Nosotros, por primera vez (final)

...

Cruzo por primera vez tu ciudad, esa ciudad que dejo de tener nombre para mi desde que te conocí, para pasar a ser solo el sitio en el que tú vives, tu ciudad, por primera vez lo hago a tu lado, en tu coche, con tu mano en mi rodilla, y mi cuerpo saciado por ti apenas unos minutos antes, vuelve a desearte; ya sospecho que jamás dejara de hacerlo.

—No quiero causarte ningún problema –te digo temerosa de alterar tu mundo, sabiendo que no podemos permitírnoslo

—Vas a quedarte hasta el domingo, y frente a eso, el resto deja de importar para mí. Es lo que hay.

A pesar del egoísmo que implica todo esto, no puedo evitar sentirme bien con tu respuesta, ahora mismo eres mi todo, y disfruto siendo tu todo.

—Bueno, pues esta es mi humilde morada

Y sabes que no es tan humilde, pero es tuya y me encanta, nada más poner un pie en tu guarida, que destila masculinidad por doquier. El salón abierto a la cocina, sencilla practica y tan pulcra como tú; dos habitaciones, una desangelada con dos camitas para invitados y la más interesante, la que moras, la que vela tus sueños, tus angustias y tus deseos; que al igual que el resto, destila masculinidad, entre la sobriedad de los muebles, y los colores tierra de la decoración. Al igual que en el salón, veo libros por las estanterías a ambos lados del pasillo, que va a las habitaciones, lo que me recuerda tu afición por las letras, se lo que te gusta leer y escribir, y esa casa lo afirma a gritos.

—Deja tus cosas donde quieras –me dices, de nuevo en el pasillo, dándome opciones

— ¿Dónde quieres que duerma? –pregunto

—Vas a dormir poco, pero puedes hacerlo donde quieras, me da igual, vayas donde vayas te seguiré, no vas a librarte de mí aunque elijas el garaje.

Y de nuevo me haces sonreír, me gustas tanto que ni siquiera podría expresarlo, aunque a ti siempre se te ha dado mejor.

—Voy a cambiarme, y a preparar algo para comer, esta mañana hasta he ido a la compra, en tu honor princesa mía.

Voy como un corderito detrás de ti, y me siento a los pies de tu cama, mirando cómo te desnudas completamente.

— ¿Vas a quedarte ahí mirándome?

—Le molesta

—No, me encanta –dices entrando en el baño

Sigo detrás de ti, y me siento en la taza, viendo cómo te das una ducha rápida, me encanta ver cómo te enjabonas el pelo con vigor, luego el cuerpo, mientras me sonríes, y finalmente frotas tu polla, que no está del todo dura, pero a gustito con los meneítos que le das.

—Mejor dejarlo aquí, ponte cómoda, y luego ven a la cocina, ¿quieres? –me dices mojándome la cara, cuando me besas al salir mojado.

Vuelvo a la habitación para desnudarme, mientras ahora eres tu quien me mira expectante, mientras te pones un pantalón cómodo, y una camiseta.

—No sé si me pone más, verte desnudarte, hacerlo yo...incluso vestirte como antes en el hotel. Acabo de darme cuenta que todas las maneras me encantan... –dices frotando tu paquete por encima del pantalón

Me meto en la ducha de nuevo con una sonrisa, y te oigo a lo lejos decirme que estoy en mi casa, que haga lo que quiera.

Cuando salgo envuelta en la toalla, voy directa al cajón que abriste tú para sacar esa camiseta, y cojo la siguiente para ponérmela, luego busco unas braguitas limpias en mi neceser, y organizo las ultimas cosas que metimos a toda prisa, menos mal que no soy de sacar más que lo necesario de la maleta cuando viajo.

Voy a tu encuentro, directa a la cocina de donde provienen los ruidos, y te veo limpiando unos champiñones.

— ¿Me dejas que yo haga eso? –te digo pegada a ti, dándote un besito en la nuca

— ¿Porque no sigues haciendo lo que estás haciendo, mientras yo cocino?

—Porque dejaremos de cocinar, y me muero de hambre –te digo, buscando tu boca

—Bien, entonces córtales el rabito, mientras saco la carne.

Y al ir a la nevera, reparas en lo que llevo puesto.

—Esa camiseta me suena, es... mi favorita

—Dijiste que cogiera lo que necesitara...si quieres me pongo otra

—Entonces la que te pongas, pasara a ser mi favorita –dices, dándome un azote en el culo

Cocinamos conjuntamente entre toqueteos, cenamos entre insinuaciones sexuales, y después me levanto para recorrer el pasillo, mirando las estanterías repletas de tus libros, tu historia... y voy señalándote los que he leído, cojo alguno que llama mi atención, y te pregunto sobre ellos, tu respondes a todas mis curiosidades; y mientras yo ojeo las páginas, tus manos ya recorren mi cuerpo bajo tu camiseta holgada. Disfruto del olor añejo de las páginas de papel, de tus caricias, del excitante momento, rodeada de tu vida lejos de mí...que ahora compartimos. Pegas tu cuerpo al mío, mientras me hablas de ese libro, mientras pellizcas mis pezones, los retuerces y yo muerdo mis labios, sacando otro libro cualquiera, obligándote a seguir hablándome de algo que no te apetece, me sigues la corriente mientras dejo que una de tus manos, baje para colarse dentro de mis bragas, mientras tu polla dura palpita pegada a mi trasero, entre los cachetes del mismo...

Estamos hablado sobre uno de los libros que tienes, y que yo también he leído, va de un hombre que a sus más de sesenta años, después de una vida más que completa en todos los aspectos de la misma, incluso en el aspecto sexual, en que nunca le han faltado las compañías femeninas, de repente al borde del descanso del guerrero, digamos que se obsesiona con una mujer.

— ¿Tú crees que la ama? –te pregunto

—Creo que la ama sin saber que es amor, porque nunca se ha enamorado, ya que siempre ha tenido más incluso de lo que ha querido. –dices, pasando ya los dedos por mi rajita, mientras sigo pasando paginas...

— ¿Porque crees que se obsesiona con ella, y no con cualquiera de las muchas de las que admite que han pasado por su cama? –te pregunto, mientras tus dedos resbalan dentro de mi encharcada vagina

—Yo creo que de repente, se encuentra con un mujer que le dice como el comenta en el libro, que le adora, que le dice que le admira, que incluso deja que se la folle como, cuando y como quiera, como él hace con vehemencia...pero como él también dice en el libro: ni una sola vez, la oye decir un: “te echo de menos”, “no puedo vivir sin tu polla” y eso le hace temer perderla hasta cuando esta con ella.

Yo, jadeo oyéndote contar la mejor parte del libro que ya he leído, en tus labios es aún mejor que cuando lo leí, y más aún mientras tus dedos entran y salen de mi vagina.

—Yo echo de menos tu polla, pirata; incluso cuando retrocede para volver a follarme.

Jadeas, mientras bajas mis bragas de un tirón, y yo echando las manos hacia atrás, bajo tu pantalón, para que no tardes en metérmela como así sucede, me agarras de las caderas, y simplemente dejas que resbale dentro de mí, llenándome hasta que solo tus huevos quedan fuera, me inclino un poco más, y tú me aferras con fuerza, para empezar a follarme duro.

—Daría más de la mitad de lo que me queda de vida, por pasar el resto jodiéndote mi niña.

Tus manos suben, de mis caderas a mis pechos, y retuerces mis pezones, mientras sigues follándome, sin la piedad que no te pido, mis caderas piden más, y buscan las tuyas con deleite. Suelto la estantería con una mano, para llevarla entre mis piernas y masturbarme frenéticamente, con lo que no tardo en correrme, apretando tu sexo con los espasmos de mi orgasmo.

—Así nena, que rico te corres, me encanta sentirte, cuando me aprietas, me succionas y mojas mi polla con tus juguitos calientes... –dices antes de salir

Me coges de la mano, y me llevas al salón, me sientas en un sillón de esos que parecen antiguos, con orejas y de piel; por cómo está desgastado, intuyo que es tu preferido.

Te arrodillas ante mí, y separas mis piernas, subes mis pies a la mesa baja que ha quedado tras de ti, y te inclinas a lamerme. Me retuerzo al sentir tu lengua en mi rajita, en mi carne palpitante. Todo lo relacionado contigo me excita, pero que me chupes con esa necesidad, tras los orgasmos, incluso en los que también te has corrido tú, me enloquece. No tardo en volver a correrme en tu boca, y tú por supuestísimo sigues lamiendo, aunque más calmado, hasta la última gotita.

—Hagamos un receso, ¿quieres un café? –dices poniéndote en pie, estas empalmado, pero no tienes prisas y yo asiento

Te diriges de nuevo a la cocina, desnudo y maravillosamente duro.

—Me encanta la seguridad que tienes en ti mismo –te digo mirándote

—Nena, a mi edad hay poco que aparentar, y demasiado que esconder, lo mejor es ni siquiera intentarlo

Voy de nuevo como un corderito detrás de ti, y te miro encandilada preparar la cafetera. En ese preciso instante, me doy cuenta de que te amo, te quiero con mayúsculas. No sé cuándo ha pasado, pero está ahí y con la misma certeza que descubro eso, sé que va a ser para siempre, independiente de lo que tiene que suceder el domingo.

No quiero pensar, solo quiero vivir al máximo lo que pueda, como si estuviera expirando el jugo una dulce naranja que me encanta y pegándome a tu espalda empiezo besando tu nuca.

Ronroneas, pero sigues con lo que estás haciendo puntilloso, mientras mis labios recorren tu espalda, húmedos, quiero empaparte, quiero empaparme de ti y saboreo cada rincón de tu curtida piel hasta llegar a tu trasero, por el que siguen mis labios, besando con deleite, lamiendo con gusto...

—Nena...-jadeas, ahora que mi lengua se cuela en tu rajita, ávida por no dejar un solo rincón de ti sin explorar

Noto el temblor de tus piernas, veo cómo te apoyas en la encimera, y sé que te está gustando, profundizo con mi lengua, mientras mis manos acarician ya tus muslos, que se están poniendo más rígidos, en tensión por el deseo. Me entretengo oyéndote jadear, disfrutando del sabor de mi macho, mientras mi mano, busca comprobar lo mucho que a este le está gustando mi lengua. Tu polla dura roza la encimera, y la agarro con la mano, presiono fuerte y sueltas un gemido prolongado, cuando desnudo el capullo, y este se cubre aún más de liquidillo acuoso...me muero por lamerlo, y sin más en cuclillas colocándome a tu lado, me estiro para atrapar esas gotitas, ese manjar que ya es para mí tu esencia. Y de paso doy algún chuponcitos extra que te hace gimotear, y temblequear por la fuerza de mi succión en la punta de tu polla, que es lo único que mis labios rozan, mientras en cuclillas, a tu lado sigo acariciando tus muslos por detrás, y subo a acariciar los cachetes de tu culo, mientras la otra mano agarra tus pelotas, arqueas la espalda, y suspiras, yo aprieto mi mano, y noto el calor de tus huevos en ella, mientras me estiro de nuevo viendo tu polla ahora tan gorda y grande que descansa en la encimera, al ver que me estiro, te giras levemente para que mi boca llegué, para que mis labios vuelvan a cerrarse entorno a ella, y tras pasar la lengua por la punta, sujetándola entre los labios, de nuevo succiono con fuerza, haciendo ruidito con los chupones que doy, sé que oírlo te excita aún más, y tu jadeas apoyado en esa encimera en la que ya has olvidado el café, hasta que después de un par de mamaditas corta, y magreos en tu culo y tus pelotas, me pongo en pie a tu lado, y tras comerte la boca, (ummm tú lo haces desesperado, llenando la mía con tu saliva, lamiéndome...) te digo:

— ¿Y ese café pirata?- y tú me miras con cara de quererme matar, pero con la sonrisa de querer hacerlo a polvos como a las cucarachas

— ¿Quieres café, princesa?

—Claro, por eso estamos aquí ¿no? Pero puedes ponérmelo solo, que en un ratito me tomo la leche –te digo para rematarlo

Apoyo mis riñones en la encimera, mientras ya estoy tomándome mi café allí de pie y tú el tuyo. Finges buscar algo en un cajón junto a mí apartándome ligeramente, dejas abierto el tercer cajón empezando por el suelo, y cogiendo mi tobillo subes a este mi pie flexionando mi rodilla, exponiendo así mi coño, ante el cual te inclinas para pasar tu lengua plana, una sola vez. Yo meneo las caderas hacia tu boca, y tú levantándote, te pones frente a mí, me agarras por la cintura, y me la metes de un solo tajo en esa postura.

— ¿No querías café? Tomate el café... –me dices, sin dejar de follarme como un poseso

Empujas mi cuerpo contra los muebles, mi culo golpea una de la puerta de los armarios, el tirador se me clava, pero tu polla hace maravillas en mi coño, y no me importa lo que haga el tirador en mi culito. Me estas destrozando a pollazos, por la postura entra forzada, y me abres más, te rozas más, y ambos terminaremos escocidos, pero a ninguno parece importarle mientras dura esa tremenda follada, hasta que noto el ardor dentro cada vez que rozas, y por tu cara sé que vas igual...

—No puedo más, y no quiero parar nena –dices sin pausa

Me agarro a tu cuello, cuando en un intento de arreglarlo me giras, sentándome en la mesa de la cocina, me la metes más profundamente, de manera más natural, y escuece menos, fuerzas menos tu polla, pero el daño ya está hecho, estamos ambos escocido y gemimos en cada envestida...

—No pares, no pares

—No lo hare, nena, no lo hare, hasta darte esa lechita para tu café –dices, llevando tu mano entre nosotros

Me arqueo hacia atrás en la mesa de la cocina, y pasas una de tus manos entre mis dos tetas, mientras dos dedos de la otra pellizca mi clítoris, yo aprieto tu polla que acaba de hundirse al máximo y te grito:

—Me corro pirata, dame esa lechita....

Y como siempre me das lo que te pido al instante...pero aun tiemblo cuando sales, e inclinándote, lames con deleite mi coño, del que mana nuestra esencia, y tras unos minutos, recoges con tu lengua, y subes a mi boca, para compartirlo conmigo.

—Toma princesa, tu lechita...

Dios que cochinada más rica, como me pone que seas tan marrano...

Terminamos ese día fomentando los cariños, y abrazos sin demasiado roce genital, que por razones obvias, teníamos que cuidar si queríamos seguir disfrutando del fin de semana.

— ¿No sé si es el ansia por concentrar en este fin de semana todo lo que quiero hacerte, que mira como me tienes? Ni cuando tenía veinte...antes en la cocina no buscaba comerte el coñito, buscaba a ver si por dentro eras azul como la viagra, porque a tu lado me siento como si lamiera una todo el tiempo...

— ¿Cómo no voy a adorarte, pirata? Y a ella que conste –te digo, mirando tu polla y recordando al protagonista del libro del que hablamos.

Esa noche muy tarde y ya en la cama, tu cama, la que vamos a compartir por primera vez me dices:

—Vamos a ver cómo está tu coñito este mediodía estaba muy irritado

Y colocándote de rodillas en el suelo, como si fueras un experto y crema en mano, separas mis rodillas, pero en vez de ponerme crema me aplicas primero un tratamiento mil veces más agradable que la crema, tu lengua otra vez recorre mi sexo.

—Estaría comiéndote toda la vida, pero hay que ponerte la cremita –dices levantandote tras unos lametones.

Abro los ojos de par en par, viendo como untas tu polla de crema

—Creía que ibas a ponerme crema a mí, pirata

—Dame tiempo, que eso voy a hacer ahora mismo –dices, colocando tu polla ahora blanca en la entrada de mi vagina.

Joder, venero tu manera de ponerme la crema desde el minuto cero, y te lo digo entre jadeos, sintiéndote lentamente resbalar entre mi carne, aliviando en un principio el calor y el escozor, entras y sales, muy despacio un par de veces, luego vuelves a ponerte más crema en la polla, y repites la misma historia, mientras yo entrelazo los pies detrás de tu culo, me tenso y cuando entras esta ultima vez, casi dolorosamente lento, las sensaciones se multiplican por mil al estar tan sensible y la lentitud con la que rozas todo, y mi cuerpo vuelve a vibrar...

—me corro, no te muevas, pirata....

Y obedeces, mientras mi cuerpo desde abajo se tensa aún más, y soy yo quien me muevo, sintiendo como si mil descargas eléctricas sacudieran mis entrañas, las sensaciones han sido espectaculares

—Joder nena, pero que rico te corres –dices saliendo con la respiración acelerada

Me das la vuelta y tras besar mi espalda, terminas tirando de mis caderas para ponerme en cuatro, para besar, para morder, para lamer y perforar con tu lengua mi culo.

—Fóllamelo, pirata; párteme en dos mi vida –jadeo, de nuevo fuera de mi

Y como no, el mejor y más audaz de los piratas, me folla el culo hasta llenarlo de rica, espesa, y cremosa lechita empotrándome contra el colchón.

Ni siquiera soy capaz de darme la vuelta cuando te colocas a mi lado, y pasas tu brazo por mi cintura.

Unos minutos después, oigo perfectamente cuando tú crees que ya estoy dormida, tu susurro en mi oído.

—Te amo Sara

Y a pesar del escalofrió que recorre mi cuerpo, finjo cómo crees, seguir durmiendo; hasta que oigo tu acompasada respiración, que también me dice que ya duermes, y solo entonces me permito acercarme a tu oído, y decirte:

—Yo también te amo, pirata; siempre te amare.

El sábado nos levantamos tempranito, y me dices que te apetece recorrer conmigo los alrededores de tu ciudad, alejarte un poco de todo y de todos conmigo.

—Me da igual donde ir si es contigo, pirata –y me besas apasionadamente, antes de vestirnos entre miradas cargadas de un deseo mental, que aún no puede ser físico por razones obvias.

Disfruto del sol de este país que ya en puertas solo de la primavera, calienta más que muchos veranos en otros. Recostada en el asiento del copiloto, puedo notar el calor de tu mano sobre mi muslo, gracias a la fina tela del pantalón ancho que he elegido para la ocasión, junto con una ajustada camiseta de punto, dejando la chaqueta colgada del respaldo.

—Me encantan tus muslos prietos, tu piel suave y deliciosa...-dices, casi como si pensaras en voz alta, mientras aprieta mi carne

— ¿Y si no te hubiera atraído físicamente? –te pregunto, mientras conduces

—Eso no hubiera sido posible, lo que siento por ti está por encima de eso, te deseaba sin haberte visto, y te hubiera deseado fueras como fueras, que me gustes tanto solo es como el aguinaldo de navidad, la paga extra... pero si hubieras sido, digamos algo menos de lo mucho que me pareces a mí, igualmente habrías sido tú, y estaba más que predispuesto a adorarte en cualquier versión de ti.

—Anda ya, adulador, eso queda muy bien, pero no es la realidad, podrías haberte encontrado con algo que no te gustara en absoluto

—Nada en ti podría desagradarme mujer, cualquier parte de ti, serias tú y solo por ese hecho ya me gustaría.

—O sea que supongamos que me pongo gordísima, y vuelvo cargadita de lorzas por todas partes ¿seguirás deseándome como ahora, que deseas lo que ves porque te gusta?

—Cariño si vuelves así, besaré cada lorcita, cada parte de ti que consideres que está de más, hasta que aprendas a quererlas como yo. Y si eso va a traerte a mí de nuevo después del domingo, te mando y pago yo la comida cielo... –cierras con una de tus bromas.

—Pirata –te digo con una sonrisa satisfecha.

Me enseñas muchos rincones, paramos a tomar algo, y no sueltas mi mano, como si necesitaras en todo momento estar conectado a mí, lo intuyo porque yo me siento igual. Después proseguimos, me quieres llevar a comer a un sitio emblemático y muy antiguo, en mitad de un paraje natural, donde comemos rodeados de verde, frente a una laguna.

—No pidas más cosas, o no tendré que irme para volver cargada de lorzas

—Pues mejor que mejor –bromeas, antes de besarme con rapidez por que viene el impoluto camarero.

Volvemos a tu casa ya de noche, agotados por el trajín del estupendo día, y tras darnos una ducha vamos directos a la cama.

—Lo he pasado genial, gracias. –te digo agarrando tu cara, besando tu labios suavemente

—Nena, no puedo dejar de pensar que mañana te iras –susurras tristemente, antes de profundizar mi beso

Esa noche hacemos el amor desesperadamente, comiéndonos, acariciándonos, como queriendo grabar en nuestras mentes, cada centímetro de él otro, cada sensación, cada instante...durante casi una hora, no dejamos de acariciarnos pausadamente, hasta que nuestros cuerpos no pueden más, y buscamos frenéticos el orgasmo, que libre la tensión que hemos creado. Después, nos dormimos abrazados y despierto de madrugada con tu cabeza entre mis piernas y tu lengua entre los labios de mi sexo, me doy la vuelta colocándome sobre ti, buscando con mi boca tu sexo, para saborearte, para beber de ti, como tú haces conmigo y nuestras bocas hambrientas, no se sacian hasta dejar nuestros cuerpos secos y agotados. Nos volvemos dormir y despertamos a mitad de mañana.

—¿A qué hora sale tu vuelo?

—A las ocho

—Te llevare al aeropuerto, no quiero despedirme de ti aquí, no quiero recordarlo –dices con los ojos brillantes.

“Jamás olvidare lo que sentí en ese aeropuerto atestado de gente, en el que nadie era consciente del dolor que partía mi alma, mientras soltaba tu mano, y te miraba por última vez, para alejarme de ti. Andaba sin girarme, porque sabía que de hacerlo, no sería capaz de seguir, andaba con los ojos anegados, sabiendo que cada paso que daba me alejaba un poco más, y que esa distancia entre nosotros no hacía más que crecer a cada paso....”

No dejo de llorar en todo el vuelo de regreso a casa. Cuando bajo del avión en el aeropuerto entro mecánicamente en un baño y me lavo la cara con agua fría, me apoyo en las baldosas e intento serenarme.

Cuando llego a casa mi marido está viendo resúmenes de futbol, apenas me hace caso, pero pregunta que tal lo he pasado, le digo que bien, pero que estoy agotada mientras beso su mejilla distraídamente.

—Si no te importa, me muero por una ducha y mi camita –miento, porque en ese momento muero por ti, solo por ti.

Me acuesto y dejo que de nuevo las lágrimas bañen mi cara hasta que me quedo dormida, y ni siquiera sé cómo nadie se dio cuenta de lo que fue para mí esas dos siguientes semanas, las peores de mi vida. Pero el tiempo lo cura todo y el dolor no pasa pero llega un momento que el cuerpo se anestesia y dejas de sentirlo.

Un día cuando regresas a tu casa, a tu trabajo, a tu realidad y todo es distinto, todo te parece diferente, y entonces te das cuenta que la que ha cambiado eres tú y no lo que te rodea. Y yo me he dado cuenta de lo mucho que he cambiado después de ti. Probablemente nunca leas esto pero me apetecía ahora que ya no hablamos, ahora que no se ya nada de ti, expresar lo que sentí a tu lado.

UNOS DIAS DESPUES

De repente sin más me derrumbo, y no puedo evitar leer los correos que él ha seguido enviando, y por inercia abrí el ultimo que mando, tan solo unos días antes. Y dice lo siguiente:

“La casualidad, el aburrimiento o el destino... una de las muchas noches de insomnio me llevó a leer un relato en el que me siento tan identificado, que casi es imposible que no seamos nosotros. Te amo Sara, de cualquier manera, como elijas, cuando quieras, cuando puedas, tú elige el modo, pero por favor no odies lo que sientes por mí, no lo mates, no dejes que esto muera, porque no lo merecemos. Si no estás preparada para dejarle no lo hagas, si no quieres volver no vuelvas, si no quieres que vaya no iré. Sé que piensas que nuestras vidas paralelas no merecen que las destruyamos por lo que sentimos, pero ¿merecemos destruirnos nosotros?; sé que llegamos tarde y querernos del modo que elijas será nuestra penitencia, pero busca una manera, porque necesito algo, sea lo que sea”

Esa noche fue larga en casa, al día siguiente un alboroto, un caos en mi vida, pero dos días después volví a marcar su número, cuando me asaltaron las dudas.

— ¿Eres tú?-me pidió al otro

— ¿Estas solo, pirata? No quiero causarte ningún problema –y era cierto

Yo había tomado decisiones, pero estaba dispuesta a respetar las suyas, sin que las mías las afectaran

—estoy solo desde el día siguiente que te fuiste. No podía seguir engañándome después de ti.

Y volví a colgarle el teléfono dejándole a medias, y el volvió a creer que se había extralimitado como la primera vez diciéndome tanto de sopetón, hasta que oyó el timbre.

Yo, toqué ese timbre, de esa puerta que tan bien recordaba, y le vi de nuevo, por primera vez después de casi un año.

—No me puedo creer que estés aquí –me dice acariciando mi cara

—Podría mentirte y decirte que he venido a darte una sorpresa, que estoy de paso, pero te mentiría, estoy aquí porque a pesar de intentar no estar, no he podido evitarlo. He leído tu mail y como me das opciones vengo para ofrecerte que elijas tú el cómo y lo que quieras de mí, de nosotros

—Lo quiero todo Sara. ¿De verdad puedes? –dijo con voz emocionada

—No podía seguir allí, no podía seguir engañando al mundo, por más que doliera necesitaban la verdad, esa verdad que nadie busco, pero que no soy capaz de obviar. Ya no podía seguir allí viviendo una mentira, después de ti.

—Joder nena, como te amo.

Y por primera vez hicimos el amor detrás de la puerta, en la entrada sin importarnos ni que la puerta acabara de cerrarse.

—Y yo pirata, si mi vida, necesito que me folles...Dios como he añorado tu polla –digo mientras me penetra, y él sonríe recordando el libro del que hablamos una vez.

—Ves, si la has echado de menos, ya no tendré que obsesionarme tanto, me bastara con seguir amándote

—Más te vale, pirata...