Noches venecianas

...

Las aguas del canal me devolvían el reflejo de mi rostro surcado por las lágrimas. No me acordaba de la última vez que había llorado, pero nunca lo había hecho por un tío. Siempre les decía a mis amigas que nunca se llora por un hombre, que hay que salir adelante, pero solo te das cuenta cuando lo vives en persona. La cruda realidad se filtraba en mi mente destrozando todos los recuerdos bonitos que habían pasado a su lado el último año.

Conocí a Marcos cuando me fui de vacaciones en fin de curso. Acababa de cumplir la mayoría de edad y, aunque me creía capaz de pasar por cualquier cosa no fue así. Todavía recuerdo la primera discusión

Habíamos salido de fiesta con los amigos a un bar y habíamos tomado unas copas de más. Al tercer trago el alcohol hacía mella en mí y, aunque no es mi forma de ser, me puse a bailar en la pista descontroladamente. Enseguida me ví rodeada de chicos que me invitaban a bailar pegada a ellos. Al principio no les hacía caso ya que sabía que Marcos era celoso, pero él había estado ligando con la camarera sin que le importase mi opinión, así que decidí saltarme las normas.

El chico me agarraba por la cintura con una mano mientras con la otra me sobaba el culo. Mi novio se dio cuenta enseguida de que no estaba con él y al verme bailar con otro se puso como loco y le empezó a dar puñetazos. Yo gritaba que le dejase en paz pero el seguía pegándole al pobre chico, que a final de cuentas no había tenido la culpa de nada. Lo guardias del local nos sacaron a mi y a mi novio y nos dirigimos al apartamento que él tenía.

Allí siguió con la discusión sin entrar en razón hasta tal punto que llegó a golpearme a mí. Me quedé sorprendida pues ese no era el chico que yo había conocido meses antes. Le perdoné, tonta de mí, y eso hizo que en las siguientes discusiones, provocadas por cualquier insignificancia repitiera lo mismo. Y decidí dejarlo.

Hoy, un mes después, me lo encontré en un bar cuando fuimos a celebrar allí los carnavales. Venecia era conocida por sus carnavales, con sus trajes elegantes y sus máscaras. Él no vivía aquí pero este año había venido con los amigos y por desgracia nos encontramos. Estuvimos hablando como en los viejos tiempos, pero esta vez no iba a recaer en sus brazos y él al darse cuenta empezó a insultarme y me acusó de haberle agredido. Mis amigas intentaron defenderme pero era demasiado tarde, todo el mundo se había quedado callado y sus miradas se clavaban en mí como espadas de fuego. La vergüenza que pasé hizo que se me saltaran las lágrimas y él se dio cuenta. Al mirarle a la cara sus ojos tenían un destello de triunfo, había vencido la partida.

Ahora estaba sentada al borde del canal, rememorando todos los acontecimientos pasados e intentado descubrir por qué quería hacerme daño, pero no hallé respuestas

El traje para el que había estado ahorrando estaba todo arrugado. Me había quitado los zapatos para que no se me cayesen al canal y había dejado el antifaz a un lado. Toda mi vida había estado ahorrando para un disfraz así, y la noche se me había echo corta y amarga.

Me había metido por una infinidad de callejones para estar sola. No quería volver a casa y la idea de seguir con mis amigas de fiesta tampoco me resultaba muy atractiva, y menos en el estado en el que estaba. Al final había encontrado un callejón desierto que no daba a ninguna casa y donde me aseguraba el estar sola con mis pensamientos. Pero ya pasaba de medianoche y no era muy atractivo el callejón a esas horas. Sentí una piedra caer a mi espalda y me asusté.

  • ¿Hay alguien ahí?

Nadie respondió, pero la sensación de no estar sola seguía ahí. Me levanté ayudándome de las manos, pero antes de incorporarme del todo una mano enguantada cubrió mi boca.

  • Shhh…No grites.

Era la voz de un hombre.

Levanté mis manos como diciendo que no lo iba a hacer y me soltó. Estaba a mi espalda, podía sentir su respiración en mi nuca y un leve cosquilleo me recorrió el cuerpo. Me giré para ver quien era el asaltante pero un antifaz negro cubría su cara. Iba vestido de pies a cabeza de negro y una capa cubría su espalda. Tenía el pelo despeinado no muy corto y negro, como no.

  • ¿Que quieres de mí?

Una sonrisa apareció en su cara a la vez que su mano se levantaba contra mi rostro y me hacía una caricia en la mejilla. Mi corazón dio un vuelco y mi respiración se entrecortó.

  • Solo quiero saber porque una joven tan bella esta llorando junto al canal.

Me descolocó que me preguntara eso; hacía rato que había dejado de llorar, con lo cual o mis ojos estaban enrojecidos del llanto o había estado espiándome desde hacía un buen cacho.

No se por qué razón no estaba asustada, al contrario, me sentía segura a su lado. Lo ví agacharse a mi lado y recoger mis zapatos.

-¿Te gusta pasear descalza?

La verdad es que tenía razón. Desde pequeña me había gustado corretear por la casa descalza, pero esta noche los zapatos estaban cansándome.

  • No es que

  • Tranquila, supongo que los zapatos no son demasiado buenos con esos pies tan bonitos.

Nadie había echo nunca alguna referencia a mis pies, y menos había echo que por ese simple comentario me acelerase.

-Lo he visto todo, no tienes que preocuparte.

-¿Como…?

-¿Era tu novio? Porque si lo era no sabe como tratar a una niña como tu.

En ese momento me di cuenta, había visto el escándalo en el bar y me había seguido.

  • ¿Y tu si?

  • Sí.

Sin darme tiempo a reaccionar me agarró por la cintura y me besó. No de forma suave sino con pasión. La misma que corría por mis venas, la misma con la que le devolví el beso. Mi corazón estaba a punto de estallar. Su lengua invadía mi boca una y otra vez sin darme un respiro. Mis brazos enlazados en su nuca tiraban de él hacia mí. Nuestras cinturas estaban pegadas, sus manos recorrían mi espalda y mi culo. Y de repente se separó.

  • Ven conmigo.- Me susurró. Su respiración estaba entrecortada y los dos emitíamos jadeos por la falta de aire.

Sin vacilar le di mi mano y con una sonrisa me llevó detrás de él por varios callejones hasta llegar a una puerta. De un saliente en la pared sacó una llave y me hizo pasar. Dentro todo estaba a oscuras y me guiaba por toda la casa hasta llegar a la habitación.

En ese momento me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer, no me preocupaba el dolor pues había perdido la virginidad con Marcos, pero lo que estaba haciendo era un poco alocado. El notó la incertidumbre en mi cara y me dijo.

  • Si no quieres no te voy a obligar, pero se sincera, mírame a los ojos y dime que no deseas esto tanto como yo.

Miré en la profundidad de sus ojos y ví la llama del deseo esperando a ser avivada. Esperando mi respuesta. Y me di cuenta de que tenía razón, yo deseaba esto. Deseaba olvidar todos mis problemas y pasar la noche en su cama.

Di dos pasos hacia él y empecé a desnudarme. No se movió, se encontraba a dos metros de mí mirando cada prenda que se desprendía de mi cuerpo con lujuria. Mis manos temblaban de la excitación de ser observada. La ultima prenda cayó y me quedé quieta, esperando su reacción. Se acercó a mí.

  • Bella, no te arrepentirás.

Sus brazos me alzaron contra él y mis manos se enlazaron en su cuello. Contra mi barriga noté un bulto muy duro y me excitó saber que estaba igual que yo. Le besé una y otra vez, pequeños besos que fueron pasando a besos mas profundos y húmedos. Su lengua recorría mis labios. Me llevó hasta la cama y se tendió encima mío.

Empecé a desabotonarle la camisa y después los pantalones. Cuando quedó desnudo nuestros cuerpos se estremecieron al primer contacto. Mis rodillas subieron al encuentro de sus caderas a la vez que su boca se deslizaba por el cuello hasta mis pechos. Con una mano pellizcaba suavemente uno mientras que con su lengua rodeaba y succionaba el otro pezón. Su lengua abandonó mis pechos para dejar un reguero de saliva por mi vientre hasta llegar a mi pubis. Su nariz se hundía en mis profundidades inspirando mi olor y daba pequeños soplos sobre mi clítoris con su boca.

Estaba muy excitada y no podía retener mis flujos, que tuvo que recoger con su lengua.

-Ahh…Por favor

-¿Si?

Otra pasada de su lengua. Mi espalda se arqueó contra él a la vez que su lengua se hundía en mi.

  • ¿Por favor que?

  • ¡No pares!

Sentí su sonrisa contra mis labios a la vez que se introducía en mí. Sorbió mi clítoris y pasaba su lengua una y otra vez a lo largo de mis labios. El orgasmo me llegó enseguida. Una serie de espasmos sacudieron mi cuerpo arqueándome contra su lengua que seguía dándome placer.

Su cabeza ascendió hasta la mía y de sus labios probé mi sabor. Mi mano se dirigió hasta su protuberancia y la acarició. Le hice ponerse boca arriba y me arrodille a su lado. Esa verga enhiesta se arqueaba hacia arriba. Tenía 20 cm de carne dura y caliente en mis manos y no iba a desaprovechar la oportunidad. Le di unos besitos en su cabeza y poco a poco fui lamiendo su prepucio, gimió. Un gemido grave y animal que surgió de su garganta sin querer. Me la metí entera en la boca, pero apenas cabía. Así estuve un buen rato lamiendo su longitud arriba y abajo, succionando su cabecita y recogiendo con la lengua las gotitas saldas que tenía.

  • Ahh…así gatita, toda mi leche es para ti…sí

No quise apartarme cuando su poya, dura como la roca empezó a convulsionarse y chorros de semen inundaron mi boca. Un grito animal salió de su garganta para mi satisfacción. Era la primera vez que lo hacía y parecía que no se me daba mal.

  • ¿Te gusto?

-¿Lo dudas?- Sonrió y me acarició la cabeza.- ¿Todavía quieres seguir?

Me sorprendió la pregunta pero me gustó que tuviera esa consideración conmigo. De todas maneras no iba a marcharme de allí. Asentí con la cabeza y sonrió.

  • Buena chica…Ven aquí.

Su boca cubrió la mía a la vez que me hacía rodar para quedar el encima. Sus manos acariciaron mis muslos y los sujetaron para que se apoyaran en Su espalda, a la cual me aferré. Dirigió su poya contra mi entrada y me besó con pasión a la vez que se introducía en mí. En ese momento le miré a los ojos y me di cuenta de que no llevaba antifaz. Era muy atractivo, con el pelo despeinado y un mechón cubriéndole la frente, tenía un aspecto de niño. Su mandíbula firme y con esa sonrisa le hacía parecer un pillo, y sus ojos me hipnotizaron.

Nos mirábamos a los ojos a la vez que se introducía suave pero con ritmo en mi interior. Sus embestidas era decididas y mis caderas iban a su encuentro. Poco a poco fue incrementando el ritmo y caímos los dos en un intenso orgasmo que nos llevó a la cima del placer. Nuestros gemidos debían oírse por toda la casa, pero en ese momento no me importó. Jadeando los dos nos desplomamos sobre la cama. Con su cabeza en el hueco de mi cuello me susurró.

-No puedo dejarte ir…no quiero.

-No lo hagas.