Nochevieja con papá. Parte I: Por la mañana

Este año paso el día de Nochevieja en el piso de mi padre (relato sin sexo).

Miré la hora del móvil, que marcaba las diez de la mañana. Eran vacaciones de Navidad y al no tener clases en la universidad podía dormir sin poner el despertador. Me dí la vuelta en la cama alegrándome de poder seguir en ella unos minutos más. Mi mano se dirigió hacia mi paquete y la erección que tenía, me toqué la polla dura y finalmente la saqué del pantalón del pijama para dejarle más espacio. El roce con la sábana me puso aún más dura la polla. Traté de recordar si había soñado algo que justificara mi excitación, pero en ese momento se abrió la puerta de la habitación:

—Buenos días, Jorge. ¿Todavía así? Creía que tenías que estudiar los exámenes de la uni.

—Bu-buenos días.— Dije mientras la luz que entraba por la puerta me hacía recordar que ya era de día.

Me levanté estirándome los brazos. Al no llevar calzoncillo debajo del pijama se formó una gran tienda de campaña que era imposible disimular. Me avergoncé al pensar que probablemente mi padre habría notado algo a través de las sábanas.

Ya en la cocina volví a encontrarme con mi padre todavía en bata, preparando su desayuno. Hoy era Nochevieja y tenía el día libre en el trabajo. Traté de disimular el bulto de mi entrepierna dándole la espalda mientras preparaba el mío y me senté en cuanto pude. Me fijé entonces en que mi padre llevaba la bata abierta y que en su entrepierna también se adivinaba un bulto mayor que el de una polla en reposo. Me pregunté si es que mi padre también habría tenido una erección al despertarse aquella mañana y si, como yo, él tampoco usaría calzoncillos debajo del pijama.

—Tu madre me dijo que te despertara a las ocho, si supiera que aun no has tocado los apuntes… Ni en Nochevieja te deja respirar… Estudia un poco pero hoy tómatelo de descanso, hijo, que mañana ya marchas.

Asentí, tenía un whatsapp de mi madre dándome los buenos días. Mis padres se habían separado a principios de año y era el primer año que la familia pasaba las Navidades sin estar todos juntos. A principios de diciembre habíamos acordado en que pasaría Nochebuena y Navidad con mi madre, abuelos, tíos y primos y la Nochevieja con mi padre. La familia de mi padre era mucho más pequeña, de forma que hoy sólo cenaríamos los dos junto con mi abuelo, mi tío Roberto, viudo desde hacía tres años, y mi primo Álex. Todavía no estaba muy claro dónde dormiríamos todos, pues mi padre había insistido en organizar la cena en su piso nuevo para enseñárselo a todos, pese a tener sólo dos habitaciones, la suya con una cama grande y otra con una pequeña cama de noventa en la que dormía yo. También había un pequeño despacho al que se accedía desde el dormitorio principal en el que mi padre decía que tenía previsto poner un sofá cama, pero aún no lo había comprado, por lo que no me salían las cuentas ni siquiera durmiendo en el salón.

Al terminar de desayunar me fui a mi habitación y me puse a colocar la ropa que estaba tirada por el suelo. Apenas había estado tres días en casa de mi padre y ya se acumulaba el desorden y los calzoncillos en el suelo.

Finalmente me puse a estudiar hasta que decidí hacer una pequeña pausa revisando instagram en el móvil. Un compañero de tercer curso de la universidad había publicado una foto sin camiseta que me hizo perder la concentración hasta que finalmente abrí Grindr, para comprobar si había alguien interesante en aquella ciudad que apenas conocía todavía. Se fueron sumando los minutos hasta que la batería del móvil llegó a un nivel muy bajo como para seguir. Por un despiste me había dejado el cargador en mi otra casa, por lo que no me quedó más remedio que salir del cuarto e ir a buscar uno de mi padre. De nuevo con una fuerte erección recorrí el piso de mi padre. No había ningún cable ni en la cocina ni en el salón, por lo que entré en su habitación, que estaba al fondo del todo y tenía la puerta entreabierta. Pasé y al no ver nada allí tampoco abrí la puerta del despacho, donde parecía que estaba mi padre trabajando.

—Papá,…

Me quedé quieto. Frente a mí estaba mi padre de perfil sentado cómodamente frente al ordenador. Ya no llevaba pijama, solo la bata abierta le cubría apenas la espalda y los brazos. Una de sus manos reposaba sobre el ratón del ordenador y la otra agarraba con firmeza su polla completamente dura.

—¡Jorge! —Rápidamente cerró la ventana que tenía abierta en el ordenador.

¡Vaya pillada me has hecho! ¿Eh? Jeje. Pero no pasa nada, ya tienes edad para poder ver esto… Jajaja.

Dijo forzando una sonrisa e intentando quitar tensión a la situación. No sabía si se refería a que ya tenía edad para poder verle a él masturbándose o para poder ver lo que fuese que estuviera viendo en el ordenador y que se había apresurado a quitar con tanta prisa, antes incluso de taparse la polla. De hecho no se llegó a cubrir ni cuando se levantó de la silla tal y como estaba, con el rabo apuntando al frente saliendo por la apertura de la bata.

—No te preocupes, hijo. Qué querías decirme.

—Eh… Nada, solo buscaba el cargador del móvil, creo que no está aquí.

Dije recuperándome y dándome la vuelta para salir.

—Aquí está.

Desenchufó el cable de su móvil y me lo dió, todavía sonriendo.

Procuré mantener la vista hacia arriba como hacía en los vestuarios del gimnasio para que no me descubrieran mirando a los tíos saliendo de la ducha y mirándole a los ojos le dí las gracias.

Salí inspirando el ambiente cargado de aquél pequeño cuarto en el que un hombre sin ducharse había estado ¿dos horas? viendo porno desnudo con la puerta cerrada. No sabía muy bien por qué, pero ese pestazo me relajó y me hizo quitar hierro a lo que había acabado de pasar. Pues pensé en la cantidad de veces que mi cuarto habría olido así, sin yo darme cuenta, después de tardes enteras pajeándome, y en la tremenda vergüenza que me habría dado si me hubiera pillado a mí como yo acababa de pillar a mi padre… Lamenté no haberle pedido disculpas al momento.

Procuré volver a concentrarme con los estudios, pero la imagen de la polla dura de mi padre no se me iba de la cabeza. Me saqué la mía y me la miré en el espejo comparándola mentalmente con la de mi padre. Definitivamente se parecían muchísimo en la forma del tronco y el glande.

Seguía mirándome en el espejo cuando oí a mi padre en el pasillo, me guardé el rabo apresuradamente y me puse a ojear los apuntes. Empecé a escuchar el grifo de la ducha. Mientras mi padre se duchaba una idea se me pasó por la cabeza y me hizo sentir un cosquilleo de adrenalina en el estómago. Traté de descartarla pero finalmente mi excitación fue superior a mi. Rápido y sin hacer ruido salí de mi cuarto y volví al despacho, ahora vacío de mi padre. Me senté en su silla y vi junto al teclado del ordenador dos pañuelos de papel arrugados, me acerqué, olían a lefa. Al abrirlos ví el semen pringoso y todavía húmedo entre el papel. Aquello me puso la polla a mil, mi padre no sólo había continuado pajeándose después de que lo hubiera acabado de pillar, si no que además se había corrido al poco rato, en apenas un minuto.

Casi con el corazón fuera, me escurrí apoyándome en el respaldo de la silla, la polla me avisaba de que me iba a correr en cualquier momento incluso sin manos. Después de darle apenas tres sacudidas suaves con la mano, mi polla empezó a disparar lefazos a presión. Cuando terminé, la realidad volvió a mi cabeza de golpe. Tenía que salir de allí, me limpié la gran corrida con los mismos kleenex que momentos antes había usado mi padre para limpiarse y procuré dejarlos en la misma posición que los había encontrado antes de volver a salir sin hacer ruido.