Nos corrimos al mismo tiempo

Sandra quiere ligar con Juan, y hace lo posible, pero a lo largo de la noche van ocurriendo muchas cosas, y todo termina con un desenlace inesperado y sorprendente.

Nos corrimos al mismo tiempo.

Hola lectores:

Mi nombre es Sandra, tengo 27 años y soy comercial de una conocida marca de móviles. Hasta hace 4 meses, vivía con mi familia, pero a raíz de lo que les voy a relatar mi vida ha cambiado por completo. Es imprescindible que les cuente los detalles para que puedan comprender, mi auténtica situación actual.

Salí con unas amigas una noche, como hacía habitualmente. Cenar, tomar unas copas, bailar, escudriñar el ambiente, y ver si algún chico se fijaba en mí y yo en él.

Iba con un traje azul marino, con detalles amarillos. Sencilla, pero atractiva, insinuadora.

En el Pub Exkoria, nos sentamos al final, por qué la vista es más amplia, y se puede ver a la gente de que pasa por la calle, por un espejo que hay en el ángulo de la barra. Ese día estaba inquieta, por una historia que me había ocurrido por la mañana, con una compañera de trabajo con la que discutí, y eso que es buena amiga.

A ella no le parecía bien que me hubiera afiliado a un grupo de feministas, qué reivindica la discriminación positiva de los derechos de la mujer. En realidad, lo hice por qué leí una propaganda que me gustó, en la que decía algo así como: ¿por qué no eres igual por ser mujer?.

Conocía a una de las cabecillas del grupo, Mónica, que me cae bien, y es muy simpática, pensé que sería divertido hacer un poco de activismo. Hoy me arrepiento por completo de haber tomado aquella decisión. Y ahora enlazo los dos hilos de esta historia, por qué si no van a pensar que esto es un rollo, y tendrán razón.

Había pedido un cuantró con hielo, me gusta esa bebida, aunque tras el tercero, suelo deambular, más que dirigirme a algún sitio. Nos sirvió un camarero, macizo, moreno, guapo de verdad. Me quedé enganchada desde aquel momento, luego supe que se llamaba Juan, tendría dos o tres años menos que yo.

Decidí despejar el escenario, con la disculpa de que hacía mucho calor en el local, les propuse a mis amigas que nos fuéramos a otro, cuyo nombre no recuerdo, que está a unos quinientos metros del Exkoria. Ellas accedieron.

Cuando llegamos al nuevo tugurio, que se llamaba Don Egris, yo decidí poner en marcha el plan que había pensado en el trayecto para deshacerme de ellas y regresar sola a ver de nuevo a aquel encanto de chico. Les dije que me dolía mucho la espalda, (cosa que suele ocurrirme con frecuencia) y disculpándome les mentí diciendo que regresaba a mi casa, que sólo quería acostarme y descansar.

Tarde la cuarta parte del tiempo en el trayecto de vuelta que en el de ida; cuando llegué al exkoria, ya era tarde y no había mucha gente, me senté en la barra, pedí otro cuantró con mucho hielo, (ya era el cuarto de la noche), y me quedé mirando como una lechuza para el chico; él no tardó en darse cuenta, pero evitó que nuestros ojos s encontrarán.

No podía quitarle los ojos de encima, ¡qué culo tenía, que hombros, que "cachas" estaba!. Cuanto más le miraba, más me apetecía echar un polvo con él aquella misma noche. Al servir una mesa próxima, pasó a mi lado, le sonreí, y el siguió su camino, me pareció insolente, incluso desagradable, que no me devolviera la sonrisa. Agoté las últimas gotas de mi bebida y pedí otra, para entonces ya estaba mareada.

Sólo quedábamos seis o siete personas en el bar, cuando de repente, entró un chico rubio de ojos azules, se dirigió al camarero de mis sueños y le dio un beso en toda la boca, de tornillo pasado. La copa que tenía en la mano se estrelló contra el suelo, y de verdad que no sé como ocurrió.

El camarero y su novio me miraron, pero no hicieron nada; pero una chica que estaba sentada sola al lado de la ventana, mirando como llovía, se acercó a mí. Dejó que su mano recorriera mi espalda, y se quedó mirándome, para susurrarme al oído.

¿Tu eres Sandra, verdad?, te he visto hoy en el fichero de la asociación -, me quedé sorprendida pero le agradecí la presencia, en aquellos momentos, luego continuó diciéndome;

No te preocupes chica, los hombres, últimamente son así, te los voy a presentar-, les llamó, se acercaron y mi amiga pronunció sus nombres.

Carlos y Juan, son pareja desde hace más de un año, desde que Juan comenzó a trabajar en este pub, mi pub -, y dejó que sus dientes mostraran su blanco brillante;

Bueno chicos, creo que es hora de cerrar, ¿os apetece tomar una copa en mi casa? -,

Ellos asintieron, yo asentí, y tras recoger un par de cosas cerraron el local y nos fuimos paseando.

Nadie habló mucho mientras recorríamos el camino que separaba el bar de la casa de Mónica, ella me cogió del brazo, casi cuando llegábamos al portal, y justo antes de sacar las llaves.

Subimos en el ascensor, mirando todos para el suelo, menos nuestra anfitriona, que estaba muy alegre. Ella abrió la puerta de su casa, que era preciosa, y dijo:

Tu Sandra, tomas cuantró, y vosotros chicos, ya sé, no me digais.

Se fue a la cocina y trajo unos vasos, para aquel tiempo, los chicos estaban besándose calladitos, y metiéndose mano. Carlos le desabrochaba la bragueta a Juan, mientras este acariciaba el paquete de Carlos. No sabía que hacía allí, cuando Mónica extendió su mano ofreciéndome la bebida, con mucho hielo. Bebí un buen trago.

Ella me miraba con una sonrisa encantadora cuando dejó que su mano se posara en mi teta izquierda, y luego comenzó aquellos movimientos sinuosos alrededor del pezón. Eché mi cabeza para atrás, dejando que la melena se expandiera sobre el sofá. Y cerré los ojos durante un rato. Mónica aprovechó ese tiempo para aproximar su mano a mi coño, me quitó la braga. Iba a decir algo, pero me callé, abrí los ojos.

Entonces pude ver como Carlos le estaba haciendo una mamada a Juan, y Juan estaba muy excitado. Mónica metió su cabeza bajo mis piernas y comenzó a lamerme el clítoris. Nadie me lo había lamido así nunca, era impresionante, me estremecí, no podía contenerme, iba a correrme, y entonces miré a Juan, el también estaba a punto de correrse.

Lo hicimos al mismo tiempo, soltando alaridos, jadeos, el derramó su esperma en la cara de su compañero, yo apreté fuertemente las piernas sobre la cabeza que tenía dándome placer. Después lloré, de placer, y de rabia.

Ahora vivo con Mónica desde hace cuatro meses, y en muchas ocasiones pasamos noches con Carlos y Juan, todos nos llevamos muy bien; quiero confesarles que , tengo serias dudas de que Juan sea sólo homosexual, yo pienso que es bisexual, sobretodo por como me mira. ¿Ustedes que piensan?.