Noches Tormentosas IV: Conociendo a mi hermana
Nadia es la persona más desagradable que había conocido en mi vida hasta que acudió a mi casa para hacerme una extraña propuesta
Estoy en un punto de total confusión. A veces siento que mi única compañía es mi pequeña. En estos últimos días, Mario me ha dicho que no quiere tener sexo conmigo ni con nadie que no sea mi madre. Me alegra que se junten para coger, pero me hace sentir olvidada.
Priscila ha pasado las vacaciones con Tania y no ha recibido llamadas de casi nadie. Bueno, las mías si las recibe, pero solo porque sabe que me preocupo, además, cuando me cuentan todo lo que hacen, me siento excitada esté donde esté. Pero no hay nadie que me consuele.
Creo que voy a ir alternando la historia. O sea contaré en un relato como vivía con mi papá y al siguiente contaré lo que pasa actualmente. Bien.
Como ya dije, me he sentido bastante sola. Mientras mi padre se tira a mi mamá y mis amigas entre ellas mismas, yo he tenido que estar sola con mi niña. A veces es agobiante eso de no tener sexo. Estoy tan acostumbrada a hacerlo casi a diario. En ocasiones, cuando estaba en mi periodo, solo le daba sexo oral, pero era sexo al fin y al cabo.
No habíamos sabido nada de Nadia desde que se fue cuando prácticamente obligó a mi papá a que se la cogiera mientras me la chupaba. Le pagó a Priscila para que entretuviera a Tania y así no interfiriera. Ese día estuvieron las cosas muy tensas, y solo fue el principio. Después las cosas se pusieron distantes, casi hasta llegar al punto de que Mario y yo solo hablábamos para temas de la niña.
Entonces, un día, estábamos en la casa Luna y yo solas, pero hasta ella percibió que el día era muy aburrido, porque se quedó dormida viendo una película. Llevé a mi niña a su cuarto, el cual es el que antes mi papá había preparado para mí, aunque yo nunca lo ocupe porque yo siempre dormí en su cama.
Cuando salí de su habitación, escuché como alguien abría la puerta. Bajé un poco extrañada porque según yo, Mario no llegaría sino hasta mucho mas tarde.
Pero no era mi padre el que estaba ahí, sino Nadia, vistiendo un vestido ligero color azul. Por la forma de sus bubis, me di cuenta de que no llevaba brasier. Siempre tenía aquella mirada que me parecía tan seductora, que según Tania, papá y yo también teníamos.
- ¿qué haces aquí? – pregunté furiosa. me enojaba que estuviera frente a mí.
- Tenía una llave de la casa y decidí venir a verte, hermanita.
- ¡No soy tu hermanita!
- Como sea. Vine aquí para proponerte algo – se acarició el vientre, sintiendo lo que crecía en su interior. Ese bebé también era mi hermano, en cierto modo, y también mi sobrino – Veras, en estos días he estado pensando en que he sido muy cruel con el padre que nunca conocí. Quiero castigarlo por eso, y no pensé que también hubiese otra chica involucrada en esto en la misma situación que yo. ¿no te enoja no haber tenido un padre y que de repente lo conozcas y te des cuenta de que él si tuvo dinero para cuidarte? Pudo habernos mantenido con todo este dinero que gana.
No sabía qué contestar, jamás había pensado de esa misma manera. A mí no me importaba no haberlo conocido jamás, de hecho me gustaba que tuviera tanto dinero. Pero, por la manera que hablaba, podía sentir que a ella si le afectaba.
- Tal vez me enoja… solo un poco…
- ¿En serio? – se acercó y juntó su cuerpo con el mío. Podía sentir su respiración, su corazón, incluso su calor. Aquellos ojos eran tan cautivadores, como los míos – ven conmigo.
- No puedo, mi niña debe tener un hogar, este podría ser ese lugar, no puedo dejar que lo pierda. Nuestro padre nos abandonó, pero a ella no.
Pasó una mano por mi mejilla y metió sus dedos entre mi cabello.
- ¿estás segura?
- Si.
Sus labios se unieron a los míos de una forma bastante repentina, aunque en verdad, ya lo venía esperando desde que unió su cuerpo al mío. Ese beso tan delicioso hizo que me humedeciera de inmediato y quisiera despojarme de toda mi ropa.
Ella pareció sentir lo mismo que yo, y, sin soltarme, se llevó las manos a los tirantes de su vestido y lo dejó caer. Debajo llevaba solo su bra, pero no tenía calzones. Mis manos, cada vez más calientes rozaron su cuerpo y le empecé a acariciar los labios mayores. Ella jadeaba entrecortadamente mientras sus labios bailaban con los míos. Su lengua trataba de entrar en lo más profundo de mi boca. En verdad la tenía larga.
Me empezó a quitar la ropa, y cuando finalmente estuvimos desnudas, me lanzó contra el sofá y se arrodilló. Puso su cabeza entre mis piernas y su lengua empezó a rozar mi clítoris de tal manera que logró hacerme tener un orgasmo en solo unos segundos. Grité involuntariamente, pero traté de controlarme por Luna que dormía arriba. Yo sostenía la cabeza de Nadia y jalaba su cabello como si fuera la correa de un perro. Quería tenerla encima de mí.
Entonces jalé su cabello con más fuerza y separó su cabeza de mi vagina.
- ¡Oye, qué te pasa! – gritó, pero yo la callé con un largo beso.
Entonces inició una guerra por el mando. Ella siempre había sido una chica controladora, y yo siempre fui dócil, pero con ella era salvaje, y quería que hiciera lo que yo quisiese.
La lancé contra el suelo y, sobre la alfombra, la abrí de piernas. Llevé mis labios contra aquellos labios y mi lengua acarició su clítoris con muchísima fuerza mientras que dos de mis dedos entraban y salían de su vagina. Escuchaba sus gritos de placer, y aunque quería callarlos por Luna, me excitaban cada vez más.
Entonces me levanté. Me miró con ojos llenos de lágrimas y el rostro congestionado de tanto placer. Siempre envidié sus tetas, eran grandes y firmes, y ahora serían más grandes por el embarazo. Una vez soñé que las chupaba y jugueteaba con sus pezones, antes de que comenzara a odiarla. Entonces me lancé sobre ellas y succioné con fuerza y mordí una de ellas en medio de aquellos ataques de placer. Gritó más y más hasta que sentí como se arqueaba su espalda y salía mas liquido de su vagina.
Finalmente se dejó caer, jadeando, pero sin soltar mi mano, que ni siquiera me había dado cuenta de cuando me había sujetado.
- Tú… tú si sabes cómo complacer a… a… una chica – dijo entre jadeos.
- Tengo que ir si mi bebé se despertó – dije, como si fuésemos buenas amigas de repente.
- No tardes…
Me levanté y subí las escaleras, entré a la habitación de Luna, y me di cuenta de que seguía durmiendo. Así que bajé lo más rápido que pude y me di cuenta de que Nadia luchaba por levantarse. No podía creer que ella, una ninfómana con experiencia, quedase tan débil después de solo un rato de una chica como yo.
Aun tenía las piernas abiertas, y manchaba la alfombra con todo el líquido que le salía. La levanté y la puse en el sillón.
- Debes vestirte antes de que regrese Mario.
Se recostó en el sofá, sujetándose la cabeza, demasiado mareada como para entender qué pasaba. Por un momento creí que ya estaba drogada cuando llegó, pero me di cuenta de que no, en realidad ella había quedado más débil de lo que había imaginado.
- Podrías venir conmigo. Cuidaré de ti y de Luna sin problemas – continuó, aun mareada, pero ya se había levantado.
Después de todo lo que habíamos hecho, la oferta era un poco más seductora. Pero ya me estaba sintiendo cansada de que solo me ofrecieran una casa a cambio de sexo. Ella no era tan diferente a mi padre, nuestro padre.
Se puso de pie y se vistió. Justo antes de acomodarse el vestido por completo, me miró con aquella mirada seductora que nadie podía resistir y corrió a abrazarme. Yo aun estaba desnuda, y eso hizo evidente como mi piel se erizó al sentirla contra mí.
- Tú no eres como yo. – comenzó diciendo – eres más inteligente y amable. – esta vez, su mirada no era aquella mirada felina seductora, sino que era más tierna y amorosa – Me habría gustado conocerte en otras circunstancias, hermanita.
Estaba a punto de decirle que no era su hermanita, pero me besó apasionadamente antes de que lograra hablar. Cuando me soltó, yo estaba húmeda de nuevo y con los pezones erectos. Me miró esta vez de manera picara, con aquella sonrisa que hacía que todo hombre tuviera su pene bien erecto.
- Parece que quieres jugar más – dijo, de forma parecida a un ronroneo – Será en otra ocasión – me susurró y salió de la casa.
Yo me quedé ahí, desnuda, de pie en medio de la sala.
Quería tenerla más tiempo para mí. Quería tenerla con los dedos en mi interior y su lengua luchando con la mía. Me excita mucho pensar en ella. Pero era mi hermana, y eso lo hacía más delicioso aun.
Aun hay historias que contar, pero tal vez mejor ya no utilice el mismo título que he estado usando porque ya no tiene nada que ver con lo que me ocurre. Noches Tormentosas es por la noche de tormenta en la que tuve sexo por primera vez con papá, y ya que no lo hemos hecho, siento que ya no funciona. Tal vez otro título.