Noelia, experiencias de perversión

Historia de como una chica es pervertida y llevada a ser una depredadora sexual y esclava a la vez.(anal Bsdm Lesbico)

Mi vida marchaba bien, dentro de los parámetros socialmente aceptables. Era una chica normal de veinticinco años, gerente de ventas en una compañía, de cuerpo "normalito", heterosexual, sin vicios, de pocas virtudes, alguien más del inmenso monto. Vivía sola en un apartamento que me compraron mis padres cuando yo tenía dieciocho años. Follaba de cuando en vez, deseos de hacerlo todos los días no me faltaban, lo que me faltaba era un buen "macho" que me cogiera como era debido, pero todos los hombres que me tocaban eran algo… como decirlo "flojos", lo que me llevaba a masturbarme todos los días, bueno, debo corregir, si tenia vicios. Pero carajo ¿A quien no le gusta follar? Un lunes cualquiera, a horas tempranas de la mañana en la oficina, llegó un empleado nuevo. Estaba ahí para hacer una pasantía, eso era algo normal en la compañía, a menudo reclutaban talentos en las áreas administrativas, yo soy un ejemplo de ello. Era un chico de piel negra, de buena estatura, se notaba que tenia buena contextura física, no era de rostro bello, es decir no era un galanazo, pero si era atractivo, exótico. Labios carnosos, ojos pequeños de un negro muy profundo, en verdad tenía mirada de villano. Su cabeza estaba raspada y llevaba la barba arreglada, es decir al ras de la piel. Pasaron las semanas, Sebastián, así se llamaba se desenvolvía muy bien en el trabajo, en verdad lo hacia a la perfección, era seguro que lo reclutarían. Pero él nunca hablaba más de lo necesario, era muy callado. En el comedor se sentaba solo. Muchas de las chicas se le lanzaban de todas las formas habidas y por haber, pero a él no parecía interesarle mucho, de ahí partió el rumor de que Sebastián era gay. Pero eso siempre pasa, en el momento que un hombre rechaza a una mujer lo tildan de maricón, yo no pienso que eso sea correcto, las mujeres rechazamos hombres y no somos lesbianas por ello. Como era de esperarse, Sebastián fue contratado por la compañía. Ya le tocarían trabajos de mayor responsabilidad junto a un muy lucrativo salario. Fue asignado a mi área en la cual se manejaba como pez en el agua, poseía una habilidad mental increíble, era excelente estadista y podía prever la reacción de los consumidores, pro y contra de cada decisión, en fin, era un genio. Pero nuestro genio continuaba con la fama de gay. Casi tres meses después de su entrada a la compañía, a mí se me asigno un proyecto y debía elegir a un compañero de equipo, ni tonta ni perezosa elegí a Sebastián. No había segunda intención en mi decisión, hasta yo creía ya que era gay, lo elegí por su innegable talento. Hacíamos una pareja perfecta, nos acoplamos a la perfección. Varias veces nos quedábamos hasta tarde trabajando, él y yo solos en la oficina, pero nada de nada. Vale decir a su favor que yo nunca me le insinué, aunque me parecía muy atractivo, además nunca había estado con un hombre negro, ya saben que se dicen mucho sobre sus dotes sexuales. Alrededor de los hombres de color siempre hay un misticismo sexual muy atrayente. Una de esas noches en la que trabajábamos hasta tarde, eran más o menos las once o doce de la noche empezó mi mayor periplo sexual, algo inimaginable para mi inocente cabeza. Cuando salimos del trabajo mi coche no encendía, no se por qué, yo de mecánica se lo mismo que de física nuclear, ni mierda. Sebastián se ofreció a llevarme a mi casa, el problema estaba en que el conducía una Ducatti. En mi vida me había montado en una cosa de esas, a primeras me negué, pero el me convenció, con mucha facilidad debo agregar. Su voz y su mirada me hipnotizaron y antes de darme cuenta estaba agarrada a su cintura y con el culo apuntando al cielo, a doscientos kilómetros por hora. Algo comenzó en ese momento, algo muy sensual, erótico. Mis manos rodeaban su cintura al nivel del ombligo. Sentía su espalda fuerte y sólida contra mis pechos. Sentía las vibraciones de la moto en mi clítoris, era como un vibrador de doscientos caballos de fuerza. Comencé a excitarme. Sentía como mi coño se humedecía. Me sentía un poco asfixiada por el casco, pero eso no aminoró mi excitación. Poco a poco fui bajando mis manos hasta llegar a su pene, el no reaccionó, yo busque su miembro lo palpé sobre el pantalón, no estaba duro y aun así tenia un tamaño muy considerable. Él aceleró la moto, las vibraciones estallaron en mi coño hasta estremecerme, yo solo atiné a apretar más su polla. Frotaba mis pechos contra su espalda. Íbamos en la autopista a qué sé yo cuantos kilómetros por horas y yo estaba mas caliente que una perra en celos. La excitación no disminuía, fue imposible contener el orgasmo, solo me aferre a su cuerpo como un pulpo a una roca en medio de una marejada, mordí mis labios y el casco y la brisa diluyeron mis gemidos. Llegamos hasta la puerta de mí el edificio en que vivo. Me desmonte de la moto, él no lo hizo, solo se quitó el casco al tiempo que yo lo hacia. Yo no sabia que decir, que hacer, como actuar, estaba infernalmente caliente, se podía freír tocino con huevos en mi coño. Pero el muy hijo de puta estaba tan calmado como si nada hubiese pasado, y es seguro que sabia lo que paso. Yo quería que me follara ahí mismo, en cera como los perros. Pero el reverendo cabrón solo sonrió, pero no era una sonrisa de chiste, era como esa sonrisa de aquel que se ríe por una maldad hecha, una sonrisa malévola y perversa. Solo me dijo antes de marcharse — Pasa buenas noches Noelia. — y así como si tal cosa se marcho. En ese momento en mi mente le dije desde maricón hasta hijo de su maldita madre, pasando por gilipollas, cabrón y mil cosas más. Entré al edificio, subí el ascensor, no pude evitarlo, metí mi mano en el pantalón y comencé a tocarme. Coño estaba caliente y húmedo, frotaba mi clítoris con el dedo mayor con intensidad, pero no era suficiente. Salí del ascensor y en dos pasos ya estaba frente a la puerta de mi apartamento. Ni siquiera encendí las luces, solo me quité toda la ropa y me tiré sobre el sofá desnuda. Metí mis dedos en la boca mientas frotaba, apretaba y pellizcaba mis tetas, ensalive mis dedos y los metí en mi coño, comencé a masturbarme. Tenía un calor volcánico, solo pensaba en el hijo de puta de Sebastián, maldito marica le decía, pero entre más lo maldecía más me excitaba. Ya llevaba tres dedos en el coño, pero eso no daba abasto, yo quería algo más. Me puse de pie, estaba ansiosa, así como un drogadicto sin cocaína. Fui a la cocina y abrí la nevera, la escaneé con la vista hasta encontrar el suplente perfecto de la polla que deseaba: un pepino. Si, como lo leen, un pepino, era lo más bajo que había caído, pero lo necesitaba. Destape un tarro de margarina y se lo unte a mi vegetal salvación, también me unté un poco en el coño, pero creo que se derritió como si hubiese caído en una sartén al rojo vivo. Me eché ahí mismo en el suelo de la cocina, abrí mis piernas hasta más no poder y lo comencé a meter en mi coño. Poco a poco, sentía como se deslizaba a mi interior abriendo mi vagína y llenándome de satisfacción. El pepino no era tan grande, en verdad podría ser un pene cualquiera de los que me han tocado, pero de inmediato comencé a pensar en la polla de Sebastián, en como la sentí, así aun fría se notaba mayor que cualquier polla que he cogido. Metía y sacaba el pepino de mi coño mientras frotaba mi clítoris, nunca en mi vida había estado tan puta y caliente, el vesuvio era una chispa comparado conmigo. Movía mi cuerpo sobre el suelo, el "mete y saca" era rápido, de no haberle untado margarina al pepino y al coño de seguro me hubiese irritado. Jadeaba, gemía, gritaba, maldecía a Sebastián, lo deseaba. Frotaba mi clítoris con intensidad, metía el pepino en mi coño con fuerza, en verdad me la estaba gozando como nunca, esa era la mejor paja que me había hecho en mi vida. Me corrí, pero fue algo increíble, moje mis piernas y el suelo, casi me deshidrato, estaba tan excitada que metí en pepino en mi boca y comencé a chuparlo como si fuera una polla y aun frotaba mi clítoris. Llegué casi a rastras a la cama y me quedé rendida, ahí con el coño aun empapado y sucio de margarina, eso si, guarde el pepino de nuevo en la nevera, nadie sabe cuando lo tendría que usar de nuevo. . Por primera vez en tres años llegue tarde al trabajo, la paja de la noche anterior me había dejado exhausta. Estaba un poco apurada, aunque sabia que nadie me diría nada al respecto, es que odio la impuntualidad. Al llegar lo primero que hice fue hablar con el encargado de mantenimiento para saber si podía echarle un ojo al coche, me dijo que si, que lo vería de inmediato. Subí a la oficina nadie se había percatado de mi retraso, estaban muy ocupados en sus cosas, o tal vez es que no importo a nadie. Estaba un poco frustrada por lo ocurrido la noche anterior, mi orgullo de mujer estaba hecho mierda, me auto consolaba diciéndome que él era gay, por eso no se le puso la polla dura cuando lo toque, ni quiso cogerme a sabiendas de que yo estaba deseándolo. Pero otra parte de mi se decía que tal vez no era muy atractiva para él. Es que debo reconocerlo, mi cuerpo no es feo, pero no es de esos que levanta pasiones a la vista. No soy muy alta que digamos, tampoco es que soy una pitufa. No tengo muchas nalgas y mis pechos no son grandes, mi cabello es corto, mis ojos negros, labios finos. ¡Carajo! Es que debe haber como mil millones de mujeres como yo en el mundo. ¿Quién coño se fijaría en una blanquita insípida como yo. A ese machazo debe tener las tipas por montón. Hasta Jessica, la secretaria del gerente general se le ha ofrecido, y esa rubia si que está buena, parece actriz porno. Si yo fuera hombre o lesbiana me la cogería con mucho gusto. Ahí estaba él, sentado en su escritorio. Yo no sabia que hacer, estaba avergonzada. Sentía como si él supiera lo que hice en la noche cuando me dejo caliente como una hornilla. No quería hablarle ni verle a la cara. También me sentía enojada, quería estrangularlo y lanzarlo por la ventana y ver como su bello cuerpo se hacia puré contra el pavimento. — Hola Noelia ¿Cómo estás? — Bien. — por Dios que me lo quería coger ahí mismo, y luego estrangularlo y lanzarlo por la ventana. — Llegaste algo tarde, tuviste problemas con el transito. — No — murmuré entre dientes— con un pepino. — ¿Qué? — Nada Sebastián, nada. El día pasó relativamente bien. El encargado de de mantenimiento fue a mi oficina y me dijo que ya había reparado mi carro, que era un cable de que se yo donde que estaba flojo. A media tarde me di cuenta de que era posible que me quede otra vez hasta tarde sola con Sebastián. Ni loca pensé, hice las mil y una maromas para evitarlo y lo logré. Así me la pasé una semana, evitando quedare con él a solas, hasta que se acabo el proyecto que me obligaba trabajar con ese fruto de mi perdición. Esa semana no use a mi amor vegetal, léase mi pepino. Pero me sentí tentadas varias veces, no lo negaré. El proyecto fue un éxito rotundo. Todos los superiores a cargo nos felicitaron y elogiaron nuestro trabajo y uno que otro sugirió formáramos un equipo permanente, eso era lo que me faltaba. El éxito fue tal que hasta una fiesta se hizo, claro, aprovecharon que era verano y que hacia un tiempo que no se hacia una fiesta para los empleados del área. Se acordó el que seria el fin de semana en la casa del gerente general y que se podía llevar acompañante. Se me ocurrió llevar a mi pepino, pero pensé que los tomates que pondrían celosos y los que menos quería era una revuelta en mi nevera. Llegó el día de la fiesta. Como en la casa del jefe había piscina, se dijo que quien se quisiera bañar lo podía hacer y todos se alegraron, es que con el jodido calor que hacia en eso días no caería mal una bañadita en la piscina. Yo estaba en mi apartamento, desnuda y pensando que carajo me iba a poner. Me quería bañar, pero como aun estaba bajo el trauma menospreciativo motociclismo, me sentía más fea e insípida que de costumbre. Al final dije ¡que diablos! Nadie se fijara en mi, todos los ojos estarán en la putita de Jessica. Así que me puse un traje de baños negro de dos piezas, una blusa y falda de tela muy fina y fresca. Abrí la nevera para tomar un poco de agua y lo vi hay, mi pepino me decía agritos no me dejes, te amo, ¿Por qué me tratas así después de esa noche que tuvimos? es que no te importo. Me dio lastima dejarlo hay en ese frió, pero luego vi los tomates. Llegue a la casa del jefe, era muy grande como era de esperarse, con un jardín del tamaño del Santiago Bernabeu y una piscina olímpica. Dirán: pero que exagerada es la pepinuda esta, pero de verdad que era así. Allí estaban todos lo de la oficina, alguno llevaban acompañantes, esposas, esposos, novias, amigos. Sebastián aun no había llegado y aunque no era muy social en la oficina muchos le echaban en falta. Yo me quite la ropa y con mucho orgullo exhibí mi insípido cuerpo, pero como pensé todos miraban a la despampanante Jessica con sus tangas blancas y sus pechos casi incontenibles. Me eché sobre un sillón a tomar el sol al lado de la piscina y a disfrutar de una calida y bella mañana. Si mi pepino estuviera aquí le encantaría fue lo único que pensé. Había pasado algo más de una hora cuando escuché el rugir de la moto orgásmica de Sebastián. Mi corazón dio dos saltos y mi clítoris vibró. Observe la hacia el aparcadero y lo vi. Ahí, tan moreno y exótico, tan cabrón y gay, tan deseable. Se quito una chaqueta de cuero y hebillas y se quedó con una ajustada camiseta blanca y un pantalón vaquero que dejaba ver sus fuertes piernas y sus atributos masculinos. Pero estaba acompañado por una chica. Una chinita muy linda, como de mi estatura pero con un cuerpo de muñeca. Me sentía celosa de esa chica, de seguro es su novia pensé, con razón no me hizo caso. Sebastián se unió a la fiesta, saludo a todos a su paso, el jefe lo recibió muy cordialmente, él le presento a la chica. Pasaron unos diez minutos hasta que él pudo llegar a mí. Se paró a mi lado junto a la chica. —Hola noe. — era la primera vez que me llamaba así, aunque todos lo hacían menos él. — Hola Sebastián. —me puse de pie para saludarle. — Ella es mi hermana gloria. — ¿¡hermana!? Pero si ella es oriental y él negro, como coño que hermana, me dije, de seguro me esta vacilando. — Mucho gusto, mi nombre es Noelia. — Si, lo se ya me han hablado de ti.- pero que le habrá dicho este marica de mi. Ambos se sentaron a mi lado. Yo no resistí la curiosidad y pregunte como era eso de que eran hermanos. Me explicaron que no eran hermanos de sangre, ella era la hija de la segunda esposa del padre de Sebastián y que se habían criado juntos. La chinita era muy amable y agradable. Pasamos casi media hora hablando, Sebastián como de costumbre opinaba poco. Sebastián se puso de pie y quitó la camiseta, hasta ahí todo iba bien. Dejó al descubierto ese torso de dios griego, con una musculatura exquisitamente definida. Luego se sacó el pantalón, yo me quería morir, tenia un traje de baño discreto, de color negro, pero no era suficiente para disimular tanta hombría. Ni mi pepino podría superar eso. Se dio la vuelta para tirarse a la piscina y en su espalda vi algo que nunca pensé ver el él: tatuajes. Tenía extraños signos orientales y tribales. Se lanzo a la piscina mientras yo lo observaba, pero no era la única encandilada con Sebastián, casi todas las chicas de la oficinas le tenían los ojos clavados. Gloria se puso de pie y también se despojó de su ropa dejando ver un cuerpo muy bello y escultural, algo que rayaba en la perfección, también ella tenia un tatuaje en una nalga, era una manzana. Ahora no era Jessica el centro de atención. Me sentía como una larva entre dioses. — ¿No te bañaras Noelia? — — no, más tarde. — anda, ven bañarte con nosotros.- el tono de su voz era idéntico al que tuvo Sebastián cuando me convenció de subirme a su moto. Yo cedí ante ella, en verdad esa chica comenzó a provocar algo raro en mí. Entre junto a ella a la piscina, bajo la mirada de casi todos los presentes, en cierta manera me gustaba participar aunque se como segunda en la acción. Había casi cincuenta personas en la piscina, pero yo sentía que estaba sola con aquellos dos seres, que más que humanos parecían demonios incitadores a los más lascivos placeres. Estaba junto a Gloria en la orilla de la piscina, el agua me llegaba hasta los hombros. Ella estaba muy cerca de mí. — ¿Sabes nadar? — me preguntó. — Si. — Que bien, por que yo no se mucho. Así que cualquier cosa me sujeto de ti, de acuerdo. — De acuerdo, solo no pierdas la calma por que ahí nos ahogamos las dos. Ambas sonreímos. Sebastián no se había acercado aun, unas chicas le habían montado conversación. Lo cual me dejó a "solas" con Gloria. Era el momento de saber más sobre Sebastián. Llevaba casi cuatro meses trabajando con él y no sabía nada de su vida, sobre todo si era gay. — No sabía que Sebastián tenía tatuajes. — Eso no es raro. Solo las chicas que se acuestan con él lo saben, bueno y cuando va a la playa o la piscina. — ¡bingo! No es gay. — fue mi madre quien se los hizo. — ¿Y como cuantas chicas saben que el tiene tatuajes? — que sutil ¿cierto? — Eso no es algo fácil de calcular, son muchas. — Gloria se quedó callada y me vio a los ojos, se acercó a mí. Y me susurró al oído— tú le gusta, y ya se por qué. — ¿Por qué? — el corazón se me quería salir del pecho. — Eres una puta. Una puta muy viciosa. — su voz fue muy suave, seductora, tal vez por eso en vez de exaltarme y enojarme, lo que hice fue que me excité. De repente sentí la mano de gloria en mi coño, gire mi cabeza hacia los lados, buscando saber si alguien nos miraba, eso fue lo que me preocupo, el ser descubierta siendo tocada por una mujer. No hice nada para apartar su mano que se metía por mi traje de baño y tocaba mi recién depilado coño. —detente ¿Qué haces? — mi voz era débil, sumisa, tímida pero muy excitada. — No quieres que me detenga puta viciosa. Cállate y no hagas nada ¿entendiste perra? — solo atine a decir que si con la cabeza. Puta viciosa, perra, esa palabras me habían puesto a mil, nunca me habían dicho de esa manera. Su mano masajeaba mi coño. Yo solo miraba a los lados, tenia miedo de ser descubierta, pero me excitaba lo que me estaba haciendo gloria. Mire al otro extremo de la piscina y vi a Sebastián, nos estaba observando y parecía ser único que se daba cuenta de lo que ocurría. Gesticuló con sus labios una palabra "perra", mi abdomen se contrajo, mordí mis labios. Ya no me importaba que me vieran o que saliera grabada por CNN, yo me la estaba gozando. Esa chinita sabia donde y como tocarme. Ni yo me hubiese tocado así. — ¿te quieres correr perra? — dije que si con la cabeza, ella dijo — No — aun no te lo pereces puta. — iba a retirar su mano, pero yo la sujete desesperada — Por favor no te detengas, no me hagas eso, por favor— nunca en mi vida pensé que le rogaría a una mujer para que me masturbara. Ella me miró a los ojos y me dijo con una voz ártica —suelta mi mano— la solté a la orden con todo mi pesar. —debes ganártelo perra— gloria salió de la piscina. Se agacho en el borde y me dijo — No te atrevas a masturbarte sin mi permiso, solo yo puedo terminar lo que empecé— su voz me dominaba, era como un títere en sus manos. Ella había pasado de ser una chica agradable a ser mi dueña y eso me encantaba. En ese momento, cuando la vi alejarse y dejarme así desee tener a mi querido pepino en las manos, el no me haría eso. Al aparecer eso de alborotar las abejas y luego marcharse era algo de familia. Busqué a Sebastián con la vista, ya no estaba en la piscina. Duré unos diez minutos metida en el agua a vez si se me bajaba el calor, pero fue inútil, el deseo seguía ahí y no tenia el valor de masturbarme, la orden de gloria se hizo ley en mi cabeza. Al final salí de la piscina, todos estaba comiendo o sirviéndose del bufete que habían preparado. Yo lo que menos quería era comer. No veía a Gloria o a Sebastián por ningún lugar, incluso fui al aparcadero a confirmar si su moto seguía ahí. Y ahí estaba, roja como el fuego que me quemaba por dentro. Me acerqué a ella, acaricie el asiento, me relamí los labios. Acaricié el tanque, sentí el metal en mi piel. Unos brazos fuertes me abrazaron por la espalda. Era Sebastián. Lo supe de inmediato, sin verlo, solo lo sentí, sus brazos fuertes y negros me rodearon se adueñaron de mi ser. Eche mi mano derecha hacia atrás hasta alcázar su cabeza. Sus manos apretaron uno de mis pechos y mi coño. Su forma de tocarme era similar a la de gloria, pero menos sutil, era más fuerte, más dominante. Apoyé una de mis rodillas en la moto, él metió sus dedos en mi coño, sentía que el aire me faltaba. El placer lo era todo, yo buscaba sus labios pero el los alejaba de mi, llevándome a la desesperación total. Echó mi cuerpo hacia delante, dejando mi culo a su disposición, en verdad no me importaba si me cogía ahí mismo. Sacó su polla, intente verla pero sujeto mi cabeza por el cabello y solo dijo —Quieta perra— y obedecí, me quede hay como un juguete sexual. Sentí su polla rozar una y otra vez por mi coño húmedo, se sentía grande. Metió la punta, solo la punta, era mas ancha que el pepino, la entró y la sacó varias veces, yo esperaba con ansias la arremetida total, pero no llegaba, sacó la punta de su polla y me golpeo con ellas varias veces en las nalgas. Deje de sentir su mano sujetando mi cabeza, al voltear ya no estaba ahí. Por dios, quería llorar de la rabia y de la impotencia, el deseo ya me quemaba por dentro, no aguantaba más, solo pensaba que esos dos al paridos me querían volver loca. Me arregle el traje de baño, fui a la piscina por mis cosas para largarme de ahí y tener una larga sección de sexo vegetariano. Pero ella estaba ahí, sentada junto a mi ropa. — ¿Qué ibas hacer? — — vete a la mierda, tú y tu hermano. — Siéntate. — No me jodas. — Dije que te sientes ¿verdad? Otra vez esa voz ártica doblegó mi voluntad. Me senté. — ¿por qué me hacen esto? — Todo tiene su recompensa y te aseguro que valdrá la pena, todo depende de ti. Si te vas ahora te juro que todo termina, pero no sabrás nunca a lo que renunciaste y te lamentaras. Pero si te quedas, si obedeces te prometo que tendrás placeres que jamás soñaste. Es tu decisión. En ese momento quede pensativa. Solo fue un minuto, pero para mi fue toda una vida. Bajé la cabeza y me dije —qué más da— en el fondo sentía que me gustaba esa tortura y me lamentaría el no saber de que me perdí. Mire a gloria a los ojos, sonreí y encogí los hombros —que sea como ustedes quieran — ese fue el momento en que vendí mi alma y voluntad a cambio de placer y no me he lamentado ni un solo día de ello. . Estaba envuelta en la fantasía que nunca soñé. Es imposible describir la sensación de excitación que corría por mi cuerpo. Una energía se revolvía en mi estomago y vientre. Un frió caliente que erizaba mis pezones y humedecía mi coño. Era la excitación de la sumisión a lo desconocido. Gloria me veía con sus ojos rasgados, su mirada volvió a ser agradable y calidad. Su voz ya no era gélida pero seguía infundiendo un fuerte sentido de dominio sobre mí. — ¿Qué es lo que más deseas ahora Noelia? — la mire a los ojos, y respondí como quien pedía clemencia ante un juez severo — Que Sebastián me haga el amor— Gloria sonrió — solo recuerda algo, puedes detenerlo todo cuando quieras— solo asentí con la cabeza. Ella se puso de pie. Yo estaba sentada aun, ella me veía desde arriba, me sentía minúscula, esclava, poseída. Acaricio mi mejilla con sus manos tiernas y suaves y lentamente me fue guiando para que me pusiera de pie. Luego comenzó a caminar, yo seguía sus pasos. Había una zona en el jardín totalmente cubierta por los árboles, era fácil no ser encontrado ahí. Me tomó por los hombros y me recostó de un árbol. Su boca se acercó a la mía con lentitud. Yo estaba nerviosa, era la primera vez en mi vida que estaba con una mujer. Sus labios estaban ya a escasos centímetros de los míos, podía sentir su respiración sobre mi boca. Yo entre abrí los labios esperando un beso que no parecía llegar nunca. Su lengua rozó mis labios, pero se alejó antes de que yo pudiese reaccionar. Me miraba con malicia seductora. Yo hay recostada contra un manzano, siendo seducida como la más inocente de las doncellas. Por fin, sus labios me besaron. Era un beso diferente a todos los que había recibido. Era suave, tierno, seductor, dominante. Sus manos recorrían mi cuerpo sin límites, yo intente hacer lo mismo, pero ella sin dejar de besarme me detuvo. Sujetó mis manos y las puso sobre mi cabeza haciendo una cruz con mis muñecas, que eran sostenidas por su mano izquierda. Su otra mano me tocaba los pechos, se deslizaba por mi cintura hasta la cadera, apretaba mi culo, sus uñas hacían presión sobre mi piel. Su boca recorrió mi cuello, su mano sacó uno de mis pechos del sostén, acto seguido comenzó a lamer la aureola de mi pezón en forma circular. La punta de su lengua lamía mi pezón. Sus dientes lo mordisqueaba, lo halaba hasta el punto de un leve y placentero dolor. Continuó descendiendo, lamió mi ombligo, y todo mi abdomen que se contraía con cada caricia lesbica. Mis manos estaban libres, pero estaba claro que no tenia el derecho a tocarla, me apoye del árbol con las manos sobre mis hombros. Arqueé mi cuerpo hacia delante ofreciéndole mi sexo y esperando tener la suerte de que lo aceptara. Apartó el bikini echándolo a un lado. Alegría y excitación llenaron mi cuerpo. Ella empezó a lamer mi coño, yo abrí mis piernas lo más que pude para darle mayor facilidad. Sus dedos me penetraban a la vez que su lengua disfrutaba de mi clítoris. Sentía las puntas de sus dedos tocar mi interior, frotaba puntos en mi vagína que me llevaban de cero a mil en un segundo. Yo contenía las ganas de gritar para no ser descubierta. Mordía mis labios e intentaba ahogar mis gemidos. Los movimientos de su lengua se hacían cada vez más rápidos y lo alternaba con frotaciones sobre mi clítoris u las continuas penetraciones en mi vagína. El orgasmo no se hizo esperar, mi cuerpo no pudo contener más placer, salio por mi boca, pechos, coño, por cada poro de mi piel. Un suave gemido de alivio y satisfacción fue el último vestigio de aquella experiencia. Gloria se puso de pie y me besó con fuerza, impregnando mis labios con el sabor de mi coño y su saliva. Se apartó de mí dejándome jadeandeante, sofocada, satisfecha pero con deseos de más. Cerré los ojos tratando de centrarme en mí, buscaba un poco de conciencia y dominio. Al abrir los ojos ella ya no estaba ahí. Me acomodé el bikini y suspiré profundo. Al volver a la fiesta mis ojos no eran los mismos, veía las cosas diferentes, no sé en que aspecto, pero ya nada me parecía igual. Hablaba con mis compañeros de trabajo a la vez que pensaba lo que había hecho, me sentía superior a ellos. Como aquel quien logra cometer un delito perfecto y no es descubierto. Vi a Sebastián hablando con la esposa del jefe, su nombre era Paula. Al parecer ya se conocían. Luego recordé un comentario que alguien hizo hace un tiempo de que Sebastián había sido recomendado por la esposa del jefe. Ella era un mujer muy bonita y elegante debo agregar. Mis manos estaban algo inquietas, al igual que mi vista. Estaba ligeramente ansiosa. La gente comenzó a marcharse, ya eran algo más de las seis de tarde. Con disimulo busqué a Sebastián y a Gloria, pero no los encontraba. Escuché el sonido de su moto y corrí al aparcadero, pero ya era tarde, se habían ido. Me sentía algo triste, pero satisfecha, sabia que había comenzado algo, no se qué, pero era algo. Fui a mi coche. Para mi sorpresa encontré una nota en el para brisa. "Siempre depilada, nunca con ropa interior. Sebastián" una sonrisa se escapó de mis labios, para mí esas pocas palabras fueron como una poesía de Neruda, aunque sabia que era una orden. Me subí al coche y me puse en marcha hacia mi casa. En mi mente había una idea, un deseo suplente de otros deseos: Pepino y margarina. . Ya era lunes otra vez. No he parado de pensar en Sebastián y Gloria. Entre sábado y domingo me masturbé como diez veces, casi gasto el pepino, no me importó que los tomates se pusieran celosos. Comencé a pensar en comprarme uno de esos juguetes sexuales, el pepino no estaba mal, pero quería algo menos vegetal. Tenía el coño depilado y no llevaba ropa interior. Es la primera vez que apreciaba mis pechos, a pesar no llevar sostén se veían muy firmes. Al estar así me sentía un poco expuesta, pero a la vez me calentaba. El roce del pantalón con mi coño me era agradable y mis pezones se endurecían al tacto con la tela. En verdad siempre he sido algo puta, pero últimamente estaba más que de costumbre. Llegué al trabajo. Mientras aparcaba el carro vi la Ducatti de Sebastián. Un escalofrió corrió por mi piel. Llegué a la oficina, todo iba como de costumbre: monótonamente normal. Entré a mi oficina, antes de sentarme en mi escritorio ya Sebastián había entrado y cerrado la puerta detrás de él. — Bájate el pantalón— sus palabras fueron imperativas, me puse muy nerviosa y lo miré sin hacer nada -¿No escuchaste lo que te dije? — asentí con la cabeza mientras torpemente me desabrochaba el pantalón y me lo bajaba hasta las rodillas. Se acercó a mí. Observaba mi coño, acercó sus dedos y lo acarició levemente. Yo estaba ahí, inmóvil. Mordí mis labios, apreté los puños mientras sentía esos dedos explorar la superficie de mi sexo. Lo abrió un poco y toco mi clítoris. Yo ya comenzaba a humedecerme. Él retiró sus dedos de mi coño y los llevó a mi boca, los metió y frotó con mi lengua, los chupé. —Apoya tus manos del escritorio — Lo hice de inmediato, quedando con el culo disponible. Sin esperarlo recibí una nalgada. Por reflejo enderecé mi cuerpo y le vi a la cara, él se limitó a señalar el escritorio. Volví a poner mis manos sobre el escritorio, ya sabia que me esperaba otra nalgada. —Cuando te diga que hagas algo, lo haces a la primera — me propinó otra nalgada aun mas fuerte que la primera, mi culo se puso rojo, yo mordí mis labios para no gritar, él continúo azotando mi culo. Yo quería llorar, golpearlo, mandarlo al diablo, pero no podía, cada nalgada me gustaba más. La impotencia, el dolor y la excitación se mezclaron. Recibí unas doce o quince nalgadas, mi culo estaba al rojo vivo y mi coño empapado. Sebastián me echó patas arriba sobre el escritorio. Me quitó el pantalón y abrió mis piernas. Sin mediaciones comenzó a chupar mi clítoris, su lengua lamía todo mi coño, se metía en el, lo mordisqueaba. Yo contenía los gemidos, estaba disfrutando al máximo aunque aun me dolía el culo. Sacó su polla, era una obra de arte, tenia como cinco pulgadas y media de ancho, casi seis y de unas siete pulgada de largo. En ese momento vi el paraíso, pensé erróneamente que me la metería toda, así que abrí las piernas lo más que pude, pero estaba equivocada. Comenzó a frotar su glande contra mi coño, separaba los labios mayores, frotaba el clítoris. Me golpeaba con ella, la paseaba por mi hoyito deseoso y caliente. Yo ya no aguantaba más —Por favor métemela — Sebastián me observó, frunció en seño y Guardó su verga. Yo sentí que me moría de la desesperación y frustración. — ¿Te di permiso para hablar? — moví la cabeza en forma negativa. Sin decir más se dio la vuelta y se marchó. "Mierda, lo jodí todo" fue lo único que pensé mientras recuperaba algo de mi dignidad al ponerme los pantalones, no sin antes limpiarme la abundante humedad de mi coño. Intenté relajarme y concentrarme en el trabajo para disipar el calor que me quemaba. Trabajé lo mejor que pude hasta medio día, en esas horas no había vuelto a ver a Sebastián. Fui al comedor. Ya estaba calmada, el fuego había menguado. Me senté a comer y pocos minutos después se sentó Jessica a mi lado. Eso era algo raro, nunca había pasado palabras con ella más que de lo laboral. Y nunca me había sentado junto a ella a comer. — ¿Cómo estás Noelia? — Bien, ¿y tu Jessica? — Bien gracias. —Hubo un momento largo de silencio. Las dos comíamos. Sentía que algo raro pasaba. — ¿Te gusta Depeche Mode? — Si, me encantan. — Yo no los conocía, hasta que escuché "Personal Jesús" — Muy buena canción. — sabía que esa conversación era de relleno, algo más quería ella aparte de hablar de música. Seguimos calladas hasta que terminamos de comer. Ella de puso de pie y se despidió. ¿Qué mosca le habrá picado a esta? Fue lo único que pensé. Volví a mi oficina. Me senté, estaba algo pensativa y confundida por la actitud de Jessica, me preguntaba si Sebastián tenía algo que ver en eso. Tocaron la puerta, luego se abrió un poco Jessica asomó la cabeza. — ¿puedo pasar? — afirmé con la cabeza. La rubia entró a mi oficina, frotaba sus manos algo nerviosas. Yo comencé a fijarme en su cuerpo. Cabello dorado, cuello largo, ojos verdes, labios rosados, pechos grandes y firmes, cintura escasa, culo bien formado, piernas esbeltas. Quería levantar su corta y provocativa falda y ver que como esa su coño. No sabia que me pasaba, era la primera vez que tenia ese tipo de pensamientos hacia otra mujer. Ella se acercó a mi, sus pasos eran tímidos e indecisos, yo no hacia ni decía nada, solo esperaba saber que era lo que quería, mientras yo la desnudaba con la mente y me comía su coño como Gloria me lo comió a mi. Creo que siempre me gustaron las mujeres pero no lo sabia, no comprendía como de un día para otra estaba babeando por una mujer. Jessica me dio un beso en la mejilla. Yo la miré, su rostro era bellísimo. En verdad no me esperaba eso de ella. Me dio otro beso menos tímido y más cerca de la boca. Antes del siguiente beso, yo le sujete la cabeza con ambas manos y le d un beso lleno de fuerza y rabia, como si me desquitara lo que me había hecho Sebastián. El beso fue tan profundo que al apartarme Jessica había quedado sofocada. Sin pensarlo más la eche sobre el escritorio, desabroché su blusa con desesperación, ella estaba ahí, inmóvil como una muñeca, solo apretaba sus labios. Comencé a besarla, en principio su respuesta era mínima, pero poco a poco su lengua fue reaccionando. Yo estaba sobre ella como una fiera hambrienta, manoseaba sus enormes tetas y me di cuenta que eran operadas, pero no me importo mucho en el momento. Su cuerpo se fue aflojando lentamente, sus manos comenzaron a tocarme. Apretaba mis nalgas, recorría mi espalda. Levante su falda falta, llevaba unas finas tangas, se las quité de inmediato. Su coño tenia una exquisita línea de bellos rubios, al menos era rubia natural. Comencé a comerme su coño, no era una experta en ello, pero pensé que yo era mujer y ella también, yo sé como me gusta que me lo hagan, era cuestión de hacerle lo mismo a ella. En principio recorrí su sexo con la punta de mi lengua, lamía sus labios mayores, sus piernas y todo a mi paso. Abrí su coño con los dedos, frotaba su clítoris y lo lamía. Metí un dedo en su coño que ya empezaba a lubricarse, eso era signo de que lo estaba haciendo bien. Sentí satisfacción en mí al ver que lograba excitar a esa muñeca. Jessica acariciaba mi cabeza y gemía suavemente. Yo la masturbaba cada vez mejor y eso se hacia notar en su humedad y gemidos, ella movía sus caderas lentamente. El orgasmo llegó más rápido de lo que pensaba. Apretó mi cabeza contra su coño mientras gemía y movía su cuerpo, luego se quedó quieta. Yo me puse de pie y la observé, estaba ahí tan indefensa. Ella se puso de pie se arregló la ropa y se marchó. En verdad, debo confesar que la experiencia me gustó, pero hubiese querido que fuera más larga y que ella también me comiera el coño a mí. Pero no estuvo mal. Ya no lo dudaba, Sebastián tenia que haber hecho algo para que eso ocurriera. En esos momentos pensaba en lo rápido que había cambiado mi vida sexual. Primero un orgasmo a doscientos kilómetros por hora, me follo a un pepino, luego una chica me toca el coño en una piscina llena de gente, depuse casi me cogen en un aparcadero, antes de que pueda reponer una mujer me come el coño al aire libre, después ando sin ropa interior y me dan una azotaina y me restriegan una polla en el coño y como si fuera poco me cojo a una mujer. Definitivamente algo pasaba conmigo y Sebastián era el ojo del huracán. Ya eran más de las cinco de la tarde. Casi todos los demás se habían ido. Yo me quedé ya que por motivos que todos sabemos me había retrasado en el trabajo. No había visto a Sebastián otra vez, según supe lo enviaron a resolver algo en una oficina auxiliar ubicada otro edificio. Ya había perdido la esperanza de verlo, pero la puerta se abrió y ahí estaba él. Sin mediar palabras sacó su polla que ya estaba dura y se aproximo a mi, yo aun estaba sentada, no me había dado tiempo a nada, me sujeto por el cabello y me puso la polla en los labios. Inmediatamente comencé a chuparla, él movía mi cabeza hacia atrás y hacia delante. Yo chupaba esa polla como si mi vida dependiera de ello, mi boca no daba abasto. Succionaba y lamía haciendo ruidos que me parecían muy excitante. Por momentos empujaba su polla hasta mi garganta cortándome el aire y provocándome nauseas, al sacarla estaba llena de saliva espesa, luego frotaba su miembro en con mi rostro, me golpeaba con el, golpeaba mis labios lengua mejillas. Luego repetía la dosis, debes encunado tosía un poco y me ahogaba pero eso no me detenía, yo seguía chupando con una voracidad maniática. Sebastián se sentó en el escritorio, yo continuaba sentada en mi silla, ahora estaba entre sus piernas chupando su polla. Ya no me sujetaba la cabeza, pero yo continuaba metiéndome la polla hasta el tope, eso me encantaba. Comencé a masturbarlo mientras chupaba su glande. Lamía la polla a todo lo largo y ancho, también lamía sus testículos, hacia todo lo mejor que podía, y al parecer lo hacia bien. Sebastián volvió a sujetar mi cabello, apartó mis manos de su polla y reclinó mi cabeza hacia atrás, mientras se masturbaba. Yo abrí la boca, estaba sedienta de esa leche caliente, un chorro fuerte choco contra lengua, seguido de dos descargas más, luego apretó su polla y echó un último débil chorro. Yo saboreé ese néctar sexual en mi boca, disfruté hasta la última gota, lo tragué despacio mientras me relamía los labios. Él soltó mi cabeza, yo me recliné en el asiento, estaba exhausta después de esa mamada, me sentía bien, realizada, conservaba la esperanza de al fin ser follada, pero una vez más solo me quedé con el deseo. Sebastián se arregló la ropa y salio sin decir ni una palabra. Yo ya me estaba acostumbrando a eso, así que no me sorprendió. Para ser sincera, me gustaba eso de ser usada así. Había sido un día algo intenso. Ya me iba a mi casa, vi que la moto no estaba. Al llegar a mi carro vi una nota en el para brisa. "espero que hallas disfrutado de la muñeca, si la quieres de nuevo solo dímelo. Mañana vienes en falda, te romperé el culo. Att. Sebastián." Sexo anal, eso seria otra cosa nueva para mi. Un cosquilleo recorrió mi espalda, apreté mi culo y sonreí. Mañana será un buen día. . Al llegar a mi apartamento solo pensaba en lo que me esperaba al otro día. Me quité toda la ropa y me metí a la bañera. En verdad si había tenido sexo anal, pero no muchas veces y sabia que lo que estaba por venir no tendría comparación. Sumergí mi cuerpo en el agua tibia y me relajé. Pensaba en las cosas que había y me habían hecho. En como me comí el coño de Jessica y la polla de Sebastián. Sin percatarme comencé a tocar mi cuerpo, pasaba mis manos sobre mis pechos y abdomen. Abrí las piernas y comencé a tocar mi coño. Pero no quería correrme, solo quería excitarme. En los últimos días me había mantenido en un estado de excitación constante. Era una sensación que me mantenía activa, con la sangre caliente y el clítoris palpitante. Acariciaba mi coño suavemente sintiendo el agua tibia en el. Lo apretaba, jalaba los labios mayores. El placer se había convertido en un vicio para mí. Me salí de la ducha, me paseaba desnuda por el apartamento cuando ocurrió algo que no me esperaba. Alguien tocó la puerta. — ¿Quién es? — la voz que menos esperaba oir pero que mas deseaba escuchar —Abre — era Sebastián, no vacilé un segundo en abrir la puerta a pesar de que estaba desnuda. Aprendí muy bien la lección de no hacerle repetir las cosas dos veces, aunque no estaría mal recibir otra azotaina. Abrí la puerta y ahí estaba él, tan siniestro y perverso. Estaba vestido con pantalón vaquero y una chaqueta de cuero, tenía su casco en la mano derecha y un pequeño bulto en la izquierda bulto, entró y no le sorprendió verme desnuda. Yo estaba algo nerviosa. — ¿Cómo estás?- pregunté tratando de disimular mi estado. — bien ¿y tú? —su voz era muy calmada, me veía a la cara con serenidad. Era como si nada fuera de lo normal pasara. — Bien. toma asiento.- caminó hacia el sofá y se sentó, puso el casco y el bulto a su lado.- vuelvo en un momento, me iré a vestir. — No, quédate así. Me gusta. — De acuerdo ¿Quieres algo de tomar? — controlaba mis emociones o la menos lo intentaba, me sentía desprotegida, a su merced. El cosquilleo en mi interior no paraba. — ¿Tienes Corona? — Si claro. Fui a la cocina con paso normal, aunque deseaba ir corriendo y traerle la cerveza y ponerme a cuatro patas para que me follara. Pero un poco de dignidad no me caería mal. Abrí la nevera y el aire frió toco mi piel erizándola. Ahí vi a mi querido pepino — Esta noche no mi amor, esta noche toca verga.- Tomé la cerveza y volví a la sala. Cuando estaba frente a él con la cerveza en la mano me percaté de que no la había destapado. —Disculpa, ya traigo el destapador— él sonrió y me dijo — no importa, siéntate — yo me senté en el sofá que estaba frente a él con las piernas cruzadas. Sebastián actuaba muy normal, como un amigo cualquiera que visitaba a una compañera de trabajo. Tomó la cerveza y la destapó con los dientes me miró y volvió a sonreír —eso lo aprendí de gloria— tomó unos tragos y puso la botella en la mesa de centro. — ¿Qué has aprendido en estos últimos días Noelia? — Es una pregunta algo difícil. He aprendido muchas cosas, pero no se como explicarlas. — Te entiendo, las virtudes reales no tienen nombres palpables. — Buena filosofía. — Barata. — No siempre el precio determina la calidad, las mejores cosas no tienen precio.- al hablar me sentía otra persona. Era como si mi alma hubiese sufrido una metamorfosis. — ¿Puedo preguntarte algo? — ¿por qué te elegí a ti? ¿cierto? — Si, por que yo. — ¿Por qué no tú?- encogí los hombros — desde que te vi supe que tenias muchas cosas que descubrir, mucho talento por explotar y deseando ser explotado. Tus ojos emanabas un deseo sexual insatisfecho. — En menos de una semana me has hecho cambiar todo lo que era. — No te hice cambiar, solo abrí una puerta cerrada. — ¿Hacia donde lleva esa puerta? — A las experiencias más intensas que pueda experimentar tu alma. — ¿Qué me harás hoy? — ¿Qué quieres que te haga? — No sé, tu nota decía que me romperías el culo. — Sé lo que decía la nota ¿tu que quieres? — Que me rompas el culo…— descrucé mis piernas y las abrí un poco dejando ver mi coño —…y el coño, que me trates como la puta viciosa que soy. — no creía que esas palabras habían salido de mi boca. — Mastúrbate. Subí mis pies en la mesa de centro y abrí mis piernas, mi la mitad de mi cuerpo estaba suspendida en el vacío, el resto sobre en sofá. Comencé a tocarme, mi coño se humedeció al contando con mis dedos. Acariciaba mi clítoris con suavidad, tocaba mis pechos, intentaba llegar mi lengua al los pezones, restregaba mi cuerpo contra el sofá. Cada vez las caricias se hacían más fuertes. Los gemidos se escapaban de mi boca. Sebastián me observaba, no emitía ningún gesto, ni señal se excitación, hasta que le escuché decir — Detente — lo miré con los ojos casi desorbitados. Detuve mis manos, pero no podía resistirlo, quería continuar, ya estaba muy excitada. Él solo me miraba, la ansiedad me brotaba por los poros. Sebastián tomó otro trago de cerveza — Continúa— de inmediato seguí tocándome, esta vez con mayor intensidad, metía mis dedos en mi coño, en principio uno luego dos, ya estaba casi gritando antes de meter el tercer dedo en mi vagína. Sebastián me volvío a ordenar que me detuviera, pero no podía, estaba cerca de llegar al orgasmo, sabia que eso se merecería un castigo, pero en vez de intimidarme me excitó más. Sebastián no volvió a repetirme que me detuviera. Yo llegué al orgasmo entre gritos y movimientos pélvicos. Lo observé mientras aun respiraba agitadamente. Estaba a la espera de mi merecido castigo. — Ponte a cuatro patas en el suelo.- yo obedecí. Él movió la mesa a un lado. Comenzó a acariciar mis nalgas, con mucha suavidad. Toco mi coño mojado, mis muslos. Llegué a pensar que pasaría por alto mi desobediencia, pero no fue así. Una fuerte nalgada resonó en la sala e hizo arquear mi espalda. Yo contuve el grito, la excitación volvió a tomar mi cuerpo. Con cada nalgada me encendía más, la mezcla de dolor y placer era increíblemente excitante. De vez en cuando se me escapaba un quejido. Él continúo su castigo, recibí más de veinte deliciosas nalgadas que pusieron mi culo rojo como un tomate. Sacó algo del bulto que había traído, era un consolador, también sacó un frasco de lubricante, la acción estaba por comenzar. Con sus dedos untó el lubricante en mi culo, metía sus dedos con pocas contemplaciones, en principio me dolía y era muy molesto, sentí el deseo de decirle que para pero me contuve, si había llegado hasta ahí, no iba a parar por un poco de dolor. Poco a poco en dolor fue siendo sustituido por placer, al percatarme ya tenia tres dedos el culo, a veces se contraía apretando los dedos en su interior. Después de haberlo lubricado bien Sebastián metió el consolador en mi culo, era mas ancho que sus dedos y quedaba ajustado en mi hoyito. Lo empujaba lentamente, suave, preciso, mi ano se abría ante el paso imparable de aquel artefacto. Ya tenia mas de cinco pulgadas dentro de mí, no había sido tan difícil, yo ya estaba disfrutando aunque las nalgas aun me ardían por la azotaina. El "entra y sale" comenzó primero muy lento, pero antes de los dos minutos era algo rápido y violento. Yo gritaba a toda garganta. El consolador salía por completo de mi culo y entraba con fuerza y rapidez. Sebastián sacó su polla y se sentó en el sofá. Yo comencé a chupar su polla con fruición, el extendía su mano sobre mi hasta mi culo y continuaba metiendo el consolador cada vez mas cerca de meterlo todo hasta que lo logró, solo una mínima parte quedó fuera de mi ano. Luego retiró su mano, sacó unas esposas de él bulto, tomó mis manos mientras yo chupaba su polla y las esposó, tenia ambas manos esposada a en mi espalda lo que hacia un poco más difícil que yo controlara la mamada, entre veces la polla se hundía mas de lo que podía soportar en mi garganta, me tos era ahogada por su miembro. Él sujetaba mi cabeza por el cabello con ambas manos y mantenía un ritmo de sube y baja a veces rápido a veces lento. Yo sentía el consolador casi completo dentro de mi, entre veces me metía la polla completa de un empujón en mi boca, la saliva brotaba de mi boca sin control empapando todo su miembro, me asfixiaba, lagrimas salían de mis ojos y mucosidades de mi nariz. Nunca me había sentido tan poseída, tan usada, tan puta. Mi ano se contraía expulsando poco a poco el consolador de mi culo, ya quedaba menos de la mitad dentro de mí. Todo era tan delicioso, tan sucio, las sensaciones anales y bucales me tedian envueltas, fuera de mí, solo sentía mi boca y mi culo, lo demás no existía. El consolador cayó al suelo, sentí un extraño vació en mi, era una sensación de alivio y de ausencia. Sebastián sacó su polla de mi garganta, mi cara estaba enrojecidas, llena de saliva, lagrimas y mucosidades. Me sentía muy humillada, inferior, sucia, excitada, poseída, las sensaciones, emociones, pensamientos se conjugaban para darme el placer de la sumisión. Sebastián se colocó detrás de mí, se despojó de toda la ropa, yo intenté voltear para verle, pero me tomó por el cabello y hundió mi cabeza en los cojines del sofá. Mi culo no estaba cerrado del todo, yo lo sentía mas ancho, como si esperará que le metieran algo más. Sentía un poco de molestia, pero la excitación lo opacaba todo. la polla de Sebastián comenzó a empujar su gruesa polla, a pesar de que estaba muy ensalivada y mi culo dilatado, sentía como ese mástil entraba con un poco de dificultad y sin reparar en el daño que me hacia, no era mucho pero se hacia intenso por momentos. Yo continuaba con mi cara contra los cojines, incluso mordía uno para no gritar, Apretaba mis manos esposadas. En verdad era la polla mas gorda que me habían metido en toda mi vida, contenía la respiración y mantenía la esperanza de que ese dolor se sustituyera por placer pronto. Sentí todo ese miembro titánico dentro de mí, duro como una piedra, mi culo estaba expandido a su límite. Sus manos se posaron sobre mis caderas, mi mente se preparo para recibir fuertes embestida y nalgadas. Pero no fue así, sus manos comenzaron a acariciar mis nalgas y caderas. La penetración era suave, lenta, se puede decir que hasta cariñosas. No me lo creía, estaba algo paranoica, en cada movimiento esperaba una agresión, pero no llegaba. Mi culo se adaptó a su miembro, ya se deslizaba con mayor facilidad y sin molestias. La suavidad de sus penetraciones rayaban el la ternura, incluso una que otra nalgada estaba impregnada de una maliciosa ternura. La energía de mi excitación fue cambiando, mi cuerpo se relajó, deje de morder el cojín, aflojé mis manos, no habían resistencias en mi, esa fue la entrega total. Su polla entra y salía de mí con suavidad, sus testículos golpeaban mi coño, lo cual era muy excitante. Sus dedos tocaban mi coño, todo era tan suave y relajante, tan placentero y excitante. Las sensaciones anales y la masturbación me estaban enloqueciendo. Los jadeos eran incontrolables, movía mi culo, mi ano se contraía. Mi segundo orgasmo de la noche me hizo temblar sin control entre gritos y sensaciones de ahogo. Casi me desmayaba, no tenía control de mí, los temblores y la sofocación eran incontrolables. Sebastián al parecer se preocupo por mi descontrolada reacción. De inmediato sacó su polla de mi culo y me acostó en el suelo. Me quitó las esposas y sujetó mi cabeza con ambas manos. — Mírame —su voz era suave. Yo tenia miedo, no sabia lo que me pasaba. —respira… tranquila. — Tengo miedo ¿Qué me pasa?- esas palabras se escaparon casi entre lagrimas y sollozos. — No pasa nada. Respira, no hay temor.- su mirada era protectora, calidad, era como el amor que nunca había recibido de aquellos que debieron dármelo. Poco a poco mi cuerpo se fue calmando y volviendo a la normalidad. Después de unos minutos ya me encontraba bien. Mis brazos rodearon su cuerpo, me aferré a el como si de ello dependiera mi vida. Entre lagrimas decía —Lo siento, lo eche a perder todo, lo dañé.- el me respondía con una voz llena de calma y ternura —No has dañado nada. Todo está bien.- en ese momento me encontré más unida a él, mucho más vulnerable, me sentía enamorada, pero lo mejor era que me sentía amada, aunque tal vez fuera una ilusión del momento.