Nómadas4
Historia de gitanos
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Algunos años después hubo cambios en la Comunidad. La Tacones parió una hija muy guapa a la que llamó Carmen. La Chata parió al hijo de Ismael al que llamó Antonio, Toni.
Un día María se esmeró con la comida como le había dicho el Patriarca, cuando terminaron de comer recogió la mesa, fregó los cacharros y dio un repaso final a su humilde chabola.
— Todo está limpio como la patena. —le dijo Ismael agarrándola por la cintura.
— Ahora no, he quedado con La Tacones en su casa para charlar un rato. —le dijo a su marido que se cabreó por el rechazo.
— ¿A casa de la Tacones? ¿A charlar un rato? Tú a lo que vas es a follar con el viejo ¿a que sí?
— Tú estás loco, cómo se te ocurre pensar algo así.
— Porque te conozco María y sé que como te calientes ya no hay quien te pare y por ahí estará Raúl, el hijo que te hizo el Rogelio.
— Aquello fue accidente y te recuerdo que tú también le has hecho una hija a la Chata, pero si tantos cojones tienes dime lo que piensas de mí.
— Ya te he dicho lo que pienso y no voy a repetirlo.
— Pero qué maricón estás hecho, me echas a mí la culpa cuando fuiste tú el que me metió en ese berenjenal, no sabía que fueras tan cobarde pero es bueno saberlo y te voy a decir una cosa si vieras el pedazo de polla que tiene el Patriarca te acojonarías y como se me arrime pienso abrirme de patas para él, a ver lo que dices luego cuando te salgan los cuernos.
— Eres una hija de puta desagradecida, así me pagas todo lo que hago por ti.
— ¿Qué pasa mamá? —preguntó en ese momento Paquito acercándose a ellos.
— ¡A dormir la siesta! —le ordenó María a su hijo.
— No tengo sueño.
— Di que no Paquito, tú y yo vamos a jugar ¿quieres? —dijo Ismael abriéndose la bragueta.
— ¡Deja al chico en paz! —dijo María a su marido adivinando sus intenciones.
— ¿Por qué? Tú te vas con el Patriarca y yo me quedo sólo, además a él le gusta ¿no lo ves? —dijo Ismael y María vio cómo Paquito tenía ya la mano dentro de la bragueta de su padre para sacarle la polla.
— Deja a tu padre Paquito que te vienes conmigo. —dijo María.
— Déjalo mujer te prometo que le trataré bien.
— ¡He dicho que se viene conmigo! —gritó María.
— No te pongas así, el niño ha salido maricón y cuanto antes aprenda mejor para él.
— No me toques los cojones Ismael —le amenazó María— si tanto quieres jugar hazlo con la hija de la Chata y también con ella, todos juntos, como una buena familia pero a éste le dejas en paz ¿entendido?
— No me cabrees María, deja a la Chata en paz. —advirtió Ismael levantando la mano para abofetearla.
— Si tienes cojones pégame que cojo un cuchillo y te capo —le amenazó María echando fuego por los ojos— Venga Paquito vámonos. —le dijo a su hijo.
— Sí, vete y que te aproveche la polla del viejo. —dijo Ismael muy cabreado.
María agarró de la mano a Paquito y tiró de él saliendo de la casa.
— ¿A dónde vamos mamá?
— A casa de la Tacones un rato.
— ¿Estará el Patriarca?
— Claro que sí, para eso es su casa ¿es que le tienes miedo?
— Un poco sí.
— Pues ya verás como no te come.
Al poco de marcharse María alguien llamó a la puerta, cuando Ismael abrió la puerta se encontró a la Chata con Estrellita, la hija que él la había engendrado hacía 12 años. Ismael les hizo entrar y luego atrancó la puerta. La Chata sabía que María se acababa de marchar con Paquito de la mano porque la había estado vigilando. Ismael agarró a la Chata por la cintura y empezó a besarla; luego se acercó a Estrellita.
— Hola preciosa —le dijo y ella le devolvió el saludo— ¿no me das un beso?
— ¿Dónde, en la boca? —preguntó ella queriendo hacerse la inocente.
— ¿Sabes besar en la boca? —preguntó Ismael sentándose en una silla a su lado.
Estrellita se puso de pie y se sentó a horcajadas sobre las piernas de su padre, le echó las manos al cuello y pegó su boca a los labios de él esperando que Ismael tomara la iniciativa, como le había enseñado su madre. Él le metió la lengua en la boca, ella dejó que la tocara la lengua con la suya y de repente pilló la lengua de Ismael con sus labios y empezó a mamar. La Chata sonrió al ver lo que le hacia Estrellita a su padre, aunque la chiquilla no sabía que Ismael era su padre biológico.
Ismael supo en el acto que la Chata había enseñado a besar a su hija porque lo hacía clavado a ella, la estrechó contra él pero enseguida deslizó una mano hasta su culo y la estrujó las nalgas, luego palpó buscando con sus dedos la entrada trasera de Estrellita. Halló el agujerito y a poco que empujó le entró el dedo hasta adentro sin que ella protestara cosa que le excitó.
— ¡Eh! Que yo también quiero. —dijo la Chata.
Estrellita supo qué debía hacer, se bajó de Ismael, le separó las piernas y luego se volvió a sentar sobre una de las piernas para que su madre lo hiciera en la otra. De esa manera madre e hija se turnaban para besar a Ismael que ya tenía un dedo dentro de los agujeros traseros de la madre y la hija.
A partir de ahí el ambiente empezó a calentarse. La Chata dejó que su hija y el Ismael se besaran así ella pudo desabrochar los botones del vestido de Estrellita y lo abrió para que se la vieran los pechos y con los dedos pellizcó los oscuros pezones para que se endurecieran, luego apartó a la chiquilla y guió la cabeza de Ismael hasta sus pechos. El hombre chupó, mamó y mordió de lo lindo dándose un festín con los pechos de su hija, mientras tanto la Chata se había sacado también los pechos por lo que el Ismael saltó de una a otra dándose ahora un auténtico banquete.
Los tres se trasladaron a la cama. Estrellita sólo se quitó los zapatos y se echó vestida; la Chata se quitó el vestido y el sostén dejándose puestas las bragas, el Ismael se desnudó en un santiamén y con la polla más tiesa que un palo gateó hasta Estrellita.
— ¿No te desnudas? —preguntó Ismael.
— No.
— Mejor, así te desnudaré yo.
— No me quites las bragas todavía. —pidió Estrellita aunque en realidad sonó más a una orden.
— ¿Por qué?
— Muérdeme el conejo. —ordenó ella. Ismael que estaba a gatas agachó la cabeza y ella separó las piernas, arrimó la cara y mordió el conejo de Estrellita por encima de las bragas.
— Ya está.
— ¿Te gusta cómo huele?
— Me encanta ¿puedo quitarte las bragas ya?
— Todavía no, apártalas un poco y bésame el conejo. —ordenó de nuevo ella y el Ismael apartó las bragas pero al ver el precioso conejo de su hija paseó la lengua por la raja de abajo a arriba; inmediatamente ella cerró las piernas de golpe.
— ¿Qué pasa ahora? —preguntó Ismael empezando a mosquearse.
— Te he dicho que me lo beses, no que me lo chupes. —repuso Estrellita seria. Ismael pensó que todo formaba parte de un juego y se dispuso a jugar. Agachó la cabeza de nuevo, apartó las bragas dejando la entrepierna libre y besó la tierna hendidura, una vez y otra…. Al cuarto beso Estrellita le ordenó que se lo lamiera y el Ismael se puso a recorrer la raja con la lengua varias veces hasta que de repente ella le ordenó que le metiera la lengua en la vagina. Era lo que estaba esperando Ismael, separó más los muslos de Estrellita y metió la lengua en su vagina todo lo que le dio de sí pero cuando más disfrutaba ella se ladeó y volvió a cerrar las piernas.
— ¿Ahora qué pasa? ¿Es que lo hago mal? —preguntó Ismael mirando a la Chata pero ésta se limitó a sonreír, entonces Estrellita le puso un pie en el pecho y le acarició con él los pezones, Ismael se quedó sin habla.
— ¿Te gusta cómo sabe mi conejo? —preguntó Estrellita.
— Me encanta. —respondió él con cara de atontado.
— ¿A qué sabe? —preguntó ella.
— Para mí sabe a gloria.
— Ven, acércate. —le ordenó ella y el Ismael recorrió de rodillas el espacio que le separaba de ella hasta pararse al lado de su cabeza, con la polla saltando de excitación.
— ¿Ahora que toca? —preguntó.
— Ahora te me voy a comer el cipote empezando por tus huevos. —dijo Estrellita y se lanzó sobre las pelotas de su padre lamiéndolas con ganas; luego le agarró la polla y se la metió en la boca.
— Me mata Chata. —dijo Ismael jadeando.
La Chata se puso de rodillas al otro lado del cuerpo de su hija y sin decir nada empezó a besar al Ismael que se dejaba hacer completamente embobado, de pronto notó una mano sobándole los huevos, supo que era de la Chata por el tamaño de la mano. Estrellita mamaba la polla de Ismael con una maestría impropia para su edad, La Chata seguía sobándole los huevos como sólo ella sabía hacerlo, madre e hija ordeñaban al Ismael, le estimulaban con la intención de que explotara y eso fue lo que le ocurrió. Ismael eyaculó abundantemente en la boca de su hija y ésta se la bebió tan tranquila, como si fuera algo de lo más natural.
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María llamó a la puerta de la casa del Patriarca y Tomasa abrió la puerta.
— Hola Paquito —saludó al niño en cambio a María la besó en la boca.
El chico las miró un momento pero enseguida miró hacia la cama, donde estaban el Patriarca y la Carmencita tumbados. Él estaba desnudo pero ella tenía puestas unas braguitas amarillas y dormía a los pies de él. Lo primero que llamó la atención de Paquito fue el miembro del viejo y a pesar del miedo que le daba el Patriarca se acercó despacio hasta la cama. Creyó que el viejo y su nieta dormían porque tenían los ojos cerrados, pero no era así ya que los dedos de él hurgaban el conejo de ella que le brillaba tanto que a Paquito le pareció que se había meado.
— Escucha, si quieres pillarlos ahora es el momento, en cuanto tú has salido con el chico, la Chata se ha metido dentro con su hija. —le dijo Tomasa a María que se quedó pensando un momento.
— Vamos, se va a enterar el cabrón ese. —dijo María.
— No te precipites María —sonó la voz del Patriarca— hazte la víctima, la deshonrada; el resto déjamelo a mí.
— Tengo un poco de miedo. —reconoció María y Tomasa la abrazó para darla ánimos, pero el Patriarca las separó para abrazar él a María.
— Escucha niña, no te va a pasar nada, Tomasa te acompañará, tú disimula como si fueras a por un condimento para Tomasa ¿estamos? —dijo el Patriarca y ella asintió con la cabeza, él la besó los labios y luego en la frente —ve tranquila, esta misma noche estaréis tú y tu hijo durmiendo en esta casa bajo mi protección.
María acompañada por su amiga caminó de regreso a casa, al llegar a la puerta empujó para entrar pero la puerta se le resistió.
— La ha atrancado. —susurró Tomasa en su oído.
— Se cree muy listo, pero a ver dónde las esconde para que yo no las vea. — contestó María en un susurro y llamó a la puerta.
Ismael se incorporó al oír que llamaban a la puerta, se levantó desnudo de la cama y fue a abrir tan tranquilo sin imaginar quien llamaba. Abrió la puerta y al ver a María palideció.
— María ¿qué haces aquí? —preguntó.
— Vivo aquí o ya no te acuerdas, quita que voy a coger un poco de harina, vamos a hacer unos bollos para que merienden los chicos. —contestó María y al intentar entrar Ismael se lo impidió cerrando un poco la puerta.
— ¿No me vas a dejar entrar? —dijo María.
— ¡No! Digo sí claro. —contestó Ismael que seguía más blanco que la cera de las velas.
— Pues aparta —dijo María entrando en la casa y Tomasa detrás de ella, Ismael cerró la puerta sin decir ni nada pero al ver que las cortinas estaban echadas tapando la cama respiró un poco.
— ¿Se puede saber qué haces desnudo? ¿o es que quieres que Tomasa se caliente? —le dijo María tranquilamente y entonces vio el montón de ropa sobre la mesa de comer— ¿Y ésa ropa? ¿de quién es? —preguntó pero Ismael no atinaba a decir nada— ¿Quién está contigo? —insistió María.
— No… no hay nadie, estoy sólo. —respondió Ismael como pudo.
— ¡Mientes! —exclamó María yendo hacia la cama.
— María por tu madre, no abras las cortinas. —dijo Ismael reponiéndose ante lo inevitable.
— ¿Por qué no puedo abrir las cortinas? ¿Qué escondes ahí Ismael?
— La Chata y su hija están en la cama, nos has pillado en mitad de la juerga. —contestó Ismael afrontando con hombría la realidad.
— Me marcho un rato y ¿tú corres a hacerme de menos? ¿Acaso me lo merezco? —dijo María echándose a llorar, Tomasa la abrazó por los hombros sin meterse.
— Escucha María, tarde o temprano tenía que saltar la liebre, La Chata me gusta mucho y la quiero como mi mujer.
— ¿Y yo? ¿qué va a ser de mí y de tu hijo? —dijo María con voz desgarrada.
— Mira no lo sé, lo que sí sé es que quiero vivir con la Chata.
— ¡Esto se tiene que saber, vamos al Patriarca ahora mismo! —gritó sollozando María.
— No hace falta María, esta casa es mía y lo sabes, así que te tienes que marchar.
— ¿Y encima me echas a la calle? —sollozó ella.
— Lo siento María. —dijo Ismael abriendo la puerta de la calle.
María abandonó la casa con lo puesto. Tomasa la echó un brazo por los hombros y caminaron de regreso a casa del Patriarca, María se secó con rabia las lágrimas de los ojos, miró a su amiga y sonrió. Ante ella una nueva vida se iba a hacer realidad. Al llegar a la casa del Patriarca Tomasa llamó a la puerta, la abrió el mismo Patriarca y se apartó para que las mujeres entraran.
— ¿Qué ha pasado? —interrogó a las dos mujeres.
— Me ha echado de casa, a mí y a mi hijo. —dijo María que estaba pálida.
— El Ismael cuando se ha visto pillado le ha echado cojones y ha cantado que la Chata y su hija estaban dentro y que les habíamos pillado en mitad de una juerga. —terminó de explicar Tomasa a su padre.
— Al menos ha tenido el valor de reconocerlo, bien ahora me toca a mí ir a verle para zanjar el asunto. —dijo el Patriarca.
— No vayas Pedro, no sea que haya un lío, yo no lo valgo. —le dijo María al Patriarca llamándole por su verdadero nombre.
— Escúchame María, lo que tú vales me toca a mí decirlo y no te preocupes por mí, sé defenderme. —dijo Pedro, el Patriarca tocando la navaja que guardaba en el bolsillo de sus pantalones de pana.
— Padre ten mucho cuidado. —dijo Tomasa.
— Lo tendré, vosotras entretened a los niños, que Paquito no te vea llorar María, cuando vuelva le explicaremos entre todos lo que ha pasado, pero ante todo que se sienta seguro en esta casa ¿estamos? —les dijo el Patriarca y ellas asintieron con la cabeza, las miró un momento y salió a la calle.
— ¿Vamos a hacer unas rosquillas muy ricas chicos —dijo Tomasa sonriendo— queréis ayudarnos.
— ¡Yo sí! —exclamó Carmencita.
— Yo también. —dijo Paquito.
— Pues manos a la obra. —dijo Tomasa y María se puso a su lado para ayudarla.
Pedro, el Patriarca se paró frente a la puerta de la casa del Ismael y dio unos golpes con los nudillos.
— Joder María —se escuchó la voz de Ismael— ¿qué pasa…? —al abrir la puerta se quedó sin habla al ver al Patriarca.
— ¿Me invitas a entrar Ismael?
— Claro que sí Patriarca. —contestó él apartándose y el Patriarca entró en la casa mirando hacia el dormitorio cuyas cortinas estaban descorridas, sobre la cama vio a la Chata y a su hija como Dios las trajo al mundo y se volvió para hablar con el Ismael.
— Vengo por lo de María Ismael.
— Me lo imagino Patriarca pero ya está “to dicho”. —dijo Ismael.
— De acuerdo pues, pero me gustaría aclarar unas cuantas cosas antes de irme. —dijo el Patriarca.
— Usted dirá.
— Lo de María es definitivo ¿no?
— Sí.
— Entonces doy por seguro que te quedas con la Chata y su hija y no volverás a por ella ni la molestarás nunca más.
— Así es Patriarca.
— Sea Pues Ismael, pero mira lo que te digo, a partir de éste momento la María y su hijo Paco son cosa mía, vivirán en mi casa y estarán bajo mi protección. Si me entero de que tú o la Chata hacéis correr habladurías en contra de María —el Patriarca hizo una pausa aposta para sacar la navaja de su bolsillo y abrirla— ¡Ésta! Te la meto por la barriga y te rajo hasta el cuello, luego haré lo mismo con la Chata y su hija ¿queda claro?
— Muy claro Patriarca. —contestó muy pálido Ismael que había retrocedido unos pasos al ver la navaja.
— ¡Sea pues! Que seáis muy felices. —dijo el Patriarca y a continuación abrió la puerta de la calle y salió al exterior, soltó un suspiro y sonriente regresó a su casa.
— Chata ya lo has oído ¿no? Nada de habladurías, para nosotros ella y su hijo están muertos ¿entendido? —dijo el Ismael parado al borde de la cama.
— Entendido amor mío y ahora ven a la cama con nosotras. —dijo la Chata.
— Espera un poco que tengo que pensar ¿dónde está Raúl? —preguntó Ismael.
— En casa de mis padres, seguramente se estará follando a su abuela. —contestó la Chata.
— ¿A su abuela? —dijo el Ismael sin comprender.
— Sí, a mi madre, la Fea. —aclaró la Chata.
— ¡Joder! ¿Raúl se lo hace con la Fea? —dijo el Ismael sin poder creérselo.
— Así es y no se te ocurra decir nada, porque ella es capaz de todo por defenderle ya que es el único de la familia que se dedica a ella. —respondió la Chata.
— Desde luego que no diré nada pero mañana iremos a casa de tu padre, tú recoge tus cosas y las de Estrellita, yo mientras hablaré con él para ver si me ayuda cuando vayamos a por leña y por chatarra, seguro que Rogelio se lo impide.
— No lo creo, mi padre anda con el Rana y no dejan que Raúl vaya con ellos.
— ¿Y qué coño hace el Rana aquí? Si le ve el Patriarca lo raja de arriba abajo. —dijo Ismael.
— ya se cuida de que no le vea nadie, a casa de mi padre suele venir cuando ya es de noche y mi padre le ha permitido quedarse a dormir algún que otro día.
— ¿Y con quien duerme?
— Él sólo, al principio intentó camelar a Estrellita pero yo se lo impedí. —dijo la Chata.
— ¿Cómo? —quiso saber Ismael.
— Le chupé la mierda de polla que tiene dos horas seguidas, le hice correrse cuatro veces y acabó agilipollado y dormido. —dijo la Chata con orgullo.
— Es que tienes una boca que es un pecado. —dijo el Ismael sonriendo.
— Le chupé con ganas porque quería que echara sangre en vez de leche y casi lo consigo. —dijo la Chata riéndose.
— ¿Y tú Estrellita no le hiciste nada? —preguntó Ismael a la chica.
— A mí no me gusta el Rana, se ve enseguida que es mala persona, además, no me va la mierda de polla que tiene como dice mi madre, yo prefiero otra cosa. —respondió ella siguiendo tumbada.
— ¿Y cómo las prefieres tú? Si puedo saberlo. —dijo el Ismael mirándola, entonces Estrellita se incorporó y gateó despacio hasta llegar al borde de la cama, se irguió y le miró a la cara.
— Me gustan las pollas grandes, gordas y poderosas. —le dijo sin pestañear.
— Entonces serás la alegría de tu abuelo el Rogelio. —comentó Ismael.
— Te equivocas, me gusta más la tuya padre. —contestó Estrellita sobándole los huevos con una mano. Al escuchar que ella le llamaba padre miró a la Chata.
— Se lo he dicho, ya no hay por qué ocultarlo. —dijo ésta
— Ven conmigo padre. —dijo Estrellita estirando del flácido miembro del Ismael.
— ¿A dónde me llevas? —dijo Ismael gateando a su lado.
— Aquí, a la cama con madre y conmigo, entre las dos vamos a ponerte la polla como nos gusta ¿te parece? —dijo Estrellita obligando a su padre a tumbarse al lado de su madre, después le separó las piernas y hundió la cara entre sus muslos comenzando a lamerle las pelotas.
— Chata nuestra hija me mata. —dijo Ismael bufando.
— Yo también voy a matarte cariño. —dijo ella incorporándose y acto seguido agachó la cabeza y se metió su miembro en la boca.
La Chata y la Estrella, madre e hija, menudo binomio para el pobre Ismael víctima de sus voraces bocas y sus ansiosas manos, entre las dos devoraron los genitales del pobre Ismael que no dejaba de jadear y bufar.
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