Nosotras... una Utopía?

Cada noche era igual, llegabas a mi cuerpo, lo tomabas, me hacías tocar el cielo y cuando el sueño me vencía te alejabas irremediablemente de mi lado.

No pares, amor… sigue así… así… repetías mientras aprisionabas tu mano con la mía. Cada noche era igual, llegabas a mi cuerpo, lo tomabas, me hacías tocar el cielo y cuando el sueño me vencía te alejabas irremediablemente de mi lado.

Nos conocimos aquella tarde en la que los niños jugaban en el parque; estabas tan linda con esos shorts rojos y esa playera azul. Traías en tus brazos al pequeño George quien apenas cumplía los 9 meses, era tu adoración, y luego sería mi protegido también.

Jugábamos Charly y yo, a meter gol al arco invisible que habíamos marcado con ramas caídas de un viejo árbol, estábamos divirtiéndonos tanto hasta que un pequeño accidente, todo lo cambió.

Charles acababa de cumplir los 8 años y quería ser como Lionel Messi, aquel astro argentino que era la admiración de todos. Yo, la verdad, no sabía nada sobre fútbol sin embargo, hacía todo lo que estuviera en mis manos para ver a mi enano feliz.

Dándole disimulada ventaja, Charles y yo estábamos empatando en cantidad de goles pero como el tiempo de regresar a casa estaba llegando, quise dar por terminado el juego metiendo un súper gol. Desafortunadamente, el balón impactó en el pequeño bebé que tú tenías en tus brazos haciendo que perdieras el equilibrio y cayeras precipitadamente sobre el jardín. Gracias a Dios el niño no sufrió ningún daño pero tú lastimaste tus rodillas.

Corrí a verte pero tú sólo me fulminaste con la mirada, aún enojada eras bellísima pero las ganas que tenías de matarme no ayudaba mucho para que tú cedieras a mis encantos. Intenté curar tus heridas con la ayuda del botiquín de bolsillo que cargo siempre que salgo con Charly ya que él es amante de las travesuras y no hay vez en la que no se lastime algo, pero tu " NO GRACIAS" fue contundente.

Te pedí disculpas de mil formas pero tú sencillamente no me dabas tregua y yo ya estaba empezando a impacientarme; no me preocupaba el no poder conquistarte sino el que tú pensaras que yo era la persona más torpe de este planeta y aunque me habían llamado “marciana” millones de veces en mi vida por ser algo “especial” no consideraba que el título me quedara bien.

Luego de cierto esfuerzo lograste ponerte en pie mientras yo tenía a George en brazos, tú me miraste y disimulaste una sonrisa diciéndome que un bebé en brazos me quedaba mejor que un balón en los pies. Hiciste que me sonrojara a tal punto que no supe que más decir. Charly me tiró de la playera para pedirme un helado y con eso me sacó de mi embarazosa situación.

Eso te hizo aún más gracia, al parecer, todas las situaciones que me causaban pesar a ti te provocaban risa así que tan sólo me dejé llevar. Siendo bromista por naturaleza decidí utilizar mis mejores dotes para atraer tu atención, empezamos a conversar sobre cuál era el precio del té en China o la inmortalidad de la mosca para romper el hielo hasta que nos dimos cuenta de que el tiempo realmente había volado, George necesitaba cambio de ropa y Charly ya extrañaba a su mamá.

Tenía la esperanza de que George no fuera tu hijo pero no me atreví a preguntar para no arruinar lo poco que había ganado ese día así que sólo me despedí diciéndote que cada viernes a las 2pm venía al parque con Charles a jugar con él ya que mi cuñada pensaba que más tiempo conmigo podía ser “dañino para la salud”. Tú soltaste la carcajada y yo me sentí feliz, sentía que algo mágico iba a suceder entre tú y yo.

A la semana siguiente fui a recoger a Charly como de costumbre para llevarlo a jugar, tenía la ilusión de verte llegar pero no lo hiciste. Durante dos meses te esperé como cada viernes a las 2pm en el mismo lugar pero no me diste la oportunidad, supe entonces que mis sueños eran sólo una utopía, un imposible.

Trabajaba en ese entonces en una agencia de publicidad, siendo la fotografía mi pasión, la agencia era mi paraíso, un hobby que se volvía parte de mi diario vivir. Un día revelando las fotos que había tomado para la celebración de las fiestas regionales en la ciudad me di con la  sorpresa de que la esposa del alcalde se parecía mucho a ti y no pude evitar el preguntarme si podías ser realmente tú. Obviamente llegué a la conclusión de que no lo eras ya que una persona tan importante jamás estaría en un parque vestida tan informalmente y sobretodo, sin resguardo policial alguno.

Yo seguí jugando en mi parque favorito cada viernes en la tarde deseando desde el fondo de mi corazón el verte un día llegar pero el frio del invierno ya estaba afectando mis visitas al parque así que dejé de ir por unos meses hasta que el calor volvió.

Tres años después, una tarde de primavera cuando los árboles mostraban su más bello verdor sentí unas manitas jalando mi playera, no sabía quién era aquel pequeño ni tampoco que deseaba de mí pero me acerqué hasta él y muy suavemente me dijo: Cómo te llamas? No pude evitar el sonreír ante tan curiosa pregunta y simplemente le respondí: Soy la Princesa de tus sueños. Dicho esto solté a reír, el pequeño me miró y se fue corriendo a toda prisa.

Charly estaba por cumplir 11 años y muchos de los juegos de antes ya le aburrían, ahora prefería sentarse en una banca y sólo jugar con su videojuego de bolsillo, y aunque ya casi ni conversábamos yo seguía siendo su tía favorita y no dejaba que nadie más robara mi atención mientras estábamos en nuestro ritual de los viernes por esa razón le llamó mucho la atención que aquel pequeño se acercara a mí.

La verdad yo no le había dado ninguna importancia al pequeño hasta la semana siguiente cuando el pequeño me volvió a abordar sólo que esta vez traía consigo una pequeña caja. Sus manitas tomaron las mías y me dijo: Tenías razón… te he visto cada noche en mis sueños como a mi mami sólo que ella no es una princesa como tú, ella es la Reina. Esto es para ti. Diciendo todo esto me dio la cajita y desapareció.

Charly no pudo evitar la curiosidad y me quitó la caja de las manos, en ella había una hermosa tiara de juguete. No sabía por qué razón pero aquel pequeño había logrado enternecer mi alocado corazón y así como la semana anterior, esta vez tampoco pude ver de dónde vino ni adónde se fue.

Llevé la tiara hasta mi estudio y decidí colocarla sobre mi escritorio, no lograba entender que estaba ocurriendo con aquel pequeño pero algo sí era cierto, quería seguir viéndolo así que el viernes decidí ir más temprano al parque y le pedí a Charly que nos sentáramos en otro lugar para así poder ver de dónde salía el pequeñín. Las horas empezaron a transcurrir hasta que el día terminó y yo debía llevar a Charly con sus papás.

Volví a casa bastante apenada y no era la primera vez en realidad, durante los últimos años esa era la sensación que me embargaba cada viernes, supongo que inconscientemente tenía la esperanza de verte llegar alguna vez pero esto jamás se daba.

Esa noche mientras desnudaba mi cuerpo para meterme a la ducha descubrí una nota en uno de los bolsillos de mis shorts…. Cómo llegó esto aquí? Realmente no entendía que había ocurrido pero me dispuse a leer lo que en aquel papel decía: Siempre fuiste la princesa de mis sueños pero jamás pude ser la princesa de los tuyos… sólo soy un imposible … sólo eres un imposible … el “nosotras”… una Utopía.

Podía ser esto posible acaso? Eras tú aquella a quien tanto busqué y nunca vi volver? Qué estaba ocurriendo? Cómo llegó esa nota a mi? Tenía mil preguntas y no hallaba respuesta a ninguna, no logré conciliar el sueño aquella noche, ni la noche siguiente, ni la siguiente, mi vida estaba hecha un caos, debía saber lo que ocurría, no estaba dispuesta a sufrir más, así que el viernes me disculpé con Charles diciéndole que tenía una sesión de fotos muy importante y que no podía llevar a cabo nuestro ritual como cada viernes, que esta vez lo haríamos el sábado. Charly estaba enojadísimo conmigo, él no entendía razones pero igual lo tuvo que aceptar.

Siempre me gustaron las mujeres pero jamás estuve con ninguna, soy bisexual así que siempre era más sencillo tener novios y de ese modo evitaba las miraditas acusadoras de mi conservadora familia. Con el paso de los años sólo me importaba lo que Charly opinara de mí, él era como aquel hijo que no tenía pero que algún día deseaba tener. Tenía temor de que un día él me juzgara, criticara o tal vez hasta despreciara pero desde que te conocí me juré a mi misma que nunca estaría con nadie que no fueras tú, que ilusa verdad? Como si alguna vez pudieras fijarte en mí.

Ese viernes llegué al parque a las 12 pero vestida con traje, una peluca y unos lentes oscuros enormes, me senté cerca de la entrada del parque pretendiendo leer el diario, sentía que las horas transcurrían cuando te vi llegar, de tu mano venía aquel pequeño que no podía ser otro que George, Dios, estabas tan hermosa, los años habían marchitado un poco tu mirada pero eso no era motivo para opacar tu hermosura.

No sabía qué hacer, si acercarme a ti o no, si sólo contemplarte o tal vez intentar hablarte, mil ideas daban vueltas en mi cabeza, el tiempo pasaba y tú solo permaneciste sentada con un libro en tus manos viendo cómo George iba y volvía del columpio. No podía seguir con esta agonía y me acerqué, no sabía ni tu nombre, los años habían pasado y ni siquiera tu nombre conocía así que lo único que atiné a decir fue: Siempre fuiste y serás la Princesa de mis sueños. Tú me miraste y dejando tu libro a un lado de la banca te acercaste a mí y tomando mi rostro susurraste: y tú el de los míos.

No pude evitar besar tus labios, jamás había sentido la suavidad de los labios de una mujer en los míos y realmente me sentía en la gloria. Tú correspondiste a mi beso sin darte cuenta de que el pequeño George se acercaba. Nos separamos violentamente para evitar que el niño notara lo que estaba pasando pero yo no podía alejarme de ti, NO PODÍA, lo que sentía por ti era más fuerte que toda lógica, que todo miedo, que todo prejuicio.

George se acercó a mí y dijo: Princesa, por fin conociste a mi mami, aunque en mis sueños ustedes se conocen desde siempre y se quieren mucho.

Tú no supiste qué decir y yo menos, pero George entendía más de lo que nosotras creíamos, él fue testigo de cada viernes desde la primera vez, cada viernes me viniste a ver aunque nunca me dejaste verte, el único que lo sabía era el pequeñín, sin que nadie se lo dijera él supo del amor que su madre siempre me tuvo.

Yo te bombardeé de preguntas que no quisiste responder, tomaste al pequeño y prometiste volver el miércoles a las 6 de la tarde cuando el sol está cayendo. Yo acepté emocionada, era la cita que siempre anhelé pero nunca tuve. Mis sueños se hacían realidad.

Los días pasaron tan pero tan lentos que se volvían eternos. Había pedido permiso para retirarme el miércoles más temprano pero justo ese día el alcalde daba una fiesta en su casa para celebrar su reelección. Mi jefe me envió a cubrir la celebración. Yo estaba destrozada por dentro, no sabía ni tu nombre, mucho menos tu teléfono para avisarte que no iría a la cita así que me encomendé al santo patrono de los imposibles para que tú me dieras una segunda oportunidad y me dirigí a la casa del alcalde.

La celebración estaba tomando tiempo en iniciar por lo cual decidí dar una vuelta por los jardines de la mansión del alcalde, cuál sería mi sorpresa cuando de la nada te vi llegar, traías un vestido púrpura con un escote en V que realzaban esos pechos tan hermosos que tenías. Yo estaba sorprendidísima pero feliz de poder verte y disculparme por no ir a la cita pero tú te acercaste a mí y tan sólo me dijiste: Perdóname, Princesa.

Te fuiste corriendo de aquel lugar y yo corrí tras de ti como niño tras su madre en el centro comercial que teme perderse entre tanta gente. Tú no te detuviste y en cambio la multitud comenzó a aplaudir, el pequeño George hacía su aparición oficial de la mano de su progenitor… El Alcalde.

El mundo se me vino encima, tú, la princesa de mis sueños estabas casada con el hombre más poderoso de la ciudad, sentí como cada parte de mi alma se desmoronaba de tristeza, ahora entendía tus palabras, ahora entendía por qué nunca me dejaste verte, nunca me dijiste lo que sentías por mí.

Terminé la nota aquella noche y volví a mi estudio, revelé las fotos que había tomado incluyendo aquella foto de cuerpo entero de la Sra. Jennifer de Andalucía, la bellísima esposa del alcalde, tomada de la mano de su pequeño hijo George. No sabes cuantas veces acaricié y besé aquella foto hasta que perdió forma luego de que mil de mis lágrimas la estropearan.

A la mañana siguiente sin yo esperarlo te encontré parada en la puerta del estudio, traías cara de haberte desvelado toda la noche, imagino que fue por la cena de gala en tu casa pero me sacaste de mi error, a penas terminé de tomar las fotos oficiales me retiré y tú hiciste lo mismo alegando sentirte indispuesta, te encerraste en tu habitación, aquella que sólo compartías con George ya que habías descubierto que tu esposo tenía tratos con el narcotráfico y no querías compartir tu vida con un hombre de esa calaña.

Me contaste que tu vida era un infierno y que lo único que le daba un alegría era el ir cada viernes al parque con George, sólo con verme de lejos tú podías soñar que eras libre. Yo entendí en ese momento por todo lo que habías pasado y te abracé, tú te sentías tan indefensa en mis brazos y yo me sentía tan plena con sólo tenerte cerca, quería que ese abrazo jamás terminara, que se pasara la vida entera mientras yo te retenía en mis brazos. Tu celular sonó y sólo me dijiste: Pronto te veré, mi Princesa… te veo en mis sueños donde puedo amarte… donde sólo tú existes.

El viernes en el parque mientras conversaba con Charly te vi llegar junto con George quien al verme corrió a mis brazos, ese pequeño me adoraba como si fuera mi propia sangre. Charly estaba algo confundido por la repentina aparición y sólo atiné a decir: Mira, ella es la Sra. Jennifer, la esposa del Alcalde y este es su pequeño hijo George.

Charly estaba impresionado, te saludó respetuosamente pero al verte sonreír el dijo: Un momento… yo sé quién es usted… mi tía la lastimó una vez hace mucho tiempo… estoy seguro… era usted.

Tú estabas tan sorprendida como yo pero aún así le confirmaste a Charly el asunto. Mi adorado sobrino no dejó de hacerte pregunta tras pregunta, él estaba maravillado, casi tanto como yo (je) sin embargo el tiempo voló y tuvimos que despedirnos con la promesa de volvernos a encontrar la semana siguiente.

Era martes y yo rogaba porque ya fuera viernes, daban casi las 6 de la tarde y me disponía a irme a mi casa cuando te vi parada en la puerta del estudio. Me miraste  y sin preámbulo alguno tomaste mi rostro y me besaste, no sé en qué momento cerraste la puerta, ni tampoco sé cómo pudo ocurrir todo lo que esa noche pasó.

Me arrinconaste a la pared y me besaste con tanta pasión que no podía yo contenerme, me encantaba tu manera de besar, en realidad estabas logrando subir la temperatura de mi cuerpo de una manera casi violenta. Colocaste una mano por debajo de mi blusa y yo lo permití, empezaste a acariciar mis pechos con una destreza que no había conocido en nadie, yo no quería que te detuvieras aunque confieso, tenía muchísimo miedo de lo que estaba sintiendo.

No sé cómo abriste los botones de mi blusa, sólo recuerdo tus labios haciendo presión en los míos, mi cuerpo ya no me respondía, sólo te obedecía a ti, desabrochaste mi brassiere y sin pedir permiso tus manos acariciaron ferozmente mis pechos, yo me sentía en las nubes, una mujer estaba dándome más placer que todos mis ex novios juntos.

Empezaste a besar mi cuello mientras sentía que la punta de tu lengua lo humedecía de una forma tan suave y a la vez tan excitante que yo estaba más que satisfecha. Tu lengua se hizo camino hasta mis pechos que ahora eran tuyos, no comprendía bien lo que me estaba ocurriendo pero un pensamiento rondaba mi cabeza, tú eras a quien yo quería tener en mi vida para siempre.

Esa noche fui tuya y tú fuiste mía. Nuestros cuerpos se conocieron y se amaron hasta el amanecer cuando tú me dejaste. Viniste a mi cada tarde y me dejaste al amanecer, yo sabía que te tenía aunque otro ante la ley dijera lo contrario.

Una tarde me dijiste que no volverías jamás, que tu esposo había sido descubierto por la justicia y que por tu hijo debías huir con él. No volví a saber de ti hasta el día en el que leí en un diario: Alcalde es hallado muerto junto con su familia en el fondo de un río.

Mi alma se partió en dos, lloré tu pérdida día y noche, Charly fue mi único consuelo, sólo él supo del amor que sentí por ti y me apoyó todo cuanto pudo sin juzgarme jamás.

Una tarde de noviembre cuando la noche más fría del año parecía llegar vi tu rostro sonriéndome como antes. Qué bella alucinación pensé, tomaste mi mano y me dijiste: Volví, princesa, y no me iré de tu lado jamás.

Sentía que todo era un bello sueño del que no quería despertar pero tú me confirmaste que no era un sueño. La policía se contactó contigo y ofreció protección para ti y el pequeño George dándoles una identidad nueva en un país de otro continente, obviamente tú aceptaste sin dudarlo y ahora que George estaba grande decidiste volver por mí.

Desde ese día cada noche al acostarme soy feliz una vez más, la princesa de mis sueños se convirtió en la más hermosa realidad, no hay más utopías que esta verdad: Tú y Yo… juntas hasta la eternidad.