díscolos. Con estos mimbres, no hay peligro de grandes insurrecciones populares ni revoluciones que valgan.
Yo creo que somos un pueblo pacífico, pero la paciencia tiene un límite.
Tranquilo, Heitor, que no llegará la sangre al río. Dios da pan al que no tiene hambre y revoluciones al que no tiene reaños para llevarla a buen puerto; vuestros dirigentes me dan risa, por no decir pena; tendrían que encarcelar al menos a 10.000 personas para que el comunismo triunfara en Portugal, pero como no piensan hacerlo, y estoy seguro de que ni se les pasa por la cabeza siquiera, al final perderán el poder y todo quedará una vez mas en agua de borrajas.
¿Tu crees que eso es lo que sucederá aquí?
No lo creo, lo afirmo. Portugal es un país maravilloso, pero no tiene lo que hay que tener para construir un proceso revolucionario en condiciones. Precisamente lo que tiene España en cantidad abundante, pero no voy a decir el nombre para no ofender tu sensibilidad patria. Aquí, en medio de esta hermosa Revolución de buenas gentes, soy feliz; pero sé que este sueño pronto tendrá un final, y entonces llegará el momento de decir adiós a todo esto…
¿Te irías de Portugal si ocurre eso?
Bueno, yo me debo a la revolución y al futuro de España; me iré cuando se den las condiciones objetivas para implantar la revolución proletaria en mi país.
Te deseo suerte en ese caso…
La suerte hay que trabajarla, amigo. Pero gracias de todos modos.
Esa fue la primera de nuestras profundas conversaciones sobre el futuro de ambos países ibéricos y sobre la vida en general. Descubrí a un hombre comprometido con su tiempo, enamorado de su país, al que criticaba con dureza en muchas ocasiones; parecía obsesionado con lo que él llamaba la historia de éxito del Imperio portugués, frente al fracaso sin paliativos de su homólogo español.
Fíjate, Heitor, Brasil se independizó sin luchas, mediante un pacto dinástico entre dos ramas de los Braganza. Y Portugal fue lo suficientemente inteligente como para intuir que si quería conservar sus colonias intactas e incluso incrementar su territorio, como así fue, debía bailarle el agua a la poderosa Inglaterra; todo lo contrario que la suicida postura de los gobernantes españoles enfrentándose a un poder emergente tan dañino como los Estados Unidos, que nos robó a punta de pistola Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas. Si hubiéramos sido mas inteligentes en Filipinas se hablaría aún español, aparte del tagalo, en lugar de inglés americano como ahora.
Pensé que eras anti-imperialista y tercermundista – objeté yo de pasada.
Y los soy, pero para serlo primero tienen que existir los imperios a los que oponerse con todo el arsenal dialéctico preciso. Sin ellos no hay oposición posible.
Nuestra comunión intelectual, casi diría espiritual, prosiguió su curso natural una vez recibió el alta en el dispensario dos semanas después. Comenzamos a quedar a tomar café en sus locales favoritos del Chiado y del barrio de Alfama, al que llamaba “un Lavapiés con sabor a fado y bacalao con tomate”. Sin darnos cuenta, pasábamos gran parte del tiempo libre juntos, curioseando en librerías de viejo, acompañándole a repartir propaganda revolucionaria a los barrios periféricos, y paseando a orillas del viejo Tajo en las tórridas tardes del verano lisboeta. Una noche de luna llena y cielo despejado, sin darle apenas importancia, como algo natural salido de muy dentro nuestro, nos besamos apasionadamente en el Mirador de Santa Catarina, contemplando la atemporal belleza de la ciudad que nos había abierto sus brazos amorosamente y nos acunaba en su regazo como una madre amorosa. Al regresar a su diminuto apartamento en la calle da Boavista, hicimos el amor de forma apasionada y romántica; yo noté en seguida sus dudas iniciales y su escasa pericia en el asunto, y deduje acertadamente que nunca había estado con otro hombre; pero nada de eso importaba ahora. Lo que no se sabe se aprende, era su lema de cabecera. Y ahora tenía ocasión de probar de su propia medicina.
¿Sabes una cosa, Heitor? – me confesó en susurros después del coito, tumbados en la cama abrazados tiernamente – Nunca he estado antes con otro hombre…
No hace falta que lo jures…ya lo había notado. ¿Y que te ha parecido?
Pues..no sé, estoy muy confuso todavía; nunca pensé que esto podía pasarme a mí. Normalmente me gustan las mujeres, pero tú me has descubierto otro lado de mí que desconocía…si bien, al mismo tiempo, no estoy seguro de querer hacerlo con otro chico. Lo que quiero decir es que me gustas tú de forma apasionada, a pesar de que seas un hombre, y no por el hecho de serlo. No sé si me entiendes…
Te entiendo perfectamente – le arrebaté el cigarrillo porque necesitaba darle una calada y calmar la rabia que sentía en ese momento al escuchar esas palabras – Lo que quieres decir es que a ti también te gustan las mujeres, que no eres homosexual, como todos mis demás amantes. Con lo cual, aunque os agradezco a todos la deferencia para con mi cuerpo de genitales equivocados, preferiría encontrar a alguien que para variar sí deseara ardientemente estar con otro hombre, como me sucede a mí.
No te enfades, Heitor, piensa que para mí esto es tan inusual como para ti retozar en la cama con una mujer; el simple hecho de que haya ocurrido ya es un milagro en sí mismo. No te centres en lo imposible, disfruta el momento y acaricia lo que tienes mas a mano.
Le devolví el cigarro tras exhalar una nubecilla de humo, y le pasé la mano por la adormecida polla, esperando tal vez una respuesta inmediata a mis desvelos.
¿Qué haces, chaval? ¿Te has quedado con ganas de mas?
Bueno, como dices que hay que acariciar lo que tienes mas a mano, sigo el consejo a rajatabla. Y por lo que veo, aunque a ti no te gusten los hombres, tu rabo no parece tener tantas prevenciones.
Sí, el jodío está empezando a despertar de su corta siesta; tal vez necesite practicar de nuevo para no olvidar las lecciones aprendidas.
Por mí que no quede – y me llevé de nuevo aquel deseable pedazo de carne a la boca.
(Continuará)