Nocturno a la charo

Nos dedicamos a satisfacer nuestros más lúbricos deseos, sin imaginar que algo inesperado pondría punto final a lo que parecía una fiesta de amor interminable.

NOCTURNO A LA CHARO

Pues bien, yo necesito

clavarte todo entero,

mugiendo como toro,

mi rígido lanzón,

y mientras tanto, chupo

tus tetas, las que adoro,

pues son todo un encanto,

y ese coñito de oro,

parece, no te asombre,

volcán en erupción.

Yo quiero, entre tus tetas,

que siempre han sido mías,

poner mi pito cálido,

para vaciarlo ahí,

pero si lo acomodas

entre tus nalgas tibias,

verás lo que te alegras,

gozando en estas vías,

y elijas tú por donde,

pueda clavarte así.

De noche, si te pongo

las nalgas en la almohada,

pues más adentro quiero

tu coño arremeter,

te mueves mucho, mucho,

buscando la vaciada,

y luego, a toda madre,

me das una mamada,

cuando el "sesenta y nueve"

hacemos con placer.

Comprende, que mis huevos

vaciar quieren los ríos

de leche, y tus antojos

son cada día más,

y cojo como loco,

diciendo desvaríos,

y cuando ya te vienes,

haciéndote unos líos,

te chupo los dos senos,

como no hice jamás.

A veces pienso en darte

la última cogida,

hundiendo hasta los huevos

lo largo del lanzón,

pero si en vano jodo

brindándote la vida,

¿qué quieres tú que te haga,

buscando la venida,

para que satisfaga,

ardiente, tu pasión?

Un día, ya te andaba

llegando hasta el ovario,

en una arremetida

que te hizo bien gozar,

cogiéndote con saña,

parada ante el armario,

ardiendo como antorchas,

de modo estrafalario,

chorreando entre tus pelos

mi leche, al disparar.

Qué hermoso hubiera sido

tener tu culo estrecho,

cogiendo los dos siempre,

mamándonos los dos,

gozando tú, enculada,

yo siempre satisfecho,

sacándote hasta el alma,

mojando todo el lecho,

chorreando entre nosotros,

de látex, el condón.

Acuérdate, lo hermosas

que eran nuestras venidas,

sin tanto hacerle al maje,

gozándonos sin fin,

no me cansaba de eso,

y con la verga erguida,

hallaba lo más bello

sentirte estremecida,

queriendo, hasta los huevos,

meterme todo en ti.

Tú sabes bien como era:

parada como un leño,

mi verga en su templanza,

causándote placer,

y sabes bien, que nada

cansaba al que es su dueño,

pues ni cogiendo mucho

le dominaba el sueño,

ya que con tibios besos

lo hacías renacer.

¡Así se infló tu panza!,

y ya que tus ardores

no van a ser lo mismo

en esta condición,

cojamos la vez última,

amor de mis amores,

sin luz, en las tinieblas,

en muchas posiciones,

a esa vagina inquieta,

a tu salud y... ¡adiós!