Nociones de amor

Dos chicos comentan las extravagancias del mundo gay, pero acaban descubriendo algo maravilloso.

Nociones de amor

1 – Lección primera

Había demasiada gente en la fiesta de cumpleaños de Lucía y eso me ponía nervioso, así que me quedé arrinconado mirando cómo unos reían, otros discutían y otros sencillamente hablaban. El salón era muy grande y aún no había acabado mi bebida cuando ya venía alguien con una bandeja a ofrecerme otro refresco, vino, cerveza o combinado. Casi estuve todo el tiempo diciendo «¡No, gracias!».

Afortunadamente, la música no estaba muy fuerte y se podía hablar y oír lo que hablaban los demás. A mi lado había un grupo de tíos y tías cuyo 50% de palabras eran más bien malsonantes. Vi entonces acercarse a Lucía atravesando el salón, esplendorosa como siempre, acompañada de un chaval que me hizo dejar de ver a su alrededor y oír cualquier otra cosa. Su pelo era castaño, pero tenía teñidas las puntas de color platino. Su ropa, sin la menor duda, era de diseño. Su rostro moreno emanaba una sonrisa continua y que me dejó embelesado. Sentí lástima de que viniese acompañado por mi amiga; seguramente era su novio.

Cuando llegaron a mí, el chaval me sonrió aún más y Lucía me besó.

  • Muy solo te veo en este rincón, petardo – me dijo -; necesitas compañía. Si no es así me lo dices.

  • Bueno – respondí -, no estoy aburrido. Observo a la gente, oigo la música

  • Sí, sí – me guiñó un ojo -, pero no tienes a nadie a tu lado.

  • No me importa – le dije -; prefiero estar solo que mal acompañado.

  • Pues te aseguro – me dijo -, que voy a presentarte a alguien que no te haría mala compañía. Es mi a amigo Borja; el vecino de la casa de ahí al lado ¡Vamos! Vicente: Borja. Borja: Vicente. Besaros que aquí nadie os va mirar con extraño.

Me temblaron las piernas. Borja se acercó a mí hablándome suavemente y me besó. Luego lo besé yo a él: «¡Encantado!».

Se echó en la pared a mi lado mirándome embobado y Lucía se quedó frente a nosotros con un vaso en la mano.

  • Te he visto aburrido, Vicente – dijo -, no me lo vayas a negar. Y como Borja es un poco tímido, pues ya tenéis compañía.

  • La verdad es que esta sí me parece una compañía agradable – le respondí -; esos que están ahí dicen alguna palabra inteligente entre un montón de palabrotas.

Se echó a reír y me aclaró que eran un grupo amigos de una amiga suya y, al invitarla a ella, tuvo que invitarlos a todos.

  • ¡Jo! ¡Qué morro! – exclamó Borja -, eso es como si yo me trajese a todos mis compañeros de clase.

  • Mas o menos – rió Lucía -, pero vosotros estaríais todo el tiempo hablando de anatomía.

  • Prefiero temas más suaves – le dije -, no es que me dé asco ni nada de eso, pero creo que en una fiesta lo mejor es

  • ¡Conocerse! – me contestó -. Sólo sé que te llamas Vicente y ya conozco tu aspecto, pero, en realidad, no te conozco.

  • ¿No te ha dicho Lucía nada de mí? – pregunté - ¡Es una cotilla!

  • ¡Oye, tú! – se rió Lucía agarrándose a mi brazo -; encima de que te presento a alguien que piensa como tú

Interpreté aquello como que Borja también era gay. No era nada afeminado, pero no todo el mundo se pone cierto tipo de ropa.

  • ¡Os dejo, chicos! – se despidió Lucía - ¡Sed buenos!

Dio la vuelta y nos miró insinuante contoneándose mientras andaba.

  • Es muy linda – me dijo Borja -; nos conocemos bastante porque vivimos muy cerca. Yo salgo mucho con ella por ahí y mis padres, a veces, piensan que somos novios.

  • ¿Y no lo sois? – pregunté -.

  • ¿Tengo cara de hetero? – se echó a reír -. Me encanta como persona, pero creo que si me uniese a ella la haría una infeliz. Lo último que se me pasa por la cabeza es casarme con una tía para ocultar mis sentimientos. Me parece jugar con una mujer, y a las mujeres las respeto mucho.

  • Es cierto – contesté -; hay gente por ahí sin escrúpulos que para que los demás no sepan que les va el rollo, se casan. Yo creo que le arruinan la vida a una mujer y la vida de sus hijos, si los tienen.

  • Ella sabe que soy gay ¡Por supuesto! – aclaró -, pero me dice siempre que ningún amigo ni ninguna amiga la hacen sentirse tan… acompañada.

  • Sí, es muy sincera y cariñosa – le dije -; para mí, como amiga, no hay otra.

  • En eso ya estamos de acuerdo – me sonrió - ¿Comenzamos a conocernos?

  • A conocernos… - me quedé pensativo - ¿en qué sentido?

  • La gente está equivocada, Vicente – dijo mirando a la ventana -. No es que yo me crea el más sabio del mundo en cuanto a relaciones se refiere, pero el mundo gay, en el fondo, es una mierda y nosotros mismos lo hemos creado.

  • ¡Explícame eso! – lo miré fijamente -; me interesa mucho.

  • ¿De verdad te interesa lo que hablo? – rió cómicamente -; espero no aburrirte.

  • No me aburres – le dije -, me tienes intrigado.

  • En cualquier relación entre dos personas normales – dijo -, se supone que comienzan a charlar, a saber uno del otro, a conocer el entorno y el carácter de cada uno… Los gays no. Los gays parece que pretendemos hacerlo todo al revés. Primero miras al tío insinuante, después te lo follas y, si está bueno, empieza la tarea de conocerse ¿Te parece lógico?

  • ¡En absoluto! – le dije -; pero en los dos sentidos sexuales, es decir, no me parece lógico follarse primero y conocerse después. Creo que eso es porque no se busca una relación de pareja, sino sexo. Si es posible follarse a uno distinto cada fin de semana, mejor.

  • ¡Exacto! – exclamó -. Esto no tiene nada que ver con una relación hetero por una razón que desconozco pero que intuyo. El gay busca placer y, además, es muy exigente ¡No folla con cualquiera! El que sea feo, que se quede en su casa. Somos crueles ¿Y si el que resulta ser más feo es el más agradable? Pues ¡qué más da! Lo que importa es follar.

Hablamos mucho tiempo y me pareció una persona con dos dedos de frente. Decía que estaba solo porque no se iba con cualquiera a la primera.

  • ¡Mira, tío! – me dijo -, todos me dicen que estoy muy bueno. Si siguiese esa pauta gay, follaría con quien quisiera; pero no me voy a la cama con el que sea simplemente porque me guste. Yo quiero conocer a esa persona antes.

2 – Lección segunda

Salimos a pasear por el jardín y seguíamos hablando de lo mismo.

  • ¿Sabes lo que pasa? – le hablé casi indignado - ¡Todos te dicen que buscan una relación estable o que les importa un bledo la edad o tu aspecto! ¡Mentira! ¡Todos mentimos! Al final, lo que estás pensando es en follarte al que tienes delante si es un bombón.

  • ¿No estarás pensando eso ahora, no? – me preguntó con picardía -; estás buenísimo, pero conmigo no se folla hasta que se hayan dado los pasos lógicos de cualquier relación.

  • Si quedase claro – le dije muy serio - que tanto tú como yo no queremos otra cosa que follar, lo haríamos, pero resulta que yo pienso que eres guapísimo, estás buenísimo, pero no soy un muñeco inflable.

  • Eso es – me miró asombrado -; yo entiendo que un beso pueda ser una expresión muy bonita, pero no me gusta que me usen para pasar el rato.

  • Sabes tan bien como yo – le aclaré -, que en el mundo gay no es así. Destapemos esa mentira. Una cosa muy distinta es que yo te diga ahora que eres guapísimo y que estás para comerte y otra cosa es irse directamente a la cama porque yo haya dicho eso; a follar, a pasar el rato de placer.

  • ¿Y quién nos dice a los dos que no estamos usando esa técnica ahora? – preguntó pensativo -. Imagina que yo quiero follarte ya; ahora mismo. Lo que haría cualquier gay sería darte la razón y criticar a los que van directamente al polvo, pero con eso no pretendería otra cosa que ligarte rápidamente e ir directamente al polvo ¿Vienes un momento a casa? ¡Estoy solo! – dijo cómicamente -.

  • Yo he visto comenzar una relación entre un tío y una tía – le dije -; comenzaron a hablar pero, evidentemente, se gustaban. Al cabo de una hora ya se estaban besando, pero seguí viéndolos salir juntos; como amigos. No sé si pasó un mes o dos cuando empecé a verlos cogidos de la mano ¿Estarían follando ya? ¡No creo! Hay una enorme diferencia. La mujer es más reacia a una relación sexual; expone mucho.

  • ¡Esa es la clave! – se sorprendió -. La mujer frena esas primeras relaciones. Sabe que puede quedarse embarazada y se queda ella con la carga.

  • De todas formas, Borja – miré a sus ojos -, tú eres irresistible. Me atraes. Me dejas sin aliento cada vez que te miro. No voy a engañarte, pero me encantaría besarte y acariciarte. No puedo ser más sincero.

Acercó su cara lentamente a la mía, me agarró por la cintura y me besó de tal forma que me dejó ciego.

  • ¿Ves? – sonrió - ¿A que te ha gustado? ¡Pero eso no es más que un beso porque me encantas; por placer! De este primer beso al primero dado con amor puede haber meses, hasta años.

Seguí mirándolo en silencio un rato y no apartó sus ojos de los míos hasta que comencé a hablar:

  • ¡No lo entiendo, Borja!, me parecías un tío guapísimo, pero ahora que me has besado… ¡Bésame otra vez, por favor!

Tiró de mi manga hacia abajo mientras se echaba en el césped. Me eché a su lado y me di cuenta de que me había empalmado tanto, que me dolía la polla.

  • Lo has comprendido – dijo -; era el segundo paso. No voy a engañarte. Estaba aburridísimo y le pregunté a Lucía por aquel tío tan bueno que estaba solo en un rincón. «¡Preséntamelo, por favor!», le dije; ¡Me encanta!

  • ¿Te gusto? – me dejó frío -.

  • Ya te lo he dicho, Vicente – me miró sonriente - ¡Me encantas!

Volvió a acercarse otra vez, pero estábamos echados muy cerca y procuró besarme rozándose conmigo.

  • ¡Dios mío, Borja! – exclamé -, si sigues así

  • ¿Qué? – preguntó - ¿Te molesta que te bese?

  • ¡No, no, por Dios! – le dije - ¡Bésame cuanto quieras!

  • ¿Ves? – rió -; el primer paso está dado. No hay por qué asustarse. Tú me gustas y, según dices, yo te gusto. Pero hay que distinguir cosas. Estos besos no son más que señales; signos para decirnos «¡qué bueno estás, joder!».

  • Es que estás buenísimo – le dije -, aunque sea cierto lo que te he dicho. No te conozco nada más que físicamente. Podrías ser un estúpido, por ejemplo.

  • ¿Te parezco estúpido? – se acercó a mí -; la intuición juega un papel muy importante. No creo que te parezca estúpido. Eso se nota; tú no eres un estúpido; me apuesto lo que quieras.

Entonces, me acerqué yo a él y lo besé poniendo mi mano en su cuello.

3 – Lección tercera

  • Me vas a matar con estos besos – me dijo Borja al oído -; quizá, sea esto lo que lleve a muchos a decidirse a follar en menos de una hora.

  • En cierto modo – contesté -, si el beso te hiere, buscas más para sanar.

  • Eso es que el beso te calienta – dijo sensualmente -. Luego vienen las caricias y ya tu mente te pide más y más. Pero eso no deja de ser follar por placer. Sigo sin conocerte; sólo físicamente.

  • ¡Claro! – me eché en la hierba -, podríamos pasar a las caricias en un minuto y, una vez calientes… ¡a follar! La diferencia empieza luego, creo. Cuando has probado el placer con alguien que te encanta, empiezas a verlo un día tras otro y notas que ya no sientes lo mismo por él. No es que se haya cruzado alguien mejor en tu camino. No hablo de eso, sino de que lo que hacías por mera satisfacción pasa a ser por satisfacción mutua y acaba siendo algo muy profundo. No puedes dormir por la noche pensando en ese otro tío.

  • Hemos dado la vuelta a la tortilla, Vicente – me dijo -. Al final estamos hablando de hacer lo que hacen todos.

  • No, no – dije seguro -. Hablo de un sentimiento que se apodera de ti. De una persona que te domina porque tú no puedes resistirlo. Por eso te he dicho antes que el riesgo verdadero está en que un día se te cruce alguien que aún te llame más la atención.

  • Eso también les ocurre a los hetero – dijo - ¿Cuántas parejas están de novios dos años, se casan y se separan en un año?

  • Llegamos entonces – lo miré muy de cerca – a que casi no hay diferencia entre una relación de heteros y de gays. Lo que pasa es que hay dos tipos de relaciones ¿no? Podríamos hablar de la relación perfecta entre dos y de la relación pasajera; más o menos corta, pero pasajera.

  • Pues eso también nos lleva a otra conclusión – me dijo apretándome la punta de la nariz -. Todas las parejas son iguales. O son duraderas o son temporales. La diferencia es que en la unión hetero nacen hijos.

  • ¡Bueno! – le contesté -, no sería la primera vez que una tía se encapricha por un tío, se van a un rincón y se hartan de follar y cuando acaban, cada uno se va a su casa.

  • Digamos entonces también – me pellizcó – que nuestra relación, si existiera, podría ser pasajera o para siempre.

Me quedé un ratito mirándolo en silencio y volvimos a besarnos, pero esta vez los dos nos acariciamos el cuello y los cabellos.

  • No existe relación entre nosotros – le dije -, sino que me has visto y te he gustado y te he visto y me has gustado ¿Es un flechazo?

  • Es mera atracción sexual – dijo -; no vayas a asegurarme que estás enamorado de mí.

  • Me parece pronto – aclaré -, pero sí puedo decirte que me pasaría horas a tu lado hablando y acariciándote.

  • Supongo que en un corto espacio de tiempo – dijo – las caricias se harían más intensas… y acabaríamos follando.

  • Creo que sí – bajé la vista -; perdóname pero es exactamente lo que pienso.

  • ¿Y te avergüenza eso? – tiró de mi barbilla y me miró sonriente - ¿Qué crees tú? ¿que yo pienso de otra forma?

Me asustó lo que dijo. Estaba insinuando que follaría conmigo.

  • No es lo que hablábamos al principio – le dije -; hablábamos de diferentes pasos hasta llegar a eso.

  • Es cierto – contestó acariciándome la mano - ¿Pero cuánto puede durar cada paso? Conozco a gente que se ha visto, se han gustado, han empezado con besos y caricias, se han ido a follar y, después de muchos años, todavía están juntos y existe ya entre ellos un verdadero sentimiento de amor puro.

  • Los dos nos gustamos – dije -, los dos nos deseamos ¡Debe ser un flechazo!

  • Pregúntale a Lucía – dijo acariciándome ya el brazo -; es mujer.

  • La conozco – apoyé mi cabeza en su hombro -. Si le pregunto me va a decir que a qué estamos esperando.

  • La conoces muy bien.

Volvimos a besarnos mucho más tiempo mientras nos acariciábamos, doblé la pierna sin darme cuenta y mi rodilla topó con su polla dura. Era un sentimiento mutuo; sin duda. Nos gustábamos, pero había algo que nos atraía. No habían pasado ni dos horas, creo.

4 – Lección cuarta

Estábamos los dos echados en el césped mirándonos, besándonos y acariciándonos los cabellos, cuando vi de reojos que se acercaba Lucía. Me separé de Borja y me incorporé.

  • ¡Eh, parejita! – nos gritó - ¿Es que no vais a tomar algo fresquito? ¡Está anocheciendo!

  • ¡Verás! – le dijo Borja -, estábamos comentando cosas.

  • Sí, sí – contestó Lucía -, y yo me lo creo ¡Dejad de ser estúpidos! Si os gustáis ¿qué coño hacéis aquí a la intemperie? ¡Vamos, Borja, no eres un niño! En tu casa no hay nadie. Tomad un refresco cada uno y no tenéis nada más que atravesar la verja.

¡Joder! Lucía nos estaba diciendo que nos fuésemos a casa de Borja a… ¡Bueno, no lo dijo asustada, precisamente!

  • ¿Qué os apetece tomar? – preguntó -; yo os lo traigo, pero no seáis tontos que nadie os va a decir nada ni se va a asustar. A mí lo que me asusta es que estéis aquí tonteando teniendo una casa vacía para los dos.

  • No importa Lucía – dijo Borja -, ahora iremos a tomar algo.

  • ¡OK! – exclamó volviéndose -, pero tomad la bebida y os vais a casa solos. No os entiendo

Se fue haciendo gestos.

  • ¿Has observado? – dije en voz baja -, ella es mujer y opina que deberíamos estar en tu casa y no aquí perdiendo el tiempo. Creo que estamos equivocados.

  • ¡Bueno, no sé! – dijo Borja sorprendido -; quizá, si ella hubiese conocido a alguien y tuviese un lugar apartado, no se hubiera quedado aquí con el tío.

  • En cierto modo tiene razón, Borja – volví a besarlo -; estamos deseando de tenernos y estamos aguantando un suelo duro y el relente frío de la noche ¿Tú qué piensas?

  • No pienso – dijo -, quiero saber lo que tú piensas.

  • ¡Te lo estoy insinuando, Borja! – le dije - ¿Vamos a volver a meternos en esa fiesta ruidosa o prefieres estar conmigo a solas?

  • ¡Lo segundo sin ninguna duda! – se levantó - ¡Vamos a tomar un refresco y nos vamos a mi casa! Es verdad que estoy solo hasta el lunes.

  • ¡Gracias! – dije suspirando - ¡No sabes lo feliz que me haces!

Entramos en la casa y nos servimos una copa. Los dos teníamos mucha sed. No sé cómo ocurrió, pero cuando bebimos un poco, sin ponernos de acuerdo, nos besamos en los labios delante de toda a aquella gente. Nadie nos miró de forma extraña ni dijo nada. Volvió a acercarse Lucía.

  • ¡Hombre! – exclamó - ¿Os habéis decidido al fin?

  • Creo que sí, Lucía – le dijo Borja -; me parece que estábamos cometiendo un error. Ahora tomaremos otra copa para el camino y nos iremos a mi casa. No te asustes si no nos ves por aquí. Luego, ya tomaremos en casa lo que sea.

  • ¡Nada de eso! – exclamó Lucía abriendo un frigorífico -; llevaos este pack de Coca-Cola. Como bebáis mucho no podréis dormir esta noche… que es lo que debería ocurrir.

Luego, mirándome a mí con seriedad, se me acercó y me cogió por la cintura.

  • ¿Sabes, Borja? – le dijo a mi nuevo amigo seriamente -. No te comas demasiado el coco. Te estoy facilitando las cosas porque te conozco y sé que te llevas a tu casa a alguien tan bueno como el pan. No asustaros porque sea la primera vez. Todos, las mujeres también, tenemos una primera vez ¿Para cuándo vais a dejarlo? ¡Es una gilipollez retrasar esas cosas! ¡Hacedme caso!

  • Gracias, Lucía – le dije -; quizá hemos caído en una trampa sin darnos cuenta. Hemos confundido un flechazo con

  • No hace falta que me lo expliques – me dijo -; a mí me pasa. Si me gusta un tío y él no quiere nada, procuro por lo menos follármelo. Ya conoceré al que no quiera separarse de mí. Ahora es importante llamar a tus padres, Vicente.

  • ¿A mis padres? – me asusté - ¿Qué piensas decirles?

  • Me conocen muy bien – dijo -; yo sé que me quieren y confían en mí. Quiero decirles que la fiesta acabará muy tarde y que, como me da miedo de que te vayas solo a esas horas, aquí tienes un dormitorio para ti. Mañana vienes a verme y nos ponemos de acuerdo. Se lo creerán.

Me quitó el teléfono y llamó a mi casa. No le costó ningún trabajo convencer a mi madre y, luego, le hablé yo para decirle que no se preocupase, que estaba muy bien y tranquilo.

5 – Lección quinta

Nos fuimos agarrados y besándonos hasta una verja que comunicaba la casa de Lucía con la de Borja. Éste la abrió y entramos en un jardín mucho más grande iluminado tenuemente por lámparas bajas. El ambiente era precioso. Entramos en la casa y dejamos la bebida en la cocina. Allí fue donde comenzamos a besarnos de una forma distinta. Había habido un cambio. Borja me cogía la cara contentísimo, me besaba, me abrazaba. Tal vez yo estaba más quieto por encontrarme en una casa ajena, pero sentía sin duda algo diferente por él.

  • ¿No notas nada? – me preguntó feliz -; yo no siento deseos de tocarte o de follarte. Me siento feliz de tenerte ¡En mi casa y todo! Es como un sueño.

  • Yo siento algo que no sé explicar – le dije -, pero me parece que es muy pronto para decir que eso es amor.

  • ¿Por qué? – exclamó - ¡Dime cuánto tiempo exactamente hay que esperar para enamorarse!

Me quedé mirándolo asustado y sonriente. Me sentía, como decía Lucía, muy acompañado. Pensaba que estaba enamorado de Borja, pero no quería decírselo.

  • Vamos dando los pasos muy rápidamente – me dijo -, pero no vamos a marcha forzada ni a trompicones. Todo va rápido pero por su sitio. Ya nos vamos conociendo. Ahora necesitamos acariciarnos y conocernos de otra forma porque yo… creo que ya estoy enamorado de ti.

Lo besé con pasión y acaricié todo su torso y él tiró de mi cintura y pegó mi cuerpo al suyo.

  • ¡Vamos! – me tomó de la mano -, no quiero perder más el tiempo.

  • ¡Espera, Borja! – me paré -; no quiero salir de la cocina sin decirte que te quiero en el mismo sitio donde tú me lo has dicho.

Música pasaje siguiente: http://www.lacatarsis.com/nociones.mp3 (Satie)

Volvió a pasar otro rato y subimos las escaleras hasta su dormitorio. Era una habitación grande y toda bañada de color celeste muy tenue. Nos quedamos uno frente al otro mirándonos sin decir nada. Se acercaba el momento de la prueba final. Nos sentamos en la cama a besarnos y a acariciarnos, pero nuestras manos bajaron por primera vez a acariciar esa parte oculta y sensible que nos atrae. Como si lo hubiésemos planeado, me abrió los pantalones y yo abrí los suyos. Nuestras manos se introdujeron allí; mucho más cerca, a ese lugar reservado para los amantes. Finalmente, con movimientos muy lentos, nos fuimos desnudando el uno al otro dejando para el final lo más excitante; vernos totalmente desnudos uno frente al otro. Pero llegó el momento. Los dos bajamos la vista para ver el miembro del otro, nos lo agarramos y comenzaron unas caricias que posiblemente duraron más de dos horas.

No tenía ya sentido seguir aquellas caricias, porque nuestros cuerpos se veían obligados a retenerse, a no pasar del punto donde es imposible correrse. Sin mediar palabra, sino miradas, comenzamos a masturbarnos y, en pocos segundos, estábamos empapados de leche. Nos quedamos juntos mirando al techo y acabamos riéndonos.

  • Decíamos que esto no era lo que queríamos – me dijo Borja -; no nos estábamos mintiendo, sino que hemos ido dando los pasos poco a poco y el cuerpo se ha ido preparando.

  • Esto no me importa – le dije -, no es más que un desahogo fisiológico. Me sigues importando tú.

  • A mí no – me extrañé -; a mí me sigues importando tú. Duerme aquí a mi lado. Descansemos o acariciémonos cuando queramos. La novedad nos va a llevar más lejos de lo que nos hemos planteado.

  • No quiero dejar de estar a tu lado – pensé en voz alta -; ya no puedo estar si tú no estás a mi lado.

  • ¿Sabes, Vicente? – se preguntó Borja en voz alta -; hemos perdido horas intentando darnos clases de respeto a la pareja, pero ahora no veo otra forma de comenzar a conocer a quien verdaderamente quieres desde el momento en que lo ves. Somos humanos, no ángeles. Hagamos las cosas como los humanos.