Nos follamos a mi esposa
Llevaba tiempo pensando hacer esto. Deseaba ver a mi esposa follando con otro...
Llevaba tiempo pensando hacer esto. Deseaba ver a mi esposa follando con otro y aunque habíamos comentado algunas veces estas situaciones como parte del juego erótico en nuestras relaciones la verdad es que nunca hubiera imaginado que pudiera ser realidad porque ella no quería oír hablar de semejante hipótesis. Es conductora de autobús por lo que se ve obligada a estar fuera de casa días y noches completos, sola o a veces con algún compañero. Aprovechando uno de los servicios donde tenía que pasar tres noches en un hotel y viajaban dos autobuses con otro compañero, me fui con ellos en coche aparte. Una vez concluido el servicio cada uno fue a su habitación.
Nosotros nos arreglamos y salimos después a tomar unas copas a la cafetería del hotel. Era casi anochecido. Mi hermosa esposa tiene un cuerpo muy bonito con hermosas y bien proporcionadas tetas, con grandes y sensibles pezones de aureolas rosadas marcadas y muy significativas. Sus piernas muy bien proporcionadas, sus muslos blandos, suaves, pero a la vez firmes y carnosos y su coño que ella se lo rasura pero no completamente es tierno y jugoso. Se vuelve loca y es muy expresiva y fogosa haciendo el amor, cuando está caliente.
Esta noche llevaba puesto un vestido largo suave que se ajustaba al cuerpo con un pronunciado escote que dejaba ver parte de sus pechos hermosos y tersos. Llegamos a la cafetería; allí estaba su compañero tomando algo. Lo saludamos y nos sentamos juntos. Charlamos durante largo rato amablemente y de forma desenfadada, tiempo durante el cual pude observar las insistentes miradas de su compañero al cuerpo de mi mujer, a su escote y a sus pechos mientras charlaba, así como a su culo aprovechando una o dos veces que se levantó. Parecía tener sobre todo una obsesión especial por su culo.
Así continuamos largo rato con algunas bromas y nada más. Hasta que anunciaron por los altavoces la apertura de la discoteca. Decidimos ir. Allí continuamos charlando y pasándolo bien. Las bajas butacas y sofás de la misma hacían que nuestro cuerpo se hundiera un poco quedando más arriba las rodillas que el resto de la cadera. Mi esposa se sentó quedándole la falda por encima de ellas enseñando así sus bonitas piernas y algo de los muslos. Su compañero no le perdía ojo. La miraba arriba y abajo. Ella que hacía rato se había dado cuenta y sabiéndose admirada se mostraba coqueta e insinuante. Al cabo de un rato empezaron aponer música lenta y él le pidió salir a bailar. Me miró sonriendo y aceptó sin más. Se abrazaron: ella lo cogió por el cuello con ambas manos pero sin acercarse demasiado a él. Y él puso una mano sobre su espalda y la otra cerca de su trasero, en su cintura, y pareció intentar apretarla contra él un poco que aunque se resistió logró lo suficiente para que los pechos rozaran un poco contra su cuerpo.
Charlaban mientras bailaban; no sé que se decían, pero sí que ella mostraba una expresión entre sorprendida y ruborizada y él como cara de obseso que pareciera querer tirársela allí mismo. Un poco antes de terminar la pieza y sin saber exactamente la causa dejaron de bailar y se sentaron a mi lado. Ella se colocó igual, si acaso con el vestido algo más subido pues enseñaba hasta la mitad de sus muslos. Seguimos hablando un rato, hasta que su compañero se atrevió a decirme: "No quiero que os enfadéis pero quiero decirte algo sobre todo a ti, a ella ya lo he hecho: tienes por esposa a una mujer preciosa y sensual. Tu mujer me gusta un montón. Siempre me ha puesto a tope cuando la he admirado". Y siguió: "La verdad es que la deseo. Me gustaría poder morrearme con ella ¿Te importaría?" Yo aproveché y le dije que si a ella le apetecía no tenía ningún inconveniente, pero que me gustaría estar siempre a su lado. Indignada y sorprendida quizá no tanto por la pregunta como por la respuesta hizo ademán de irse recriminándonos: "¿Pero qué os habéis creído? ¿Por quién me tomáis?" Le agarré el brazo y le dije: "no se hará nada que tú no quieras ¿vale?" "¡Estáis locos!" respondió pero permaneció sentada. "Y tú -dirigiéndose a él- debes respetarme como mujer y como compañera antes que nada".
Pero él continuó: "Mi respeto existirá y ha existido hasta ahora, porque nunca he respondió a mis deseos cada vez que te he visto una y otra vez en el trabajo. Está aquí tu marido y tú debes tener también deseos como yo; no se trata de falta de respeto, se trata de que te liberes un poco". Ante su silencio continuó: "Bailando te he expresado esto: ¡estás muy buena!, tienes un cuerpo precioso y un gran morbo". Ella lo cortó: "¡cállate! Pero él continuó: "¿Es mentira quizá? Tú lo sabes y deseas que te admiren".
Antes de que pudiera responder intervine: "¡Pero tú no has visto nada de su cuerpo ni lo has gozado como yo". "¡Joder, yo me voy -dijo ella- callaros ya, por favor!"
Permanecimos un rato en silencio bebiendo y escuchando la música. Ella miraba su vaso pasando el dedo índice por su borde saboreando algunos sorbos y nosotros nos mirábamos en silencio y ambos a ella que en ningún momento hizo ademán de retirarse.
Como la música seguía lenta le pedí salir conmigo a bailar. Creo que para escapar de aquella embarazada situación no lo dudo un momento. Nos abrazamos y apretujamos. Empecé a besarla en la mejilla, en el cuello y a darle pequeños mordiscos en el mismo, cosa que yo sabía a ella la ponía a tope. Me dijo: "¿Cómo puedes consentir que me diga eso? ¿No te importo?" a lo que respondí que me importaba mucho pero que verla gozar con otro me hacía sentir un placer intenso y que yo sabía que a ella también la ponía. "Pero yo -me contestó- no quiero hacer el amor con otro hombre". "Déjate llevar; quédate tranquila; sólo es una forma más de sentir placer. No hay ninguna traición. Te deseamos los dos y queremos que nos hagas gozar y que lo hagas tú también. Nada se hará que tu no desees." No respondió. Seguimos bailando. Le acariciaba la espalda por encima del vestido pudiendo notar su sujetador y apretaba sus pechos contra el mío, de tal forma que estos parecían querer salírseles del vestido, mientras le decía: "¿Cómo no te van a desear? Míralo allí sentado, mira como te mira". Y ella miraba a su compañero que se relamía los labios mientras la miraba lleno de gozo. Yo aprovechaba y la estrujaba todo lo que podía contra mí. Mi polla estaba tiesa y dura y ella debía notarla. Le acariciaba el culo levantándole algo el vestido hasta que dijo que me estuviera quieto que estábamos llamando la atención.
Le dije: "No, aquí cada uno va a lo suyo. Lo estoy poniendo a tope para ti". "¡Anda déjame!" e intentaba separarse. Pero seguí: "¿Te gustaría que te la metiéramos los dos? ¿Te imaginas esa polla dentro de tu coño y saboreando la mía en tu boca?", le susurraba mientras le mordía el hombro desnudo donde habían empezado a salir marcas. "¡Ay, déjame, déjame, estas tonto! ¡No me digas eso! Sus pechos parecían inflamados y sus pezones estaban duros y se notaban tras el sujetador y el fino vestido. "¿Vas a dejar que te morree, eh?" le dije, a lo que no me contestó. Se lo volví a repetir y no había respuesta salvo un leve movimiento de negación con la cabeza, pero se dejaba tocar y magrear mientras su piel se ponía de gallina y los escalofríos recorrían su cuerpo. "¡Vamos a sentarnos!" le dije según terminaba la canción con lo que cogida por la cintura y apretada contra mí nos fuimos al sofá. Al sentarse se levantó de nuevo un poco el vestido por encima de la rodilla y cruzó las piernas, dejando ver claramente la parte baja del hermoso muslo de su pierna derecha. Los ojos de él se clavaron allí. Ella no se atrevía a mirarlo. Aquél compañero podría disponer de su cuerpo, gozarla en unos momentos pensaba- Se entregaría a él.
Quizá iba a tocar una nueva polla ¿cómo la tendría? ¿qué la obligaría a hacer? Mientras los pensamientos la embargaban la abracé por los hombros y acercándole la cara la besé en la boca apasionadamente. Respondió favorablemente entre sorprendida y deseosa. Miré a él: nos observaba con envidia y deseo, pero no se atrevía a hacer nada. Entonces le cogí la mano y la puse encima de la parte de la nalga descubierta de mi esposa. Él empezó a acariciarla suavemente. Ella reaccionó con rapidez sin dejar de besarme quitándola con brusquedad y bajándose un poco el vestido todo lo que pudo hasta la rodilla. Reaccioné susurrándole: "¡Déjalo anda, deja que goce de ti!" volviendo a coger la mano de él y poniéndola de nuevo sobre su muslo. Ella de nuevo le cogió la mano y volvió a quitarla pero él la volvió a colocar y ya ella no pudo retirarla de nuevo. Nos echamos atrás, hacia el respaldo del sofá. Él sobaba la pierna introduciéndosela bajo el vestido magreando el interior de su muslo subiendo poco a poco y cada vez más cerca de la pelvis, aunque ella trataba de evitarlo con su mano sujetándola con decisión. Miraba la mano de su compañero que inevitablemente la magreaba y dejaba su pierna al descubierto.
Cogí entonces la suya que aprisionaba la de él y la puse sobre mi pantalón encima de mi polla que estaba tiesa y dura. Allí la mantuvo por unos momentos notando las palpitaciones pero estaba más pendiente de lo que le hacían. Su compañero seguía el magreo con profusión y ya con cierto descaro, seguro de su triunfo. Entonces se arrimó más a ella y empezó a besarla en el hombro, en el cuello, en la mejilla hasta que se atrevió a bajar a la zona del pecho que tenía al descubierto sin dejar de magrearla. Ella se mordía los labios con expresión de intenso placer. Entonces empecé a magrearle ambos pechos por encima del vestido mientras él continuaba poseyéndola. Le levanté el pecho que tenía al lado de él cuando este le besaba por encima y esto fue suficiente para que él se atreviera a morderle pezón. Un quejido de dolor se escapó de su boca, pero estaba caliente y entregada. Solo me susurraba: "¡Me vas a convertir en un puta!", decía una y otra vez. ¿Y no quiere serlo? ¿No quieres ser mi puta? Su cara, su expresión se había convertido. El placer que expresaba la mima era intenso. Su compañero le mordía el cuello, el hombro, le magreaba el interior de su muslo muy cerca ya del coño, llegó a lamerle y morder varias veces el pezón por encima del vestido. Ella había descruzado sus piernas y las mantenía levemente abiertas quizás e inconscientemente para que él pudiera introducir mejor la mano. Conteniéndose todo lo que podía se retorcía de placer y echaba su cabeza atrás.
Entonces él cogiéndosela la atrajo hacia sí y volviéndole la cara sin quitar una mano de su entrepierna la besó apasionadamente en la boca. Ella se dejo hacer respondiendo al beso un largo rato. Algo después, inopinadamente, sintiéndose quizá como entregada inevitablemente cogió la cara de él con sus manos y echándosela atrás le dijo: "Déjame, por favor" mientras se bajaba el vestido e intentaba retirar de nuevo la mano de sus nalgas y de su coño que estaba totalmente húmedo.
La respuesta de él fue fulminante y directa: "¡Quiero follarte!", le dijo. "Tienes una bella esposa", me dijo a mí. "Está caliente y preciosa".
Casi en un susurro ella se atrevió a decirle. "¿Te tendré que dejar yo, no crees?"mirándolo fijamente. "¿No me vas a dejar? ¿Estás segura?" Y acto seguido le acercó la cara y la beso en la boca de nuevo apasionadamente introduciéndole la lengua. Intentó evadirlo pero no pudo. Le magreaba los pechos, el vientre, las nalgas ¡todo su cuerpo!
¡¡Cabrón!!, contestó ella cuando dejó su boca al descubierto. Él le recorrió los labios húmedos con su dedo y recogió así un hilo de saliva que le caía por una de las comisuras. "¿No saboreas tu coño? Mira como sabe" y le introducía el dedo índice en la boca. "¡¡Te voy a follar!! y me vas a chupar la polla así", mientras le hundía y le sacaba el dedo de la boca. ¡Te voy a follar por todos lados! ¡Vas a tragarte mi leche! Y la volvió a besar en la boca mientras le acariciaba la cintura y el vientre por encima del vestido. Después le introdujo la mano debajo y le acarició las bragas húmedas con su dedo llevándolo de nuevo a su boca. Ella no pudo más: impetuosamente lo abrazó y se fundieron en un prolongado y profundo beso. Un rato después él, cogiéndola de la mano, la levantó y nos fuimos hacia el ascensor que estaba al lado.
Una vez dentro y mientras subíamos a la habitación la empujó hacia la pared y se abalanzó fogoso hacia ella. El bulto de su polla era enorme. Cuando la tuvo apretada contra él y la pared se recreó recorriéndola de arriba abajo, mirándola, besándola, magreándola: la cara gozosa de mujer entregada y dispuesta a todo, sus hombros desnudos en los que solo asomaba la fina tira del sujetador, sus pechos que manoseaba con lentitud, describiendo círculos con su dedo y suavemente en torno a los pezones hasta que llegó a su vientre y a sus muslos. Los abrazó y los recorrió con su mano; se agachó, le subió el vestido y empezó a morderle el coño y a lamérselo por encima de sus bragas trasparentes. Ella gritaba y jadeaba de placer mientras sus manos agarraban su cabeza que empujaba contra sí. Le volví la cara a un lado y la besé en la boca. Un nuevo beso nos fundió apasionadamente. Me metía ella la lengua en mi boca, mientras se quejaba de placer. Yo le revolvía el pelo y le magreaba profusamente los pechos mientras él daba cuenta de su coño y de su culo que pellizcaba y magreaba con profusión.
Así llegamos al piso. Al pararse el ascensor, él se levantó y le bajó el vestido. Pero su pelo revuelto, la cara de ella enrojecida y sus labios húmedos la delataban fácilmente. Entramos en la habitación. Tal como lo hicimos él se abalanzó sobre ella y la empujó sobre la cama con fuerza. Cayó boca arriba y el vestido se levantó hasta la cintura. Sus bragas estaban arrugadas a un lado y su coño totalmente humedecido se mostraba impresionante. Se dirigió a ella y con brusquedad le arrancó las bragas, se agachó y volvió a chupárselo con profusión. Ella abrió las piernas, levantó las rodillas, apoyando los pies en la cama y agarrando la cabeza de su compañero la apretó contra ella, dejándose hacer. Yo empecé a desnudarme. Mi polla estaba tiesa y húmeda como nunca. Ella gritaba, jadeaba, movía la cabeza de un lado a otro sobre la cama y él le mordía el clítoris, le entraba la lengua en el coño, lamiéndole los labios y todo su interior hasta donde alcanzaba. "¡¡Sigue, sigue!!" decía ella. "¡¡Cómetelo!! ¡¡Para ti!!"
Me subí en la cama. Como pude le quité poco a poco el vestido y el sujetador, dejándola desnuda completamente para él y para mí. Abrí las piernas situándome a la altura de su cara y sujetándosela le metí la polla en la boca. Empezó a chupármela con deseo e intensidad, mientras gemía de placer por las chupadas del coño que le estaba proporcionando el otro. Se la introducía lenta pero profundamente tanto que tuvo alguna que otra arcada. Se asfixiaba, pero seguía la lamida, hasta que de pronto levantó su cadera y empujando la cabeza de su compañero contra su coño empezó a correrse sin dejar de mamármela.
No pude más. Era tal el placer que sentía y el que le veía sentir a ella que no pude evitar correrme profusamente dentro de su boca. Se tragó casi todo el semen menos aquel que cayó por las comisuras de sus labios. Pero allí no acabó todo. Ella pareció relajarse y soltó la cabeza de su compañero, pero él haciéndome señas de que me echara a un lado la volvió sobre la cama cogiéndola por la cintura y la colocó boca abajo. Le abrió las piernas y le levantó levemente cadera dejando todo su trasero a su disposición. Ella lo imaginó inmediatamente. La iban a penetrar por el culo. Era un asunto muy doloroso para ella pues sólo lo había practicado conmigo dos o tres veces y no profundamente, por lo que volvió la cara como pudo y dirigiéndose a él le dijo: "¡No, por favor, eso no! ¡Por favor! Pero él se tenía cogida la polla y la enfilaba directamente en el ano. Sin lubricante, tal como estaba. Apretó fuertemente sujetándola por la cadera mientras e la introducía. Ella agarró con sus dos puños las sábanas y comenzó a gritar de dolor: ¡¡No, noooooo!! ¡dios! ¡¡nooooo!!
La punta había entrado. Bastaba ya con dilatarlo un poco y continuar. Él continuó empujando sin remedio y sin hacer caso a los lamentos de dolor de mi esposa. La polla cada vez entraba más y el agujero se hacía más grande. El dolor era intenso. Además de los gritos se zafaba fuertemente a la ropa de la cama y veía como la follaban y le abrían en canal su culo sin poder remediarlo. Cuando la tuvo toda dentro se paró dejándola allí y empezó a estrujarle fuertemente sus tetas que le colgaban. Ella empezó a decir: "¡No te muevas, por favor, no te muevas!" Pero cuando tuvo sus tetas enrojecidas por los apretones y los pezones duros, doloridos y tersos empezó a sacarla un poco: primero lentamente, la entraba, después la sacaba y así cada vez más rápido e impetuosamente. Cogí la cara de mi esposa y le acaricié la cabeza, mientras ella con grandes gritos de dolor me suplicaba: "¡dile que me deje, dile que me deje!". No hice nada. Él ya la bombeaba fuertemente: se la sacaba casi entera y la metía con ímpetu hasta que sus huevos chocaban en el trasero de mi mujer. A cada embestida un grito que se fue transformando en una mezcla de dolor y placer. No pudo aguantar con la pelvis elevada por el dolor y las fuertes embestidas y cayó sobre la cama. A él no le importó: la elevó como pudo cogiéndola por la pelvis y continuó embistiéndola mientras las piernas de ella permanecían totalmente abiertas. La cabeza de ella a un lado, abría y cerraba fuertemente los ojos a cada embestida y sus manos agarradas a la sábana, con gritos cada vez más apagados así continuó hasta que este empezó a correrse dentro de ella, de su culo. A juzgar por los espasmos de él la corrida debía ser intensa. Después se dejó caer sobre ella extasiado y así permaneció un largo rato mientras le mordía y le besaba el cuello, los hombros y parte de su espalda hasta dejarle marcas notorias. La polla, poco a poco volvió a su flacidez y se la sacó del culo; detrás de ella, al poco, comenzaron a salir hilos de leche.
Se incorporó y se echó a un lado de la cama. Ella se quedó tal cual, con los ojos cerrados y la cabeza a un lado. Sus pechos apretados contra la cama apenas se le veían pero su culo aún tenía algunos espasmos y de él seguía manando hilos de leche espesa que le caían sobre los labios del coño. Al poco rato él se fue al baño y la dejó allí tirada. Yo me limpié un poco la polla y me puse algo de ropa, sentándome en el sofá contiguo. Momentos después sorpresivamente él salía del baño, aún desnudo, masturbándose para poner su polla tiesa y dirigiéndose a mi esposa la volvió con suavidad, la colocó boca arriba y apuntando la punta de su polla en su coño empezó a metérsela: "¡No, otra vez no!" acertó a decir ella. Pero él ya la follaba aunque no con tanta intensidad como al principio: "Es que me has puesto loco.
Lo pensaba en el baño y tú tienes todavía mucho que darme". Siguió follándola cada vez más intensamente y más rápido y ella se dejaba hacer con sus piernas completamente abiertas y la cabeza a un lado sin responder a lo que él le decía. "¿Qué? ¿Te gusta?" y le cogía la mejilla obligándola a mirarlo. "¡¡Responde!! ¿Te gusta?". "Si, si " decía ella. "Vas a ser mi puta. Vas a hacer lo que yo te diga. ¿Vale?... ¿Vale? y mientras seguía follándola cada vez más intensamente le volvía a coger la mejilla obligándola a responder. Ella que empezaba ya a gozar de nuevo con claridad por su expresión, movimientos y gestos de placer respondió: "¡Soy tu puta, venga haz de mi lo que quieras! ¡¡Fóllame!!" "¿Me vas a dejar hacer contigo lo que yo quiera?" le dijo. "¡Si, si, lo que tú quieras! pero sigue por favor" "¿Te vas a acostar luego con el que yo te diga, so puta?" tardó en contestar, pero ante las embestidas y pronto a correrse le respondió llena de gozo: "Si, lo que tú me digas" sin percatarse realmente a lo que se estaba comprometiendo. Entonces con una fuerte embestida la llenó de nuevo de su leche. Ella empezó también a correrse al mismo tiempo elevando lo que podía su cintura. Le sujetó los brazos echándolos hacia atrás y empujó para echarle las últimas gotas de leche que le quedaban. Mi esposa dio un fuerte grito y gemido. Los huevos de el tocaban los labios de ella. Toda la polla estaba dentro. Luego, inclinándose, la beso largamente en los labios mientras seguía empujando ya inútilmente una y otra vez. Echado encima de ella la besuqueo por todos lados un buen rato con su polla dentro: le mordía el cuello, los pezones que los tenia rojos y doloridos y ella se dejaba hacer, sumisa y entregada, con los ojos cerrados y la cabeza a un lado.