Ñoña hasta decir basta
Era la clásica calientapollas que dejaba a todos con la miel en los labios...pero yo iba a ajusticiarla.
ÑOÑA HASTA DECIR BASTA
¿Quién no conoció alguna vez a una niña bien, la típica “hija de papá”, con la cabeza llena de pájaros y que su única preocupación era mirarse al espejo cada cinco segundos para ver si continuaba siendo “la más mona monísima”?. Esa niñita odiosa, engreída y con aires de superioridad pero con un cuerpo de escándalo a la que todo buen hijo de vecino le gustaría bajarle los humos a base de un soberano pollazo para quitarle la pijería. ¿Nunca habéis querido hacerlo algo así?. Pues yo lo hice.
Lo que voy a contar ocurrió hace ya bastantes años, tantos como que sucedió en 8º de EGB (para los que no la conocieron, Enseñanza General Básica; lo equivalente hoy en día a 2º de ESO). Ella tenía 16 añitos, y yo 17. Pocas veces me alegré tanto de repetir curso (4º, para ser precisos), pues desde entonces la tuve por compañera de clase. Y como además algunos de mis amigos también repitieron, mucho mejor. A lo largo de cuatro años la vi crecer y dar un buen estirón. Su anodina figura comenzó a llenarse de curvas a cual más vertiginosa, y nosotros, que ya teníamos bastante con la revolución hormonal propia de la edad, solo de verla nos poníamos de un cachondo que podíamos sostener una jarra de cerveza pero no con las manos jajaja.
Su nombre aún me estremece: Esmeralda. Cursi pero cierto, la nena se llamaba así, y el nombre no era casual. Poseía los ojos verdes más increíbles y seductores que he visto nunca, combinados con una carita de nunca haber roto un plato pero que también parecía tener un lado oscuro. El pelo, como siempre, lo llevaba perfecto: una melena de color rubio claro que la alternaba con cola de caballo, ondulada, con trenzas o coletas (dios, como me ponían esas puñeteras coletas). Poseía a su vez unos labios carnosos y rosados, aunque no grandes. Daban ganas de comérsela a besos, sobre todo cuando lucía tipazo con sus modelitos (y ya en clase de gimnasia, con ropa ajustada, ni hablamos), que proclamaban a los cuatro vientos su status de princesita de cuento que vivía en una urna de cristal (¿conocen a Mía Colucci, de la serie Rebelde Way ?, pues algo parecido). Era el centro de todas las miradas, y ella lo sabía, y se vanagloriaba de ello.
Su fama de calientapollas no tardó en ser muy conocida en todo el colegio. La que siempre anda provocando para después dejarte con la miel en los labios y diciendo eso de “ve a cascártela a casa”. Además, se paseaba por el patio con las amigas como si estuviese en su propio reino y los demás fuésemos sus vasallos, y creo que con esto queda bien clara su actitud. No era mala estudiante, de hecho sacaba siempre buena nota, pero saltaba a la vista que su máxima preocupación era sus vestiditos y salir de diversión con sus amigas. Debo decir que yo no tenía mucha amistad con ella, solo lo mínimo de compañeros de clase, pero a dos de mis amigos ya les había dado calabazas, poniéndolos a tope para después darles con la puerta en las narices. Y a pocos días antes de acabar el curso y de largarnos al instituto, decidí que de allí no me iría sin enseñarle a Esmeralda que las acciones tienen consecuencias.
Antes de eso ya me había acercado a ella en plan de amiguete, poniéndome en plan amable y finolis para que bajase la guardia y se fiase de mí. Tuve mucho tiempo para fraguar mi plan, cuatro años de verla poniéndose maciza, lo suficiente como para estar mojando pan durante una semana seguida. De vez en cuando me ponía en plan pulpo para ver como reaccionaba, y efectivamente, al principio me daba toda la cancha del mundo, pero después se rajaba a mitad de camino, dejándome con la duda: ¿porqué esa calentura al principio y esa timidez al final?. Se me ocurrían muchos motivos, y eso encendía más mi calenturienta fantasía, amén de que era un misterio que no pensaba dejar sin desvelar. Los secretos de Esmeralda serían míos, y no me echaría atrás por nada del mundo.
Lo que más me interesaba era que no sospechara de mí, que me tomara por alguien de quien pudiera fiarse, así podría contarme algunas cosas íntimas. Lo conseguí parcialmente. De vez en cuando tenía charlas conmigo en plan amigos íntimos, pero apenas me desvelaba gran cosa, aparte de sus gustos y sus eternas charlas sobre ropa, moda y chicos monos (¡aún no puedo creer que consiguiera tragarme todo aquel rollo!). Todo iba más o menos bien, y solo debía esperar el momento de la verdad, que bien sería un recreo o bien después de la clase de gimnasia a última hora, después que todos se hubieran ido. Opté por la segunda opción, ya que contaba con un as en la manga que me permitiría tener vía libre: detrás del colegio había un pequeño patio, con muros que lo cerraban por ambos lados, que iban desde la pared del colegio hasta la valla del colegio (al otro lado, de aquella, solo había un prado y árboles, sin casas cercanas). Como el muro tenía pequeños agujeros, se podía trepar y pasar al otro lado (y lo mismo para salir), así que cuando le propuse que fuéramos allí un día a darnos el lote a escondidas, ella aceptó.
Nos pusimos en un rincón fuera del alcance de quien pudiera asomarse por el muro, y allí empezamos la tanda de besos. Mm menudos labios tenía, húmedos y sensibles, muy suaves. Durante mucho tiempo había imaginado el besarlos, el conocer su tacto, y ahora que lo hacía, era mejor de lo que pensaba. Aún tiemblo al recordarlo.
-Menudos labios tienes Esmeralda-le dije-. Tienes una boquita de cielo.
-Y a mí me gusta la tuya, besas muy bien-me susurró-.
Probé a meter algo de lengua, y ella no se cortó ni un pelo para meter la suya y ponernos en plan sobón. No quise reprimirme y llevé mis manos a su pandero, el cual se reveló como un juguete muy apetitoso. Se lo acaricié y apreté un buen rato mientras seguía probando las delicias de su lengua tersa y jugosa. Estaba de lo más salido, la tenía como un trabuco a punto de lanzar un fogonazo. Dios, que dura me la ponía, que manera de besar, de palparme. Parecía una verdadera diablesa. Y justo entonces…
-¡¡No!!.
Me quedé atónito, perplejo. Me empujó un poco hacia atrás y se separó de mí, con un miedo absoluto en sus ojos. ¿¿De que iba??.
-¿¿Se puede saber que pasa-le pregunté-??.
-No, nada…quiero volver, por favor…
-¿¿Te cachondeas de mí??, ¿¿volver??, pero que te pasa, ¿tienes miedo?...
-No, pero quiero volver…
Aunque ella decía que no tenía miedo, su voz apagada y fina me decía lo contrario, y comenzó a formarse una idea en mi mente, una idea de porqué le asustaba tanto dar el siguiente paso.
-¿Volver, dices?...mira como me la has puesto…
Me bajé los pantalones y le enseñé la pe’azo erección que tenía encima. La cara de Esmeralda cuando me vio así es algo que aún me hace sonreír por las noches.
-¿Que, impresionada?, ¿nunca habías visto una polla así eh?...
-Eh sí, claro que he visto muchas-dijo muy nerviosa-…¡¡claro que sí-exclamó, dándoselas de entendida-!!...pequeñas, grandes, rectas, curvadas…
-Ya, tu boca dice sí, pero tus ojos dicen que no, no apartas la vista de mi polla y además tienes los ojos abiertos como platos…
Esmeralda se ruborizó como un tomate y se llevó una mano a la cara, dándose cuenta de que la había pillado in fraganti . Subiéndome un poco los pantalones avancé unos pasos y me puse enfrente de ella, cogiendo por sorpresa su mano y poniéndola sobre mi nabo. La mueca que se le quedó fue de record guinness del asombro.
-¿Nunca la habías tocado eh nenita?, pues disfruta y toca cuanto quieras, que esto no se va a bajar…
Aproveché su confusión para volver a liarme a besos con ella, tomándola por sorpresa. Lo mejor era que su mano se movía haciéndome una paja sensacional que me puso a tope. Llevé mi mano izquierda por debajo de su faldita de cuadros y pude colarme dentro de ella, apartando un poco sus braguitas para conseguir lo que nadie había logrado. Se resistió, pero una vez mis dedos iniciaron un viaje de arriba abajo en su cuquita, Esmeralda se derritió como un flan, separando un pelín las piernas para permitirme tocarla mejor. Apenas pasó un par de minutos cuando ya la tenía totalmente con las bragas mojadas a punto de caramelo.
La forma en que se me había quedado mirando a mi polla me hizo pensar que su mueca de sorpresa podía deberse a algo más que la simple sorpresa de vérmela. No es que tuviese un cañón por polla pero estaba bien dotado, y su estupefacción comenzó a hacerme sospechar que la calientapollas de Esmeralda no era todo lo que decía ser, pero tan ese momento a mí poco me importaba: me la estaba morreando con todas las ganas y la tenía bien sujeta por abajo metiéndole malo para comprobar lo húmeda que estaba. El cuerpo de Esmeralda era fantástico, se calentaba enseguida y yo estaba dispuesto a ponerlo al rojo vivo para darle una buena lección por lo que ella le había hecho a mis amigos.
-No, por favor…déjame volver-insistió-…No sigas…
-¿Qué pasa, es que no te gusta lo que te hago-y de inmediato le pasé la mano por su chochito húmedo-?, ¿no dices que eres una experta con los chicos?...
En el momento en el que intenté que mi mano dejase de acariciarla por encima de sus braguitas para acariciarla por debajo de ellas, su mano me apretó con fuerza el antebrazo como intentando detenerme. Era evidente que pese a lo excitadísima que se encontraba, quería detenerse…y yo no entendía porqué.
-Por favor, no quiero que nos encuentren así…déjame volver, ¿si?...otro día te dejaré seguir…por favor, para…para…
-¡De eso nada!...¡No pienso parar!...Si tanto vas presumiendo de ser toda una devorahombres yo quiero ver lo buena que eres…vamos, tócamela de nuevo-y llevé otra vez su mano a mi erecta entrepierna. Estaba loco de ganas por metérsela en la boca y que me lo chupara todo. Con lo bien que besaba, seguramente haría unas mamadas de miedo-. Menéamela Esmeralda, juega con ella que esta es toda para ti.
-¡No, basta!....¡para ya!...¡no quiero, no me gusta!...
-¿Cómo que no te gusta, si estás toda empapada?, ¿es que eres bollera o qué?, ¿me vas a decir ahora que me has salido de la otra acera?...¡puta de mierda, con la tortilla hemos topado, no te jode la calientabraguetas esta!…
-¡OYE, TAMPOCO TE PASES-me frenó al ver que me desbocaba-!...¿es que no te enteras, subnormal de mierda?....¡Soy virgen, gilipollas!...¡Soy virgen y no me da la gana de que me folles aquí en esta mierda de sitio!, ¿te enteras?...
¡Que hija de la grandísima puta!. O sea, ¿qué iba alardeando y largando a todo el colegio de los polvos y de los rollos que tenía con unos y otros y a la hora de la verdad la tía resultaba que aún no lo había probado?. Ahora comprendía porque siempre ella se dejaba meter mano y eso pero luego se cortaba en seco. Menos mal que había preferido venir con ella al salir de clase y no al recreo, porque de lo contrario no hubiese tenido ni tiempo ni nada para hacer lo que quería. Desde luego que a la zorrita ésta iba a darle el repaso que se merecía…y me importaba una mierda si ella quería o no hacerlo allí. Si ella zorra, yo más.
-Pero serás golfa…o sea que calientas a mis amigos prometiéndoles hacerles de todo como una guarra y ahora resulta vas de puritana por ser virgen. Menuda joya estás hecha…pero a ti te voy a ajustar yo las cuentas, vaya que sí. ¿Qué no quieres montártelo conmigo aquí?...¡Me la suda!...¡A ti te voy a follar bien follada!...
-No por favor…aquí no…de verdad, te lo juro, haré lo que sea…déjame irme y te prometo que lo haremos donde quieras y cuando quieras…pero que no sea aquí…
No sé si es que se había despertado el chip de mi cabeza o es que estaba fuera de mí mismo por la revelación de lo falsa que Esmeralda era con los tíos, el caso es que me negué a creerla. Mentía, pondría la mano en el fuego a que mentía y no me equivocaba. De haberla dejado salir de allí hubiera puesto cualquiera otra excusa con tal de no tener sexo ni conmigo, ni con nadie. A doña perfecta le encantaba dejar a los tíos con la miel en los labios…pero eso se iba a acabar, yo me aseguraría de ello.
-¡De esta no te libras!....¡y ésta te la tragas!...¡ya lo creo que la vas a comer, pero hasta el fondo!...¡Y AHORA MISMO!...
Forcejeé con ella varias veces hasta que logré ponerla de rodillas y que abriera la boca para meterle todo el pollón. No tuve piedad de ella, aunque jamás pude saber si era por el calentón del momento o por la actitud de Esmeralda, el caso es que en aquel sitio ella le hizo la primera comida de polla a un tío…y pese a lo forzado de la situación, no lo hacía nada mal, su boquita era cálida, jugosa, se lo tragaba todo a las mil maravillas. Moví ligeramente las caderas e hice el meneo como si me la estuviese tirando…Ella se quedó sin fuerzas para protestar y tuvo que aceptar lo que le estaba pasando, al menos de momento.
-Mmmmmmm que boquita tienes, putita…de verdad que tienes aptitudes…nadie me la había comido así antes…así me gusta, que seas aplicada…
-¡Basta, te lo suplico!…¡Te juro que te complaceré en lo que pidas, te pagaré lo que quieras, puedo hacerlo!...¡Te daré cuanto desees pero déjame marchar, no quiero hacer esto, ni contigo ni con nadie!...
Aunque parecía dárselas de víctima, no lo era. No le preocupaba si yo pudiese violarla o no, solo le interesaba mantener su posición de poder. Estaba acostumbrada a mandar y no le gustaba que otro hubiese tomado el mando de la situación. A la hija de papá no le gustaba obedecer, pero yo no le dejaría hacer algo diferente. Esta vez no. La incorporé contra la pared y me arrodillé para quitarle su ropa interior y pone mi boca en su coñito. Hacía poco se lo había hecho por primera vez a un rollete que tenía y me había encantado, así que no lo dudé un segundo para hacérselo a ella. Logré quitarle las braguitas, me las guardé y comencé a meterle lametones en su bien poblado chochito, el cual era casi un charco de lo húmedo que estaba. La muy perra estaba cachonda.
-¡Nooo-medio gemía entre dientes-!...¡así noooo!...¡no quiero, no de este modo!, ¡quiero que sea como yo quiero!, ¡como a mi me dé la gana!...
-¿Es que te crees que tienes elección?. No la tienes, no pienses que la tienes. Te la voy a meter y te vas a derretir de gusto, ya lo verás. Menudo polvo voy a echarte.
Intentó evitarme y sacarme de ella pero a la mínima que volvía a lamerla sus fuerzas le flaqueaban. Además, de vez en cuando le miraba a la cara y la golfa de ella ponía unas caras que metían miedo por lo mucho que lo estaba gozando. ¿Y encima se las daba de “no por favor respétame”?, ¡ANDA YA!.
-Prepárate zorrita, porque tanto si te gusta como si no, allá voy-me reí-.
Me levanté y le separé las piernas para ponerlas a ambos lados de mí. Esmeralda quiso librarse de mí, postergar el momento, evitarlo tanto como le fuese posible pero no fue capaz, me había encargado de vencer su resistencia y no tenía suficientes fuerzas para lograrlo, así que apuntando debidamente, la cogí bien del culo y se la metí hasta el fondo. Un fugaz y sordo chasquido llegó a mis oídos. Entonces no lo sabía, pero aquel sonido era el de su himen, que yo acababa de romper al desvirgarla. Esmeralda se quedó desmadejada en mis brazos, era como una muñeca. Apoyando su espalda contra la pared y con mis manos en su culo, di comienzo al primer bombeo dentro de ella que vivía. No cabía en mí mismo de gozo, ¡¡el cielo pasaba por follarme a aquella perrita!!.
-Joder que buena estás….dios como me pones…mírame y mira lo que te hago, que esto nunca lo vas a olvidar…relájate y disfruta, que ya te aseguro yo que cuando termine contigo vas a ser una veterana-bromeé-…
Esmeralda no hablaba, pero su cara hablaba por ella: por un lado, el verse en una situación que se le había escapado de las manos. Por otra, el placer que estaba sintiendo ante su primer polvo. El dolor inicial de la penetración había dejado paso al placer y su cuerpo estaba respondiendo a ese milenario ritual entre hombres y mujeres. No es que yo me hubiese follado a muchas antes que a ella, apenas un par, pero bueno, eso ya me daba algo más de experiencia para poder tirármela tal y como yo quería, que a fin de cuentas era mi objetivo.
-¿Qué, perrita?…¿gozas?...ya veo que sí, mírate que caras pones…anda que no, estás viviéndolo a tope…
Ojalá hubiese tenido un móvil para grabarle la cara de placer que tenía mientras me la miraba pero, ¿móviles con cámara de fotos o video, en aquella época?. Sí, claro, ¿y que más?. De todas maneras, en mi memoria está retenido ese recuerdo de su gesto desencajado por el placer, de verla gozando aunque en el fondo no lo deseaba por no ser ella quien llevase la voz cantante.
-Te odio-me decía-…eres un cabrón…te odio…me la pagarás por esto…te juro que me las pagarás por esto…para por favor…Detente…
-¿Detenerme?, ¿con lo que estás gozando?...Si te estoy haciendo un favor, ya lo verás. Esto es solo el principio, ya verás después…ya verás las cosas que harás después de esto…ni tú misma te lo creerás…harás de todo…como la zorrita que eres…
Le hablaba muy malsonante, lo sé, pero es que me podía la mala leche con ella. Nunca he soportado a las calientapollas y ella lo era en toda regla. Cuando de pronto me salí de ella Esmeralda medio sonrió pensando que ya había acabado y que iba a dejarla en paz, pero nada más lejos de la realidad: la coloqué de espaldas a mí, hice arquear su espalda y poniéndola contra la pared con sus manos apoyadas en ella, volví a penetrarla y me puse por encima de su espalda. Como un perro que se estuviese tirando a una perra más o menos. Además, lo hice adrede porque quería magrearla las tetas mientras me la follaba. Las tenía tan perfectas que me daba cosa no usárselas más después de estar un rato chupándoselas, antes de desvirgarla.
-Mmmmmmmm que caliente eres zorrita…estás que te fundes, ¿verdad?...dios que gozada…Te voy a dar la del pulpo…que ganas te tenía, ¡joder!...uffffffff dios mío que coñito tienes…esto es jauja…que maravilla de chochete tienes Esmerada…
Me hubiese encantado recibir la contestación de ella, pero resultó que debido a mis sobes en sus pezones mientras me la tiraba, la nena estaba como en trance y no era capaz de gesticular ni de hablar coherentemente. Me aproveché de la situación y le di caña hasta que sentí que estaba a punto de correrme. En aquel momento poco o nada me importaba correrme dentro de ella, estaba muy excitado y solo quería que ella sintiese lo que pasa cuando se provoca a un tío…así que le di chorretones de lefa al tiempo que mi esfuerzo cobró su recompensa y a ella se le vino el mundo encima cuando conoció lo que era el orgasmo. Empujé un par de veces más en ella, con algo más de fuerza, y me derrumbé. Me había destrozado la tía. Dios, que manera de follar.
-La madre que te parió, que polvo-jadeé-…me has dejado sin resuello…y luego te las dabas de puritana…menuda perla que eres…lo tuyo no es un coño, es un tesoro nacional…follas como los ángeles…
Le di un par de magreos tanto en las tetas como en el resto del cuerpo y poco a poco fui recuperando el aliento. Esmeralda no habló, solo se quedó allí más quieta que una muñeca, y hasta podía escuchar el sonido de su respiración. Dada la edad que los dos teníamos era coser y cantar que recuperásemos nuestras fuerzas en poco tiempo, de modo que una duda me corroyó el cerebro: ¿sería capaz de darle un segundo polvo?. La nena seguía en su sitio, sin moverse…¿acaso esperaba otro asalto?. A lo mejor, aunque ella no lo reconociese, se lo había pasado en grande y quería repetir. ¿Qué hacer?.
Hice como que me volvía a vestir pero ante la pasividad de ella, su carita con los ojos cerrados y su boca entreabierta fue más de lo que pude soportar (aún me provoca unos sudores fríos tremendos cuando lo recuerdo). En seguida volví a ponerme erecto, cosa que me pilló por sorpresa porque suelo ser de acción algo más retardada, pero con aquella edad, las energías me sobraban: en lugar de irnos de allí como inicialmente me había planteado, saqué partido de la situación y le eché un segundo polvo que duró más tiempo pero que fue mucho mejor echado. Esmeralda no me dijo nada en todo el polvo, solo se limitó a dejarse hacer y a disfrutarlo. Echarle aquel segundo polvo fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Fue incluso mejor que el primero.
Los siguientes días antes del fin de curso los pasé con más miedo del que podía admitir. Si Esmeralda se hubiese ido de la lengua a mí se me habría caído el pelo por un delito de violación (desde luego ella podía argumentarlo perfectamente, ¿acaso podía yo rebatírselo de alguna manera?), pero no ocurrió nada de eso. El curso acabó, al cabo de unos meses comencé el instituto y ella se había ido a otro. El canguelo me había durado bastante, pero al final me pareció que las amenazas de Esmeralda habían sido huecas, vacías, simples intentos de acongojarme (cosa que logró, lo admito) para ver si yo me detenía y la dejaba en paz. El hecho de vivir en puntos extremos del mismo barrio me hacía temerla cada vez que salía a la calle, me daba miedo encontrármela y que ella gritase “violador” o algo así. Finalmente, nada de eso pasó.
No hace mucho, cosas de la vida, volví a encontrármela. Ya no era aquella adolescente viciosa que presumía de ser una devorahombres: iba cogida del brazo de su marido y junto a dos hijos pequeños…aunque me habían llegado rumores de patio de vecinos que años atrás había tenido un tercer hijo, habladurías sobre que siendo joven se había quedado embarazada pero que no había querido decir quien había sido el padre y que habría entregado en adopción o dado en acogida a algún familiar. No solía fiarme de los cotilleos de las viejas chismosas, pero: ¿de verdad se había quedado embarazada de joven?, y peor aún, ¿acaso sería yo el padre de la criatura y no me había enterado en todos estos años?. Al igual que ella yo ahora tenía familia…¿y si un día aparecía por la puerta para reclamarme la paternidad de su primer hijo?, ¿o quizá jamás lo haría por vergüenza de que se supiese como se había quedado embarazada?, ¿y si fuese todo mentira y ese hijo no existía?...Esmeralda cumplió su palabra. Tardó, pero se vengó de mí, pues jamás he vuelto a dormir tranquilo desde entonces, y vivo con el miedo de que aparezca y me arruine la vida. No sé, quizá no debería habérmela follado, ¿no?.