Novela erótica Parte 4 – Julia y Godo, un día duro

El tercer día con Godo nos declaramos la guerra por ver quien manda en la casa. Tenemos una visita inesperada y una jornada laboral que se extenderá más de la cuenta. Todo por mi nuevo sueldo.

Novela erótica Parte 4 – Julia y Godo, otro día agitado.

Hola de nuevo, me llamo Julia, tengo 29 años, soy de estatura media, argentina, delgada, blanca, pelo castaño claro largo lacio y de medidas normales pero muy trabajadas.

A la mañana bien temprano, antes de que suene el despertador, tocaron el timbre de mi departamento. No lo podía creer, que mala suerte la mía. Sonámbula y confundida me dirigí a contestarlo. En el transcurso golpee uno de mis dedos del pie contra una esquina, el intenso dolor hizo que me atrase un poco y la persona volviera a insistir con el timbre. Al atender me habla Juan, un chico del barrio que es paseador de perros de todo el edificio, el cual le digo al portero que lo deje subir a mi departamento. Al colgar, me dirigí al living dificultosamente por el dolor agudo que aún sentía, solo atiné a abrir y dejar entornada la puerta de la casa para sentarme en el sillón de 3 cuerpos que está al lado. Llamé a Godo para poder ponerle su collar mientras me masajeaba el dedo lastimado, largando algunos insultos al aire. De mi habitación salió disparado mi compañero perruno, saltó sobre el sofá y cayó sobre mí, al cual lo abracé y quedamos jugando un poquito mientras con la mano más cercana al perchero de la entrada de casa, tanteaba buscando la correa. -Godo despacio. Le decía riendo.

Tuve que poner más empeño, ya que la correa se encontraba atascada. Entonces giré mi cuerpo empujando a Godo con mi cadera y espalda, apoyándome luego sobre mis rodillas y las manos sosteniéndome del gran apoyabrazos del sillón. Una vez equilibrada, noto que mis nalgas redondas y firmes quedan reveladas apenas cubiertas por el diminuto short azul de seda que usaba de pijama, uno de mis glúteos se encontraba aún marcado por un rasguño largo y profundo que me había hecho Godo la mañana anterior (segundo relato).

Fue en ese momento cuando él aprovechó para recordarme la disputa de poderes que estábamos teniendo desde su llegada. Avanzó su cuerpo sobre el mío y metió su cabeza sorprendentemente, empujando y levantando por debajo de mi corta remera, mientras avanzaba con su fría nariz por mi columna vertebral haciendo palanca. La seda rozó intensamente mis pezones, erizándolos y arrastrándolos junto a la remera a medida que se levantaba. Mis senos al quedar aprisionados bien altos, atascaron la tela por la presión de la espalda. Godo volvió a empujar con más ímpetu, mis senos desnudos terminaron en un vaivén enérgico por la manera explosiva en lo que salieron desprendidos del pijama, primero la teta derecha y luego la más apresada teta izquierda. – ¡Godo por favor, no me hagas esto! Le pedía mientras comenzaba a excitarme.

Desobedeciendo nuevamente, recargó su pesado cuerpo sobre mí, sintiendo el contacto de su pecho en mi espalda, sujetando mis caderas fuertemente y comenzando a jadear enloquecido buscando penetrarme, pinchándome por sobre mi cola y entrepierna. A cada embestida, el short flameaba de lado a lado, revelando la tanga blanca ligeramente brillante con cintura ancha de motivos florales que me había puesto para dormir. – ¿Esto querés Godo, no te importa nada? Le preguntaba tímidamente.

Entonces al apoyar su gigantesca verga en la entrada de mi vagina, su punta dio de lleno en mi resbaladiza tanga y con un movimiento veloz de pelvis, se la deslicé hacia arriba, mientras con mi mano derecha abría mi nalga rasguñada facilitándole el camino a mi abierta y sedienta raya de la cola. Mientras su caliente verga comenzaba a acomodarse, le solté el glúteo y se la aprisioné, desapareciendo parcialmente entre mis voluminosas nalgas. De inmediato comenzó a frotarse en mí, generando pre semen viscoso sobre mi delicado shorcito de seda y tanga. Lo estaba pajeando con mi cola, gozando del roce de nuestras partes intimas, dispuesta a todo. – Así no pares. Le pedía nalgueada a nalgueada.

Cuando de repente, me siento observada y al levantar la vista hacia la puerta, veo a una persona moverse velozmente hacia atrás hasta perderse de mi vista. – ¡ah no! Recuerdo haber gritado, mientras me lanzaba hacia delante desesperadamente cerrando de un portazo, cayéndose conmigo el perchero y Godo.

Sentada con la cola mojada en la entrada del departamento, me incorporé de un salto apoyándome contra la puerta, bajé nuevamente la corta remera, dándome cuenta que se percibían mis pezones erguidos y duros a través de la seda. Asomándose por el short tironeado, podía verse la tanga blanca con motivos florales y rasguños a ambos lados de la cadera. Subí la pijama lo más alto posible, para tapar las marcas en mi piel, marcándose notoriamente mi atractivo monte de Venus y metiéndose aún más la tela en mis glúteos.

Sin poder mirar al paseador a los ojos, y tapando mis pechos con mis brazos y pelo castaño, le pedí si me ayudaba a ponerle la correa, porque no se dejaba. El cual accede y pide que sostenga al perro. Al agacharme para sostenerlo, mientras Juan le pasaba la correa por el cuello, quedé regalándole una vista privilegiada por el escote del pijama, de mis senos y pezones parados y duros, a través de una cortina de pelos castaños que caían a ambos lados de mi cuello. Sin mucho más que decir, reincorporándome súper nerviosa, resbalé hacia delante sobre el cuerpo del muchacho por culpa del pre semen de Godo abajo mío. Me agarró casi cayéndose por mi peso y quedé en sus brazos recostada hacia su izquierda. Levanté la cabeza e hicimos contacto visual, el chico era joven de no más de veinte años, de llamativos ojos color celestes y pelo negro enrulado. Era flaquito y apenas un poco mas bajo que yo (mido un metro sesenta y cinco). Los dos nos quedamos así hasta que sentí de su mano derecha algo pegajoso en mi tríceps izquierdo, donde me había sujetado. Al apartarme pude notar que tenía una erección clara en su joggin gris, mientras lo despedía de lejos cerrándole la puerta de un golpazo involuntario. Hablando fuerte detrás de la puerta, me comentó que traería a Godo para el mediodía.

Ya sola en casa, decidí arrancar el día. Así que pasando primero por el baño para limpiarme la cola y dejar el pijama de seda para lavar, analicé mejor el líquido pegajoso que había dejado el paseador en mi brazo. Al olerlo no me quedaron dudas que era semen, se había estado pajeando mientras yo me encontraba teniendo la aventura en el sillón. No podía creer lo que estaba haciendo Godo con mi persona. Luego de bañarme, fui al cuarto desnuda, donde está mi querido vestidor. Hoy tendría una sola reunión por la tarde, así que podría estar de entre casa. Me puse un culote de algodón rosa con grandes lunares negros, arriba un short de jean color rosa, que según mis amigas me para la cola y estiliza mis piernas largas. Arriba, como hacia calor, me puse una musculosa ajustada al cuerpo color blanca de morley, que deja al descubierto mis hombros. Por último unas medias soquetes color rosa y unas cómodas sandalias blancas.

Cuando sonó el despertador matutino, ya me encontraba en el living, con la televisión y pc encendidas, el desayuno servido, la carpeta laboral lista y mis anteojos de secretaria con marco azul ya puestos. Ésta vez, no solo estaría preparada para trabajar, llevaba a mi alcance el spray de agua, para tomar riendas al asunto con mi nuevo compañero de departamento. Si me dominara, se cómo me pondría, y hace rato que valoro mi paz mental, sentimental y sexual. Lo haríamos a mi modo, o eso intentaría.

Pobre animal, el día anterior (martes), solo lo había sacado una vez y apenas hasta el primer arbolito frente al edificio. Lau me había dejado un simpático mini hueso de plástico donde salen bolsas para guardar su excremento, el cual me da algo de impresión pero es cuestión de ser buena vecina. Sé que debería sacarlo en las noches también, así que empezaría a hacerlo y cuando se me mete una idea a la cabeza, la cumplo sin importar el estado en el que esté.

El día laboral comenzó con llamadas y documentos compartidos,  haciendo que la mañana pase a un ritmo veloz. Llevando la taza a la cocina, pasé por en frente de la puerta del departamento y recordando lo sucedido con Juan, me dispuse a limpiar esa parte del piso. Mientras lo hacía pensaba lo contenta que me ponía la presencia de un perro en casa. El problema que tengo, es que me gusta viajar y no depender de gente para cuidar mi mascota. Entonces por primera vez, tenía a un perro en mi casa, para darnos cariño y a su vez devolverlo sin que sea una carga para mí. Eso significaba, que debía disfrutarlo al máximo y si Godo se siente a gusto, darle en el futuro a Lau la confianza para cuidárselo más seguido.

Tomé un descanso corto donde aproveché a hablar con mi mamá. No pasamos un día sin hablarnos. Entonces aprovecho para contarle lo contenta que me encontraba. Al cabo de varios minutos, suena el portero y tuve suerte, ya que no solo era Juan con Godo, sino que además había llegado mi pedido de empanadas. De esa manera, no tuve ningún momento incómodo. Al abrirles, con el spray en mano, controlé a Godo, tomé nota mental del próximo día del paseador y pagué la comida al chico del delivery. Dejándole comida y agua en la cocina, Godo se puso a comer, mientras fui  por las empanadas. Todo venía bárbaro hasta que llegó la reunión de la tarde por video llamada. Quería ponerme un corpiño antes pero a mi jefe se le ocurrió arrancarla de inmediato, adelantándola una hora, sin darle aparente importancia a mi regaño.

Al iniciar la conversación, el primer comentario lo recibo de Florencia, la atractiva cuarentona, a la cual nos encontrábamos compitiendo por un salario mayor. Destaca que no tengo corpiño a lo cual Damián me defiende, pidiendo disculpas por arrancar antes y no darme tiempo a arreglarme. Si bien todo siguió su curso laboral, noté la cantidad de compañeros mirando mi remera que al ser ajustada, marcaba las curvas de mis pechos sobre el teclado.

Finalizando el día laboral, como siempre, se despidieron todos de la reunión mientras quedábamos con mi jefe terminado de ultimar detalles para el día próximo. A lo cual Damián aprovecha para comentar que estaba conforme con mi desempeño, y necesitaba que me aliste para hoy a la noche, ya que deberíamos asistir a una reunión en un prestigioso hotel ubicado en Puerto Madero (un barrio muy bonito de mi ciudad), para cerrar un negocio futuro importante para la empresa. El trabajo pedía salir por la noche a una reunión informal, en un hotel lujoso, para cerrar un contrato y escuchar tocar una banda de rock de un excéntrico y famoso argentino amigo de mi jefe. Debía ir vestida sexy y elegante y me pasaría a buscar con su chofer a las 19:30 hrs y si todo iba bien, terminaríamos a las 22:30 hrs. Si no accedía, la iba a invitar a Florencia, cosa que al no hacerme nada de gracia la propuesta, la tomé como parte de la carrera por el nuevo sueldo en disputa.

Al apagar la comunicación, tendría poco tiempo para ir al gimnasio, así que pase por al lado de Godo, él estaba realmente cansado, se ve que el paseador había hecho bien su tarea y se encontraba recostado sobre el sofá, me senté a su lado y apoyé su cabezota en mi short de jean rosa, mientras le hablaba y le contaba lo que iría a hacer por la noche. Ya en el vestidor, tenía ganas de volver a usar mi calza azul metalizada, que ya limpia y seca, la vestiría con un top deportivo negro y una remera ancha que a medida que esté ejercitándome, me la saco y quedo fresca y cómoda para seguir con las actividades.

Al llegar, saludo a Héctor y nos quedamos charlando un rato antes de comenzar mi rutina. En eso le cuento dónde debía ir a la noche por trabajo y me comenta que es un lugar muy lujoso, donde las mujeres van extremadamente atractivas y los hombres que hacen negocios ahí, suelen mover mucho dinero. Apenas habiendo escuchado el lugar de nombre, me empezaba a dar un panorama de lo que sería otra noche porteña. Claramente debía ir de vestido y tacos. Ejercité el poco tiempo que tenía y salí disparada a casa para arreglarme, antes despidiéndome, como de costumbre, de mi entrenador que tanto me quería y cuidaba. –Gracias Héctor por la información, mañana te cuento cómo me fue. Le dije mientras me alejaba hacia la puerta.

Fin del cuarto relato.

Nota de autora: Gracias por los mensajes de todos ustedes, espero poder recibir más en el próximo. Si llego a 20 mensajes, habrá 5ta parte rodeada de alcohol, propuestas indecentes y llegando a casa ebria, dispuesta a pasear a Godo. No sean timad@s.