Novia

Montse, novia de un conocido, masoquista, quiere ser sometida porque su novio no sabe hacerlo. Él está de acuerdo.

-Hola cariño, tengo que comentarte una cosa, podemos quedar?

-Me preocupas, ja, ja.

Montse, la novia de Fidel, me está esperando en un bar muy tranquilo, en el centro. Está en una mesa al final del local, un poco aislada. Tras los saludos vamos directamente al grano.

-Para qué querías verme?

-Ya hemos hablado algunas veces de lo… masoquista que soy.

-Sí.

-Pero Fidel no sabe como hacerlo.

Miro a Montse. Montse es un pedazo de morena. Una chica de la que cualquier chico se enamoraría pero sobre todo la desearía.

-No sabe. Ya le has comentado muchas cosas que ha tratado de hacer pero algo falla y no sé que es, bueno creo que sí pero no estoy segura.

-Coméntame y te digo lo que vea.

-Lo hemos hablado y estamos de acuerdo en que estés con nosotros.

-Mira Montse. Fidel no me cae mal pero tampoco me apetece ir a corregir como debe llevar una sesión.

Montse tiene una preciosa cara. Una mirada pícara. Me pregunto si siempre está caliente mientras la miro. Me encanta su vista baja y su mirada huidiza acompañada de una tímida sonrisa.

-Sí, lo entiendo. Perdona no había pensado en eso.

-De quién ha sido la idea?

-Mía pero él está de acuerdo.

-Tu novio es un capullo. Lo que está haciendo es poner a una hembra como tu en manos de un tío como yo.

Se queda callada unos instantes. Duda la respuesta a darme. Me mira y se decide por la verdad.

-Sí, lo sé, lo hace porque me quiere.

-Y tu te aprovechas para obtener lo que quieres.

-No puedo evitarlo. Lo necesito. Cada día más. Cada vez que te escucho con tus amigos me mojo.

-Lo sabe Fidel?

-No. Él cree que es por él.

Le gusta ir bien vestida y usa preferentemente tacones altos. Es muy sensual y se mueve realzando su cuerpo. Un bombón. Esto es importante pero además tiene un gracioso sentido del humor, buena conversadora, imaginativa…

-Ja, ja. Estás ya mojada?

Mira al suelo avergonzada.

-Me da vergüenza reconocerlo pero… ya te he dicho que no puedo evitarlo.

-Ja, ja. Quieres que él vea como te convertiría en mi esclava?

-Sí. Eso le daría más morbo.

-Y qué más?

De nuevo duda antes de contestar. Se pone roja. Qué es eso que le cuesta tanto trabajo contarme?

-Me gustaría que te lo follaras.

-Ja, ja. Lo siento pero no me gustan los tíos.

-Entonces que se lo folle otro.

-Ja, ja. Quieres verlo convertido en un maricón?

-Sí –el tono duro de su voz me hace observarla.

Estoy disfrutando. Verla hablar. Los labios atraen mi mirada. No tengo que disimular. Y su mirada… Sabe maquillarse para realzarla. Cuando sonríe casi se convierte en una niña, lo hace sin maldad, casi con inocencia y con pasión a un tiempo.

-Mientras ve como te someto?

-Sí.

-Por no darte lo que necesitas?

-Sí.

Noto como su respiración se agita. Está enardecida. Me gusta ver como va calentándose con la conversación.

-Y qué necesitas?

-Un hombre. Un tío que me haga suya. Que me domine. Y no que me lo consienta todo.

-Quieres un amo también fuera de las sesiones de sexo?

-Un poco sí. No igual pero que me controle.

Estoy a punto de darle las gracias por su sinceridad. Cómo puede entregarse de esa manera? Cómo puede ofrecerme todos sus deseos?

-No es mejor que si está presente en la sesión pueda fijarse y aprender?

-No.

-No es mejor que busquemos a otra niña y vea como lo hago con la otra?

-No –dice Montse –no me gusta que esté con otra tía, podría gustarle más que yo.

Siento ganas de reírme a carcajadas. Se está ofreciendo a mí pero no quiere que su novio esté con otra.

-Qué quieres Montse?

-Yo…

-No tiene sentido que hablemos si no me cuentas lo que quieres de verdad. Sólo si me cuentas todo podremos entendernos

Mirarla me distraía. Pensaba que también era capaz de sonreír con absoluta malicia y hacer que cualquiera se quedara prendado de ella.

-Montse, lo haces porque él lo quiere?

-No, de verdad, siempre me ha gustado, desde pequeña.

-Me lo vas a contar?

-Si crees que es necesario…

Siento una enorme tentación de ver hasta donde estaría dispuesta a llegar. Tengo que luchar por no sondearla. Tratar de mantener mi mente fría. También morderle los labios. Es muy tentadora. E inocente al mismo tiempo.

-Cuanto más sepa mejor. En general cuando estoy con una sumisa está obligada a contarme todo lo que siente y lo que piensa.

-Me da vergüenza.

-Lo dejamos?

-No –contesta ella.

Noto un cierto rubor en su cara. Se muerde un poco el labio. No sé si lo hace inconscientemente pero desde luego no provoca una inocente reacción en quien lo ve. Baja la mirada un segundo antes de continuar.

-Está de acuerdo en compartirme contigo, yo también.

-Hay un problema, cuando seas mi esclava seré yo quien te comparta con él sólo si lo considero adecuado.

-Puedo comprenderlo. Cuánto puede durar mi adiestramiento?

Tenerla para mí… Podré disponer de ella a mi antojo. Están de acuerdo. Creo que desconocen el riesgo que supone. Los vínculos que se establecen entre amo y sumisa. Vínculos que a veces permanecen incluso cuando la sumisa ha sido cedida.

-Ni idea, cada mujer es diferente y lo mismo lo hacemos en una semana o quince días que en seis meses o un año. Qué habéis hecho hasta ahora?

-En realidad nada, cuanto estamos enrollados me pellizca los pezones o me da muy fuerte cuando me la mete, cuando hemos probado darme cachetes se cansa muy pronto y protesta.

-Y?

-Lo dejamos.

No soy tan noble como para no aprovechar la oportunidad que se me ofrece, ella es demasiado tentadora. Ver cuales serán sus límites, explorarlos, tratar de ampliarlos, ver cuánto es capaz de ceder ante mis exigencias.

-Es un error.

-Sí pero no es capaz de aguantarlo y lo dejamos. Yo le pido que continúe pero no quiere –comenta Montse.

-Y cuando yo te castigue, te quejes y no pare qué harás?

-Espero que pueda aguantarlo.

Su mirada. Ha debido pensarlo bastante. Parece estar preparada, desde ya. Hasta dónde estará dispuesta a llegar? No hay prisa por averiguarlo. Dejaré que me lo vaya contando poco a poco. Quiero disfrutar de cada renuncia que haga.

-El caso es que cuando se lo imagina no tiene problemas pero después... lo mismo cuando te vea a ti será capaz de hacerlo.

-Creo que aún no lo tienes claro, él no participará en las sesiones a menos que yo así lo desee y es muy probable que no le permita participar. Crees que aguantará? Y tu aguantarás cuando te trate como hemos hablado que las trato.

-Por eso no te preocupes, lo desea demasiado como para no poder soportarlo, además reconoce que poder mirarme le excitará, seguro. Es un sinverguenza –dice Montse con una maliciosa sonrisa.

Los dos nos sonreímos y la tensión se alivia un poco. Poco. En ese momento se me ocurrió pensar porqué Fidel no había venido pero no me dio tiempo a más. Me di cuenta que sus pezones se marcaban en su vestido.

-Cuándo quieres empezar?

-Cuando quieras. Cuando te venga bien.

-Llámalo y dile cuales son mis condiciones. Que te someterás a mí y que lo más probable es que no le deje participar.

Al usar el móvil veo como sus manos tiemblan. La oigo explicar. Afirmaciones, negaciones.

-Está de acuerdo.

-Tienes algún sitio para hacerlo? No quiero llevarte a mi casa.

-Mis padres tienen un chalecito cerca de… que está completamente aislado.

Sus pezones me atraían. Los miraba sin disimulo. Ella me miraba mirarlos. Se movió para realzarlos. Mi gesto de aprobación hace que aún trate de hacerlos notar más. Es como si el resto del bar hubiese desaparecido.

-Empezamos ya?

-Ya? Tan pronto? –Pregunta Montse.

-No quieres?

-Sí, sí, pero pensé que por lo menos hasta el fin de semana, qué vamos a hacer? Vamos a ir ahora al chalet?

Empiezo a notar cierto nerviosismo. O es excitación? Me tomo mi tiempo para observarla. Esta vez procuro que ni su boca ni sus pezones me distraigan. Y es complicado. Están perfectamente marcados.

-No es necesario. Empecemos. Montse?

-Sí, vale.

-Estás excitada?

-Y nerviosa.

Ahora se la ve indefensa. Los nervios la han despojado de todas sus poses.

-Porqué?

-No sé si voy a ser capaz de aguantar lo que me hagas.

-No tendrás otro remedio.

-Lo sé.

Cada respuesta la deja más en mis manos. No sé si ella es consciente pero disfruto al sentir como se va entregando.

-Qué es eso que desde pequeña?

-No desde muy pequeña, desde que tenía quince años o así, me da vergüenza.

-Continúa.

-Me imaginaba que era una especie de heroína y me raptaban unos bandidos o unos piratas y me sometían a sus caprichos, yo me rebelaba y entonces me martirizaban y abusaban de mí.

Su voz se hace profunda conforme va narrando. Su mirada se pierde un poco en sus recuerdos.

-Estás siendo muy superficial, quiero los detalles que te emocionaban y recuerda que a partir de ya tienes que obedecer.

Asiente muy seria con la cabeza.

-Cuando me raptaban me rompían la ropa, yo me la quitaba en la realidad y seguía pensando en lo que ellos me harían. Me tocaban todo el cuerpo. Con los ojos cerrados me pasaba las manos como pensaba que harían esos hombres y me lo apretaba, me lo pellizcaba y me tiraba de la piel, siempre tenía el cuerpo lleno de moraduras. Incluso me daba golpe con objetos para tener los morados y después tocármelos como harían los hombres para obligarme a obedecerles. Me obligaban a servirles, desnuda arreglaba mi habitación como si fuera la habitación del jefe de los bandidos o del capitán pirata. Cuando mis padres no estaban arreglaba toda la casa y mi madre estaba encantada conmigo sin saber porqué lo hacía, a veces acababa agotada.

-Montse, como son tus bragas?

-No son bragas, son tangas. Son celestes, de encaje y las llevo altas, cogidas en la cintura.

-Es Fidel quien te dice que las lleves así?

-No, me gusta ponérmelas a mí.

-Porqué?

-Me aplastan el clítoris y me dan gustito.

-Siempre las llevas así?

-Sí.

-Ábrete los labios y mételas entre ellos.

-Espera un momento, voy a los servicios.

-No, hazlo aquí.

-Pero pueden verme.

-Dependerá de cómo lo hagas. Sigue contando. No voy a esperar por ti.

Sus gestos mientras se pone el tanga son bastante reveladores, pero la cara que pone cuando lo ajusta entre sus labios merece la pena.

-Yo hacía como que me rebelaba y entonces ellos me castigaban. Tenía que limpiar todo el tiempo de rodillas. Hacían que fuese mas deprisa, me daba cachetes en el culo, a veces me ponía el culo muy rojo.

-Cuando estaba muy excitada pensaba que ellos me castigaban por cualquier falta, porque no había limpiado bien un plato o algo así entonces me imaginaba que me amarraban para torturarme. Me ponía pinzas de la ropa en los pechos, sobre todo en los pezones, a veces me arrancaba la piel al quitármelos o me clavaba alfileres. Después me violaban, normalmente era el jefe pero otras veces me cedía a sus hombres y me violaban todos. Me metía velas y me daba con fuerza, incluso aunque hubiese llegado al orgasmo, seguía cuando pensaba que eran más de uno los que me violaban.

-Qué tal si nos marchamos?

En cuanto salimos del bar hago que Montse camine delante de mí. Le voy indicando hacia donde ha de ir. Pasamos por una larga calle solitaria.

-Levántate la falda y sigue caminando así.

Esperaba que se la levantase sólo por detrás pero la levanta toda.

-Te gusta lo que ves? –pregunta provocativa.

-Cállate hasta que te pregunte –le digo en un tono duro.

-Perdón, estoy nerviosa.

-Detente.

Me acerco a ella pero me quedo detrás.

-No me gusta repetir las cosas Montse y has cometido el error de no obedecer.

-Lo siento.

-Quítate el tanga.

-Aquí?

-No te enteras que no quiero que hables?

-Perdona.

-No quiero que hables para nada a menos que te pregunte y cuando te dirijas a mi será de usted y como amo. Ahora si quiero que hables y te disculpes. A ver como lo haces.

-Lo siento amo.

-Muy bien -y le acaricio el culo –quítate el tanga ya.

Se inclina muy sensualmente.

-Arrodíllate.

Lo hace manteniendo la falda levantada.

-Eres mi esclava?

-Sí amo.

-Repítelo.

-Soy su esclava, amo.

Es lista, ha comprendido la idea.

-Eres mía?

-Soy suya amo.

-Sólo mía?

Me mira caliente.

-No te muevas –le doy una suave bofetada –él te ha cedido a mí, ahora soy tu único amo y no podrás obedecerle aunque lo desees, no hasta que yo te lo ordene o te ceda a él o te devuelva.

Es de noche y hace fresco pero ella está sudando.

-Responde, eres sólo mía?

-Sí amo, soy solo suya.

-Levántate y bájate la falda. Vámonos.

El tanga queda en el suelo. Seguimos paseando.

-Tienes que comprender que a partir de ahora estarás a mi disposición, a mi completa disposición, en todo, lo comprendes?

-Si amo, lo comprendo.

-Comprendes que haré contigo lo que me apetezca y que te castigaré cuando lo desee sin tener que tener un motivo?

-Sí amo, puedo comprenderlo.

Sin que se lo haya dicho lleva sus manos a la espalda y mira el suelo. Tiene madera.

-Con qué te amarra Fidel?

-Con pañuelos.

-Ahora iras a comprar un collar y una cadena de perra, quiero que te lo pruebes. Yo compraré todo lo que vamos a necesitar para tu adiestramiento.

Me reunimos con Montse cerca de las seis de la tarde. Se la veía nerviosa. La ropa elegante y ajustada revelaba la rotunda forma de su cuerpo.

-Estoy guapa amo?

No le respondo. Ella me mira esperando la respuesta. Me gusta su toque de coquetería. Está guapísima, el pelo recogido en una trenza y un ligero toque de maquillaje que realza los pómulos y sus ojos oscuros. Los labios están pintados en un color muy suave, demasiado pero aún así está muy bella, sobre todo la mirada, expectante y al mismo tiempo sumisa.

-Sube –le digo.

Sentada a mi lado puedo ver como me mira, muy seria, salvo en una ocasión en la que esboza una triste sonrisa.

-Cuéntame –le digo.

Mira abajo, aún dudando. Le doy un tiempo para que comprenda que tiene que contar.

-Apenas si he dormido, no estoy segura de lo que va a pasar.

-Cuáles son las dudas?

-No sé lo que me va a hacer, amo.

Me gusta que no haya olvidado el tratamiento, es un síntoma.

-Tampoco sé si voy a poder aguantar y si realmente me va a gustar tanto como creo. No sé qué tengo que hacer, ni como. No sé si me va a tomar.

-Te has tocado?

-Sí amo.

-Cuántas veces?

-Una anoche y otra hoy, a media mañana, no podía aguantar más.

-Estás mojada?

-Sí. Lo he estado todo el día.

-Coge lo que has comprado y póntelo todo.

Son cuatro correas que se coloca en los tobillos y las muñecas y un collar con correa que se pone en el cuello, la correa le cuelga por delante. Pone las manos hacia arriba sobre sus muslos. Muy prometedor, tiene madera.

-Coge la fusta corta que está en el asiento trasero y azótate el interior de los muslos sin darte en el sexo hasta que te avise.

Escuchar los chasquidos en sus tiernos muslos es apasionante. Imaginarla con las piernas abiertas me pone muy caliente. Debo controlarme o se acabará el juego. La oigo jadear, creo que a causa del castigo y está jadeando bastante kilómetros.

-Ya basta.

Una lágrima solitaria corre por su mejilla.

-Te ha gustado?

-Sí amo, gracias.

Sin tener que decirle nada da las gracias, realmente va a ser un placer educarla.

-Luego te castigaré. Has buscado tu placer no el mío, cuando te ordene algo tienes que hacer que yo esté satisfecho de ti. Tienes que adelantarte a mis deseos.

-Perdón amo.

-Creo que te he dicho que no tienes que hablar a menos que te pregunte aunque tengas unas ganas inmensas de hacerlo. Has comprendido puta?

-Si amo, perdón.

-Ya estás hablando de más.

Silencio. Muy bien.

-Cuando lleguemos saldrás del coche y esperarás tu castigo.

Silencio. Perfecto.

-Siempre que no te indique otra cosa pondrás las manos entrelazadas en la nuca.

Lo hace, su busto se eleva con los brazos. Su expresión es preciosa.

Al llegar sale del coche y se coloca al lado del coche. Cojo la fusta larga y la agito detrás de ella para que oiga sus cortantes silbidos. Le doy un zurriagazo con todas mis fuerzas. No puede controlar el grito que se le escapa, se pone de puntillas mientras eleva el pecho y aprieta el culo, todo su cuerpo está tenso. Tiembla. Varias lágrimas le caen por las mejillas. Se muerde los labios para no ponerse a llorar. Todo su cuerpo se estremece. No ha perdido la postura. La cojo por la barbilla y la beso con ardor, ella responde al beso con la boca abierta, mojándonos los dos con sus lágrimas que lamo para secar.

-Levántate la falda, te voy a dar otra vez pero esta vez sin la protección de la falda.

Las manos le tiemblan cuando las lleva atrás para levantarse la falda. La arruga sobre su estómago y se inclina un poco. La línea del azote es de un rojo intenso, muy nítida. Le paso la mano con suavidad por el culo tenso siguiendo la raya roja.

-Relájalo, quiero que sientas toda la intensidad del golpe.

Un gemido acompaña al gesto. Le doy varios cachetes que lo hacen vibrar, en los primeros golpes lo vuelve a tensar después lo deja relajado a pesar de tratarla con rudeza. Me alejo de ella y se lo rozo con la fusta. Vuelve a endurecerlo. Le doy algunos golpes suaves combinándolos con el silbido. Cuando le doy el azote abre los ojos de manera desmesurada y boquea como si le faltase el aire, tras un ronco gemido rompe a llorar sin control, la dejo unos instantes hacerlo en los que trata de recuperarse. Sé que lo necesita, la piel está marcada por una línea sanguinolenta que no ha llegado a desgarrarse.

Me sitúo delante de ella para observar lo bella que es hasta llorando, es incapaz de mirarme.

-Cuando te lo haga en los pechos comprenderás con la dulzura que te he tratado hoy –le digo mientras paso un dedo sobre ellos, más como una amenaza que como una caricia.

-A pesar del llanto ha gozados, verdad zorra?

Asiente.

-Recoge las cosas del coche y mételas en la casa.

Suelta la falda irremediablemente arrugada y hace el traslado hipando.

-Si te sientes mal lo dejamos.

Me mira y agita la cabeza negando.

-Dime algo que quiera Fidel que le hagas y que no te guste.

-Que le meta la lengua en el culo.

-Por eso quieres que se lo follen?

De nuevo asiente

-Ja, ja. Cuando te lo ordene se lo harás.

Me mira con los ojos llorosos y asiente.

Al terminar de meter los paquetes se sitúa en la posición indicada y espera. Le paso la fusta por el pecho. Su miedo se refleja en la cara.

-Esa falda no me gusta arrugada –le digo mientras se la señalo con la fusta

Inmediatamente se la quita.

-Montse, no crees que estos muslos estarían mucho más bonitos si los marcamos un poco?

El interior lo tiene rojo de los golpes que ella se ha dado durante el viaje pero ya se ha olvidado de ellos, ahora sólo piensa en el daño que le ha causado la fusta y su mirada de ojos dilatados lo demuestra.

-El problema es que si te marco mucho no vas a poder ponerte faldas cortas, se te verían y me gusta que enseñes las piernas.

Ella parece sentir cierto alivio.

-Te las pondrás aunque tenga que dar explicaciones, no me voy a privar si me apetece porque todos te vean marcada como una cebra.

La rodeo, despacio, la miro a placer. Con la camisola levantada por los brazos la parte inferior de su cuerpo está casi desnuda. Seguimos todavía en el exterior de la casa.

-Vamos adentro.

Tiro de ella por la correa de perra. Ha depositado las compras sobre la mesita baja del salón, todo muy ordenado. La dejo allí de pie y voy a ver las posibilidades de la casa. Es grande, antigua, con patio interior, está decorada con gusto. En el dormitorio de los padres veo la típica fotografía del matrimonio. La madre está buena. Reviso los cajones.

Su habitación parece la de una niña y no la de una mujer. El baño es una habitación adaptada con una bañera con patas. Tiene muchas posibilidades.

La cocina también es antigua, con encimera de azulejos.

Vuelvo, está estirando los brazos

-Esa es la obediencia que me debes?

Se sobresalta y eso que todavía no he levantado la voz. Me acerco a ella y veo como se encoge. He cogido la fusta corta. Le doy unos golpes entre las piernas.

-Sepáralas.

Corrige la postura.

-Creo que aprender te va a doler más de lo que pensaba.

Ella gime de manera aguda pero muy bajito.

-Abre todos los paquetes y vuelve a la postura.

Le tiemblan las manos. Se coloca con las piernas un poco más abiertas que antes para congraciarse. Le paso la fusta sobre los muslos y el pubis. Si continuase rozándola se correría, seguro, su respiración me lo indica. Le abro la camisola para ver su vientre agitarse. Le doy unos golpes entre las piernas, aumenta su agitación. Le arranco el tanga, apenas unas tirillas, tirando de él hacia arriba hasta que se han roto, pero mientras su clítoris ha sido aplastado más de lo que podía soportar. Me ha mirado con tanto deseo que creo que se ha corrido. Su boca entreabierta era una invitación a morderla y no me he resistido. La siento gemir bajo mi bocado. Y sus labios se hinchan. Le quito la camisola que se desliza por su espalda hacia el suelo. Con unas tijeras, con las que juego sobre sus mamas, le rompo el sujetador. Sus pezones están duros, muy duros, tiro de ellos retorciéndolos. Vuelve a jadear.

-Quieres correrte?

-Sí amo, por favor–contesta con la voz ronca.

-Aún no te lo has ganado, además hay que castigarte.

Otra vez ese gemidito agudo.

-Sabes que me perteneces, no?

-Sí amo.

-Y que puedo hacer contigo lo que desee?

-Sí amo.

-Entonces prepárate, voy a darte treinta azotes entre las piernas y después quiero que todos puedan ver tu castigo. Lo enseñarás?

-Sí amo –me dice preparada para llorar.

-Cuenta los golpes en voz alta y dame las gracias.

Comienzo.

-Uno, gracias amo –dice todavía jadeando después de aguantar el dolor.

-Dos, gracias amo –le tiembla el cuerpo de tensarlo.

-Tres, gracias amo –los labios también le tiemblan.

-Cuatro, gracias amo –comienza a llorar y su pecho se sacude con el llanto.

-Cinco, gracias amo –le doy un descanso para acariciarla. Le meto la mano entre las piernas y siento que está inundada.

-Seis, gracias amo –deja de resistirse al llanto.

-Siete, gracias amo –me detengo para contemplarla.

-Ocho, gracias amo.

-Después tendremos que rasurarte, quiero que estés completamente desnuda para mi, tu cuerpo y tu mente.

-Nueve, gracias amo –comienza a dejar el cuerpo relajado, comprendo lo que le está costando.

-Diez, gracias amo –inclina el tronco y sin mover los pies trata de unir las piernas.

-Once, gracias amo –recojo una lágrima y la saboreo.

-Doce, doce, gracias amo –no creo que resista hasta treinta.

-Trece, gracias amo –el tono y la urgencia de su voz comienza a subir.

-Catorce, gracias amo – casi no puede hablar a causa del llanto.

-Quince, gracias amo.

–Montse trae el espejo más grande que encuentres, quiero que te veas. Ve rápido

Sale corriendo sin dejar de llorar. Regresa con un gran espejo de cuerpo entero y lo sitúa frente a donde estaba. Vuelve a tomar la posición indicada.

-Dieciséis, gracias amo –el tono que emplea es mucho más apasionado.

-Diecisiete, gracias amo –este golpe ha sido más fuerte para responder a su pasión.

-Dieciocho, gracias amo –me dice con la voz ronca por el deseo.

-Diecinueve, gracias amo.

-Un día serás una esclava perfecta y ese día serás mía –veo como separa más las piernas como una ofrenda.

-Veinte, gracias amo –saca el pecho como parte de su sacrificio.

-Veintiuno, gracias amo –la beso y la toco, está inundada, me sorprende.

-Veintidós, gracias amo –recita entre los dientes apretados.

-Veintitrés, gracias amo –trata de sonreírme entre las lágrimas.

-Veinticuatro, gracias amo.

-Lo estas haciendo muy bien –trata de recuperar la postura y mostrarse.

-Veinticinco, gracias amo –ha tardado en recuperarse de la sorpresa y el dolor, le he dado en la vulva y un ramalazo de placer le ha sacudido el cuerpo.

-Veintiséis, gracias amo –su mirada fija en el espejo mirando su cuerpo golpeado.

-Veintisiete, gracias amo –ni ha cerrado los ojos a pesar del dolor para verse en el espejo.

-Veintiocho, gracias amo –he debido darle justo en el clítoris por su profundo gemido y como se ha encogido.

-Veintinueve, gracias amo –lo dice entre jadeos que ya no tengo claro si son de dolor o placer.

-Treinta, gracias amo –si no se ha corrido le ha faltado casi nada.

Está sudorosa, el cuerpo le brilla por los regueros de sudor, el interior de los muslos surcado por largas marcas, el pubis tenía que haberlo tenido rasurado.

-Trae maquinilla para rasurarte. Tiéndete sobre la mesa.

-La de mi padre no, no le gusta...

Le doy un bofetón y su cabeza golpea con la mesa, se queda callada automáticamente, sin rechistar.

El paso de la cuchilla va descubriendo una zona hinchada y de un rojo intenso que despide un enorme calor.

-Otro día te castigaré sólo aquí –y le paso la mano por la zona obligándola a estremecerse.