Nosferatum
Segunda parte de Nosferatu. En esta ocasión ella deberá guiar la Transformación para permanecer junto a su amado.
NOSFERATUM
Pálida como la luna llena que iluminaba la estancia aquella noche, ojos negros y brillantes, luminosos en la oscuridad, tersa y suave su piel, de hilos opalescentes sus cabellos, senos redondos y apetecibles de mujer joven. La Reina de la Noche se desplazó sinuosa como una sombra por su palacio de obsidiana, esperando, siempre esperando. La sangre caliente escaseaba entonces y ella, fuerte entre los fuertes, se debilitaba a cada minuto lejos de su indispensable alimento. Pero no era la única, los millones de Nosferatum afincados en el mundo padecían hambruna tras agotar rápidamente sus recursos en la Gran Guerra. Y ahora se lamentaban a oídos sordos y muertos.
Sólo uno, el más anciano, el más fuerte de ellos, permanecía inalterable ante las circunstancias. El Rey de las Tinieblas, Señor de los Demonios, su amado, su padre, su señor. La joven Reina arrastró unos metros más el rico paño de terciopelo negro sobre las baldosas ajadas por el tiempo, se detuvo nuevamente para otear el horizonte, aún nada. Si no regresaba pronto su sombra se extinguiría como la de tantos otros antes que ella, no podría hacer frente a sus enemigos, ni siquiera al vacío que la roía por dentro lenta pero inexorablemente. Miró otra vez, oscuridad inmóvil.
Recordó, como tantas veces, el día que le conoció, tan misterioso, tan poderoso, sus fríos brazos rodeando su talle, sus colmillos hendiendo la carne, su miembro penetrando en su interior, firme y sabio. Vio de nuevo las lágrimas resbalando por sus mejillas, el dolor lacerante que se engreía en su alma maldita. Sonrió, como siempre que recordaba aquella noche, ella le convenció para transformarla, ahora era su compañera inmortal y ni una sola vez maldijo su existencia. Le amaba.
Al fin, una figura opaca surcando el cielo en dirección a la fortaleza. Sus frágiles brazos recibiendo al Señor y Dueño de sus sueños.
Mi amor, has tardado murmuró con un hilo de voz. Y él la sostuvo con firmeza, guiando su cabeza sobre su pecho para que descansara en él.
Y cien siglos habrán de pasar para que me perdone por ello le respondió él con intensa dulzura.
Ni una palabra más, la tomó en sus brazos y la llevó al dormitorio, la amplia cama de sábanas negras ribeteadas de rojo esperaba, el dosel echado para miradas indiscretas y ambos mecidos el uno en el otro, reposando. El Gran Demonio sabía que apenas le restaban fuerzas, quizá una noche más, o eso esperaba él, pues esa noche, la última, habría de salvar su vida. Si había algo que podía obrar el milagro era lo que ella misma había entregado la noche de su concepción vampírica y él lo había encontrado. Ella dormía.
El día transcurrió en un mortal silencio pues mortales eran los que lo poblaban y pocos de ellos quedaban sobre la tierra, ocultos en alcantarillas y rincones perdidos del mundo, lejos de los Nosferatum.
Al caer la noche ella lo sintió, un cuerpo caliente, desnudo de ropaje alguno, yaciendo a su lado, envolviéndola en un abrazo sin fin. Su amado observando en la distancia, con los brazos cruzados sobre el pecho como si su inmóvil corazón fuera a escapar del cuerpo ante tanto dolor. Pues la amaba tanto que verla con otro le mataba, pero la amaba lo bastante como para permitirlo, pues era su única salvación. Ella le observó sin comprender y en su mente resonaron las palabras de su amor:
Un único modo hay de que sobrevivas hasta que el mundo sea repoblado de sangre, transformar como yo te transformé en lo que eres.
Ella gimió pero la mente de él la acarició y la tranquilizó, era el único modo de seguir juntos, la dama comprendió pero no sería capaz de hacerlo frente a él, no si le veía sufrir, así que El Gran Señor se marchó dejando a los amantes a solas.
El hombre que tenía junto a ella la observaba con una calma increíble en un humano, tenía los largos cabellos rubios y los ojos verdes, era joven y fuerte a pesar de la miseria del mundo en que vivía. Se inclinó para besarla y sentir el frío contacto de ella, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no devorarle allí mismo al notar la tibieza de su cuerpo, el calor de la vida.
No sufras, yo lo deseo y eso te salvará y ambos seréis felices por siempre.
¿Te sacrificas por un Nosferatu?
Me sacrifico por el amor, el amor que me fue arrebatado por los míos, pues yo amaba a una de tu especie y ellos la mataron delante de mis ojos, antes de que pudiera hacerme lo que Él te hizo. Ahora se me da la oportunidad de enmendar otro amor, uno que si puedo proteger. Déjame hacerlo.
Ella comprendió sus razones enternecida y le amó por ello. Se dejó besar y desnudar por las hábiles manos que calentaban su piel helada ahora frágil y casi transparente. El hombre se irguió sobre ella consciente de su debilidad y la observó complacido. Incluso en su estado seguía siendo la más hermosa de la diablesas, surcó sus pechos con dedos ágiles, recorrió la aureola con detenimiento haciéndola estremecer, pellizcó el pezón endurecido por su propia frialdad y lo anido en su lengua cálida y húmeda que ella sintió como lo más preciado del universo que la envolvía. Al fin, calor humano, vida sobre su moribundo cuerpo de belleza marfileña.
La lengua trazaba surcos húmedos sobre sus senos, succionaba la boca el carnoso manjar encendiendo a la dama como una antorcha; sus besos recorrieron el abdomen penetrando la lengua juguetona en su ombligo y descendiendo hacia el bosque de encrespados rizos oscuros que cubrían su sexo. Su nariz se detuvo allí un momento y aspiró el aroma amargo y picante que la envolvía, trazó círculos sobre sus labios gruesos y sonrojados y se hundió en la cavernosa profundidad de ella.
La dama gemía mientras su cuerpo se electrizaba de placer y sentía recuperar parte de sus energías diabólicas. Sus caderas se contoneaban arriba y abajo buscando centrar su placer y su abdomen se erguía al aire, arqueando la espalda. Sus manos se enredaron en el lacio cabello rubio guiando la boca de su amante que paladeaba con verdadera lujuria su centro de placer, haciendo desvergonzadas incursiones en su interior, húmedo y angosto que esperaba anhelante el momento de la penetración. El hombre se detuvo y la tomó entre sus brazos ayudándola a elevarse del colchón, sentados ambos ahora, sus piernas se enroscaron en la cadera del otro uniéndoles aún más. Él la izó sobre su cuerpo como a una niña que no pesara nada y la sentó lentamente sobre su miembro erguido. Ella lo sintió entrar despacio, llenándola por completo y apretó los labios hasta que la tuvo toda en su interior. Con un hondo suspiro surgido de sus propios abismos la dama comenzó a cabalgar sobre el hombre, sintiendo su intenso calor humano despertar el suyo propio. Le abrazó y él aprisionó con sus dientes el lóbulo de su oreja, la besó en los labios y descendió por su cuello hasta la sutil curvatura de sus senos. Ella se dejó arrastrar hacia atrás, su cuerpo cayó sobre los brazos fuertes de él para que la boca varonil mordiera pezones y pechos con total desenfreno. Sus voces se unieron a punto de explotar en el más intenso de los éxtasis, mientras al otro lado de la puerta, el Poderoso Señor de las Tinieblas lloraba al tiempo de Pena y Felicidad; Pena por no poder darle lo que aquel humano le entregaba con tanto deseo, Felicidad por que aquel acto de amor supremo la salvaría y la haría suya por toda la eternidad del Mundo.
Las paredes latieron en un intenso orgasmo y el miembro respondió al unísono, sus voces gimiendo al viento. Antes de que todo acabará, mientras aún era fuerte la descarga del orgasmo, ella hincó los colmillos en su yugular y sorbió el delicioso néctar que él tan sumisamente le ofrecía. El increíble poder que dimana la Dama ahora que su Sed era saciada por partida doble, hizo temblar los cimientos del palacio de obsidiana.
Así que esto era el placer murmuró él, abrumado por lo que, por primera y única vez en su vida, acababa de sentir.
El placer humano, siente ahora tu Transformación, el placer de los Nosferatum le susurró ella al oído mientras acercaba la muñeca a la boca para abrir la herida, pero él la detuvo con una mano en su brazo, los ojos fijos en los de ella.
No os detengáis rogó él consciente de que si ella seguía bebiendo moriría del todo.
¿Deseas reunirte con ella? inquirió la Dama sin soltar a su presa. Él asintió con un mudo cabeceo y ella lloró por un amor vencido que no habría de disfrutar la dicha en aquel mundo. Sea, pues.
La ferocidad con que ella succionó su arteria le hizo abrir los ojos de par en par, pronto el dolor terminó y el cuerpo del hombre cayó flácido entre los poderosos brazos de ella, más hermosa y mortífera que nunca, lo acunó en su regazo desnudo admirando la calma sonrisa con que él abandonaba el mundo, feliz por ir al encuentro de su amada. Dejó el cuerpo inerte sobre la cama y se cubrió con una liviana capa oscura para ir en busca de su propio Señor.
Este la esperaba sentado en el quicio de una amplia balconada, al verla de pie en medio de la gigantesca sala vacía, no pudo por más que admirar su serena y vibrante belleza salvaje. Sabiéndola desnuda bajo la capa su alma se encendió como el fuego y su poder mental la atrajo hacia sí, fundiéndose ambos en un intenso abrazo y un beso con el que compartir cada experiencia, como siempre habían hecho y harían hasta el fin de sus vidas de Nosferatum.
La mano de él recorrió el cuerpo desnudo saciándose en ella, cada pliegue y curvatura de su amada reaccionó a su contacto, sus dedos se introdujeron anhelantes en su sexo y se movieron, dulce al principio y frenéticamente al final, hasta dejarla satisfecha, mientras ella hacía lo propio con su miembro sin sacarlo de su funda de cuero negro.
Aún me perteneces constató él, aunque de modo innecesario.
Ahora y siempre amor mío. Ven, deja que la noche se cierre, celebraremos un funeral.
¿Por qué?
Porque deseaba volver junto a ella y yo se lo he permitido. Ahora si, mi felicidad está plena.
Y la mia
Vayamo pues.
Si.
Y las dos figuras se desplazaron silenciosas sobre baldosas ajadas por el tiempo, sumidas en la oscuridad perpetua de la noche, fundidas en un amor que ni el tiempo podría lograr agostar, un fuego y una pasión indecibles. Dos Nosferatum en el amanecer de una nueva Era. Su Era.
FIN