Nos pilló la lluvia...

Obedeció dejando a la vista su precioso cuerpo con ese tanga rojo que tantas veces he arrancado a mordiscos.

Mi chica y yo habíamos pasado todo el día juntas. Por la tarde estuvimos paseando de la mano por el centro de la ciudad robándonos besos en cada esquina, dándonos mimos en el césped de un parque.

Más tarde estuvimos de compras, fuimos a cenar y después al cine. Entramos a la sesión golfa de la una de la mañana y salimos cerca de las tres.

Había hecho un día de verano espectacular, pero cuando salimos del cine estaba lloviendo. Teníamos aparcado el coche lejos del cine y cuando salimos mi chica quería esperar a que dejará de llover porque no teníamos paraguas, pero a mi me gusta andar bajo la lluvia. La convencí y empezamos a ir hacía mi coche.

-Vamos corre, que nos vamos a mojar!

-¿Y que hay de malo en eso?

La cogí de la mano llevándola hacía a mi, y le di un gran beso. De esos de película, de los que recuerdas toda tu vida. Me miró, me sonrió y seguimos andando tranquilamente hacia el coche.

Tardamos una media hora en llegar hasta el coche, así que, cuando llegamos estábamos totalmente empapadas de pies a cabeza.

Al entrar al coche, me quedé mirando a Alejandra. Estaba preciosa mojada de arriba a abajo.

-Vamos, arranca el coche y vamonos. Quiero llegar a casa y quitarme esta ropa toda mojada.

-¿Porqué tienes prisa? Por la ropa no hay problema...

Se quedó mirándome y sonriendo, sabiendo a lo que me refería al decirle esa frase.

Me acerqué a ella. A sus labios gorditos perfectos. Mirándola directamente a esos ojos verdes que cada día me enamoran un poco más. Viendo como cada gota de agua recorría ese carita tan preciosa que no me canso de ver y besar.

Hizo el intento de besarme, y me aparte unos centímetros, la sonreí y la besé. Bajé mi mano recorriendo todo su cuerpo, tocando esos pechos que me enloquecen, esa tripa tan adorable y llegando a su pantalón. Lo desabroché para meter mi mano...

-Cariño, ¿que haces?

-¿Tu que crees?

-Este no es el lugar... nos podrían ver.

-¿Quién nos va a ver? El mundo duerme... la dije mirando hacia ambos lados y viendo como las calles estaban desiertas.

La callé con un beso y mi mano siguió su camino hacía su entrepierna.

Mis dedos empezaron a deslizarse por su rajita y en segundos se humedeció entera. Movía su cadera a su antojo para que mis dedos se deslizaran a la velocidad que ella quisiera.

La quité la camiseta, quedándose en sujetador y la mande ponerse encima mía sin los vaqueros.

Obedeció dejando a la vista su precioso cuerpo con ese tanga rojo que tantas veces he arrancado a mordiscos.

Eché el asiento del conductor hacía atrás y se puso encima basándome, comiéndome la boca, mientras mis manos recorrían todo su cuerpo. Intenté quitarle el sujetador pero no se dejo. Saqué sus pechos por encima para comérmelos enteros.

Metí dos dedos en su boca y empezó a lamerlos dejándolos empapados. Bajé a su entrepierna dejando a un lado el tanga rojo y metiendo mis dedos dentro de ella despacio. Bajo fuertemente y empezó a cabalgarme rápidamente.

Mi cabeza estaba entre sus pechos, lamiéndolos y mordiéndolos. Cada vez subía la velocidad más.

Eché el respaldo hacía abajo estando prácticamente tumbada, viendo como mi chica cabalgaba mis dedos pidiéndome más.

-Sube el respaldo...

Obedecí. Empezó a morderme la oreja, con su lengua jugando por ella y gimiendo levemente.

-Pásate atrás!

No tardó ni un segundo en quitarse de encima y ponerse en el asiento de atrás.

Me puse de rodillas en el suelo del coche, abriéndola de piernas para mi, y empecé a comerle toda la entrepierna. Puso sus manos en mi cabeza, marcando el ritmo en que mi lengua entraba y salía de dentro de ella.

Su respiración se aceleraba. Pase a su clítoris y le metí tres dedos de golpe, entrando y saliendo a la misma velocidad que ella me cabalgaba anteriormente.

Soltó un gemido de placer brutal, mirándome directamente a los ojos mientras mi cabeza se mantenía entre sus piernas comiéndome por completo su clítoris.

Estaba a punto se estallar y aumente la velocidad más aun mordisqueando su clítoris y absorbiéndolo entre mis labios. En segundos empezó a gemir continuadamente haciéndome mojarme entera al ver su excitación y de repente, sentí un calor brutal en mis dedos.

Ya había acabado.

Permanecí unos momentos bajando la velocidad con mis dedos y mi lengua mientras la miraba. Saqué los dedos y los lamí uno por uno para luego besarla.

-Ahora, ya nos podemos ir a casa.

-Pero, quiero comerte...!

La miré sonriendo y le dije:

-La noche sólo acaba de empezar.