Nos vemos en la terraza.
Un encuentro inesperado en la boda de mis mejores amigos.
Mis mejores amigos se casaron por lo civil el 22/06/2018; me dieron el honor de ser la madrina de su boda; y una de mis principales tareas era ayudarles a atender a los invitados, mientras ellos disfrutaban el momento.
La celebración sería el sábado, donde nos reuniríamos familiares, amigos de la universidad y personas que no podrían asistir a la boda eclesiástica. Llegamos temprano al salón de fiestas del edificio donde vivía Mary (la novia), y empezamos a arreglar todo para poder recibir a los invitados; mientras íbamos ultimando los detalles, veo de lejos que llegan dos chicos; Carlos y J, amigos de la infancia de Mary, Eddie (el novio), me comenta que J es el típico casanova, que cada vez que hacen una reunión, anda de caza a ver quién cae y luego seguir de largo ¿Lo más gracioso? Hicimos una apuesta, yo que a todas éstas no sabía quién era J, le digo a Eddie, que lo más seguro era que el personaje en cuestión trataría de caerme a mí, puesto que yo era la única persona que estaría en esa reunión que los amigos de Mary no conocían. Al acercarse los chicos que habían llegado, pude deducir quién era J, alto –mediría unos 1.80mt-, blanco, cabello liso negro y un poco acuerpado, y lo que más resaltaba era su egocentrismo. A medida que fue pasando la tarde, íbamos compartiendo, cantando y bailando, ya entrada la noche hubo un momento en el que quedamos reunidos todo el grupo de amigos por un lado, y la gente mayor por el otro; y fue cuando empezó realmente el juego.
J empezó a buscarme conversación, se ofrecía a recargar el trago que estaba bebiendo; a donde yo me dirigía, él iba tras de mí… Llegó un punto en el que realmente empezó a hacer mucho frío y él tomó de mi mano, yo solo podía reír viendo la cara de Eddie, pues él no se podía creer lo que estaba sucediendo; yo llevaba puesta una camisa estilo marinero que se ata al cuello con una cinta dejando a la vista parte de mi espalda, un pantalón negro de vestir y unas zapatillas a juego; a continuación empezamos una conversación con un tono muy irónico e incluso coqueto:
J: Wow ¿Puedo ver el tatuaje que tienes en el omoplato izquierdo?
D: Sí, claro –apartando mí cabello del tatuaje-.
J: Yo también tengo un tatuaje en la espalda (procede a mostrarme su Vara de Esculapio), ¿Tienes más tatuajes?
D: Sí, tengo uno en mi muñeca derecha (la nota musical de Sol acompañado de unos latidos).
J: Daniela, mira la hora que es, ya me tengo que ir.
D: ¿Me estás pidiendo permiso para retirarte?
J: No, sólo quería decirte que de ti depende que me quede o no.
D: Eres libre de irte, por lo que escuché, tu novia te está esperando.
J: ¿En serio me vas a dejar ir?
D: ¿En serio pensabas que te iba a pedir que te quedaras? Tienes 22, y yo tengo 28.
J: Por favor ¡No me dejes ir así!
D: ¿Así cómo? ¿Crees que no me doy cuenta de que lo que realmente quieres es cogerme?
J: Oh sí, lo deseo mucho; pero no pasará nada que no quieras.
D: Jajajajajaja ¡Eres muy egocéntrico! ¡Lástima que no vas a conseguir nada!
J: Yo siempre consigo lo que quiero, pero si no me vas a dejar cogerte; al menos déjame besarte. Mira bien lo que vamos a hacer, en el último piso del edificio está el acceso a la Terraza, espérame en la entrada del edificio, mientras hablo con Mary, para que me preste las llaves.
Debo admitir que a ésta altura de la conversación, ya yo estaba muy excitada; porque en otra situación J se cansa de insistir y se va; pero por alguna razón siguió insistiendo e insistiendo, dándome el poder de controlar la situación y de querer seguir jugando y saber hasta dónde podía llegar.
D: Vamos a hacer algo, tienes 10min para conseguir las llaves; si no las consigues, llegamos hasta acá y te vas a casa con tu novia; y si las consigues, te acompaño a la terraza, pero en cambio tú harás todo lo que yo te pida.
Sin pensarlo dos veces J fue corriendo hasta donde estaba Mary, quien lo hizo sufrir unos minutos haciéndole creer que no le entregaría las llaves; hasta que por fin se las dio y me fue a buscar donde habíamos acordado… Al entrar al ascensor la atmósfera se fue tornando un poco más sexual, empezó el jugueteo de miradas llenas de morbo y deseo, pero aún no había contacto físico.
Al llegar a la terraza J me puso contra la pared, ubicó su mano derecha en mi cara y con la izquierda rodeó mi cintura; yo por mi parte ubiqué mis brazos detrás de su cuello y lo empecé a besar muy muy lento, de vez en cuando mordía su labio superior con delicadeza; podía sentir como su respiración se iba acelerando poco a poco y con ella, su erección era cada vez más notable, cuando quiso recorrer mi cuerpo con sus manos; las junté con mi mano derecha y las ubiqué en la parte superior de mi espalda… Ahora era él quien me besaba desesperadamente, en ese momento puse sus manos sobre mis senos, para que los pudiera tocar y apretar a su antojo; mientras mis manos buscaban la forma de desabrochar su cinturón y bajar el cierre del pantalón, hasta conseguir lo que estaba buscando; efectivamente su erección estaba al máximo, y aunque no era de gran tamaño, parecía poder defenderse muy bien. Empecé a masturbarlo lento con mi mano derecha y con la izquierda apretaba y sobaba sus bolas; nuestras miradas estaban fijas, podía ver lo mucho que lo disfrutaba, mientras el apretaba un poco más mis senos y subía mi camisa para apartar mi brasier y empezar a lamer y morderlos; seguido de esto, se dispuso a pasar su lengua desde la parte de atrás de mi oreja derecha, pasando por mi cuello hasta llegar a mis senos; yo fui aumentando la velocidad de la paja que le estaba haciendo, y fui notando que su cuerpo se empezaba a tensar; quise bajar la velocidad para que durara un poco más, pero antes de que eso pasara un chorro de semen comenzaba a salir de su pene. J, todavía excitado me dice “no sé cómo has hecho para llevarme al máximo sin necesidad de penetrarte, pero me gustaría repetirlo”.
Nos tomó unos minutos acomodarnos y regresar a la reunión.