Nos besamos despacio

El sexo necesita, a veces, de ternura.

Nos besamos despacio, sin prisa. Nadie nos ve. Nadie nos espera. Tenemos tiempo. Uno enfrente del otro. De pie. Besos tiernos, sensuales, lascivos. Nuestros cuerpos reaccionan. Nos juntamos, nos frotamos. Nuestras manos se vuelven locas recorriendo por dentro de nuestras camisas los poros de la piel. Los botones se van abriendo. Semidesnudos seguimos con el combate de los besos. Nos miramos. Nos gusta. Lo disfrutamos. Solos tú y yo. Yo por ti. Tú por mí. Cuando la excitación se apodera exageradamente de nuestras mentes, me pides que te la meta. Solo un poquito. Lo pides con cariño, con deseo, con amor. Solo un poquito, repites. Seguimos de pie y tus pantalones están, ya, por los tobillos y tus braguitas en las rodillas. Venga cariño, solo un poquito. Muy despacito y con una erección terrible, voy haciéndome paso entre tus piernas. Tu lubricación ayuda. Entra suave. Se está tan bien ahí. Siento todo tu ardor, tu calor. No nos movemos. Solo estoy dentro. Todo yo dentro de ti. Nos agarramos del culo para no salirnos. Podríamos estar así durante horas. Lento, muy lento. Sintiendo todo el cuerpo y el alma en el centro de nuestros cuerpos. Olemos a sexo… Apagamos los gemidos con besos. Gemidos que indican que explotamos al mismo tiempo. Estamos empapados el uno del otro. Sudorosos. Orgasmo con mayúsculas. Intenso. Fuerte. Necesario. Divino. Mágico. Nuestro.