Noemí y yo

La vecina madre de un amigo mio resulto ser la amante mas pasional que yo he tenido.

NOEMÍ Y YO

Noemí es mi simpática vecina querida. Tiene 44 años bien vividos y yo tengo 25. Ella es una mujer muy alegre y que gusta de bailar muy bien. Tenemos dos años y medio de andar de amores a escondidas de su esposo, de sus hijos y de todos. Cuando yo tenía 22 años ella se sintió sola por un percance con su aburrido marido que le ha sido infiel toda la vida y quien no ha mostrado respeto alguno hacia ella. Nos hicimos bastante amigos, pues ella me contaba sus desdichas y yo la consolaba en el sopor de las tardes solitarias en las que sus hijos estaban en la escuela y su marido en el trabajo. Es extraño, pues normalmente una mujer casada tiene otras amigas con las que se desahoga, pero Noemí lo hizo con migo.

Al principio yo tomé las cosas guardando las distancias, pero cada vez que hablábamos la atmósfera se enrarecía, se ponía pesada hasta que nos hizo mirarnos ya no como la mujer mayor y el joven, ya no como la mamá de mi amigo y yo, ya no como la amiga de mi mamá y yo, sino como Noemí y yo. Así fue que durante una lluviosa tarde de mayo nos permitimos un beso pequeño, cálido y escaso que sirvió como punto de partida para una relación amorosa pletórica de sexualidad inusitada.

Una semana después del beso tuvimos sexo en la cama matrimonial de ella. Fue durante otra tarde lluviosa en la que su marido se hallaba laborando y yo previo aviso llegué a casa de Noemí como lo había hecho desde adolescente: como amigo de Jairo, su hijo mayor. Pero Jairo no estaba en casa pese a que era sábado. Solo estábamos Noemí y yo. No mediamos palabras pues ambos sabíamos lo que queríamos que pasara. Una vez se cerró la puerta yo la abracé por sus anchas caderas y mirándola fijamente a sus ojos negros la besé con firmeza en la boca carnosa que tanto había deseado desde lo mas profundo de mis fantasías. Sus labios tenían un sabor indescifrable y delicioso, aún lo siguen teniendo.

Ella vestía una falda lisa marrón pegada hasta poco más arriba de las rodillas y una blusa blanca de botones y manga corta muy bonita. Tenía puesto un sostén negro que se adivinaba claro bajo la tela blanca de su camisa. Sus senos grandes tan comentados en el vecindario apuntaban hacia mí y sentí la abundante blandura contra mi pecho. Mi verga se hinchaba con el paso de los segundos y el corazón me latía muy rápido a media que el beso pasaba de lo tierno a lo erótico. Ella me abrazó con ternura y yo le acariciaba la espalda blanca mientras la besaba. Estuvimos así de pié en la puerta de su alcoba. Sin dejar de besarnos nos fuimos andando hasta encontrarnos al borde de su cama doble. Estaba frío el ambiente, pero el calor de nuestros cuerpos elevaba la temperatura.

Finalmente ella se sentó en el borde de la cama y yo permanecí de pie. Me acariciaba las piernas sobre el pantalón y me miraba o más bien nos mirábamos con ansias penetrantes. El bulto que hacía me verga en el pantalón se notaba a leguas y a ella eso le divertía. Me frotaba la mano por allí y sonreía con picardía.

Me desabrochó el pantalón y éste cayó por gravedad dejándome solo en calzones. Me pasó la lengua vulgarmente sobre la tela del calzón en la zona del pene mientras se desabrochaba lentamente los botones grandes de su camisa hasta llegar al último. Yo le abrí la camisa y pude divisar desde arriba una vista espectacular de sus senos gloriosos aún tras los sostenes de encajes negros. Me llamó la atención un par de lunares bien negros y redondos que tenía en el valle que formaban sus pechos. Se veía muy sexy y me sorprendió cuan tersa tenía su piel en el entreseno a pesar de su edad. La verdad es que ella tiene unos senos muy bonitos y sabe sacar parido de ello.

Yo me arrodillé y metí mi cabeza en sus tetas. Las besé suavemente sin quitar el sujetador y agarrando. Le lamía las carnes que sobresalían de las copas del sostén. Ella empezó a excitarse. Deshice el broche y sus tetas salieron disparadas hacia mí. Que hermosas estaban. Muy carnosas, blancas y con el pezón amplio y ovalado de un marrón claro revelador que merecían una chupada tremenda. Cuando me dispuse a hacerlo no me lo permitió y me dijo: "Las damas primero, así que de pié señor". Yo me levanté ansioso de mamar sus tetas. Una vez estuve de pié con mi verga apretada entre mis calzones ella la liberó. Bajó mis calzones hasta poco mas encima de mis rodillas y mi verga salió como gusano asustado. Estaba roja, sudada, e hinchada con un hambre atroz.

Ella la peló pues tengo bastante prepucio y dejó que la cabeza reluciera ante la luz tenue que se filtraba por la ventana. Le encantó el color violeta de la cabeza de mi verga. Mientras con la mano derecha me acariciaba las bolas con la puntita de la lengua jugaba con el palo sin llegar a la cabeza. Sabía chuparla. Así lo demostró con maestría pues sabía muy bien manejar los ritmos. Luego de algunos minutos de juego preliminar durante los que experimenté una ansiedad tremenda, Noemí metió la mitad de mi verga en su boca y con su delicada mano me agarraba el resto. Chupó como si mi picha fuera un una paleta de helado y se notaba que hacia mucho tiempo no lo hacía pues su ansiedad era evidente. Lamía con suavidad sin sacar el palo de su boquita. Luego si se entregó a chupar con ritmo y fuerza engullendo casi toda la longitud del falo.

Lo que mejor hacía era jugar con su lengua en la cabeza la verga. Eso me ponía a ver estrellitas y a gemir de placer. Sentí entonces que no tardaría en venirme. Ella lo intuyó así y se detuvo. Luego se dedicó a lamer mis huevas con dulzura mientras me acariciaba el trasero y yo la sostenía por su corta pero abundante cabellera negra. Pero inmediatamente tomó la verga con su hábil mano y me masturbó hasta hacerme llegar. Disparé chorros de semen contra su rostro que no dejaba de sonreír y de contemplar con ávido interés como el líquido blanco y espeso chocaba sin contemplaciones contra su mentón, sus mejillas y hasta parte de su nariz. Fue una corrida que me dejó mas ansioso que al principio pese a la descarga de energía que ello implicó. Tomó un pañuelo rayado de su marido de la única gaveta del tocador que estaba justo a mi espalda y se limpió el rostro diciendo una frase jocosa: "Estabas bien cargado muchacho".

Una vez mi verga escurrió las últimas leches del orgasmo ella se reclinó hacia atrás y subió las dos piernas recogidas y aún cubiertas por la falda en el borde de la cama. Yo me arrodillé en el piso y replegué la saya hasta sus caderas descubriendo el tesoro de sus muslos y dejando a mi vista el panty de encaje negro delgado que hacía juego con el sostén que yo había quitado hacía minutos y que ahora yacía de cualquier modo sobre el colchón frió que sería testigo de una infidelidad furtiva. Abrió sus piernas y yo pude rozar mis dedos contra la vulva que se dibujaba tenuemente por debajo de los encajes eróticos y tremendamente sugestivos mientras me recreaba besando sus muslos gruesos y firmes.

Después de algunas caricias que fueron encendiendo a Noemí a fuego lento, tomé las tirantas laterales del panty y lo fui resbalando por la longitud de sus gruesas y cortas piernas señoriales. Su vulva se me reveló como un tesoro con ese olor intenso a mujer en celo y con un piélago de pelos negros y espesos que solo se interrumpían por la carnosidad rojiza de sus labios que floreaban sudando l a humedad de las aguas eróticas. En un impulso de macho le di un beso a esa flor negra mientras ella se relajaba abriendo más las piernas como alas de mariposas y yo pude apoderarme de esa vulva. La lamí por fuera y luego me fui adentrando con mi lengua venenosa hasta las plegaduras de sus labios menores que sabían a amor. Mi lengua jugueteó con el diamante del coño: el clítoris. Cada vez que yo rozaba mi lengua sobre ese pistón pequeño Noemí convulsionaba como si tuviera una fiebre de 40 gimiendo un ahhhh tan profundo como su vagina.

Saturado del sabor a coño en mi boca, decidí darle de comer a mi verga hambrienta. Me subí sobre ella que ya estaba totalmente acostada sobre el colchón blanco y blando con sus pezones apuntando al cielo. Sin quitar su falda, ni falta que hacía, dejé que mi verga se hundiera hasta el fondo en el calor blando de esa cuca que sería por mucho tiempo la cuca de mis fantasías. Fue una sensación inolvidable que me llevó al cielo de inmediato. A pesar de que era yo quien estaba encima, Noemí era quien tenía el control de la cogida.

Al principio yo me divertía mirando como mi palo se metía y salía de ese hoyo oscuro y peludo; y como sus tetas bailaban al son de nuestra danza de cama. Poco a poco fui reclinando mi pelvis sobre su regazo y mi rostro sobre su pecho hasta poder dar de comer a mi boca. Sus tetas invadieron mi cavidad bucal que aún conservaba el sabor intenso a vulva sedienta. La carne de sus senos era tan blanda como la de la cuca, pero menos sofocada. Su pezón era tan delicioso que no dejé de chuparlo con gozo de ambos hasta que sin darnos cuenta cambiamos de pose.

Nos volteamos lentamente y Noemí quedó sentada sobre mi regazo cabalgando como una puta nueva. Echaba sus nalgas hacia atrás y luego hacia adelante tragándose toda mi verga. Sus tetas grandes (talla 38) saltaban como gelatinas mientras ella y yo nos mirábamos perdidamente a la cara. Ella avisó su orgasmo inevitable con sacudidas cada vez más violentas y gemidos que fueron cambiando a un tono parecida al que emite una gata en llanto. Yo me estremecía de placer sintiendo el calor de su cuca transmitido a mi verga. Gimió profundamente poniendo punto final y se detuvo a disfrutar su orgasmo acostándose totalmente sobre mí. Yo le di tiempo, pero como estaba boca abajo no opté por sacar mi pene de la vagina palpitante. Nos volvimos a girar y para no saturarla metí la verga entre sus tetas y ella me ayudó a masturbarme con una obscenidad pueril hasta que volví a dispara semen, esta vez sobre las carnosas montañas de su pecho. Acabamos en un mar de caricias y besos que marcaron el tono de nuestros futuros encuentros silvestres.

(Espero haya sido de su agrado éste relato, cualquier comentario positivo o negativo favor escribir a sutanitox@latinmail.com .)