Noelia (8 - BdSm Orgia)

EL ultimo paso. la gran prueba.

VIII

Mi relación, por así llamarle, iba bien. Sebastián me cogia cuando le venia en gana y en cualquier lugar. Yo siempre estaba lista ya que siempre tenia las bolas chinas en mi vagína, lo cual me mantenía todo el tiempo excitada y dispuesta a ser follada. Me había convertido literalmente en una puta viciosa.

Ya llevábamos casi meses así. Este sexo impredecible se había convertido en algo natural para mí. Pero estaba a punto de vivir otra nueva experiencia fuera de mi imaginación. Debes en cuando recibía una rica azotaina, una tortura en mis pechos o en mi coño, las cuales siempre eran bien recibidas aunque no hubiese un motivo para ello.

En este transcurso, sin darme cuenta fui recibiendo un arduo entrenamiento anal, cada vez Sebastián introducía juguetes más grandes en mi ano, y muchas veces tenia que pasar horas con ellos en mi interior. Cuando Sebastián se antojaba de mi culo, solo bastaba con un poco de saliva y en pocos minutos mi culo estaba listo para ser cogido a todo dar. Lo que más me gustaba de las relaciones y ejercicios anales era que no importaba que tan grande fuera lo que entraran en mi culo, siempre quedaba bien después que todo acababa, bueno, en principio quedaba un poco adolorida, pero luego era como si nada hubiese pasado o mejor dicho, entrado.

Otra cosa que olvidaba decirles, ahora llevo cuatro argollas, una en cada pezón y una en cada labio de mi coño. Debes en cuando Sebastián o yo misma cuando estoy sola, cuelgo pequeñas pesas en ellas. Es una sensación exquisita, pero muy adictiva, cada vez deseo algo más pesado. Sebastián me dice que debe haber control en ello, para no causar daños irreparables. Sin saberlo en ese tiempo había creado la base para la experiencia que les voy a contar. Poco a poco me fui convirtiendo en una esclava masoquista.

Laboralmente Sebastián y yo interactuábamos comos dos compañeros más de trabajo. Nunca mezclamos ambas relaciones. Llevábamos varias semanas envueltos en un proyecto de expansión el cual me tenia muy estresada y fuera de mi. Solo hacia llegar al trabajo para cargarme de estrés. Lo único que me aliviaba de ese mal del nuevo siglo eran las cogidas que tenia a menudo con Sebastián o cuando yo "violaba" a la muñequita de Jessica.

Esa noche del viernes nos quedamos hasta las siete de la noche en la oficina. Dábamos los últimos toques al plan de expansión. Yo estaba que no aguantaba más, había pasado todo el día tan atareada que no había tenido oportunidad ni de masturbarme. Las bolas chinas eran lo único que me mantenían, como decirlo, viva.

A esa hora el cuerpo me pedía sexo en cantidades industriales, sexo fuerte, quería hacerlo toda esa noche, desde azotaina hasta sexo anal. Entre un comentario y otro se lo dije a Sebastián, quien ya lo había notado, él me dijo que no me preocupara, que tenia algo muy especial preparado para mi. La palabra "especial" en boca de Sebastián es algo que puede causar incertidumbre y pavor.

Cuando al fin terminamos Sebastián me dijo que pasaría a recogerme a mi apartamento en dos horas, que le esperara lista y muy bien aseada. Yo obedecí al pie de la letra. Fui a mi apartamento, me di una rica ducha caliente, me depilé el coño y las piernas, en fin, un aseo total. Tenia deseos de masturbarme, pero me contuve, quería guardarlo todo para lo que fuese que me esperara.

Tocaron la puerta, era Sebastián. Abrí la puerta, solo de verlo mi coño comenzó a humedecerse. Él tenía algo en la mano, era un collar, parecía de perro. Me pareció extraño, pero no tardé en averiguar para que era. Sebastián me colocó el collar y le enganchó una cadena de dos pies de largo. No comprendía muy bien el propósito de aquello, pero me limite a no preguntar y a hacer lo que se me pedía sin protestar, bueno, a veces protestaba, pero solo cuando quería que me castigaran.

Yo ya estaba vestida con una falda y blusa negra sin ropa interior como de costumbre, también llevaba mis inseparables compañeras chinas. Sebastián me vio de arriba abajo y me ordenó que me desvistiera. Cuando estaba desnuda me dijo que buscara un abrigo que cubriera mi cuerpo. Fui a toda prisa a mi habitación y saqué un gabán que me llegaba hasta las rodillas. Tenia mucho tiempo que no me lo peonía, pero era muy cómodo. Salimos de mi apartamento hasta la calle.

Ahí estaba yo, con tacones y un gabán. La cadena estaba oculta debajo de gabán. Caminábamos por la acera, yo estaba algo nerviosa, pensaba que todo el que me miraba sabia que estaba prácticamente desnuda. Me sentía avergonzada, indefensa, humillada pero sobre todo infernalmente caliente. Y no era por las bolas chinas que vibraban en mi coño, eso era para mí una sensación habitual, ese calor era por las cosas que sentía, por la situación.

Yo observaba a Sebastián quien estaba de lo más tranquilo, pero claro, por qué no habría de estarlo, no era él quien estaba desnudo en medio de la calle y con un collar en el cuello. Caminamos dos cuadras y llegamos hasta un todo terreno, era el vehiculo de Gloria. En ese momento comprendí que me hizo caminar así a propósito.

Gloria conducía el vehiculo. Al verme sonrió maliciosamente. Sebastián se sentó en la parte de adelante, yo atrás. Me dijo que me quitara el gabán. Estaba desnuda totalmente, pero ya no me afectaba tanto estando ahí. Sebastián me pasó una capucha y ordenó que me la pusiera, era de cuero. Solo tenía un hueco para la nariz y uno para la boca, no veía absolutamente nada. Solo escuchaba la música que llevaba puesta gloria en el stereo del vehiculo, era Dream Theater.

Después de casi una hora con rumbo desconocido para mi, nos detuvimos. Sentí cuando Gloria y Sebastián bajaron del coche. Luego alguien abrió mi puerta y tomo la cadena que colgaba de mi cuello. No sabía quien era, pero estaba segura que no eran ni Sebastián, ni gloria ya que los sentía caminar y hablar detrás de mí, alguien más estaba ahí. Me llevaba lentamente para que yo no diera un traspié y me rompiera la madre de los tomates. Por un momento caminé sobre un césped, luego por una calzada de piedra, sabia que era de piedra porque mis tacones se atascaban un poco con las fisuras entre roca y roca.

Comencé a percibir música y voces muy cerca. Subí unos cuantos escalones y a cada paso las voces y la música se hacían más notables. Yo estaba muy desconcertada con lo que ocurría, quería preguntar a donde iba, pero me mantuve callada, a pesar de todo me sentía segura, sabia que nada malo me iba pasar. Escuché la voz de gloria cerca de mi oído decir — Tranquila, no te pasará nada. Pero debes comportarte bien, ahora eres una esclava y Sebastián es tu amo, debes hacer cualquier cosa que se te ordené, sin importar que sea. ¿Entiendes? — moví la cabeza afirmativamente.

En ese momento nos separamos, me llevaron a un cuarto. Quien me guiaba me dejó allí y me dijo que no hablará o seria castigada, era la voz de una mujer. Habían más personas ahí, pero ninguno hablaba, solo sentía sus presencias, sus respiraciones tan nerviosas y tal vez tan excitadas como la mía. Pasé casi una hora allí, Sumida en la oscuridad y el desconcierto. Ya me sentía algo desesperara y ansiosa, las voces y la música se escuchaban cerca, debes en cuando se oía una que otra risotada estridente.

Yo permanecía en silencio. En mi mente se repetía la palabra esclava y obedecer. Por fin sentí que la puerta se abrió, sentí unos pasos entrar a la habitación, eran varis personas. Una voz masculina dijo — Veamos que ahí para esta noche— una voz femenina dijo— Creo que será una velada buena — una tercera voz habló —Está es la esclava de Sebastián, hacia ya tiempo que no nos traía nada— Yo estba muy nerviosa, se referían a mi. Sentí como alguien se acercó a mi, era la mujer, lo supe por el sonido de los tacones.

Si Sebastián la ha traído es porque es una joyita de colección, él es un excelente entrenador— sentí como las manos de aquella mujer comenzaron a tocarme examinado. Tocó mis pechos, los apretó con sus suaves manos, jaló un poco uno de los aros en mis pezones. Yo trataba de no hacer nada, estarme quieta. Ella apretó mi culo y metió un dedo en mi ano. Eso fue algo incomodo ya que estaba seco, pero ya estaba acostumbrada a la que jodieran mi ano. También metió un dedo en mi coño — ¡Vaya! Trae bolas chinas. Esta niña si que sabe de placer- La voz masculina dio la orden de que empezaran la fiesta.

Alguien sujetó mi cadena y me comenzó a guiar a un nuevo lugar. Era de donde provenían las voces y la música. —aquí está su esclava señor Sebastián— por fin escuche la voz de Sebastián después de tanto rato —Gracias —. Sebastián haló mi cadena hasta llevarme al suelo. Yo me senté de inmediato, ya llevaba casi una hora de pie. Sebastián me quitó la capucha, mis ojos estaban cegados, la luz era muy intensa después de pasar tanto rato en la oscuridad.

Pasaron unos minutos hasta que recuperé la visión. Yo estaba echada a los pies de Sebastián como una mascota. Pero como yo había más de una docena de esclavos con sus dueños. Los esclavos en su mayoría eran mujeres, pero eso no quiere decir que sus amos fuesen hombres. Los esclavos varones casi eran de excelente cuerpo, para se sincera yo era la menos atractiva entre ellos. Casi todos los amos llevaban mascaras al estilo del fantasma de la opera, algunos llevaba túnicas negras, otros ropas de piel. Otros estaban vestidos normal, como Sebastián y gloria que estaba a su lado. Todos los esclavos estábamos desnudos.

Estábamos en un gran salón, los amos estaban sentados en cómodos sillones. Una mujer de bello cuerpo comenzó a caminar hacia el centro del salón, a mi se me hacia conocida. Llevaba puesto un ajustado corsé de piel negra llevaba consigo a un esclavo, su coño estaba al aire, tenia unos zapatos de tacón color negro. Cuando me fije bien en aquella mujer me di cuenta de que era Paula, la esposa del jefe, quedé muy sorprendida, pero mi impacto fue mayor al fijarme que el esclavo de Paula era el jefe. Vi a Sebastián a la cara, quien notó mi asombro. Él solo sonrió, acercó su boca a mi oído y me susurró — lo que veas aquí, no sale de aquí— comprendí el mensaje a la perfección.

Paula dio un pequeño discurso de bienvenida y dejó oficialmente abierta la fiesta. Por más de media hora todos se limitaron a charlar, los esclavos estábamos ahí, como adornos, solo echados en el suelo y sin hablar. Yo me sentía un poco incomoda por no ser tan atractiva como ellos. Sebastián me susurró al oído —La mayoría son modelos contratados, no son esclavos reales. Al final solo quedaran humillados los amos.- no entendí lo de que al final los amos serán los humillados en ese momento, pero al menos me sentí mejor al saber que yo si era una esclava real.

Un hombre enmascarado se acercó a Sebastián.

Mi estimado Sebastián, hacia tiempo que no nos regalaba su apreciada presencia. Le echábamos en falta.

Estaba un poco retirado. Pero ya he vuelto.

Así veo, siempre junto a su bella hermana. Veo que tiene una esclava nueva.

Si, es mi nueva adquisición —hablaba de mi como una cosa.

¿Y es buena?

Si.

Puedo probarla un rato, si lo desea usted puede usar mi esclava.

De acuerdo, tal vez mas tarde use su esclava, por el momento la mía solo puede ofrecerle placer oral.

De acuerdo.

Yo estaba fría ¿placer oral? ¿Se la tenia que chupar al fantasma de la opera delante de todo el mundo? Algunas personas me observaban. En ese momento dudé, pero una parte de mi quería hacerlo. El hombre levanto su túnica y dejo ver un muy responsable pene, no como el de Sebastián pero en muy buena condición.

Sebastián le pasó la cadena al hombre, este halo mi cabeza hasta su polla que aun estaba fría. Yo volteé a ver a Sebastián quien solo me hizo un gesto con la mano de que obedeciera. En ese momento recordé lo que me había dicho gloria y sin más comencé a chupar la polla de un desconocido.

Algo se apoderó de mi, en ese momento fue en que comprendí el significado de la palabra esclava, me sentía un objeto, una mascota entrenada para dar placer, era de propiedad de Sebastián, él era mi amo. Y mientras chupaba esa polla comencé a pensar en que quería que él estuviera orgulloso de mí, recordé las palabras de aquella mujer en la habitación, no podía decepcionarlo.

Lentamente masturbaba esa polla, buscaba que se pusiera dura, lamía sus testículos, me la metía completamente en la boca ya que no estaba dura. Pero en un instante estaba a su máxima expresión. Yo la metía y sacaba de mi boca, chupa con fruición y deseo. El hombre comenzó a mostrar señales de placer, a cada muestra mi intensidad aumentaba, metía la polla hasta el fondo de mi garganta, me la frotaba en la cara, la masturbaba con la mano y con la boca.

Mis ojos buscaban las miradas de las demás personas, muchos me observaban, esclavos y amos, todos atentos a lo que hacia. Yo quería demostrar lo bien entrenada que estaba. Las miradas me motivaban y cada vez chupaba esa polla con más ahínco. El hombre comenzó a dar signos de que se iba a correr, yo aceleré la mamada. Fue cuestión de minutos para que ese desconocido me llenara la boca de leche, la cual trague hasta la última gota. Seguí chupando su polla hasta dejarla limpia y reluciente.

El hombre elogio mi talento y el buen entrenamiento que tenía, estaba muy complacido. El hombre se retiro y yo me eché otra vez a las piernas de Sebastián, quien comenzó a acariciar mi cabeza como se acaricia a un perrito querido. Pero no habían pasado cinco minutos cuando vino otro hombre con mascara y túnica con la misma intención que el primero, no tengo que contarles que tuve que hacer. Lo interesante del caso fue que tuve que chuparles la polla a cinco hombres más, pero en vez de tragarme su esperma Paula lo echaba en una copa. En verdad casi todos los esclavos tuvieron que hacer lo mismo que yo, pero yo era la mas solicitada, la copa que llevaba Paula casi se lleno.

Ante de media noche ya me comenzaba a doler la mandíbula de tanto chupar pollas, yo estaba tan excitada que no quería parar. Pero los intereses generales en la fiesta cambiaron. Ya los amos no buscaban ver quien era el esclavo con más talento a la hora de chupar. En el centro del salón había una columna de mármol, en ella había varias argollas y cadenas. Uno esclava fue llevada ahí, sus brazos fueron encadenados sobre su cabeza. Sus piernas fueron separadas y sus tobillos encadenados con gruesos grilletes.

Paula se acercó a ella, un esclavo la seguían con una bandeja el la mano. La chica encadenada estaba muy nerviosa, se le notaba en la mirada, en la piel, sus ojos solo buscaban a su amo quien la observaba sentado en un sillón. Paula sujetó un pezón de la chica con sus dedos y comenzó a apretarlo, la chica resistía muy bien sin emitir ningún quejido o señal de dolor. Paula apretó ambos pezones, los enroscaba y los jalaba al máximo. La chica trataba de mantenerse quieta, pero se notaba que estaba llegando a su límite. Todos observaban atentos la tortura. Algunos se masturbaban mientras observaban como la chica era torturada, si a eso se le puede llamar tortura, por que para mi eso seria un día de picnic.

En verdad yo estaba deseando recibir algo así, me relamía los labios con cada pellizco que ella recibía. Paula tomó unas pinzas de la bandeja y la coloco en un pezón de la chica quien apretó sus labios para no gritar. El otro pezón corrió con la misma suerte. Paula comenzó a halar las pinzas y retorcerlas, yo estaba fascinada con la maestría con que torturaban esos pechos. La chica no aguanto más y soltó un gritó de dolor. Todo se detuvo ahí, la chica fue soltada de sus cadenas y devuelta a su amo, quien no parecía muy contento, un murmullo inundo el salón. Comprendí entonces a lo que se refirió Sebastián al decir que los amos serán los humillados.

Otro esclavo fue llevado a la columna, era un hombre de cuerpo muy bello, parecía un modelo, era casi perfecto. Su piel bronceada, cabello negro. Un bombón de novelas mexicanas. De seguro que su ama estará muy orgullosa de poseer un espécimen como ese. El esclavo fue atado de frente a la columna, dándoles la espalda a todos. Paula tomo una especie de paleta de madera y comenzó a golpear las duras nalgas del chico. Este ni se movía, recibió más de veinte nalgadas. Paula sonrió, tomo una fusta y continúo el castigo en el culo del esclavo quien aun no mostraba signos de dolor. En verdad era resistente. Pero al parecer todos tienen un punto de quiebra.

Paula cambio nuevamente su instrumento, tomando ahora una fina vara de madera. Cada movimiento causaba un agudo silbido y un golpe seco al chocar contra las nalgas del esclavo. Con el primer golpe todo el cuerpo se le tenso haciendo notar aun más su definida musculatura. Con en segundo su espalda se arqueó, para el tercero quiso evitar el golpe moviendo sus nalgas pero no valió de nada, el cuarto golpe le hizo decir basta.

Solo pensé en que a mi me hacían cosas más fuertes. Todas las mañanas cuando llegaba ala oficina Sebastián me daba una azotaina, a veces me dejaba las nalgas adoloridas todo el día. Pero a mi me fascinaba, hubo una mañana en que no la recibí y me sentía incomoda, me hacia falta la sensación en mis nalgas.

Un potro fue colocado en el salón, allí ataron a una esclava. Estaba acostada boca abajo sobre el objeto de madera. Sus piernas estaba abiertas y su culo y coño disponibles. Yo ya me imaginaba que le seguía. Paula tenia a su lado una mesa con una gran variedad de consoladores y conos de todos los tamaños. A mi se me hizo la boca agua al ver dicha colección, pero también me entró un poco de tristeza al recordar mi fenecido pepino.

Paula comenzó a untar lubricante en los hoyos de la esclava, no era mucho, solo el suficiente para facilitar un poco la introducción de alguno de esos bellos juguetes. Yo estaba envidiando a esa chica. Lo primero que le metieron fue un consolador por el coño, no era muy grande, pero luego fue cambiado por otro de mayor tamaño, la esclava no mostraba signos de incomodidad o dolor. Pero el objetivo de Paula no era su coño.

Paula tomó un cono, pero no uno normal, era uno de esos con una bomba la cual aumentaba en tamaño de cono. Yo ya los conocía bien. Paula metió el cono en el culo de la chica sin muchos miramientos, pero esta resistió sin mostrar dolor. Paula comenzó a bombear aire hacia el cono y este fue aumentando de tamaño. Todos estábamos a la expectativa, hasta donde iba a aguantar. Esos conos pueden llegar a tener una circunferencia de más de doce pulgadas.

La chica apretaba sus labios según el objeto se expandía en su ano. Creo que no había llegado aun a las ocho pulgadas de ancho cuando comenzó a gritar y pedir que se lo sacaran. La chica fue desatada y entregada a su amo. Otra más que daba muestras de un mediocre entrenamiento. Así fueron pasando esclavo tras esclavo, algunos eran torturados con pinzas, otros flagelados, a otros le metían conos por su ano o coño. Todos se rendían. Yo sabia que mi turno llegaría, estaba algo nerviosa, no quería fallar y sufrir esa vergüenza, ni avergonzar a Sebastián. Estaba dispuesta a resistirlo todo. yo fui la ultima en ser llevada a la columna. Había mucha expectativa. Creo que me dejaron para el final a propósito. Antes de que mi turno llegara, saqué las bolas chinas de mi coño.

Me encadenaron el la columna, sentía el frío del metal en mis tobillos y muñecas. Las miradas atentas de todos. Sebastián me miraba, estaba calmado, al parecer tenía confianza en mí o no le importaba lo que me pasara. Paula se paró frente a mí. Lo primero que observó fueron mis zarcillos, ahí comenzó todo.

Introdujo sus dedos meniques en cada uno de los aros en mis pezones, los que ya estaban muy duros por mi excitación. Ella halaba cada vez más fuerte, yo solo la observaba, creo que mi mirada pedía más. Sentía que mis pezones se iban a desprender, mis pechos parecían dos pirámides, era delicioso, ni siquiera Sebastián los había estirado tanto. A veces recibía ligeras sacudidas, era riquísimo. Paula se dio cuenta que tendría que despegarme los pezones para hacerme gritar, así que decidió cambiar de objetivo.

Ahora eran los aros de mi coño los que eran halados a toda presión. Abría los labios de mi coño, los pellizcaba y retorcía, había maldad en cada toque, ella deseaba ver cual era mi límite. Mi coño comenzó a humedecerse. Ella puso pinzas, pero no valió de nada, a mi solo me daban deseos de más. Otra vez Paula cambio de objetivo. Todos los presentes estaban muy atentos, sus ojos se clavaban en mí. Hasta sentí la envidia de aquellos falsos esclavos y la admiración de sus amos.

Me colocaron de frente al la columna, me prepararon para ser azotada, yo solo deseaba una buena azotaina, la más dura de todas, y así fue. Paula tomó en sus manos una fusta y sus golpes no se hicieron esperar. El sonido de cada golpe resoplaba en el salón, cada golpe me ponía a mil. Mi excitación era tanta que comencé a lamer la columna. Deslizaba mi lengua sobre el mármol suavemente. Paula cambio la fusta y tomo una vara fina. Era mucho más dolorosa que la primera, mi culo ardía, pero podía aguantar el doble, quería aguantar el doble.

Paula me sujetó por el cabello tirando de mi cabeza hacia atrás, me dijo al oído —eres una perra muy resistente. A ver que dices cuando te rompa el culo.- Me desataron y me colocaron sobre el potro. Yo ya estaba que chorreaba fluidos por mis entre piernas. Observaba a todos, veía cara de admiración en aquellos que no llevaban mascaras. Yo estaba orgullosa de mi y aun más de Sebastián. Sabía que él también lo estaba de mi, eso era lo quemas me motivaba.

Sentí como algo entraba en mi coño, eran los dedos de Paula que me untaban una mínima porción de innecesario lubricante. Mi coño ya estaba más que lubricado por si solo después de recibir tan magistrales azotes. Un objeto comenzó a abrir mi coño, no era largo pero si ancho, un poco más que la polla de Sebastián. Ese objeto entró y salió varias veces de mi coño, fue inevitable, tuve un orgasmo. Me contuve para no gritar de placer.

Luego del orgasmo algo abrió mi culo de un solo empujón. Un dolor intenso clavó mi interior pero no grité, sabias que ese dolor pasaría pronto, y así fue. Pero antes de que pudiera respirar tranquila el objeto en mi ano comenzó a crecer. Era el cono inflable. Sentía como se expandía en mi interior, podía calcular el tamaño que iba tomando, cinco, seis, siete, ocho ¿hasta donde podría aguantar? Nueve, eso era lo más que había aguantado antes, estaba al limite. Al igual que mi morbo y emociones. La sensación anal era indescriptible, las contracciones involuntarias querían expulsar el cono, pero era imposible, eso seguía creciendo como mi exitacion. Diez pulgadas, hasta ahí decidió Paula anchar mi hoyo, tal vez por seguridad o temor.

Desinfló el cono un poco, hasta unas siete pulgadas y comenzó a sacarlo. No era lo mismo ancharlo adentro que sacarlo. Mi hoyito se anchaba, sentía que me abría por la mitad. Mordía mis labios, era dolor, era placer, era todo. Al fin el cono salio, un alivio inmenso siguió a la salida de ese fabuloso objeto.

Mi ano estaba más ancho que nunca, antes de que pudiera reponerme Paula comenzó a meter sus dedos en el. Dos, tres, cuatro, metió toda la mano. Sentía su puño moverse en mi interior, era delicioso, mucho mejor que el cono. Todos observaban asombrados mi resistencia. Paula sacó su puño de mi ano, me sentí inconforme, yo quería más. Pensé que todo había acabado, pero no era así. Ya no era parte de la prueba, era por placer. No se cuantos hombres me rodearon. Se desnudaron ante mí, desde mi posición solo podía ver a cuatro, todos con sus vergas duras como bates de béisbol.

Uno de ellos sujetó mi cabeza y metió su polla en mi boca. Me agarraba con fuerza por el pelo mientras metía y sacaba su polla de mi garganta. Sentí como me sacaba el consolador del coño y lo remplazaban por una polla real. Mientras me cogian esos desconocidos, me liberaron. Pude ver que eran unos diez hombres, todos dispuestos a cogerme y yo dispuesta a ser cogida. Me echaron en un sillón, estaba sobre uno de ellos que me metió sin vacilar la polla por el culo. Sobre mi había otro hombre que me metía su polla por el coño. Un tercero usaba mi boca, mientras yo masturbaba con mis manos a dos más.

En ese momento estaba poseída. Solo pensaba en ser follada. Los hombres se alternaban los puestos, pero siempre cada lugar estaba ocupado. Mis manos, mi culo, mi coño, mi boca, mis manos. Era más que fascinante. Era increíble, no se cuantas veces me corrí, pero fueron muchas, mas de diez creo yo. Después de un largo rato me arrodillaron en el suelo, todas las pollas me rodearon. Se masturbaron hasta que uno a uno fue llenando mi cara de leche viscosa y caliente. Yo intentaba apararla toda con la boca, pero era imposible, mi cabello, mis pechos, todo mi cuerpo fue bañado con ese rico líquido. Frotaba mi cuerpo, lamía mis manos, estaba excitada, feliz, me sentía la única mujer en el mundo.

Los hombres se apartaron. Estaba solo yo en el centro del salón, dispuesta a ser follada por todo el que estuviera presente, estaba fuera de mí. Ahí, desnuda, nadando en un lago de esperma Sebastián se acercó a mí junto a Paula. Ella le pasó una copa llena de un líquido blanco, era toda la leche que se había recolectado en la noche. El me dio la copa a mí. — Bebe. Este es tu premio— Yo no lo sabía aun, pero esa era mi graduación como esclava. Tome cada gota de ese líquido, hasta sentirme saciada.

Creo sin temor a equivocarme que esa fue la experiencia más intensa que puede vivir un ser vivo y yo tuve la dicha de experimentarla. Pero mi historia no terminó ahí, ser esclavo es el camino a ser amo. Pero esa es otra historia.