Novatadas en una residencia de estudiantes (2)

Cómo un chaval hetero, machito, pijo y seguro de sí mismo, es puteado y humillado por otros chavales, haciéndole dudar de todo. Este relato no contiene sexo explícito.

Tardé mucho en dormirme aquella noche. En la cama, daba vueltas recordando todo lo sucedido. Me parecía un mal sueño, pero los músculos de mis brazos, resentidos por las flexiones, me recordaban que había sido real, muy real. Me sentía humillado, y era ésta una sensación que desconocía. Sentía rabia, deseos de venganza, y sobre todo, vergüenza. ¡Cómo un machito como yo podía haber sido arrastrado a aquella situación humillante! Finalmente me dormí, aunque en los extraños sueños que tuve se mezclaron imágenes de aquel chico italiano, marcando paquete en sus slips azules, con duchas congeladas

Me despertó de hecho una ducha fria. Había sido rociado con una botella de agua por tres chavales que entraron en mi cuarto y salieron corriendo.

-¡Cabrones!- Grité.

Casi no pude ni verles la cara. Se fueron riendo por el pasillo. Joder, al parecer mi cuarto estaba abierto a todo dios… El comienzo de la semana no presagiaba nada bueno.

Efectivamente así fue. No recuerdo en mi vida una pesadilla semejante. Desde ese momento, hasta la ceremonia final, pasé la mayor parte del tiempo recibiendo órdenes de otros chicos, o soportando sus bromas.

Había uno de ellos, tendría unos 21 tacos, que además de ser de los más veteranos, era uno de los más cabrones. Me había cogido ganas desde el principio, me imagino que por la pinta de chulo que yo tenía. Se pasaba el tiempo poniéndome reglas. Además lo hacía delante de otros, con lo que la humillación era doble. Se había dado cuenta de que me humillaba mucho exhibirme sin camiseta, o en ropa interior, mostrar mi cuerpo en definitiva.

Un día me paró por el pasillo, y me dijo:

-Melenas, no me gusta la ropa que llevas. A partir de ahora cada mañana antes de vestirte te pasas por mi habitación, y te vas a poner lo que yo te diga. Vente ahora, anda, que te daré las primeras instrucciones.-

No podía creer lo que estaba oyendo. Encima, el cabrón estaba con una amiga suya, que se descojonó cuando vio mi cara de incredulidad.

-Oye, pero…- Empecé a decir yo.

-Ni peros ni ostias, como no estés en cinco minutos en mi cuarto con toda la ropa que tengas en una mochila te vas a enterar.

Joder, era increíble. Si alguien en la calle me hubiera hablado así, el pobre era hombre muerto. En cambio allí dentro de la residencia yo era el más pringao de todos. A los cinco minutos estaba a la puerta de su cuarto.

Entré y me suelta:

-Oye, ¿no te han enseñado modales? Sal fuera y pide permiso antes de entrar.-

Yo ya estaba granate, y la humillación no había ni comenzado

-¿Se puede?

-Sí, hombre, sí, pasa, marica, pasa

El insulto fue como un puñetazo en la cara. Para mí no hay otro peor. Me mordí los labios.

Me pidió que le entregara la mochila con la ropa, y la vació de golpe en el suelo de la habitación. Revolvió con el pie mis vaqueros, camisetas, mi ropa interior… Yo me sentía como si estuvieran violando toda mi intimidad, viendo mis CK en el suelo.

El cabrón cogió varios de ellos.

-Vaya, vaya, así que esta es la ropa interior de pijo de mierda que usas, ¿no?. Me parece que vamos a cambiar eso de ahora en adelante, ¿qué te parece, melenitas?

Aún no sabía que quería decir, pero ya me estaba poniendo enfermo. Si algo me jode, es que me controlen. Que me controlen en general. Que alguien me diga lo que tengo o no tengo que hacer. Que me impongan algo. Pero si encima estamos hablando de mi aspecto, de mi ropa, de mi estética... UFFF. eso era algo más de lo que podía soportar. Me vio el temor en la cara.

-Qué pasa, melenas, ¿no te gusta la idea? Eres demasiado pijito, te vamos a dar otro aire... Seguro que ahora mismo me llevas también ropa interior CK, ¿verdad?.

Me puse colorado. Sí que llevaba boxers CK.

-Te he hecho una pregunta, mamón, qué prefieres contestarme o quedarte ahora mismo en gayumbos y enseñármelos...¡Joder con el chulito este! Mira, por gilipollas, ¡ahora mismo los vaqueros a las rodillas!

Mordiendome los labios hice lo que me decía.

-¿Ves? Esto no puede ser, mira, se acabaron los boxers CK y la ropita de marca. Te diré lo que vas a hacer, despacito para que lo entiendas, ya que creo que además de guapo, eres un poco cortito. Vas a ir a tu cuarto, te quitas los gayumbos, y te pones otra vez los vaqueros, sin nada debajo. Luego cojes toda los boxers CK que tengas y los metes en una bolsa de plástico. Vas a ir a la habitación de tu amigo "tortellini", y le dices que te tiene que dar los calzoncillos que lleve puestos en ese momento-

Yo oía todo esto sin querer dar crédito, como si fuera un sueño.

-Luego le dices que le regalas tus boxers CK, que a partir de ahora no puede ponerse otra cosa como ropa interior. Que te dé a cambio varios de los suyos. Durante toda la semana tú usarás su ropa interior y él la tuya, y como os pille a alguno de los dos por los pasillos y no cumpláis, sólo os digo una cosa: ¡preparaos!

Había que ver la cara de cabrón sádico que tenía mientras decía esto.

-Cuando termines, te vas a la habitación de vuestro coleguita "svenson" (era el tercer chavalín novato, sueco, que sufría de la semana de puteos) y le dices que te preste un par de sus camisetas, que vas de mi parte, jeje... Y, hala, una vez que lo tengas todo, te vas a tu cuarto, te pones los gayumbos de "tortellini", la camiseta de "svenson", y te pasas otra vez por aquí, a ver si has mejorado algo tu imagen...

Y mientras me decía esto, le dio una patada a mis cosas para sacarlas fuera del cuarto y de paso a mí de una colleja. Parecía que este tío sabía todas las cosas que odio. No soporto que me pongan la mano encima, pero sobre todo en la cabeza o en la cara, es algo que no puedo soportar. Instintivamente, salió mi vena de chulito, e hice ademán de soltarle un puñetazo.

No fue más que un conato, no llegúe ni a rozarlo. Pero no se lo esperaba. Se asustó en un primer momento, pero después le brotó una sonrisa, mientras decía...

-No, si ya lo decía yo. Si aquí tenemos un chulito de campeonato. Chaval la has cagado, no sabes cómo. Tú no sabes con quién te la estás jugando. Voy a hacer de esta semana la más jodida de tu vida. Te juro que al acabar, se te habrán quitado esos humos... ¡Venga, ve a hacer lo que te he dicho que te quiero de vuelta en quince minutos!

Me ardía la cara de indignación. Recogí las cosas, entre las miradas curiosas de la peña en el pasillo, y me fui a mi cuarto. Me metí en el baño y me quite los boxers. Al ponerme los vaqueros nuevamente, la sensación fue extrañísima. Además de los roces del vaquero en mi paquete, que eran una putada, externamente no debía de apreciarse ninguna diferencia, pero lo cierto es que yo me sentía desnudo. Era como si no llevara ropa. Sentía que no podía salir así al pasillo, que todo el mundo lo notaría...

Venciendo mis paranoias, cogí todos mis CK (de hecho, toda mi ropa interior), y la metí en una bolsa. Joder, allí iban más de 300 euros en ropa interior. Salí pitando hacia la habitación del chico italiano. No sabía cómo le iba a decir aquello. Qué vergüenza, joder...

El chico estaba en su cuarto, seguramente evitando salir para no sufrir más novatadas. No me quería abrir, hasta que le dije quién era. Para complicar más el tema, no entendía castellano perfectamente. Así que imaginaos qué debió pensar cuando le dije que se tenía que sacar la ropa interior, ponerse la mía, quedarse mis CK y darme sus gayumbos...

Me costó convencerle que debíamos hacer esto o pagar las consecuencias. Cuando al final entendió, se puso un poco colorado, cogió uno de mis CK, y se fue al baño a cambiarse. Salió más colorado aún y con sus gayumbos en la mano. Joder, eran los mismos slips azules apretados que llevaba en las flexiones... ¿Pero cómo podía ese chico caber dentro de esa cosa? Cuando abrió el cajón de su ropa interior la cosa no mejoró. ¡Toda la ropa interior que usaba era de ese tipo! Slips estrechos de licra o algodón de los colores más extravagantes: rojo, azul, verde, .. ¡negro!

Madre mía, no sé si estaba más humillado él de tener que enseñarle algo tan íntimo a otra persona, o yo de pensar que tendría que meterme dentro de aquellas cosas.

Quería salir de allí cuanto antes, casi no veía de lo rojo que estaba, me ardía la cara. Salí con sus slips en la bolsa, casi sin decirle nada y caminé hasta la habitación del otro chico.

Pedirle un par de camisetas al sueco fue menos embarazoso, aunque no estoy seguro de si entendió por qué las quería.

Con todo, volví a mi cuarto y cerré la puerta. Cogí los slips azules de Alex (así se llamaba el italiano). Los miré bastante tiempo. No podia creer que me fuera a poner la ropa interior usada de otro chico. Si me hubieran interrogado acerca de esta posibilidad una semana antes, hubiera jurado que aquello era imposible, Los slips eran pequeñísimos, no creía que mi trasero fuera a entrar allí dentro. Por no hablar de mi paquete. Eran azules, tenían una banda elástica blanca en la cintura con la marca (italiana) y parecían de un material similar a la licra, algo así como microfibra. Eran muy estrechitos por los costados, apenas tenían más tela que la banda elástica blanca. Eran unos slips que jamás me hubiera puesto voluntariamente. Mis hermanos lo hubieran dicho claramente: era los slips de un maricón, de un chuloputas en el mejor de los casos.

Trague saliva y me los puse. Me sorprendió que entraron sin dificultad. Aquel material se estiraba como el chicle. De cintura no me apretaban en absoluto. El italiano y yo teníamos sin duda la misma talla. Me miré al espejo. Joder, qué pintas tenía. Aquellos slips se ajustaban al cuerpo como una segunda piel. Todas las formas casi se transparentaban. El trasero, y lo que era peor, el paquete, se adivinaban como si no llevara nada. Delante del espejo, llevando solamente aquello, me dio la impresión de ser un puto stripper de esos que actúan en las despedidas de soltera. Parecía un gogo, un calientachochos, un puto exhibicionista. Todo lo que siempre había odiado.

Me puse los vaqueros lo más rápido posible, intentando olvidarme de lo que llevaba debajo, y cojí una de las camisetas del sueco. Mi sorpresa fue cuando intenté ponérmela. Dios, la talla de quel chico debía ser dos o tres menos que la mia. Reventaba la camiseta por la espalda, el pecho y los brazos, se me marcaban todos los músculos. y me quedaba demasiado corta, a poco que me movía, se me subía por encima del ombligo. Dios, que pintas de chuloputas tenía con aquella ropa. Mi verdugo tenía razón, había acabado con mi estilo. Me había transformado en otra cosa, de machito a puto. Sentía que no era yo mismo.

Miré el reloj. Habían pasado más de quince minutos desde que me dieron las órdenes y corrí de nuevo a la habitación de aquel cabrón.

-Pasa, pasa... A ver... ¿qué tenemos aquí?

La carcajada fue mayúscula cuando me vio

-JUAJUAJUA. ¡Si pareces un marica exhibiendo músculo! JUAJUAJUA...

Se me nubló la vista, no sabía dónde mirar.

Por si fuera poco, en la habitación había cuatro chicos y dos chicas más con él. De momento no decían nada, solo se reían.

-A ver, ¿le has cambiado la ropa interior a "tortellini"?

Nuevas risas de sus colegas.

-Sí.

-¿Sí? - Me dio una colleja que casi me tumbó por inesperada. - Sí, ¿qué más?

-¿Cómo qué más?- Y me dio otra colleja. - Se dice sí, señor,

Tenía ganas de rebelarme, de meterle de ostias hasta en el carnet de conducir, pero le miré con rabia, y me contuve.

-Sí, señor.

-Pues, venga, ¿qué esperas para enseñárnosla?.

Miré con verguenza a las chicas del cuarto, y tímidamente después de desabrocharme un botón de la bragueta, me bajé los vakeros unos centímetros por uno de los lados, de forma que el slip azul se pudiera ver.

-Mira, macho, ya me estás hinchando los cojones. Sácate los vakeros ahora mismo. ¡YA!

Joder, no podía creer que fuera tan cabrón. Quedarme en slips delante de sus amigas....

-Oye, pero... - empecé a decir

-Ni pero ni ostias. - Me cayó una bofetada en la cara esta vez, con la mano extendida. Era la primera vez en mi vida que la recibía. No podía creerlo. Y delante de otros. -

-¡Vaqueros abajo, YA!

Me desabroché los botones y me saqué los vaqueros. Cerré los ojos para no ver los slips. Los gritos y risas subieron de intensidad.

-Míralo, si le sientan como un guante!

-Jua jua jua, ¡parece tarzán!

-¡Podíamos alquilarlo como boy!

Intentaba taparme con las manos, pero estaba claro que no iba a ser tan fácil.

-A ver, melenitas, guapo, ponte las manos en la cabeza, y no las bajes hasta que te diga. A ver, date una vueltita. Separa las piernas un poco...

Yo era como un madelman en manos de aquel hijo de puta.

El cabrón cogió una regla y me clavó un reglazo entre las piernas de abajo a arriba por detrás. Me dio en todos los huevos. Aquello fue demasiado para mí. Instintivamente me fui hacia él y le pegué un puñetazo en la nariz. Los demás se abalanzaron sobre mí y me tiraron al suelo.

-Ahora sí que te vas a enterar, cabrón. No sabes lo que has hecho. A ti te tiene que bajar los humos alguien, y ese alguien voy a ser yo.

Me inmovilizaron como en el salón de actos. El chaval al que había pegado se sentó a horcajadas encima de mi pecho. Me cogió la cara (algo que odio) y mirándome fijamente me soltó:

-Ahora, ¿qué? ¿eh?.

Y mientras me decía esto me daba pequeños cachetes a un lado y a otro.

Yo intentaba liberarme pero eran demasiados.

-¿Ya estás más calmado?.

Yo no decía nada.

De pronto noté un impacto en todo el paquete que me hizo ver las estrellas. Alguno de los cabrones que no podía ver me estaba pisando los huevos.

-Contesta, ¡coño! ¿estás más calmado?

-Sí, si, estoy más calmado.- No quería recibir otro impacto

Risas.

-Vaya, y... ¿por qué me has pegado, maricón de mierda?

Silencio.

-¡Agh!.

Nueva ostia en el paquete.

-Lo siento, lo siento, no volverá a ocurrir.

-Ya lo creo que no, melenitas, ya lo creo que no. Vamos a jugar un poco a los peluqueros. ¡Laura, tráeme unas tijeras!

Me tuvieron que ver la cara de pánico cuando escuché eso. No quería ni pensar que estuvieran pensando en tocarme el pelo. Desde los 14 años, mi melenilla pija había sido una de mis bazas para ligarme a todas las chiquillas del barrio. Yo sabía que se derretían por un chico que estuviera un poco "cuadrao" con el pelo largo. Mi pelo había sido como si seña de identidad, representaba mi chulería. No podía estarme pasando eso.

Le dieron las tijeras a aquel cabrón y me cogió un mechón de pelo. Joder, cómo odiaba que me tocaran el pelo.

-Vaya, vaya, melenitas... ¿alguna vez te has preguntado cómo estarías rapaete?

-¡¡No, por favor, eso no!!- Dije yo

-Ja ja ja... No puede ser verdad lo que oigo, ¿estás suplicando?

Yo callaba. Me indignaba contestarle.

Le pegó un tajo a uno de mis mechones, de unos diez centímetros, que cayó al lado de mi oreja.

-¡¡¡NOOOOO!!! ¡Está bien! Diré lo que quieras, por favor, no hagas eso.

Me miró con cara triunfadora.

-Está bien, melenitas, mira, te diré lo que haremos. Vas a comerte uno de mis japos, aquí delante de todos. Pero además, no solo vas a hacer eso, vas a abrir la boca, vas a pedirme por favor que lo tire, y una vez te lo hayas tragado, me lo vas a agradecer. ¿Qué te parece el plan?

Hasta los demás le miraron flipados. Yo no sabía si iba en broma o en serio. Mi vida pasó por un instante delante de mis ojos. No entendía cómo me había metido en esta situación. Inmovilizado por cinco tíos, marcando paquete delante de dos chicas, y a punto de comerme un japo de otro.

Los cabrones que me tenían agarrado, cuando se aburrían me puteaban distintas partes del cuerpo. Constantemente recibía pellizcos en los pezones, ostias en los abdominales, toques en los huevos. Mi verdugo tenía las tijeras listas para cortarme otro cacho de melena. Entonces supe que no tenía otra opción. Cerré los ojos y me sorprendió mi propia voz diciendo:

-Está bien. Lo haré.

El griterío fue bestial. Y la sonrisa de cabrón de aquel chaval también.

-Venga, abre la boca.

Hice lo que me pedía.

-Quiero oir cómo me lo pides.

Lo hice, Seguía con los ojos cerrados.

-No, no, así no, quiero que me lo supliques y me llames señor. Ah, y quiero que abras los ojos y me mires a la cara mientras me lo pides, y cuando te lo comas.

¿Podía haber más humillación?

Derrotado, lo hice.

-Por favor, le suplico que me tire un japo, señor.

Risas.

-Muy bien, melenas, si me lo pides así, haré un esfuerzo, preparate, que ahí va. Se incorporó para poner su cara sobre la mía, a medio metro más o menos de altura (lo que provocó que su entrepierna quedara casi sobre mi cara también. Lo que faltaba. Hizo el típico ruido asqueroso y lo dejó resbalar.

No pude soportarlo, y en el último momento, aparté la cara, de forma que el japo me calló entre el ojo y la oreja, resbalando por mi mejilla. Era asqueroso. No pareció gustarles nada lo que había hecho.

-Mamón, cómo te vuelvas a mover cuando te lo tire, te capo. A ver, que alguien le coja de los huevos, y si se mueve, que use su mano como cascanueces.

Noté al instante que una mano me agarraba del paquete. Era la primera vez en mi vida que un tío me ponía la mano ahí. Me los agarró pero bien agarrados, Los slips facilitaban mucho la tarea.

-¿Preparado para otro regalito? Abre la boca.

Volvió a hacer la misma operación y me lo soltó, dejándolo resbalar.

No me atreví a moverme. Podían desgraciarme para siempre. El japo entró limpiamente, casi hasta la garganta. Jamás había sentido unas náuseas así. Casi vomito. Tosí.

-Trágalo. Vamos. No hagas comedia. Está bueno, ¿a que sí? Quiero que me des las gracias

-Gracias, señor

-Muy bien, melenitas, me parece que por hoy nos hemos cansado de jugar contigo. Anda, recoje tus cosas y vete. Recuerda lo de la ropa interior, si te pillo sin los slips de tu amigo el marica, lo pasaréis mal los dos.

Aquí acabó esta humillación, pero hubo más.