Nómadas6

Historia de gitanos

En la década de los 80 la democracia se había asentado en el país y los cambios se sucedían continuamente. Hace 10 años el poblado estaba rodeado de campo hasta donde alcanzaba la vista, las gentes que lo habitaban estaban completamente aisladas de la civilización y aunque no tenían ninguna facilidad para la supervivencia ellos luchaban por conseguirla y a su manera eran felices, pues la gente como ellos llevaban siglos viviendo como nómadas.

Y de repente un día, el Patriarca divisó en la lejanía un montón de coches y mucha gente, no supo a ciencia cierta qué hacían allí pero pensó que no era nada bueno para el poblado y el tiempo dio la razón al Patriarca. En menos de un año en lo que antes era campo empezó a crecer el cemento y el hormigón, del suelo surgieron las primeras estructuras de lo que en poco tiempo serian edificios de viviendas y seis meses más tarde no se podía mirar al Norte sin toparse con la vista de bloques altísimos de viviendas.

Continuó con su paseo cotidiano saludando a todo el mundo con el que se cruzaba, también se paraba a charlar con pequeños grupitos de amigos y comentaban lo que él mismo había visto, la mayoría se referían a las construcciones como el avance del “pogreso” y le preguntaron lo que opinaba él, el Patriarca se lo pensó antes de contestar y cuando lo hizo dijo que la proximidad de esas viviendas no sería buena para el poblado y enseguida se pusieron a discutir porque estaban en desacuerdo con él, llegado ese momento el Patriarca les abandonaba con la excusa de tener que ir a ver a alguien.

La construcción de bloques de viviendas continuó imparable y antes de 2 años, el poblado se vio rodeado por todos los puntos cardinales salvo por el Sur, que es por donde se temía el Patriarca que tendrían que huir de la proximidad de la gente normal “lo payos”.

Todos en el poblado, salvo su familia, desconocían que la mejor fuente de información para él era Angustias, la partera y el deambular cotidiano del Patriarca finalizó precisamente en casa de Angustias.

— Cómo vas Angustias. —saludó el Patriarca entrando en la casa.

— Seguro que mejor que tú aun siendo más vieja. —contestó ella sin dejar de majar.

— Yo no me puedo quejar, estoy en lo mejor de mi vida. —dijo él.

— Si yo viviera con dos jovencitos “bien armaos” tampoco me quejaría. —contestó ella.

— Y para qué quieres tú dos jovencitos “bien armaos” si ya eres vieja para recordar cómo se hace. —bromeó él.

— Te voy a decir una cosa Pedro, vivo sola desde que hace mucho tiempo me abandonó mi marido y sí soy vieja pero eso no significa que eche de menos el arma que tenéis entre las piernas, te puedo asegurar que el mejor remedio para la salud es un buen revolcón en la cama y bien sabe el Señor que no querría morirme sin que me dieran unos cuantos. —contestó ella y Pedro rompió a reír.

— Pues yo creo que si te dieran uno sólo de esos revolcones te morirías de verdad. —Angustias dejó de majar y le miró un momento antes de contestar.

— Si cumples con las hembras de tu casa es gracias a mis preparados, así que no te burles de mí que no te conviene —contestó Angustias y se acercó a él— ¿quieres beber conmigo un anís? —le preguntó.

— Yo soy más de coñac pero te acompañaré.

— Mira lo que te digo Pedro, deja de beber esa mierda porque acabará matándote, en cambio el Anís que yo preparo es medicinal.

— Motivo de más para tomarlo entonces. —Angustias sacó un frasco de cristal que parecía una botella, miró el contenido transparente al trasluz y escanció un poco del licor en dos vasos, regresó junto a Pedro, le tendió el vaso y se apoyó igual que Pedro sobre la parte superior de un mueble bajo de madera, junto a él.

— ¿Brindamos por algo Angustias?

— Por la mierda que han construido a nuestro alrededor y que acabará haciéndonos desaparecer. —dijo ella y bebió un sorbo de licor.

—  Piensas lo mismo que yo.

— Y el que no lo vea así está ciego.

— De camino hacia aquí he hablado con gente que piensa que es el progreso.

— Esos gilipollas no verían el progreso ni aunque lo tuvieran delante de sus narices. —contestó Angustias y fijó su mirada en la entrepierna de Pedro.

— Deja de mirarme el paquete con tanto descaro.

— No puedo me interesa el bulto que tapan tus pantalones —Angustias acopló su mano en la entrepierna de Pedro— tienes un buen arma condenado, ojala la hubiera conocido cuando era joven. —dijo ella sobando el contenido.

— Diciendo eso me das la razón. —dijo él sin impedir que ella le sobara.

— ¿Razón en qué? —le preguntó mirándole.

— En que estás “pa sopitas y buen vino” Angustias.

— En vez de decirme esa delicadeza vente conmigo a la cama y te demostraré que aun soy una buena hembra con la puedes revolcarte, pero como te falta valor ve y corre con tus hembras.

— No bromees con mi hombría que no me gusta, me sobra valor para llevarte a la cama a ti y a tres como tú.

— Paparruchas Pedro los dos sabemos que te faltan pelotas.

Pedro se incorporó, se bebió de golpe el contenido del vaso y lo dejó tranquilamente sobre una mesa, luego se colocó frente a Angustias, se abrió la bragueta y se sacó afuera los genitales.

— ¿De verdad crees que me faltan pelotas Angustias?

— Eso lo único que me demuestra es que tienes un buen par de cojones y una buena polla, nada más. —dijo ella.

Pedro caminó hasta la puerta de entrada, la atrancó con la barra de hierro que utilizaba Angustias y regresó a su lado, le quitó el vaso dejándolo al lado del suyo y la cogió de la mano.

— Llévame a tu cama Angustias que te voy a demostrar lo que valen mis cojones y mi polla. —dijo Pedro.

Angustias llevó de la mano a Pedro hasta el rincón donde estaba su cama, allí se detuvo y empezó a levantarse el par de faldas que llevaba puestas para protegerse del frío.

— Eso lo sé hacer Yo —dijo Pedro sujetándole la mano— te voy a tratar lo mismo que a mis hembras. —dijo Pedro viendo que a ella le brillaban los ojos.

Pedro procedió a quitar prenda por prenda toda la ropa de Angustias hasta dejarla como ella vino al mundo, luego se desnudó él y ella vio que tenía la polla flácida. Antes de acostarse en la cama la cogió las dos manos y se quedó mirando su delgado cuerpo de arriba abajo.  Los pechos de la mujer le colgaban bastante pero sus gordos pezones de color negro le llamaron la atención hasta excitarle. Pedro dio un paso hacia atrás para poder explorar con la vista el cuerpo de cintura para abajo sin perderse detalle, y de nuevo se excitó al ver que la delgadez de la mujer acentuaba su carnosa vulva.

— Tienes un chocho muy apetecible Angustias. —dijo Pedro.

— Ya te dije que aun podía levantar el ánimo de un hombre y veo que a ti te lo he levantado en demasía. —dijo ella mirando la tiesa polla de él.

Angustias se soltó una mano y con ella agarró la polla de Pedro, la apretó y la recorrió en toda su longitud, Pedro le soltó la otra mano y Angustias sobó sus huevos con ella.

— Aún conservo todos mis dientes y me lavo todos los días para conservar la higiene. —dijo ella estimulando a Pedro con sus manos.

— No te he pedido explicaciones Angustias, te he dicho que te voy a tratar como a mis hembras y a ellas no se las pido. —dijo Pedro agachándose sobre su cara.

Cuando juntaron sus labios ambos notaron la explosión de pasión, enzarzaron sus lenguas y se besaron hasta que les faltó el aire, separaron sus bocas unos centímetros y jadearon hasta recuperarse y volvieron a besarse con la misma pasión. Angustias seguía estimulándole con sus manos, Pedro hurgó en la hendidura de ella hallándola muy húmeda, exploró con sus dedos y enseguida encontró el clítoris que notó muy inflamado y duro, entonces dejó de besarla y se agachó para mirarle entre las piernas a ella. Angustias separó las piernas sintiéndose orgullosa de ser capaz de llamar la atención de un hombre como Pedro.

Pedro empujó a la mujer hacia atrás con suavidad, sujetándola hasta dejarla tumbada, le separó las piernas ampliamente y vio que sobre la carnosa vulva sobresalía un clítoris parecido a un pequeño miembro masculino. El Patriarca arrimó la boca a la entrepierna de ella y empezó a lamer la hendidura como un enloquecido, provocando que Angustias jadeara de gusto en voz alta, atrapó el prominente clítoris con sus dientes mordiéndolo con cuidado, luego lo atrapó con los labios y lo mamó como si de un pezón se tratara. Tuvo que sujetar a la mujer con firmeza pues no dejaba de moverse, levantando una y otra vez el culo de la cama. Pedro abandonó momentáneamente el clítoris para introducir su lengua en la vagina y poder así saborear el aroma íntimo de la vieja mujer. Angustias sucumbió a la fabulosa lengua de Pedro, se corrió con un grito y levantó el culo para regalarle su jugo.

El Patriarca no se apartó de la entrepierna de la mujer tenía tanto que explorar que necesitaba tomarse su tiempo. Por lo pronto cubrió de besos las ingles de la mujer, la cara interna de los muslos y por último la propia vulva, luego giró a la mujer colocándola boca abajo, metió sus brazos por debajo de ella y la alzó un poco para poder acceder a su agujero trasero, lo lamió, lo besó y finalmente introdujo la punta de la lengua, Angustias respondió a sus caricias con quejidos y jadeos. Un rato después giró de nuevo a la mujer colocándola boca arriba con intención de meterse en su vagina pero al ver su agotamiento decidió dejar que se recuperara, por ello se tumbó sobre su costado a su lado y colocó a la mujer de la misma forma para tenerla de frente.

— Gracias amigo mío, por un instante me has devuelto a la juventud. —dijo Angustias con voz cansada.

— Todavía no me des las gracias vieja, si me conocieras mejor sabrías que nunca dejo nada a medias, siempre termino lo que empiezo

— No es necesario si no quieres.

— ¿Es que me rechazas ahora Angustias?

— Jamás rechazaría a un hombre como tú, lo que quiero decirte es que no te sientas obligado a ir más allá. —explicó ella.

— ¡Cállate ya vieja! —dijo Pedro riendo.

A continuación se puso de rodillas sobre la cama, agarró las piernas de ella por los tobillos y elevó a la mujer lo justo para que su huesudo culo descansara sobre su entrepierna, separó luego sus piernas y apoyó su dura polla sobre la húmeda vulva deslizándola despacio por la hendidura de la mujer que gimió con fuerza.

— Si acaso pretendes meterte en mi viejo culo, coge antes ese tarro que hay sobre la mesilla. —Pedro depositó a la mujer sobre la cama y gateó dos pasos para alcanzar el tarro que ella le indicaba y regresó con él en la mano.

— Qué es esto Angustias, parece leche de hombre. —dijo haciéndola reír.

— Hace una semana me dejé caer por la ciudad, quería visitar a mi amiga que es farmacéutica, al entrar en su farmacia me dediqué a mirar con curiosidad lo que allí vendían y encontré un frasco con ése ungüento. Los “payos” lo llaman Vaselina y sirve para muchas cosas. Suaviza la piel evitando que se agriete, si ya está agrietada lo cura y es un potente lubricante, mejor que el aceite, compré varios tarros además de otras cosas, ése que tienes en la mano le he añadido un preparado mío que evita las infecciones.

— ¿Y cómo se utiliza?

— Coge un poco aplícatelo por toda la polla y luego me aplicas otro poco a mí en el agujero del culo, dentro y alrededor, sabes igual que yo que esa zona siempre está sucia por muy bien que te laves.

— Entonces lo voy a probar. —dijo Pedro abriendo el frasco.

Comprobó que tenía un olor muy agradable, cogió un poco con dos dedos y se lo untó por la polla y otro poco alrededor y dentro del agujero del culo de la mujer; luego cerró el frasco y lo dejó a un lado sobre la cama. Volvió a agarrar a la mujer por los tobillos y tiró de ella acercándola a él, separó sus muslos con las manos y apoyó la punta de su miembro contra el agujero trasero de ella. Se sorprendió al ver que le bastó un simple empujón para que su miembro se deslizara hasta el fondo provocando que Angustias soltara un gemido ronco.

— Tienes razón mujer es mejor que el aceite. —dijo Pedro echándose sobre la mujer.

— Espera un poco antes de moverte, eres demasiado hombre para un culo tan viejo como el mío y necesita acostumbrarse. —dijo ella.

Pedro agachó la cabeza sobre los pechos de ella y ayudándose con una mano se metió un pezón en la boca, enseguida comenzó a chuparlo y a frotarlo con la lengua, sólo se detuvo cuando ella empezó a jadear y lo hizo para cambiar de pecho. Estuvo un buen rato gozando de los negros pezones de Angustias sin mover el culo en ningún momento. Se excitó al darse cuenta de que la mujer era estrecha como una chiquilla, notaba que el deseo le impulsaba a bombearle el culo por eso abandonó los pechos de ella.

— Te voy a joder el culo. —advirtió Pedro.

— Hazlo. —le invitó ella.

Pedro empezó a moverse despacio adentro y afuera y al comprobar que podía deslizarse sin problema comenzó a bombear con fuerza. Llegado el momento el Patriarca deslizó los brazos por debajo del cuerpo de la mujer y a partir de ahí la bombeó con pasión, lo mismo que hacía con sus mujeres, le desconcertó notar que el deseo crecía dentro de él con mucha fuerza, estrechó a la vieja contra él y la bombeó con más fuerza, penetrando dentro de ella hasta el fondo, dejándose llevar por su instinto posesivo. Ambos llegaron al clímax al mismo tiempo, ella gritó de gusto, él jadeó débilmente al correrse pero lo hizo con abundancia. Los dos viejos permanecieron abrazados, dormitando mientras sus corazones recobraban la normalidad.

Abrieron los ojos poco a poco como si volvieran a la vida de nuevo, se miraron un momento y él la besó en los finos labios, ella hundió su lengua en la boca de él y se lamieron mutuamente un rato.

— Anda levántate, sobre la mesa de comer verás una palancana, echa un poco de agua caliente de una olla que hay sobre el fuego y coge un trapo limpio de la alacena que está encima de la pila.

— ¿Y por qué no vas tú? —protestó Pedro.

— Porque yo soy más vieja y me caería, por tu culpa me tiemblan las piernas.

— ¿Y Para qué coño quieres eso ahora?

— ¡tráeme lo que te he pedido! —dijo Angustias dando un azote en el culo de Pedro— Y deja ya de refunfuñar viejo cascarrabias.

El Patriarca se levantó de mala gana y caminó hacia la pila para hacer lo que ella le había mandado, regresó con todo a la cama donde Angustias le esperaba ya sentada. Ella humedeció el trapo en el agua de la palancana y con él lavó los genitales de Pedro, cuando terminó él dejó la palancana sobre el suelo.

— ¿Ya estás satisfecho? —le preguntó Angustias.

— En casa nunca nos lavamos hasta que no terminamos del todo. —refunfuñó Pedro.

— Pues deberíais hacerlo, la higiene es más importante que alimentarse, recuérdalo y enséñaselo a tus mujeres y ya basta de cacarear, anda ponte encima de mí en cuclillas.

— ¿Y ahora por qué quieres que haga eso? —volvió a protestar Pedro que no obstante obedeció a la mujer.

Al ver que ella le lamía los huevos sin apenas alzar la cabeza lo comprendió y se dedicó a observar el festín que se daba la vieja con sus pelotas y más tarde con su miembro, cuando ella dejó de chuparle comprobó que su polla estaba tiesa y dura otra vez. Entonces se puso de rodillas y retrocedió un poco. Separó las piernas de ella con sus manos y se hundió en su vagina hasta el fondo comprobando que era igual de esponjosa que el de sus mujeres; entonces empezó a bombear.

Al cabo de unos minutos ella jadeaba de gusto y él empezaba a sentir que le venían las ganas de correrse, pero de nuevo el deseo le asaltó de golpe, se echó sobre el delgado cuerpo de la mujer, la abrazó como si fuera suya y aceleró el bombeo procurando hundirse en ella profundamente. Angustias gimió con fuerza al verse asaltada por el clímax y él volvió a eyacular con abundancia dentro de ella.

Dos horas más tarde Pedro y Angustias se hallaban vestidos. Había llegado el momento de regresar a su casa y dudaba que tuviera fuerzas para atender a María y a Tomasa.

— Dime lo que te preocupa. —le dijo ella mirándole.

— Creo que después de esto no podré atender a María y Tomasa si me lo piden.

— Pues diles la verdad, cuéntales cómo has jodido a una vieja como yo.

— Nunca me guardo secretos para María.

— Eso te honra Pedro, anda tómate esto y verás cómo cumples. —le dijo Angustias tendiéndole una botellita de tamaño mediano que contenía un líquido verdoso.

— ¿Esto qué es?

— Bébetelo o vas a desconfiar de mí ahora —protestó ella. Pedro se bebió el contenido dulzón de la botellita de un solo trago y se quedó mirando a la vieja— descuida que no vas a convertirte en rana, es un tónico que he preparado, toma llévate esto también —dijo tendiéndole un frasco con vaselina y una caja de preservativos. Angustias le explicó para qué servían y cómo había que ponérselo, después llegó el momento de la despedida.

— Adiós Patriarca, que el Señor te guarde y te bendiga por hacer que una vieja como yo vuelva a sentirse hembra.

— Volveré a visitarte algún día de estos Angustias. —dijo Pedro y la besó en los labios.

El Patriarca desatrancó la puerta de la vivienda y salió a la calle, caminando hacia su casa sin volverse. Angustias le observó alejarse con una sonrisa y lágrimas en los ojos.

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