Nos vamos de boda este fin de semana...
Segundo capítulo de mi próximo libro de título Relatos calientes para dormir bien. Otra historia romántica con final dramático, pero no exenta de algunas escenas eróticas de alta intensidad. Espero les guste.
En este día tan triste para mí, recuerdo todo lo acontecido en el último mes, de manera permanente y frustrante.
- Rocío… ¿Quieres ir a Sevilla el mes que viene?
Rememoró con gran ilusión, cuando Ricardo me dijo que tenía que ir a una boda por compromiso a Sevilla, era de una sobrina segunda por parte de su padre, mi entonces futuro suegro, Ricardo sénior.
A todas las mujeres nos gusta ir de boda, prepararnos ese vestido especial, ver a la novia tan guapa y disfrutar de amigos y de familiares.
Y especialmente, al final de la noche, por empatía con los novios, tener una noche loca de sexo y pasión.
Era un plan ideal. Claro está que le dije que sí.
Ricardo lo tenía todo organizado, aprovechando la boda pasaríamos unos días de mini vacaciones, pasaríamos por Jaén el viernes a cenar y pasaríamos la velada con unos amigos, el sábado de boda, el domingo de paseo en el parque de María Luisa, y un poco de turismo, y el lunes de vuelta, pasar por Córdoba a saludar a otra pareja de amigos, que nos enseñarían su caravana nueva para nuestras próximas vacaciones en común.
No habíamos salido mucho desde que nos habíamos prometido.
Había insistido mucho, pero al final le había dicho que sí.
Realmente quería casarme con él, estaba loca por él.
Ricardo estaba completamente feliz desde aquel instante, y no dejaba de decirme lo que me quería en cualquier momento del día o de la noche, me ponía notas por toda la casa, incluso me mandaba mensajes al correo electrónico de vez en cuando, y eso que utilizábamos el mismo portátil en casa.
¿Se imaginan?
Una adoración de hombre, como iba a decirle que no, a un ser tan especial y único.
Los dos habíamos tenido varias relaciones sentimentales antes de conocernos, pero creo que ambos sabíamos que esta vez era la definitiva.
Era una intuición muy fuerte y nunca me había fallado.
Era perfecto para mí.
Mi familia estaba encantada con él.
Lo sabíamos todo el uno del otro.
La sinceridad y la comunicación eran nuestro fuerte.
Como amante era perfecto.
Jamás tuve a un hombre así, tierno, romántico y a la vez, sensual, divertido y con ese punto de hombre Martini que me ponía tanto.
Habíamos hablado mucho de nuestra sexualidad durante estos tres años y cuatro meses de relación.
Éramos muy activos.
Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que hasta el día de la boda de Sevilla, no habíamos dejado de hacer ni un solo día el amor, incluyendo esos días.
Me hace mucho bien en esos días. A él le encantaba satisfacerme.
A veces solo una vez, a veces dos, en ocasiones tres y excepcionalmente, en días morbosos y locos cuatro, o cinco. Incluso dos días lo habíamos hecho hasta en seis ocasiones.
Le encantaba amarme en cualquier sitio y lugar.
Me sonrojo de pensar que nuestros familiares supiesen donde hemos hecho a veces el amor, tan cerca de ellos, aprovechando cualquier rincón o momento de excitación.
Habíamos hablado sobre la bisexualidad, el intercambio de parejas e incluso sobre algunas prácticas sexuales más atrevidas con toques de sadomasoquismo light divertido, en fin, de todo lo relativo al sexo.
Creo que nuestra sexualidad estaba a salvo de cualquier prueba de fuego. Me era absolutamente fiel y yo a él, incluso con el pensamiento.
Estoy totalmente segura, incluso ahora que ya no está conmigo.
Respecto a mí y él lo sabía, se lo había contado todo, solo en una ocasión, en una fiesta loca, una compañera de piso en la universidad, se atrevió a besarme en la boca, intuitivamente le respondí, y durante unos minutos nos besamos apasionadamente los pechos la una a la otra, terminando en una masturbación recíproca.
Ricardo, por su parte, solo me había contado que de adolescente, se había masturbado recíprocamente con un amigo, pero viendo revistas porno, y en una única ocasión.
Me lo creo absolutamente.
Ricardo jamás había mostrado ni tan siquiera una leve inclinación hacia un hombre, incluso ni fantaseando mientras hacíamos el amor.
Él siempre pensaba en mujeres, le gustaban los desnudos femeninos, y creo que lo que ahora mismo está ocurriendo en ese hotel no es sexo, sino una conversación de amigos, y la aclaración de un malentendido.
Recuerdo insistentemente en mi cerebro sus palabras:
- Rocío…, esta noche no iré a casa.
- Estoy en el hotel de la colina con Manuel.
- Pero…, Ricardo… ¿qué pasa?… ¿quieres que vaya?
- Por favor, no vengas, estoy resolviendo algo muy importante.
- Por favor, te lo ruego, mañana hablamos.
Su voz grave resuena en mi mente: “Estoy resolviendo algo muy importante”.
Le conocía a la perfección y si había dicho que no fuese, no debería de ir.
Estuve mil veces tentada de ir a ese hotel, sabía cuál era, aquella larguísima noche del 20 de julio que pasé en vela, aquella tristísima noche del 20 al 21 de julio.
Jamás Ricardo había dejado de estar ni una sola noche conmigo desde que vivíamos juntos.
Esa sería la primera y la única.
- Pero..., ¿por qué?
- ¿Qué ha pasado?
- ¿Qué he hecho mal?
- ¿Qué hicimos mal aquella noche?
- Seguro que algo hice mal, tuve que estar más alerta.
Rocío, se preguntaba en voz alta decenas de preguntas, y se hacía otros tantos reproches.
Rocío volvió a recordar todo lo vivido aquel fin de semana largo de viernes a lunes, sobre todo, la noche del sábado al domingo en aquella maldita boda.
- Maldita boda. (Dijo en voz alta).
Todo iba según lo previsto, estábamos contentos, muy contentos, riendo, bromeando sobre la “noche de bodas” que nosotros íbamos a pasar en nuestra habitación del hotel.
Estábamos ilusionados y felices de estar allí.
No dejábamos de besarnos y acariciarnos, incluso en algún momento nos tocábamos furtivamente, de esa manera tan erótica y sensual en alguna zona erógena.
Estábamos tan excitados que parecíamos adolescentes por los rincones. A veces, al tocarle furtivamente el paquete lo notaba caliente, como..., una ardiente brasa de un fuego. Él era mi brasa, yo era su fuego.
Saludábamos a amigos y familiares.
Nos habían comentado que los novios habían seleccionado las posiciones de los comensales una a una, queriendo que todo el mundo confraternizase con otras personas por su forma de ser, posición, lejanía, trabajo, edad o alguna otra razón, de tal modo que, cada invitado por parte de la novia, pudiera estar a gusto con otro invitado por parte del novio.
- Maldita manera de hacer las cosas… (Volvió a decir en voz alta).
Cuando vimos a la pareja que compartiría nuestra mesa, realmente nos alegramos, eran de nuestra edad, parecían muy simpáticos y realmente nos cayeron bien desde el primer segundo.
Se llamaban Manuel y Esmeralda.
Él era jefe del departamento comercial de una gran empresa y ella profesora de inglés.
Vivíamos en la misma ciudad y no nos habíamos visto nunca, ni tan siquiera los conocíamos de vista.
Aunque nuestra ciudad es bastante grande, la quinta del país, podíamos habernos conocido por casualidad…
- Maldita coincidencia…, vivir en la misma ciudad. (Dijo nuevamente en voz alta).
La velada transcurrió de verdad, maravillosamente, la comida era excelente, la bebida exquisita, y la conversación amena y cordial.
En los postres éramos como amigos de toda la vida.
Quizás por la bebida, quizás por el calor de la noche, quizás por la sensualidad que siempre inspira Sevilla en una noche de Julio, no sé por qué razón empezamos a hablar de sexo, de fantasías, de morbo, de una noche loca de sexo compartido…
- Maldito sexo compartido… (Gritó agriamente).
Fue Esmeralda la culpable.
Sí, fue ella quien dio el pie a lo que empezó a fraguarse después de los postres, mientras nos miraba a ambos a los ojos, con una mirada tan sensual y lujuriosa, que por un momento creí que nos intentaba desnudar a ambos, cuando comentó:
- Qué os parecería hacer el amor esta noche, juntos en la misma habitación los cuatro, cada uno con su pareja…. ¿Sería excitante…, no?
Creo que los tres nos quedamos sorprendidos al principio, pero que a ninguno de los tres nos sorprendió realmente, en el fondo los cuatro queríamos haber hecho realidad esa fantasía alguna vez.
Bueno, a Esmeralda parecía que le iba más la marcha que a ninguno de nosotros tres.
El plan lo dispuso ella desde el primer momento, mientras nosotros tres asentíamos como puros juguetes autómatas.
- Vamos a comenzar bailando toda la noche con la pareja del otro.
- Como nosotros estamos alojados en una de las suites de este hotel, no tendremos que coger el coche, y podremos beber sin ninguna preocupación.
- Cuando se acabe la fiesta, subiremos los cuatro a nuestra habitación, cada pareja desnudará a la contraria.
- Haremos sexo cada uno con nuestra pareja, salvo que decidamos otra cosa... (Lo decía con cara de viciosa, humedeciéndose los labios y mirando de reojo a mi novio, aunque sin dejar de parpadear mirándome a mí).
Protesté de inmediato.
- De eso nada.
- Yo quiero bailar solo con “mi” novio, con “mi” Ricardo… (Enfatizando..., lo de “mi”...)
- Y el sexo…, solo lo voy a hacer con mi pareja. No tengo ninguna duda... Ningún género de duda. (Quería que quedase absolutamente claro).
Ella contestó:
- Bueno, no te pongas así Rocío, solo es divertirse.
Ricardo y Manuel mediando:
- Bueno, bailaremos alternativamente… ¿Os parece bien?
- Y el sexo cada uno con su pareja… ¿Todos contentos?
Ambas asentimos, aunque Esmeralda no parecía contenta del todo.
Seguía recordando los acontecimientos vividos aquella maldita noche del 13 al 14 de julio….
Recordaba cómo habíamos bailado alternativamente.
Manuel bailaba muy bien.
Me lo pasaba bien, aunque tenía cierta inquietud con lo que pasaría por la noche.
Ricardo estaba contento, bailaba con Esmeralda, y no dejaba de mirarme como queriendo saber que pasaba por mi cabeza.
Tomamos varias copas de champán y bailamos hasta la madrugada.
Cuando la fiesta estaba acabando, los cuatro nos miramos y sin mediar palabra alguna, nos dirigimos hacia la habitación.
Como si se tratase de un guión preestablecido, todos hicimos lo que teníamos que hacer…, lo que Esmeralda había planeado.
Desnudamos a la pareja contraria, nos duchamos individualmente, nos fuimos a la enorme cama, y comenzamos a hacer el amor los cuatro, pero cada uno con su pareja.
Besos, caricias, mirar de reojo…, creo que todos estábamos haciendo lo mismo.
Era morboso, pero algo incómodo.
Pasado un rato y con el devenir de los movimientos, alguna mano rozaba el cuerpo de la otra pareja.
Sentí que Esmeralda me acariciaba el pecho, que en un momento incluso me tocó levemente mi sexo, y en otra ocasión incluso me besó sensualmente en la boca durante un solo segundo.
Su boca estaba caliente. Realmente estaba algo excitada con la situación.
Aunque yo sabía lo que Esmeralda quería…, era follarse a mi novio, nada de amor, ni pamplinas, solo follarse a mi único amor, a nadie más.
Se lo iba a impedir a toda costa, que lo tuviese claro. Pensaba…, mientras besaba, acariciaba a mi novio y finalmente hacía el amor con él, aunque bastante incómoda por la situación.
Este juego de estar los cuatro juntos en la misma cama, lo soportaría, pero no era algo que quisiese repetir nunca. Tenía las cosas claras.
Durante las apenas dos horas que duró el juego, ellos dos, los hombres, estuvieron a la altura de la situación, sin hacer ninguna cosa excepcional, alguna caricia de cortesía a las mujeres, alguna sonrisa, alguna mirada y poco más.
Al terminar la sesión, que realmente no fue nada excepcional, según mi forma de verlo y recordarlo, nos despedimos, quedamos en llamarnos y tanto Esmeralda como Manuel, me dieron un beso de despedida en la boca.
Esmeralda le dio igualmente un beso en la boca a Ricardo, y cuando Manuel iba a despedirse de él, sorprendentemente le dio también un beso en la boca a mi futuro marido, creo que un gesto desproporcionado y fuera de lugar, al mismo tiempo que le decía:
- Ha sido una velada maravillosamente perfecta…
Ricardo y yo nos miramos sorprendidos, y al marcharnos hacia nuestro hotel comentamos el beso, al que quitamos importancia.
Cuando llegamos a nuestro hotel, olvidamos todo lo sucedido e hicimos el amor con ternura, con pasión e incluso sin tomar medidas, corriendo riesgo de embarazo. No me había importado. Éramos un todo. Nuestros cuerpos eran uno y nos sentíamos más enamorados que nunca.
Fue maravilloso…
Aquellos cuerpos desnudos se habían amado como nunca. Aquellos sexos habían disfrutado del otro en todo su apogeo. Los besos, las caricias por todo su cuerpo a turnos. Se habían besado todos los rincones de sus respectivos cuerpos.
El sexo había salido perfecto. Habían tenido varios orgasmos. Habían practicado posturas nuevas e incluso habían hecho un sesenta y nueve de infarto, terminando en un orgasmo infinito, devorando los fluidos uno del otro. Jamás Rocío había tenido un orgasmo tan intenso al disfrutar del semen de Ricardo de aquella manera, mientras a él le había ocurrido lo mismo, al sentir como ella se había vaciado en su boca.
Horas después, totalmente exhaustos..., después de su tercera y última sesión de placentero sexo..., casi amaneciendo, estando cogidos de la mano, hablaron de lo acontecido con Manuel y Esmeralda. Habría sido fruto de una noche apasionada en Sevilla. Punto y final.
Quedaron en olvidarlo para siempre.
Pero como pueden suponerse todos ustedes, no se acabaría aquí este tormentoso y dramático relato.
Una noche, días después…, al llegar a casa, le vi muy serio, y le pregunté:
- ¿Qué te pasa cariño?
Sabía en mi interior que había estado con Manuel, la clásica intuición femenina.
- He tomado una cerveza con Manuel… Me ha llamado. Quería verme.
- ¿Qué se cuenta Manuel? ¿Qué tal Esmeralda? (Pregunté cómo distraídamente, de forma aparentemente natural, aunque internamente preocupada).
- ¿No te lo vas a creer?
- Se van a separar… Él dice que está enamorado de mí….
- ¿Cómo? ¿Es una broma?
- No cariño. Ya le he dicho que no es recíproco.
Sabía que no era una broma, y que aquello iba a provocar cierta desestabilización en nuestra relación…, lo sabía tan solo por la expresión de sus ojos y la rigidez de sus facciones.
- Pero tú me quieres a mí… ¿No?
- Por supuesto.
- ¿Tú no sientes nada por él? ¿Verdad?
- Claro que no…, pero…
- ¿Pero…, qué?
En su mirada vi algo que no me gustó.
Le pregunté por los detalles de su reunión con Manuel, que me contase todos los pormenores y me los fue relatando poco a poco, aunque sé que no me contaba todo por no preocuparme.
Me dijo que Manuel estaba muy deprimido por su nueva situación matrimonial, que le preocupaba, y mucho más el hecho de que Esmeralda se había puesto extremadamente violenta.
En fin, que consiguió al final, hacerle comprometerse para que le ayudase.
Que iba a verle de nuevo la noche siguiente. Pero que sería la última.
Aquella noche, la pasé totalmente en vela, pensando mil cosas, incluyendo que Ricardo tuviese un sentimiento contradictorio por Manuel, que le estuviese haciendo algún tipo de chantaje comercial o personal, no sé…, mil locuras.
Quizás le dijo que si no quedaba con él, se suicidaría.
No dejé de pensar en mil tonterías.
Recuerdo todo lo acontecido y todavía no puedo explicarme nada de nada.
El siguiente día sería terrible y la siguiente noche, mucho peor...
Al final de aquella noche en la que había quedado con Manuel, me llamó para decirme que iba a tomar algo a la cafetería del pequeño hotel en la colina, al que habíamos ido muchas veces por sus increíbles vistas de la sierra, pero que volvería pronto. Antes de cenar.
A las diez me mandó un mensaje diciéndome que aún tardaría algo más, que ya estaba terminando de hablar con Manuel.
Sobre las doce, me volvió a decir que ya había tomado algo con Manuel, y que estaba terminado. Que me acostase y no me preocupase.
Yo tumbada en la cama, sin desnudarme aún, muy preocupada y deseando verlo. Tenía una terrible mala intuición.
Las dos de la mañana.
Lo llamé y no me lo cogió. Estaba de los nervios, y me empecé incluso a enfadar con Ricardo.
Las cuatro.
Las cinco. Estaba que me subía por las paredes…
Me quedé un poco vencida. Llevaba dos noches sin pegar ojo.
Unos minutos después me desperté como en una pesadilla. Estaba sudorosa y alterada.
Miré el reloj, eran ya las seis de la mañana. Pensé que tenía que haber ido al hotel de la colina a hablar con Ricardo y quizás con Manuel, para que les entrase la cordura… El punto de vista de una mujer siempre es bueno en situaciones así.
El teléfono móvil sonó y mi corazón se sobrecogió de una manera muy rara, sin saberlo, sabía que no quería cogerlo, que serían malas noticias, pero al ver en la pantalla que era Ricardo, me relajé…
- Dime amor…
Al oír contestar otra voz, supe al instante lo ocurrido, como si fuese algo ya vivido, oí aunque apenas escuchaba…
- Buenos días, me nombre es José Miguel, soy inspector de policía, y lamento comunicarle que ha habido un accidente de circulación en el que se ha visto implicado don Ricardo Rodríguez.
No recuerdo nada más, pues me desmayé.
Cuando recobré el conocimiento en un box de urgencias, sin saber cuánto tiempo había pasado, una mujer con unos ojos grandes y verdes, con una piel suave y aterciopelada, me tenía cogida la mano y me decía:
- Rocío, tienes que hacer un gran esfuerzo, eres fuerte y te necesitamos fuerte.
- Mi nombre es Verónica, soy psicóloga.
Me contó que tuvieron incluso que echar la puerta abajo del apartamento, preocupados por mi situación al no contestar.
Me llevaron al hospital para hacerme un chequeo.
Las siguientes horas pasaron muy rápidamente, los preparativos del funeral, la familia, todo salió como de la nada.
Al día siguiente en el tanatorio, seguía como en una nube, sin darme cuenta, Esmeralda me abrazaba, me intentaba consolar.
Como pude la presenté a unos familiares que se acercaban.
Preguntaron:
- ¿Pero qué pasó…?
Esmeralda contestaba…
- Una desgracia… Eran muy amigos y se fueron de copas a un pub, debieron de tomar alguna de más, y se despeñaron con el coche.
Estaba como en una nube aún…
El móvil de Esmeralda sonó, estábamos sentadas en uno de los sofás, se levantó y se fue a un rincón a hablar.
- Buenos días…, todo salió como teníamos previsto…, mañana prepáreme el resto…, de lo acordado… ¿ok?
- De acuerdo…, en el mismo sitio…
Esmeralda volvió hacia donde yo me encontraba y me abrazó nuevamente.
Rocío, que lástima…, ahora nos encontramos tan solas las dos…
- ¿Quién era? (Le pregunté inconscientemente).
- Nadie…, una llamada comercial… Queriéndome cambiar de compañía de teléfono. Fíjate... (Me contestó…).
Meses después recibiría la visita de aquel inspector que me había hablado por teléfono, José Miguel.
Venía con Verónica, la psicóloga que me atendió, al final se conocieron en aquella trágica situación y se enamoraron.
Me comentó que habían detenido a Esmeralda.
Me dijo también que había una persona de los bajos fondos de la ciudad implicada, que había manipulado el coche de Manuel. Un sicario colombiano.
Me comentó que en la investigación, quedó confirmado por parte de compañeros de Manuel, que éste temía por su vida desde que quería separarse de su esposa.
Qué en resumen, habían sido los celos la causa de la muerte de ambos. La de Ricardo, simplemente por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y con la persona equivocada…
- Gracias, José Miguel. Gracias, Verónica. Os deseo mucha felicidad.
- Tienes que reponerte Rocío. La vida continúa. Sé fuerte, muy fuerte. (Dijo Verónica).
- Lo sé. Seguiré viviendo, pero me falta parte de mi ser. Yo estaba completa con Ricardo. Moriré incompleta, aunque algo me ha quedado de él…
Me despedí de ellos, tocándome suavemente el abdomen en donde mi hijo crecía desde hace meses. Ojalá seas igual que tu padre. Pensé.
Jamás amaré a nadie como he amado a tu padre… (Dijo, hablándole a su hijo).
FIN.
Espero les haya gustado.
Como siempre, espero sus comentarios en mi cuenta de correo electrónico.
Contestaré a todos.
Si alguno de ustedes, quiere contarme vivencias propias o conocidas como cornudo consentidor, será de agradecer. Estoy recopilando historias para publicar un nuevo libro.
Hasta pronto...
PEPOTECE